La verdad sobre la revolución maoísta en Tibet

Asaltar los cielos

Obrero Revolucionario #945, 22 de febrero, 1998

Llega la revolución a Tibet

En 1949, el Ejército Popular de Liberación derrotó todos los principales ejércitos reaccionarios en las provincias centrales. ¡El día de los pobres y los oprimidos había llegado! Pero las grandes potencias mundiales estaban maniobrando para aplastar y "contener" la revolución. Tropas francesas invadieron Vietnam, al sur de China. En 1950, Estados Unidos mandó una masiva fuerza invasora a Corea para amenazar a China.

En las montañas y llanuras de las regiones fronterizas del oeste de China viven docenas de grupos nacionales de diferente cultura a la nacionalidad mayoritaria jan. En una de esas regiones, Tibet, gobernaba una clase de propietarios de siervos, dirigidos por los monjes-abades de los grandes monasterios lamaístas. Durante la guerra civil de China, la clase dominante de Tibet conspiró para establecer un Estado "independiente", que en realidad estaba bajo el ala del imperio británico.

Los revolucionarios maoístas querían propagar la revolución a Tibet para defender las regiones fronterizas de invasiones imperialistas y para liberar a los millones de siervos oprimidos. Sin lugar a dudas, los aguerridos soldados campesinos del ejército de Mao podían derrotar el ejército feudal de Tibet.

Pero había un obstáculo: la región de Tibet, poco poblada, permaneció completamente aislada de la guerra revolucionaria que sacudió a China. En 1949, no había un grupo de masas tibetanas que pudiera encargarse de la liberación de Tibet. Todavía no había un movimiento rebelde clandestino de siervos. No había casi comunistas tibetanos ni comunistas jan que hablaran tibetano. Las masas ni siquiera sabían de la gran revolución que sacudía el resto del país. A los siervos les decían que vivían en gran miseria y pobreza en esta vida porque habían cometido pecados en vidas anteriores.

Un precepto de Mao Tsetung es que la revolución debe apoyarse en las masas, en las necesidades, deseos y acciones de los oprimidos mismos. Esto se llama la línea de masas. Mao dijo: "Sucede con frecuencia que objetivamente las masas necesitan un cambio determinado, pero que subjetivamente no tienen todavía conciencia de esa necesidad y no están dispuestas o decididas a realizarlo. En tales circunstancias, debemos esperar con paciencia. No debemos realizar el cambio hasta que, por efecto de nuestro trabajo, la mayor parte de las masas haya adquirido conciencia de la necesidad de ese cambio y tenga el deseo y la decisión de hacerlo. De otro modo, nos aislaremos de las masas. Todo trabajo que requiera la participación de las masas resultará ser una mera formalidad y terminará en el fracaso si las masas no están conscientes de la necesidad de ese trabajo ni se muestran dispuestas a participar en él".

En octubre de 1950, el Ejército Popular de Liberación (EPL) avanzó hacia las llanuras y montañas del sudoeste de China. En Chambo derrotó fácilmente el ejército que mandó la clase dominante de Tibet. Allí paró y mandó un mensaje a la capital tibetana de Lhasa.

El nuevo gobierno revolucionario ofrecía un trato: Tibet se reintegraría a la república china, pero por un tiempo, el gobierno de propietarios de siervos (llamado el Kashag) podía seguir gobernando, bajo la dirección del gobierno central popular. Los maoístas no podían abolir las prácticas feudales ni desafiar la religión lamaísta hasta que el pueblo apoyara tales cambios. El Ejército Popular de Liberación se encargaría de proteger las fronteras para impedir una intervención imperialista y expulsaría a los agentes extranjeros de Lhasa. Alrededor de la mitad de la población de Tibet vivía en las regiones de Tsinghai y Chamdo, que no se encontraban bajo el gobierno político del Kashag. Esas regiones quedaron excluidas de la propuesta.

Los propietarios de siervos firmaron el "Acuerdo de 17 Puntos" y el 26 de octubre de 1951 el Ejército Popular de Liberación entró pacíficamente a Lhasa.

Ambos lados sabían que al final estallaría una lucha. ¨Cuánto tiempo podían los aristócratas y los monasterios seguir esclavizando a "sus" siervos, cuando ahora todos podían ver a campesinos jan que se habían liberado de una situación similar con las armas y el maoísmo?

Las familias más poderosas comenzaron a planear un levantamiento armado. El hermano del Dalai Lama viajó al exterior para consolidar vínculos con la CIA, y obtener armas y reconocimiento político. Los monasterios organizaron conferencias secretas y regaron descabellados rumores, como que los revolucionarios jan usaban sangre de niños tibetanos como combustible para sus camiones. Largas caravanas de mulas cargadas de armas estadounidenses entraron a Tibet por la India, destinados a ciertos monasterios. La CIA estableció centros de entrenamiento de combate para sus agentes tibetanos en el campo Hale de Colorado, por su gran altitud. La CIA también infiltró armas en Kham, una región del este, por medio de aviones.

Aplicar la línea de masas de Mao a las condiciones especiales de Tibet

Mientras tanto, Mao instruyó a las fuerzas revolucionarias a ganarse a las masas a la revolución, sin provocar una polarización prematura que las pusiera contra la revolución. Mao escribió: "La postergación no nos causará mucho daño, sino que, por el contrario, puede traernos ventajas. Allá ellos [la clase dominante lamaísta] con sus fechorías e injusticia contra el pueblo; nosotros, a nuestro turno, nos dedicamos a hacer cosas buenas tales como la producción, el comercio, la construcción de caminos, el servicio médico y el trabajo de frente único (unión con la mayoría y educación paciente) con el objeto de ganarnos a las masas".

Un soldado rojo dijo años después: "Nos dieron muchas instrucciones detalladas sobre cómo comportarnos".

Las masas tibetanas eran demasiado pobres como para alimentar a las tropas revolucionarias, así que los soldados del EPL muchas veces pasaron hambre hasta que pudieron cosechar sus propios campos. Les enseñaban a respetar la cultura y creencias tibetanas, sin excluir, por el momento, los intensos temores supersticiosos que dominaban la vida diaria.

En los primeros años, el EPL construyó el primer camino que conectaba a Tibet con las provincias centrales. Una larga serie de campos de trabajo se extendía miles de kilómetros a lo largo de infinitas montañas y cañones. Al lado de los campos, los soldados jan cultivaban su propia comida con nuevos métodos colectivos. También contrataban por un sueldo a los siervos para la construcción.

La clase dominante del viejo Tibet trataba a los siervos como "animales que hablan", obligándolos a trabajar largas horas sin pago, así que el tratamiento que recibieron de las tropas les parecía increíble. Un siervo dijo: "Los jan trabajaban hombro a hombro con nosotros. No nos azotaban. Por primera vez me trataban como un ser humano". Otro siervo contó que un soldado le dio agua de su propio vaso: "¡No lo podía creer!" Les enseñaron a arreglar camiones y así surgieron los primeros proletarios en la historia de Tibet. Uno que se fugó de su amo dijo: "Comprendimos que no era la voluntad de los dioses, sino la crueldad de seres humanos como nosotros lo que nos tenía esclavizados".

Los campos de construcción del camino eran como imanes para los esclavos, siervos y monjes que se fugaban. A los siervos jóvenes les preguntaban si querían ir a la escuela para ayudar a liberar a su pueblo. Fueron los primeros estudiantes tibetanos en los Institutos para las Minorías Nacionales en las ciudades del este de China. Aprendieron lectura, escritura y contabilidad "para la venidera revolución agraria".

De esa forma, la revolución comenzó a reclutar activistas que pronto dirigirían al pueblo. El primer militante de Tibet central entró al Partido Comunista a mediados de los años 50. Para octubre de 1957, el Partido registraba 1000 militantes tibetanos, y 2000 en su Liga de la Juventud Comunista. (Vea "Jóvenes rebeldes se incorporan a la revolución")

Por todas las zonas rurales del este de Tibet y en los valles alrededor de Lhasa, el Ejército Popular de Liberación sirvió como una "máquina sembradora" de revolución, justo como hizo en la histórica Gran Marcha de los años 30.

El menor cambio sacudía el reino cerrado

Una vez que se completó el primer camino de arena blanca, llegaron largas caravanas de camiones del EPL con importantes mercancías como té y fósforos. El mayor comercio, y especialmente el que hubiera té barato, mejoró la dieta de los tibetanos comunes y corrientes. Para mediados de los años 50, se abrieron los primeros teléfonos, telégrafos, emisoras e imprentas. Se publicaron los primeros periódicos, libros y folletos, tanto en jan como tibetano. Después de 1955, se fundaron las primeras escuelas de Tibet. En julio de 1957, había 79 escuelas primarias, con 6000 estudiantes. Todo eso comenzó a mejorar la vida de los pobres y enojar a las clases altas, que siempre monopolizaron el comercio, el conocimiento de libros y el contacto con el mundo exterior.

Cuando los equipos médicos revolucionarios comenzaron a tratar y curar a la gente, incluso los monjes y gente de las clases altas fueron a pedir tratamiento. La primera mina de carbón abrió en 1958 y el primer alto horno en 1959. Eso socavó las supersticiones que condenaban todas las innovaciones y predicaban que la enfermedad era castigo por pecar.

En 1956 los terratenientes feudales de las zonas fronterizas organizaron una serie de fuertes rebeliones armadas. En esas zonas no regía el Acuerdo de 17 Puntos, y los revolucionarios animaban a los siervos a dejar de pagarle alquiler a los monasterios y las haciendas. En 1958, un líder comunista de Tsinghai escribió: "En las llanuras, la gran revolución socialista ha sido una lucha de clases muy violenta".

Ciertas fuerzas del Partido Comunista querían encontrar una solución intermedia. Propusieron moderar la marcha de la reforma agraria y cerrar las escuelas y las clínicas, a las que se oponían los lamaístas. El Partido retiró los maestros y los equipos médicos, pero eso no paró las conspiraciones de los lamaístas.

A fines de los años 50, la clase dominante de Tibet lanzó una revuelta de gran escala. Pensó que las intensas luchas que se estaban dando en las privincias centrales--llamadas el Gran Salto Adelante--le daría más oportunidad de echar al EPL. La CIA aumentó su apoyo y mandó sus agentes entrenados.

La rebelión de los propietarios de siervos prende la revolución

"En la historia de la humanidad, toda fuerza reaccionaria que está a punto de perecer se lanza invariablemente a una última y desesperada embestida contra las fuerzas revolucionarias".--Mao Tsetung

En marzo de 1959, monjes y soldados armados atacaron la guarnición de los revolucionarios en Lhasa y lanzaron una revuelta a lo largo de la frontera con la India. Más tarde un monje dijo: "Nos dijeron que si matábamos a un jan, seríamos budas vivientes y construirían capillas en nombre nuestro". Sin mucho apoyo popular, los lamaístas pronto quedaron atrincherados en varios templos. La revuelta se extinguió en pocos días.

Durante la lucha, el Dalai Lama huyó al exilio. Los lamaístas pintan esto como un viaje heroico y hasta místico. Pero está bien documentado que fue una operación de la CIA, que quería tenerlo fuera de Tibet, como un símbolo para una guerra contra la revolución maoísta.

Cuando la revuelta falló, grandes sectores del alto clero y la aristocracia siguieron al Dalai Lama al sur hacia la India, acompañados de muchos esclavos-sirvientes, guardias armados y caravanas de mulas cargadas de riquezas. En total, 13.000 personas se exiliaron, especialmente las fuerzas feudales más recalcitrantes y sus partidarios. ¡De repente muchos de los Tres Amos de Tibet--los lamas ricos, los altos funcionarios del gobierno y los aristócratas seculares--desparecieron!

Las fuerzas revolucionarias se movilizaron para suprimir del todo la conspiración feudalista. Mil estudiantes tibetanos volvieron rápidamente de los Institutos para las Minorías Nacionales a participar en la organización de la primera gran ola de cambio revolucionario.

La mayoría del Kashag, el gobierno del Dalai Lama, había apoyado la rebelión y este fue disuelto. En todas las regiones se crearon nuevos órganos de poder llamados "Oficinas para reprimir la revuelta". El nuevo gobierno regional se llamó "Comité Preparatorio para la Región Autónoma de Tibet"; en él, nuevos cuadros tibetanos y cuadros jan veteranos trabajaban juntos.

La primera etapa de la revolución la llamaron "los tres contras y las dos reducciones": contra la conspiración lamaísta, contra el trabajo forzado y contra la esclavitud. En el pasado los siervos le pagaban tres cuartas partes de su cosecha a los amos; ahora la revolución luchó por reducir ese "alquiler" al 20%. La otra reducción eliminó las enormes deudas que los siervos le "debían" a sus amos.

La campaña atacó el núcleo de las relaciones feudales. Abolió el trabajo forzado ulag. Liberó a los esclavos nangzen de los nobles y de los monasterios; de repente, las masas de esclavos-monjes podían irse de los monasterios. Confiscó las armas escondidas en los monasterios y arrestó a los conspiradores principales.

Se oye hablar de la "lucha por la libertad de religión en Tibet", pero a lo largo de la historia tibetana, la lucha principal no fue por "la libertad de religión" sino por la libertad de no creer, no obedecer a los crueles monjes y sus interminables supersticiones. El que miles de jóvenes monjes aprovecharan alegremente la oportunidad de casarse y hacer trabajo manual le dio un golpe poderoso al temor reverencial a las supersticiones.

Se inició la liberación de la mujer con la entonces pasmosa consigna: "¡El hombre y la mujer son iguales!" Los cambios revolucionarios de la propiedad aliviaron la presión por practicar la poligamia. Con una nueva ola de hombres que se podían casar, las mujeres ya no tenían la misma presión para aceptar a un hombre que ya tuviera esposas. Con la redistribución de las tierras, las mujeres ya no tenían la misma presión para casarse con varios hermanos de la misma familia, como se solía hacer para limitar la cantidad de personas que debían subsistir de pequeñas parcelas.

Sin el dinero del alquiler de tierras, los enormes monasterios parasíticos comenzaron a agotarse. La mitad de los monjes los abandonaron y la mitad de los monasterios tuvieron que cerrar.

En las reuniones populares se animaba a los siervos a organizar Asociaciones de Campesinos y a luchar por sus intereses. En ellas también se denunciaba y castigaba a los grandes opresores. En grandes fogatas quemaron las cuentas de deudas que mantenían los propietarios de siervos. Las mujeres participaron muy especialmente. En las fotos de la época se ven dirigiendo reuniones y denunciando al opresor. En poco tiempo los siervos confiscaron tierras y ganado. Todos los antiguos siervos, limosneros y esclavos recibieron varias hectáreas. En total, los siervos recibieron 200.000 escrituras de tierras y ganado, decoradas con banderas rojas y el retrato del Presidente Mao.

Los siervos decían: "El sol del Kashag brillaba únicamente para los Tres Amos y los matones de los terratenientes, pero el sol del Partido Comunista y el Presidente Mao brilla para nosotros, los pobres".

Aguda lucha de clases

Todo eso se logró mediante una intensa y sangrienta lucha de clases, que tuvo los avances y reveses, la complejidad y heroísmo de toda revolución de la vida real.

Los revolucionarios despertaron el odio de clase de los siervos. Sus propietarios contraatacaron acusando a los tibetanos revolucionarios de colaborar con el extranjero y destruir lo sagrado. En ciertos momentos los revolucionarios tenían la ventaja y el pueblo experimentó grandes cambios. En otros momentos, los feudales ganaban la ventaja y trataban de eliminar a la oposición. Durante años, hubo encarnizadas batallas, redadas y ejecuciones de ambos lados. Como Mao Tsetung enseña: "Hacer la revolución no es ofrecer un banquete.... Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra.... Sin recurrir a la máxima fuerza, el campesinado jamás lograría derrocar el poder de los terratenientes, profundamente arraigado a través de los milenios".

El Ejército Popular de Liberación era una fuerza poderosa de apoyo al levantamiento y muchos siervos quisieron unirse a él. Pero Tibet es un enorme territorio de valles aislados. Los organizadores de cada región por lo general tenían que actuar independientemente. Lo arriesgaron todo por el pueblo y muchos murieron a manos de pandillas feudales, tal como en Estados Unidos muchos esclavos libertos murieron a manos del Klan en los primeros tiempos de la emancipación, después de la guerra de Secesión.

En los nuevos Institutos de Minorías Nacionales también estallaron fuertes luchas de clases. Los estudiantes tibetanos de familias aristocráticas querían ser la nueva élite y resentían el hecho de que la reforma agraria afectó a sus familias. Rechazaban la igualdad: querían sirvientes para atenderlos y no se codeaban con los estudiantes que fueron siervos o esclavos. En las escuelas de Lhasa se daban conflictos similares: los estudiantes de la aristocracia querían que los estudiantes que eran esclavos les cargaran los libros. Los lamas "supervisaban la educación" y hacían rezar antes y después de las clases. Esas luchas prepararon a los estudiantes de las clases de siervos, esclavos y limosneros para el día en que esos asuntos se ventilaran en toda la sociedad de Tibet.

La mayoría de la tierra se dividió en parcelas individuales, pero también se hicieron experimentos de propiedad colectiva socialista. Mao promulgaba que el camino a la liberación en el campo requería nuevas formas de cooperación. En Tibet se formaron nuevos "equipos de ayuda mutua" que compartían herramientas y animales, y juntos trabajaban en los campos, abrían canales, represaban ríos, recogían fertilizantes y construían caminos.

Por medio de estas grandes tormentas de lucha, la revolución maoísta creó una amplia base entre los siervos libertados de Tibet.

En la Parte 3: La revolución dentro de la revolución

La intensa lucha de clases en Tibet mortificó a ciertas fuerzas poderosas del mismo Partido Comunista de China: los revisionistas que se oponían a la línea revolucionaria de Mao, agrupados en torno a Liu Shaoqui, el general Lin Piao y Deng Xiaoping (el actual primer mandatario). Su idea de lo que había que hacer en Tibet era muy distinta, y bastante capitalista.

Los revisionistas no querían movilizar a las masas para tumbar a los terratenientes feudales. Eran "chovinistas jan", que menospreciaban al pueblo tibetano y lo consideraban atrasado y supersticioso sin remedio. Pensaban que a los estudiantes tibetanos que estaban en los Institutos de Minorías Nacionales debían enseñarles administración, no organización revolucionaria. Creían que a Tibet lo debían gobernar por medio de las clases altas educadas, con la ayuda del ejército para mantenerlo todo "bajo control".

La lucha de clases que atizaba Mao era un "trastorno" en los planes de esos revisionistas para explotar a Tibet. Allí solo veían una frontera que defender, recursos minerales que explotar y una región agrícola que tenía el potencial de alimentar a China. Pensaban que crear industrias independientes o diversificar la agricultura era "ineficaz" y una pérdida de tiempo. Se imaginaban que podrían llegar a un acuerdo con la clase dominante de los lamas que sería lucrativo para ambos lados.

Pero en esa época, los seguidores del camino capitalista no tenían todo el poder. Mao luchaba por la revolución, impulsando a las masas, y luchó para que se aplicara una línea revolucionaria en Tibet y en otras regiones de minorías nacionales.

Ya en 1953, Mao escribió en el ensayo Criticar el chovinismo de gran jan: "En algunos lugares vienen acusando una grave anormalidad las relaciones entre las nacionalidades. Tal situación es intolerable para los comunistas. Es indispensable criticar a fondo las ideas chovinistas de gran jan que se manifiestan de modo grave entre muchos militantes y cuadros de nuestro Partido, ideas reaccionarias de la clase terrateniente y la burguesía...reflejadas en las relaciones entre las nacionalidades.... En otras palabras, las ideas burguesas dominan en la mente de una parte de los camaradas y del pueblo que no ha recibido una educación marxista ni asimilado la política del Comité Central sobre la cuestión nacional".

En 1956 volvió a plantear el asunto en su famoso discurso "Sobre diez grandes relaciones": "Ponemos el acento en el combate al chovinismo de gran jan. Hay que combatir también el nacionalismo local, pero este, por lo común, no es el blanco principal.... En el pasado, los gobernantes reaccionarios, sobre todo los de la nacionalidad jan, levantaron toda clase de barreras entre las diversas nacionalidades y atropellaron a las minorías nacionales. Las consecuencias de todo esto no son fáciles de liquidar en corto tiempo ni siquiera dentro del pueblo trabajador.... El aire del espacio, los bosques de la tierra y las riquezas del subsuelo son todos importantes elementos, indispensables para la construcción del socialismo, pero ningún factor material puede ser explotado y aprovechado sino por el factor hombre. Debemos trabajar porque haya buenas relaciones entre la nacionalidad jan y las minorías nacionales y consolidar la unidad entre ellas para edificar nuestra gran patria socialista con los esfuerzos de todos".

Las tormentas revolucionarias de Tibet después de 1959 fueron un gran impulso para la línea de Mao. Mientras los siervos luchaban por la tierra, dentro de la vanguardia comunista se daba una intensa lucha para determinar cómo dirigir esos movimientos. En muchas partes de Tibet todavía había ricos y pobres, incluso después de repartir la tierra. Todavía existían fuertes costumbres y prácticas feudales. Las nuevas organizaciones revolucionarias apenas empezaban a caminar. La revolución tenía un largo camino por delante.

A principios de los años 60, los revisionistas recomendaron una "consolidación de cinco años" en Tibet, una táctica para buscar tiempo para que se aplacara la lucha. Así, se abandonaron los experimentos socialistas en Tibet, como las comunas rurales y muchas fábricas nuevas.

Pero los revisionistas no tenían "cinco años de consolidación" para suprimir al pueblo de Tibet. En 1965 estalló una fuerte lucha de líneas dentro del Comité Central del Partido Comunista y Mao desencadenó una "revolución dentro de la revolución" que nunca se había visto antes: la Gran Revolución Cultural Proletaria.

En la Parte 3 de esta serie, examinaremos cómo sacudieron a Tibet las tormentas de la Gran Revolución Cultural Proletaria.


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