Chicago: Donde se prohíbe entrar a los chavos negros

La golpiza racista de Lenard Clark

Obrero Revolucionario #901, 6 de abril, 1997

La tarde del 21 de marzo, Lenard Clark, Jr., de 13 años de edad, acababa de jugar baloncesto con otros dos chavos en el parque Armour Square, que colinda con el barrio Bridgeport de Chicago. Antes de ir a casa, decidieron ir a ver cómo estaban decorando el estadio del equipo de béisbol Medias Blancas en anticipación del inicio de la campaña. El estadio está a unas pocas cuadras, pero nunca llegaron.

Según testigos, Lenard y sus amigos fueron atacados por una pandilla de racistas enojados porque dos negros y un latino estaban "en su barrio". Los tres corrieron para escaparse de la chusma, pero esta agarró a Lenard.

Gritando insultos racistas, la pandilla tumbó a Lenard de su bicicleta, le estrelló la cabeza contra una pared, y le dio patadas y puñetazos hasta dejarlo inconsciente. Los racistas pensaron que lo mataron y andaban jactándose de que "nos encargamos de unos niggers que se metieron en nuestro barrio".

Lenard estuvo en coma más de una semana con los ojos cerrados, y el cuerpo conectado a máquinas y tubos. Su padre, Lenard Sr., contó el shock que sufrió al ver a su hijo con la cabeza y manos hinchadas. Su mamá, Wanda McMurray, que permaneció a su lado día y noche, temía que jamás sería el mismo. Hay muchos interrogantes sobre su salud y futuro, pero el 28 empezó a salir del coma.

Doble criterio

Dos días después del ataque, la policía detuvo a tres adolescentes blancos de Bridgeport y los acusó de tentativa de homicidio, lesiones con agravante y "crimen de odio".

Al día siguiente, el vicefiscal estatal pidió $1 millón de fianza para cada uno, pero el juez la fijó entre $100.000 y $150.000, y pronto salieron de la cárcel.

La familia de Lenard protestó indignada por el hecho de que salieron libres y por la pequeña fianza. "Deben haberlos tenido presos hasta la primera audiencia judicial--dijo un primo de Lenard--. Para que no anden libres. Pueden estar riéndose de lo que hicieron". La mamá de Lenard también estaba indignada: "No es justo. Casi matan a mi hijo. Ahora que andan sueltos, pueden hacer lo mismo otra vez".

Otra cosa que indignó fue la simpatía con que la prensa trató a los acusados. Un locutor dijo que la paliza "no cuadraba" con los tres adolescentes debido, en parte, a que dos son estudiantes y el otro recién graduado de la escuela católica De La Salle Institute, donde estudiaron cuatro ex alcaldes y el actual alcalde. La prensa también le dio sus micrófonos a los acusados, sus abogados y familiares, para que contaran su lado de la historia. Todos decían casi lo mismo: "Mi hijo no es así", "no somos racistas", "nos duele que hay gente que piensa que somos racistas", "yo no participé, solo me quedé mirando", "rezamos por la familia", etc., etc.

El doble criterio era patente. Varias personas señalaron que de ser la situación al revés, que si tres chavos negros hubieran sido detenidos por atacar a un blanco, ninguno hubiera salido bajo fianza por mucho tiempo, y quizá nunca. Y la prensa no hubiera expresado comprensión ni sorpresa, ni dado los micrófonos a sus familias y amigos para expresar remordimiento.

Los tres blancos tendrán que presentarse ante la corte el 14 de abril, y muchos ojos estarán atentos a ver si se hace justicia.

La gente se lanza a las calles

Unos politiqueros trataron de evitar marchas de protesta contra el racismo y el ataque a Lenard Clark. Dijeron en la prensa que las marchas "no ayudarán" en el "proceso de cicatrización". Un vecino de Bridgeport le dijo a un reportero que se oponía a protestas en su comunidad porque "no todos somos racistas". Pero lo que el reportero no le preguntó a ese individuo fue: "Si no eres racista, ¡por qué no aplaudes la protesta y te unes a ella!".

Pero eso no detuvo las protestas. Por toda la ciudad se oyeron declaraciones de indignación por el ataque y de apoyo a la familia de Lenard. Durante dos días cientos de manifestantes marcharon en Bridgeport. Un señor dijo: "Estoy aquí para darle mi apoyo a Lenard Clark y condenar la supremacía blanca y el racismo, y decir que los negros decimos: ¡basta ya!". Otro dijo: "Estamos en el siglo 21 y los negros ni siquiera pueden entrar a Bridgeport sin correr el riesgo de que les caigan encima". Muchos pensaban igual. La mayoría, aunque no todos, eran negros. La noche del 27, 400 personas marcharon en Bridgeport y dejaron en el parque Armour Square una cruz con las palabras: "Enterrar el racismo".

Al día siguiente, cientos de manifestantes marcharon otra vez en Bridgeport coreando: "¡Si no hay justicia, no habrá paz!". Eddie Read, uno de los organizadores y miembro de United Black Communities, dijo: "Iremos a Bridgeport cuando nos dé la gana. Quiero ver protestas en Bridgeport siete días a la semana. Nuestros hijos van a manejar sus bicicletas y jugar donde quieran". Los manifestantes dejaron órdenes de comparecencia con el comandante de policía, el concejal de Bridgeport y el presidente del instituto De La Salle para que se presenten a una reunión en la comunidad negra y expliquen por qué no "dieron liderazgo y ayudaron a crear un clima en el que no exista racismo".

La policía no faltó en las protestas, y pronto quedó claro por qué estaba ahí. El primer día una chusma de racistas confrontó la marcha con gritos de "¡Tres jóvenes inocentes!". Cuando a uno de los vecinos blancos le preguntaron qué pensaba del ataque a Lenard, este simplemente respondió "poder blanco" y se rió. La chota no se metió con la chusma pero sí arrestó a dos negros que respondieron a los insultos racistas. Esa noche, un noticiero mostró el arresto de una mujer con dreadlocks que gritaba: "¡El me llamó nigger! ¡El me llamó nigger!". A ella y a los otros dos manifestantes los acusaron de desorden público.

Prohibida la entrada

El ataque a Lenard Clark fue un mensaje racista, un mensaje que los negros de Chicago conocen muy bien y que vienen escuchando desde hace décadas; el mismo mensaje que prendió los motines de 1919 cuando un chavo negro fue apedreado y ahogado por nadar en una "zona blanca"; el mismo mensaje que esperó a los negros que intentaron mudarse a Cicero en los años 60; el mismo mensaje que dieron dos chotas blancos en 1989 cuando dejaron a un par de chavos negros a la merced de pandillas blancas en el barrio de Canaryville, ubicado al sur de Bridgeport; el mismo que dieron a un chofer negro atacado por racistas cuando se le descompuso su grúa en Bridgeport; el mismo que dieron estudiantes de la prepa católica Brother Rice cuando lanzaron insultos racistas a atletas negros de una escuela rival hace unas semanas.

Los negros saben que no son bienvenidos en Bridgeport. Por muchos años fue un barrio exclusivamente para blancos de la clase obrera y de la clase media. Ultimamente han empezado a vivir ahí latinos y asiáticos, pero casi no hay negros. El Chicago Tribune informó: "Muchos negros se adhieren a un código no escrito de cómo portarse en Bridgeport: ir por las calles principales y no por las residenciales, no ir de noche y no decir nada".

Abdul Rahim, un negro de 45 años que trabaja en Bridgeport, le dijo al Chicago Tribune: "Entré en una tienda de la calle 33 y Wells y todos se paralizaron. Pedí un hot dog y me dijeron que no tenían".

Carolyn Reese también le contó a la prensa una experiencia similar. "Puedo hacer compras aquí, pero no vivir aquí. Lo miran a uno como si se estuvieran diciendo: `¿Qué diablos hace aquí?'. Uno solo puede ir por las calles principales".

Muchos señalan que el ataque a Lenard Clark es típico y refleja el hecho de que las comunidades de Chicago son segregadas. Cuando empezaron a llegar a Chicago los negros del Sur, los metían en barrios pobres. Los ataques racistas contra los que se meten en barrios blancos refuerzan esa segregación.

Hace 70 años, los "clubs sociales" blancos de Bridgeport eran famosos por su poderío político y su salvajismo; todo mundo sabía que daban palizas a los negros que encontraban en su barrio. Uno de esos clubs, el Hamburg Social Club, llegó a ser una poderosa fuerza política; uno de sus miembros era el alcalde Richard J. Daley (padre del actual alcalde), quien creó una maquinaria política que preservó la segregación de los barrios de Chicago.

"Cicatrización racial":
Pura hipocresía

"Lo que necesitamos ante esta `violencia provocada por el racismo' no son las hipócritas¾o incluso bien intencionadas¾súplicas de `paz y reconciliación'. Hablar de la necesidad de `cambiar la actitud' racista sin enfocarse en el racismo blanco o en combatirlo, es inútil, es peor que inútil. Lo que hay que hacer es trazar una clara y nítida línea de demarcación contra la supremacía blanca y el sistema que sustenta, y combatirlo audaz, masiva, intensa y resueltamente".

Bob Avakian, Presidente del PCR

El ataque a Lenard Clark ha obligado a muchos a pensar otra vez en el gran problema de cómo vamos a combatir el racismo.

La prensa grande y los politiqueros y "líderes cívicos" no han hecho un examen de conciencia sobre cómo acabar la opresión sistemática de los negros. En vez, las emisoras están congestionadas con cháchara hipócrita sobre "cicatrización racial". Muchos quieren ver "armonía racial" porque les da asco el racismo aquí y en el resto del país. Pero para los representantes de la clase dominante de Chicago, como el alcalde, pedir "cicatrización" es puro cinismo.

Daley visitó a Lenard y se dice que lloró con la familia; dijo que los acusados del ataque eran unos "hampones" y alabó a la policía por el buen trabajo que hizo para identificarlos y arrestarlos. En una carta que el Chicago Sun Times publicó en primera plana, Daley denunció los "insultos y ataques raciales" y pidió a los adultos "responsabilizarse plenamente" de parar la intolerancia. Pero esas palabras, de un hombre que vivió muchos años en Bridgeport y jamás denunció o combatió el racismo en ese enclave blanco, no fueron sinceras; no explicó que el racismo es integral al sistema político y económico que representa.

Se necesitará mucho más que exhortaciones a la tolerancia o dirección paternal para extirpar el racismo de los enclaves blancos de Chicago, porque el suelo que lo nutre está conectado a toda una historia de segregación y opresión de los negros de Chicago y de todo este país. Es el suelo que nutre a las agencias de bienes raíces, de bancos, de empleados que discriminan y negocios que buscan mano de obra barata, de policías salvajes y los planes que tiene para la ciudad la clase dominante y sus politiqueros. Ningún politiquero local o nacional podrá desmantelar esa estructura, que es parte integral del sistema capitalista.

Nosotros le preguntaríamos al alcalde: ¿Qué mensaje da cuando defiende a la policía de Chicago que abrió fuego contra uno de los edificios de Cabrini Green donde jugaban docenas de niños? ¿Qué mensaje contra el racismo da cuando sigue con su plan de tumbar viviendas públicas para beneficiar a las agencias de bienes raíces, perjudicando a miles de negros pobres? Puede ser que no esté lanzando insultos racistas, pero sus acciones demuestran que los negros, especialmente los negros pobres, no le importan un carajo.

*****

"Un señor me llamó y me dijo que estaba organizando una protesta de apoyo a Lenard. Yo le dije que estaba de acuerdo, con tal de que no fueran solo negros. Le dije que reuniera blancos, negros, chinos y mexicanos para marchar juntos. Todos debemos llevarnos bien, ¿no?. Lo que le pasó a mi hijo debe preocupar a la ciudad entera".

Wanda McMurray,
la mamá de Lenard Clark

Al cierre de esta edición, continúan las protestas contra el ataque a Lenard Clark. Los manifestantes están resueltos a luchar contra el racismo y a conseguir justicia para Lenard.

El ataque de Bridgeport demuestra lo profunda que es la opresión de los negros en esta sociedad, y debe ser un llamado a mucha más gente a participar en la lucha contra el racismo.

Todos los que se sienten indignados por lo que pasó en Bridgeport y por el racismo en este país deben hacerse oír ya. Y muy especialmente, los blancos de Chicago tienen que declarar públicamente que se oponen a la supremacía blanca y que quieren acabar con la opresión de los negros. Gente de todas las nacionalidades tiene que expresar su indignación por el ataque y librar una lucha resuelta contra el racismo, cueste lo que cueste.


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