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Rebelión en China: La crisis del revisionismo o... Por qué Mao Tsetung tenía razón

Raymond Lotta

OR #508 28 mayo, 1989

 

China está en medio de grandes trastornos. En las principales ciudades del país los estudiantes se han volcado a la calle en grandes manifestaciones. Las autoridades han tratado, sin éxito, de sacarlos de la plaza Tiananmen varias veces. Los soldados no cumplieron las órdenes de sus superiores. Más y más obreros se han unido al movimiento de protesta. El descontento es profundo. En todos los sectores de la sociedad se discute y debate sobre la enfermedad de la sociedad china. La rebelión agarró por sorpresa a la dirección revisionista del Partido Comunista y ha puesto en tela de juicio su capacidad de gobernar y su autoridad. No está claro adónde terminará el movimiento. Tampoco es claro en qué medida pueden estar tratando de ejercer una influencia revolucionaria marxista-leninistas auténticos, defensores del estandarte de Mao Tsetung. Pero una cosa sí es cierta: el sueño imposible de Deng Xiaoping de una población obediente, una atmósfera política estable y un capitalismo controlable se fue al diablo.

@PBREAK = Lo que está ocurriendo en China es el producto de 12 años de gobierno revisionista. Después de la muerte de Mao Tsetung en 1976, una nueva clase explotadora tomó el Poder con un golpe de estado. Desde entonces, China ha pasado por enormes cambios en su economía, sus instituciones políticas, el sistema de educación, la vida social, los valores que se fomentan. Tanto el bloque occidental como el soviético alaban esos cambios y dicen que son progreso. Eso en sí dice mucho de la reforma. Lo que llaman la restauración de la cordura en realidad es la restauración del capitalismo. Lo que los expertos describen como "dificultades propias del desarrollo inherentes en todo progreso" y como una sociedad en busca de reforma política, en realidad es una sociedad en profunda crisis: crisis económica, crisis social y crisis de confianza en las instituciones del gobierno. El propósito de este artículo es examinar las características básicas de la sociedad china que han creado tal descontento y cuál debe ser la solución a los problemas creados por el revisionismo.

I. CHINA NO ES UNA SOCIEDAD SOCIALISTA. HAN RESTAURADO EL CAPITALISMO Y LA HAN REDUCIDO A UNA NACION OPRIMIDA.

La ganancia al mando

A la economía china la rige el principio de la ganancia al mando. Los mismos teóricos chinos dicen que la ganancia es la medida más útil de desempeño económico. Dicen que la competencia entre empresas es buena pues hace que "solo los mejores sobrevivan". De hecho, ahora hay quiebras. Ahora las empresas reciben recompensas por aumentar sus ganancias y muchas de las nuevas inversiones se financian con préstamos, no con subvenciones. La ganancia guía la inversión del capital. Veamos un ejemplo. Una norma que Mao puso en práctica fue dispersar la industria por todo el país y hacer esfuerzos especiales para impulsar el desarrollo de las regiones más atrasadas y pobres. Hoy, los recursos de China se están concentrando en las provincias de la costa, que tradicionalmente han sido las más prósperas. El plan es crear en ellas una economía orientada a la exportación. Pero lo que eso hace es concentrar las inversiones y recursos financieros en empresas de altas ganancias, con lo que los ricos se enriquecen más y los pobres se empobrecen más. Eso no es socialismo.

La situación en el sector agrícola

China desarrolló un sistema de agricultura colectiva bajo la dirección de Mao, que permitió alimentar a toda la población y produjo inmensos cambios en el campo. En 1978, después de la caída del Poder revolucionario, se adoptó el sistema de responsabilidad familiar. Dividieron los campos en parcelas y se las asignaron a familias. En 1983 y 1984 el gobierno autorizó a las familias campesinas contratar trabajadores, comprar y vender maquinaria agrícola, y vender sus excedentes en otras regiones. Se alentó a las familias más productivas a arrendar tierras de las familias menos productivas. De esa forma se concentró en pocas manos la propiedad de la tierra.

El escritor William Hinton describe el proceso de descolectivización: "Cuando llegó la hora de distribuir los bienes colectivos, la gente que tenía influencia y conexiones pudo comprar, con enormes descuentos, los tractores, camiones, pozos, bombas, equipo de procesamiento y demás bienes productivos que las cooperativas habían acumulado en el curso de décadas mediante arduo trabajo de todos los miembros. Y encima de que pudieron ponerle un precio muy bajo a esos bienes de capital...en muchos casos los compraron con créditos fáciles de los bancos estatales.... Quizás en la historia universal no se ha visto otro caso en que un grupo privilegiado adquirió tanto por tan poco". Lo que existe hoy en el campo chino es un sistema comercial moderno de agricultura capitalista (con conexiones internacionales, en muchos casos) al lado de una economía campesina dependiente, fragmentada y pobre.

Los dirigentes de China quieren ganancias a corto plazo. Lo que produzca más, beneficia toda la economía, dicen. "Enriquecerse es glorioso", dice Deng Xiaoping. Ese es el camino capitalista. ¿Y cuáles han sido las consecuencias? Primero, en los últimos cuatro años no han podido aumentar la producción de cereales. Eso se debe a que para los agricultores es más lucrativo sembrar otras cosechas que se venden mejor, y a que los precios de fertilizantes, pesticidas y maquinaria agrícola han subido porque el Estado ahora invierte menos en la agicultura y las industrias que la apoyan. Ahora China tiene que importar una gran cantidad de cereales. Segundo, con la expansión incontrolada de la agricultura y ganadería para la venta, las praderas y los bosques han sufrido devastadores daños ecológicos, y se han destruido los sistemas de drenaje e irrigación. Tercero, polarización en el campo, la división de parcelas entre herederos (de lo que resultan lotes demasiado pequeños para cultivar) y el abandono de los servicios sociales colectivos han producido una enorme emigración campesina a las ciudades. Para 1988 llegó a la cifra de 50 millones. La mayoría de esos campesionos no encuentra trabajo en la ciudad y duerme en estaciones de tren, parques o tugurios. En la historia humana nunca se había dado un movimiento tan grande del campo a la ciudad en tan poco tiempo. Eso no es socialismo.

La situación del sector industrial

Los dirigentes de China dicen que quieren modernizar la sociedad. Dicen que la forma de hacerlo es aumentar el rendimiento. Y que la forma de hacer eso es aumentar las ganancias. Todo lo que aumente la productividad está bien. De hecho, en un discurso muy importante de 1987, Zhao Ziyang, el secretario general del Partido Comunista, dijo que el único criterio para la economía es su nivel de productividad. Eso quiere decir que lo más importante para los gobernantes de China es cuánto le pueden exprimir a los trabajadores.

Los métodos de estimular la productividad son capitalistas. Los obreros de las industrias estatales trabajan bajo una estricta disciplina y control de la organización y realización del trabajo. Han dejado de ser los amos de la sociedad, como lo fueron en la China revolucionaria; ya no participan en la vida y lucha política general. Son meros elementos del proceso productivo. En 1984 comenzó un "sistema flexible de salarios" que permite más diferencias de sueldos y bonos con el fin de extraer más trabajo de los obreros. Las reformas también le han dado a los administradores más "flexibilidad" para contratar y despedir. En 1985 el gobierno cambió la forma de contratar empleados jóvenes en las empresas estatales. Creó un sistema de contrato de trabajo. En vez de contratar de por vida a los empleados nuevos, los contrata por un tiempo limitado. Esos empleados no tienen la misma seguridad ni prestaciones que los demás trabajadores. En algunos casos los contratos son verbales y el pago es un "salario flotante" basado en producción y ganancias.

El Estado chino ha dejado de garantizar trabajo. En la ciudad industrial de Shenyang, despidieron a 63.000 obreros en 1988; pero solo 16.000 consiguieron otro trabajo ese año. Al pueblo le dicen que esas reformas dan "libertad para escoger", que cada quien puede trabajar donde quiera. Lo que pasa en la práctica es que la amenaza de cortar sueldos o de despidos, el desempleo y la competencia para contratar sirven para mantener explotado al trabajador. Están consolidando una fuerza de trabajo segmentada con grandes diferencias de sueldo, posición y seguridad laboral, acompañada de un enorme excedente de mano de obra barata de las zonas rurales. Eso no es socialismo.

Dominación extranjera

Deng Xiaoping y Cía. han vuelto a colocar a China en las garras de las potencias occidentales. Cuando Mao vivía China era una base de apoyo para la revolución mundial. Hoy es una maquiladora para el imperialismo y un mercader de armas extraoficial de la CIA.

En los últimos diez años China ha recibido grandes cantidades de capital extranjero: 25 mil millones de dólares en inversiones extranjeras y 47 mil millones en préstamos. La tecnología importada se está volviendo indispensable en la industria pesada. Muchas veces, los inversionistas y socios comerciales extranjeros exigen pago con el producto de las empresas. Así ocurre por ejemplo con las plataformas marítimas para extracción de petróleo. China continuamente tiene que exportar más para pagar sus importaciones. Si no puede pagar de ese modo, tiene que pedir prestado, y actualmente su deuda exterior es de 40 mil millones de dólares. El desempeño de la economía china sufre los efectos de su integración en la economía mundial. Grandes importaciones impusieron el crecimiento industrial en 1984-85, pero recientes recortes de importaciones han empeorado la escasez de productos y la inflación.

En muchos sentidos, el viejo sistema de concesiones y enclaves dominados por potencias extranjeras está regresando. Eso se puede ver claramente en las "zonas económicas especiales" creadas por el gobierno en la costa del sureste. Dichas zonas se parecen a las zonas de procesamiento para exportación creadas en Taiwán y Corea del Sur en las décadas del 60 y el 70. El gobierno chino ha invertido en transporte y comunicación, ha puesto a la disposición una fuerza de trabajo y ha ofrecido incentivos tributarios al capital extranjero. Ahora está permitido poner empresas de propiedad totalmente extranjera. En 1988, más de un millón de obreros del sur de China trabajaban en fábricas puestas con capital de Hong Kong. No es inusual encontrar obreros que trabajan 12 horas al día, siete días a la semana, y reciben un salario por pieza que equivale a 30 centavos de dólar por hora. Incluso niños trabajan en esa situación. Y el Japón está obteniendo una concesión de 80 años en buena parte de la isla Hainan, otra zona económica especial.

De la mano con su programa de reforma económica interna, los revisionistas chinos le han abierto las puertas al capital extranjero. Pero debido al atraso de China, eso ha llevado a relaciones de dependencia del aparato estatal burocrático con respecto al capital extranjero. Y debido a la debilidad de las estructuras centrales, el capital extranjero ha podido hacer negocios y tratos a nivel local y poner a competir regiones y pueblos entre sí. Una vez más China es una nación oprimida por el imperialismo.

Una cloaca social

La contrarrevolución ha tocado toda esfera de la vida social de China. Los revisionistas han reorganizado la educación superior de acuerdo con los criterios elitistas del Occidente, pero más de 30 millones de niños han abandonado la escuela primaria y secundaria. Con el regreso de las parcelas privadas familiares, han vuelto brutales tradiciones feudales. En el sistema de cultivo individual, los hombres se valoran mucho más que la mujer. Los hijos varones son más preciados que las niñas y tienen más derechos. Así, el maltrato físico de las mujeres por sus esposos, la persecución de mujeres que dan a luz hijas y la matanza de niñas recién nacidas hoy son nuevamente grandes males sociales.

En las ciudades el crimen está en ascenso. Los sobornos, las mordidas, el uso de conexiones de familia, escuela o trabajo para conseguir trabajo o artículos escasos son parte del juego. La pobreza urbana está en aumento y se calcula que 20 millones de campesinos sufrirán hambruna este año. Por su parte, los funcionarios del partido ostentan su riqueza.

En la China revolucionaria, Mao Tsetung inspiró al pueblo a trabajar por la liberación de todo el pueblo del mundo. Hoy, los dirigentes inspiran al pueblo con promesas de televisores a color japoneses. Eso no es socialismo.

II. LA CRISIS ACTUAL

La economía

La tasa de crecimiento de China en esta década ha sido de 9% al año, en promedio. Eso es bastante alto. Pero el crecimiento ha tenido un carácter muy distorsionado. Y hoy la economía es un estropicio.

Para 1988, el banco central estaba perdiendo el control de la oferta de dinero y del crédito, la inflación era del 10% al 20% y los clientes de los bancos querían retirar su dinero. La inversión no tenía ningún control: se canalizaba dinero a empresas descabelladas que soñaban con enriquecerse pronto, mientras las industrias básicas se estancaban. Las provincias competían por materia prima y hacían guerras de precios para monopolizar mercados. Ha imperado una especie de caudillismo económico. La especulación se estaba desbocando. El gobierno respondió con un programa para frenar la economía y recuperar más control central. Pero el resultado ha sido más especulación, actividades financieras no autorizadas a nivel local y nuevas dificultades. Por ejemplo, debido a las medidas para controlar la oferta de dinero, el gobierno no ha podido pagar a los campesinos el precio acordado por sus cereales. Como resultado de los recortes de inversión del gobierno, la tasa oficial de desempleo saltó a 15%; y el desempleo real es mucho mayor. Hoy la inflación es aproximadamente del 30%. A la reforma caótica ha seguido una retirada caótica.

Corrupción

Puede que los revisionistas chinos no hayan cumplido ninguna de sus metas en el campo internacional, pero sí han alcanzado--y probablemente superado--los stándards capitalistas internacionales de corrupción. La corrupción permea todo nivel del partido y del gobierno, y las masas la aborrecen. Los burócratas locales tienen el poder político y el control de escasos recursos y del capital estatal, y los usan para beneficio propio. Pueden comprar artículos al bajo precio fijado por el Estado, por ejemplo una tonelada de acero a 200 yuan, revenderla a 700 yuan, el precio del mercado. Especulan con productos importados en las zonas económicas especiales, que revenden en el resto del país. Con esos chanchullos muchos funcionarios se han vuelto millonarios de la noche a la mañana. Y todo funciona con palancas, influencias y compinches. Por ejemplo, las cuatro mayores compañías estatales de China son supercorporaciones con subsidiarias por todo el país y con importantes conexiones con el resto del mundo. En las juntas directivas de esas corporaciones se sientan ex ministros, subalcaldes, ex secretarios del partido y parientes de los miembros del politburó. Esos ejecutivos amasan enormes fortunas y cuentan con la protección de peces gordos del partido. Los estudiantes tienen motivo para exigir que los miembros del partido den a conocer cuánto ganan y cuánto tienen.

La crisis de ideología y legitimidad

El Partido Comunista de China no inspira al pueblo. Como dijo un maestro de Pekín: "Los militantes del partido eran `los primeros en pasar trabajos y los últimos en disfrutar de comodidades'. Pero ahora es al revés. Todo lo que hacen es agarrar, agarrar, agarrar". Pero el problema es más profundo. El partido ha abandonado toda idea de revolución, ha renegado de los ideales del comunismo, de la sociedad sin clases. Ha querido estimular a la población con una ideología de interés propio y con la meta de una China moderna, industrial. Promete una economía bien manejada y un mejor nivel de vida; pero ofrece explotación, incompetencia y ruina. Manda 100.000 estudiantes al extranjero a aprender administración de empresas e ingeniería occidentales; pero cuando regresan encuentran que la economía no puede usar sus conocimientos. Alaba la democracia pero es una institución autocrática con centros de poder parecidos a los de tiempos feudales, que no está al alcance de la crítica y transformación de las masas. ¿Quién va a creerle a ese partido? ¿Quién va a respetar ese partido?

III. SOLO OTRA REVOLUCION SOCIALISTA PUEDE SALVAR A CHINA

Para entender cómo puede ocurrir esto en China, hay que volver a Mao Tsetung. Fue Mao quien advirtió el peligro que presenta el camino capitalista en el socialismo. Fue Mao quien identificó el fenómeno de que mucha gente se unió al Partido Comunista solo para construir una China moderna y próspera pero, cuando llegaron al Poder, se volvieron una nueva burguesía. Fue Mao quien predijo que si los seguidores del camino capitalista tomaban el Poder se someterían gustosamente al imperialismo. Fue Mao quien diseñó una serie de medidas y principios de planificación económica socialista para impedir los desastres que están pasando en estos momentos. Y, más que nada, fue Mao quien comenzó la Revolución Cultural para derrocar a gente como Deng Xiaoping y otras fuerzas burguesas dentro del Partido Comunista que querían restaurar el capitalismo. Mao les enseñó a los revolucionarios de todo el mundo que la revolución no termina con la toma del poder estatal; que debe continuar.

La única solución para el desbarajuste actual de la sociedad china es otra revolución socialista: tumbar a los revisionistas; expulsar el capital extranjero y zafarse de la telaraña de relaciones económicas imperialistas; reorganizar la industria y la agricultura; acabar la terrible polarización social; crear nuevas instituciones políticas de gobierno popular; remplazar las ideas y valores de ganancia privada con el principio maoísta de "servir al pueblo".

La situación de China es compleja. No parece que haya un partido marxista-leninista-maoísta para dirigir una lucha revolucionaria. Pero la influencia de Mao y de la Gran Revolución Cultural Proletaria se han sentido en estas rebeliones. Se necesita urgentemente un análisis de la economía política y de la estructura de clases, y formular estrategia y tácticas. Otro problema serio que confronta a los auténticos revolucionarios es cómo popularizar un socialismo verdaderamente revolucionario en los países revisionistas. Muchos de los jóvenes que han careado valientemente al gobierno y que han dramatizado la sensación de impotencia política que tiene el pueblo, están desilusionados del socialismo. Desde niños les han enseñado a odiar a Mao y la Revolución Cultural. La mayoría cree que viven en un sistema socialista y que se están rebelando contra el socialismo. Y muchos creen que el socialismo es algo pasado de moda, que ha perdido vigencia y vitalidad (como también lo cree la juventud de Europa oriental).

Pero así como los hechos han comprobado que el análisis que Mao hizo de los seguidores del camino capitalista es correcto, también han confirmado su visión del socialismo. El socialismo es una forma superior de sociedad, una transición al comunismo. Su objetivo es abolir la explotación y superar las diferencias y desigualdades de la sociedad; transformar continuamente la sociedad de arriba a abajo; alterar instituciones e ideas. ¿Es posible? Bueno, fue una realidad en China durante la Revolución Cultural. Un cuarto de la humanidad recorrió el camino del futuro. La Revolución Cultural no falló, no se fue a pique, como alegan sus enemigos: la derrotaron quienes gobiernan a China hoy. Pero no fue el final de la historia. Las lecciones y el patrimonio de Mao siguen vivos. Puede que los revisionistas estén en el Poder, pero la crisis que tienen entre manos muestra con toda claridad una cosa: es el revisionismo el que fundamentalmente no tiene futuro.


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