Informe Desde Chiapas: Campesinos Armados
El despertar de las mujeres

Michael Slate
Obrero Revolucionario #787, 25 de diciembre, 1994

Las cargas de la mujer

Era ese breve momento del crepúsculo que transforma el calor de la tarde en el frío de la noche. El sol se había hundido entre las montañas hacía una media hora y una luz verdegris se cernía sobre el pueblito indígena situado en las márgenes del territorio zapatista. En una punta del pueblo, un pequeño grupo de hombres platicaban alrededor de un viejo camión de carga con el motor destapado. Camino arriba, se veía una vieja toma de agua frente a unas casas. A unos pocos metros de ahí, una larga columna de humo salía por la chimenea de una cocina comunitaria, donde tres señoras hacían tortillas de maíz a una velocidad increíble. Centenares de tortillas se apilaban en una mesa de madera. Las señoras se rieron y nos saludaron cuando pasamos por la puerta.

Más tarde, cuando estábamos sentados alrededor de nuestra hoguera, pensé en las mujeres indígenas que conocí en los pueblitos de Chiapas. Según informan las cifras que publica el Instituto Nacional de Estadísticas Geográficas e Informativas, las mujeres indígenas de 16 a 40 años tienen un promedio de cinco hijos y trabajan de 16 a 18 horas diarias. Su trabajo empieza entre las 3 y las 5 de la mañana y termina a las 8 ó 9 de la noche. Muchas veces pasan cinco horas al día haciendo tortillas; también cargan agua de ríos y pozos y recogen leña. En muchas comunidades trabajan en la milpa de la familia. La tasa de muerte por parto es 8.5 por cada 1000 nacimientos. Solo el 12% ha oído hablar de planificación familiar. En la zona que hoy es territorio zapatista, la tasa anual de nacimientos es del 53% y el 50% de la población es menor de 15 años.

En todos los pueblos las condiciones de vida de las campesinas indígenas son las mismas. Están muy aisladas del mundo que empieza donde termina su pueblo. Muchas solo saben su idioma indígena y unas pocas palabras de español. En los pueblos indígenas no es raro ver enormes reuniones de asambleas o comités con más de 100 hombres y ni una sola mujer.

Una joven activista de San Cristóbal explicó así la situación: "Hay una marginalización social porque la mujer no participa en esas asambleas, no tiene voz. Todos los jefes de familia tienen que participar en las asambleas. En algunas comunidades si el hombre no va, pueden ir sus hijos, o también la mujer. Pero en otras comunidades las mujeres no pueden ir. Simplemente son invisibles, no tienen representación, de ninguna forma. La mujer solo puede tener participación en las actividades religiosas. Estoy pensando en un caso particular de una comunidad muy atrasada donde se practica el catolicismo tradicional. En otras comunidades la mujer participa en diferentes niveles.

"La mayoría de las mujeres va a la escuela. Muchas van, pero cuando llegan al sexto grado, o al octavo grado, o incluso al cuarto o quinto grado, sus papás las sacan para que no tengan relaciones con los varones. Es una situación bastante marginalizada. No quieren que hablen directamente con los hombres, a no ser que hayan consultado con los padres. En algunos lugares las cosas están cambiando, pero para la mayoría, apenas terminan el sexto grado, ese es el fin de la escuela. No siguen estudiando porque algunas se casan, o tienen que quedarse en la casa para cuidar a los hermanos menores o ayudar a la familia".

Ana María, una joven militante del movimiento zapatista, describió la situación típica de las campesinas en una entrevista: "La mujer no tiene descanso, no para en todo el día. La mujer campesina se levanta a las tres de la mañana a hacer el pozol y la comida, el desayuno para los hombres. Si necesita leña, va y trae su leña, si necesita maíz, va a la milpa a cargar su maíz o a traer verduras o lo que tenga. Va y regresa, lleva a su niño cargado en la espalda o en el pecho, prepara la comida. Y así se la pasa todo el día hasta que entra la noche, de lunes a domingo. Los hombres todavía pueden divertirse los domingos, jugar el baloncesto o a las cartas, pero la mujer no descansa. Trabaja todos los días, sin descanso".

La carga pasa de una generación a la otra a muy temprana edad: las hijas mayores tienen que cuidar a los hermanitos y ayudar a su madre en las tareas de la casa:

"Desde niñas comenzamos a cargar a los hermanitos, a moler maíz, a cocinar, a barrer la casa o a lavar. Si la madre se ve obligada a salir, la niña no va a la escuela y se preocupa por el hermano más pequeño. Eso fue lo que me pasó a mi", dijo Ana María.

Mujeres armadas

Quienes han ido a Chiapas recuerdan imágenes de la fortaleza de las mujeres: las que cargan leña, las que venden en los mercados o en las calles, las que tejen preciosos textiles en telares de cintura. Pero desde la rebelión del año nuevo, una nueva imagen de las campesinas de Chiapas ha recorrido el mundo.

Ahora se ven campesinas indígenas, jóvenes y viejas, con machetes y rifles lado a lado con los hombres como parte del levantamiento y a veces incluso como líderes. Esta nueva imagen ha sido motivo de inspiración para mujeres y hombres por todo Chiapas. Eso casi se podía palpar en la risa de orgullo de las vendedoras de San Cristóbal que elaboraban pequeñas réplicas de las líderes del EZLN. También salió a relucir en la conversación que tuvimos en el zócalo de un pueblo con un grupo de chavos indígenas vendedores de chiclets y cigarrillos, que suspendieron la venta un rato para contarnos con mucha animación sus impresiones del levantamiento. Una de las primeras cosas que mencionaron fue el papel de las mujeres en las batallas y con mucho orgullo nos relataron una historia que oyeron de las mujeres de su pueblo, que ayudaron a preparar el levantamiento llevando armas y municiones escondidas debajo de sus largas faldas.

La entrevista a Ana María da una idea de lo que llevó a las mujeres al movimiento: "No sentimos nada la muerte. O sea, ya desde antes nos sentimos como desaparecidas, nunca nos toman en cuenta. Ha habido muchas muertes en los pueblos de hambres y enfermedades, nosotros decimos que es como si siempre estuviéramos en la guerra. Ahorita nos morimos si nos matan. Los que han muerto, pues sí nos duele, pero era necesario que alguien se muriera, que alguien diera su vida para lograr la libertad y la justicia que no existen en este país. Nosotras las mujeres estamos convencidas de nuestra lucha y no nos da miedo morir. Es más doloroso ver a los niños morir de enfermedades curables, cólera, sarampión, tosferina, tétanos, enfermedades que el gobierno dice que ya no existen. Yo no tengo hijos, pero sí he visto morir a dos niñas en mis brazos. No podíamos hacer nada, se les murió la mamá antes y no había comida pues para estas niñas. Y como ellas se han muerto miles de niños y no es justo. Durante todo ese tiempo que vivimos luchando pacíficamente sin obtenr nunca nada se nos murieron muchos niños, cada vez que pasaba una enfermedad arrasaba. Cada año se hacían más grandes los panteones de las comunidades.

"Muchas mujeres se deciden a esto porque ven que no tienen ningún derecho dentro de su propia comunidad, no tienen derecho a la educación, ni a prepararse; las tienen así como con una venda en los ojos sin poder conocer nada, las maltratan, son explotadas.

"Además no tienen pues ningún derecho, no son tomadas en cuenta, nos tienen así a un lado. Hablo de las compañeras de los pueblos y de la mujer en general en nuestro país que sufre las mismas injusticias. Pero en realidad sí tenemos capacidad, podemos hacer otras cosas que no sea el trabajo dentro de la casa y el criar niños. Podemos aprender. Las que estamos dentro de esta lucha llegamos sin saber leer y escribir y aprendimos, ahora representamos algo, representamos a nuestras compañeras, ella representa a las mujeres de los pueblos, yo represento a las mujeres combatientes. Y sí podemos hacer muchas cosas, lo que pasa es que no nos han dado la oportunidad; siempre nos han tratado como un objeto, como algo que no vale. Por eso estamos también en esta lucha.

"Las mujeres son las que impulsan a sus hijos y maridos a la lucha. Muchas mandan a sus hijas jóvenes para que aprendan a leer y escribir en el EZLN, lo cual es un salto cultural muy grande. Las que no aguantaban en las montañas como insurgentes regresaban a sus comunidades y enseñaban y difundían todo lo que habían aprendido. Además, durante su estancia habían podido ver otra forma de relacionarse los sexos".

Nuevo respeto

En el pueblo zapatista que visitamos, Ricardo, el soldado veterano del EZLN, describió los cambios que han experimentado las mujeres en los territorios controlados por los zapatistas: "Nuestra justicia es diferente. Los soldados zapatistas no pueden hacer lo que quieran no más. Hay castigos. Si alguien viola a una mujer, el ejército zapatista le mata con un tiro a quien lo hizo. Las mujeres necesitan tener sus derechos también. Todavía no hay un cambio total en nuestros áreas, pero hay algunos cambios.

"Una gran diferencia aquí en nuestro área es que las mujeres hacen labor colectiva, tienen cooperativas. Y las mujeres tienen el respeto de los hombres. Antes no, antes hicimos lo que queríamos. La religión católica controló un poco cuando entró pero aun así las mujeres no tenían respeto. Y cuando nuestros padres trabajaban en las fincas, las mujeres se levantaban a las 3 de la mañana para hacer el tostado para el patrón, a moler sal con piedras. Ya no tienen que hacer esas cosas. Las mujeres están en el ejército zapatista. Son comandantes en nuestro ejército y los hombres tienen que respetarles y obedecerles. En algunos de nuestros áreas ha empezado ya el cuidado colectivo de los niños".

Ricardo citaba constantemente la Ley Revolucionaria de Mujeres. La ley se publicó por primera vez en El Despertador, el periódico del EZLN, que fue distribuido durante el levantamiento. La ley la elaboraron mujeres zapatistas que recorrieron toda la región para hablar de la opresión de la mujer con las campesinas. Uno de sus primeros principios es que garantiza a la mujer el derecho a participar plenamente en la lucha "en el lugar y grado que su voluntad y capacidad determinen". También garantiza a las mujeres el derecho a trabajar y recibir un salario justo, el derecho a decidir por cuenta propia cuántos hijos tener, el derecho a participar en los asuntos de la comunidad y a tener cargo, el derecho a recibir atención primaria a su salud y alimentación, el derecho a una educación, el derecho a escoger su esposo y a no tener que casarse por la fuerza. La ley prohíbe el maltrato físico de las mujeres y dicta severos castigos para los violadores.

Dentro del EZLN, a la mujer también se le garantiza el derecho a hacerse un aborto y a que se lo practique un médico o médica en la mejor clínica disponible. Por último, la ley garantiza a la mujer el derecho a ocupar posiciones de dirección y a tener grado de oficial en las fuerzas armadas revolucionarias, y declara que las mujeres tienen todos los derechos y responsabilidades detallados en las otras leyes y reglamentos revolucionarios.

Pero las mujeres del EZLN son las primeras en decir que se requirió mucha lucha interna en el movimiento para conquistar esos derechos.

Ana María habla de esto en la entrevista: "En nuestra organización existe el respeto, sobretodo entre los combatientes. Todavía en las comunidades existe esa ideología y se da el maltrato, pero en nuestras filas existe mucha igualdad. El trabajo que hace el hombre puede hacerlo la mujer, el estudio que reciben es igual, el grado o responsabilidad que pueda alcanzar también. Por ejemplo yo tengo el grado de Mayor Insurgente de Infantería. Mando un batallón de combatientes, los dirijo en la lucha, en los combates y sé que puedo mover a esa gente. Así lo fue para la toma de San Cristóbal.

"Los hombres no están acostumbrados a ver que las mujeres participen en la vida pública.... Nosotros les exigimos a los compañeros de los pueblos que las mujeres también tenían que organizarse, representar algo, hacer algo, no solo los hombres. Porque siempre que llegábamos a las comunidades había solo puros hombres en la reunión, en los círculos de estudio que hacíamos. Trabajamos mucho para que la mujer se levantara y tuviera oportunidad de algo; ellas mismas lo pedían: `si los hombres van a estudiar o a aprender cosas ¨por qué nosotras no? También queremos entrenarnos, queremos aprender algo. Además, tenemos compañeras que son insurgentes y están demostrando que sí pueden, sí podemos las mujeres; dennos oportunidad'. Así fueron entrando muchas milicianas.

"Las milicianas también son combatientes, solo que viven en sus pueblos y nomás cuando les toca combatir van a combatir, les toca recibir entrenamiento, van y se entrenan. Y nuestro trabajo como insurgentes es estar todo el tiempo trabajando por el pueblo, nos distribuimos para ir a las comunidades a enseñar tácticas de combate, un poco de política, un poco de educación escolar para que la gente aprenda a defenderse y a hablar, cosas que antes no existían para las mujeres.

"Pedimos derecho a la educación porque en los pueblos y comunidades indígenas para la mujer no hay nada. Yo aprendí a hablar un poco dentro de la misma lucha, en el EZLN, pero cuando llegué solo hablaba tzotzil. Se pide una escuela especial de mujeres donde puedan superarse, estudiar, aunque ya sean mayores, aprender a leer y a escribir. También hospitales de partos, porque hasta ahora el parto se alivia en la casa, echan al niño en la tierra, en el polvo, y le cortan el cordón con un machete, el mismo machete que usa el hombre para el trabajo en el campo. No hay condiciones para que no se enferme el niño ni para atender bien a la mujer. Se piden ginecólogos, allá no conocen qué es un ginecólogo; también se piden talleres, máquinas para facilitar los trabajos de artesanías, los bordados los hacen a pura mano, y establecer un mercado donde vender.

"Muy jovencitas se casan, a los 13, 14 años, muchas veces a la fuerza. Por eso en la Ley Revolucionaria de Mujeres del EZLN aparece el derecho a elegir libremente la pareja, que no sea obligada.... En muchas comunidades si a un muchacho le gusta una muchacha no le pregunta a la muchacha si le gusta, sino que va directamente con el papá y le piden. Lleva su litro de aguardiente y dice quiero tu hija. Cuando se entera, es que la muchacha está vendida (el promedio de la dote nupcial en esta región es de 2000 nuevos pesos). El papá recibe a cambio aguardiente o comida. Las obligan por la fuerza. Muchas mujeres van llorando a casa del novio o al altar, porque no quieren, no les gusta pues. No existe eso de tener novio o estar de novios como en la ciudad, es un pecado hacer eso; es la costumbre".

Injusticias con la tierra

Los comentarios de las mujeres zapatistas sobre la situación de la mujer en el campo me hicieron recordar una conversación que tuve con un joven a quien sacaron de la cárcel los zapatistas. Me explicó que no tenía tierra aunque vivía en un ejido porque su padre murió antes de que él naciera y su madre no tenía derecho a conservar la tierra por ser mujer sin hijos varones. Por lo tanto, ella no tenía casa ni comida.

El EZLN afirma que el cambio a las leyes agrarias del gobierno (especialmente las reformas ejidales y las otras enmiendas al Artículo 27 de la Constitución) fue uno de los hechos que más radicalizó a los campesinos de Chiapas y los llevó a apoyar la lucha armada. Esos cambios tienen un efecto especialmente negativo para las mujeres, por ejemplo, el hecho de que ahora los individuos podrán vender sus tierras ejidales. Los hombres, fungiendo como cabeza de familia, ahora pueden decidir unilateralmente que van a vender lo que hasta ahora solo se podía heredar del padre a los hijos. El único derecho que la mujer tiene es ser la primera en comprar la tierra que su marido decida vender: un derecho que da risa.

En las naciones oprimidas por el imperialismo, darle una solución revolucionaria al problema de la tierra es esencial para zafarse de las garras del imperialismo. Desde una perspectiva maoísta, una parte crucial de la solución revolucionaria al problema de la tierra (y de la eliminación de la opresión de la mujer en el campo) es garantizar el derecho de "la tierra para quien la trabaja", tanto hombres como mujeres; es decir, la mujer debe tener derecho a poseer tierras.

En la primera fase de la revolución de nueva democracia, "la tierra para quien la trabaja" (no para la familia, sino para cada persona) es una medida crucial para desbaratar el viejo sistema de propiedad de la tierra. No es la meta de la revolución, pero es una parte importante del proceso. Si no se destruyen así las viejas tradiciones precapitalistas, los campesinos no pueden crear nuevos métodos cooperativos de agricultura paso a paso, y las viejas relaciones de dominación masculina y desigualdad entre ricos y pobres perdurarán con nuevas fachadas "colectivas".

En Chiapas y en todo el campo mexicano este asunto será central. Una mujer que trabaja con mujeres indígenas en zonas remotas de Chiapas me contó cómo es la situación de la mujer y la propiedad de la tierra en el sistema ejidal: "El jefe de familia, el hombre, es el dueño de la tierra. La mujer no tiene derecho, a no ser que sea por medio de su hijo, esposo o padre. Así que cuando la mujer se casa, la relación es como de compraventa porque los padres reciben obsequios a cambio de la novia. Les dan obsequios, aguardiente, y después de todo eso la pareja hace su compromiso y la mujer pasa de la tutela de su padre a la de su esposo. Después el esposo va a vivir uno o dos años con la familia de la esposa y trabaje para el padre de ella. Es una forma de pagarle. Por eso es una especie de relación de compraventa. A veces pagan 1000 ó 2000 pesos para casarse.

"Si la mujer enviuda y quiere casarse otra vez, pierde todo derecho a la tierra. ¨Por qué? Porque pasa a manos del hijo mayor. Toda la tierra le pertenece al hijo. Ahora mismo unos consejos rurales, consejos asesores, están considerando una propuesta sobre el derecho de la mujer a tener tierra. Sería a nivel de propiedad familiar. Pero por ahora el padre es el que tiene el derecho. La viuda no tiene ninguna clase de apoyo.

"Si el esposo muere y la mujer se queda con los hijos, se puede quedar con la tierra. La tierra puede ser suya o de los hijos, según la comunidad. En algunas comunidades las viudas tienen derecho a la tierra, y en otras son los hijos".

A la fecha, el EZLN no se ha pronunciado sobre la cuestión de la propiedad de la tierra para las mujeres. Su Ley Revolucionaria Agraria contempla expropiar la tierra de los grandes terratenientes y redistribuirla siguiendo los modelos actuales de tierras ejidales y tierras comunales. Esto es diferente a lo que propone la consigna de "la tierra para quien la trabaja" de la revolución de nueva democracia y no contempla que las mujeres tengan tierras.

Esto es un punto de lucha. Una mujer del ejército zapatista explicó su deseo de que el EZLN tome una firme posición en esto: "Hombres y mujeres luchamos por la tierra. Esta es nuestra principal demanda porque sin la tierra el campesino no puede vivir.... Las leyes del gobierno no reconocen el derecho de la mujer a ser dueña de la tierra, pero dentro de nuestras leyes queremos que se apruebe este derecho. Pero queremos una tierra buena, no como la que hay ahora todo pedregal, donde no hay manera de cultivar nada".

Pero incluso las mujeres del EZLN no tienen una clara concepción de que se debe demandar la propiedad de la tierra para las mujeres viudas y solteras. Como en muchos otros aspectos de la línea y práctica de la nueva insurgencia, parece que este problema surge de que su programa no contempla la destrucción total del viejo orden.

Retén

Las nubes oscurecían el sol matinal y lloviznaba. La neblina pendía sobre el bosque. Una hilera de grandes pavos negros se acurrucaba en su percha. Un grupo de hombres montados a caballo llegó al pueblo, causó un furor momentáneo y luego desapareció entre los árboles. En los pequeños hornos de barro frente a las casitas, ya se horneaba pan. Cuesta abajo, una media docena de grandes ollas para hacer piloncillo estaban bocabajo en el polvo. Caminamos por el pueblo un rato y nos sentamos en una pequeña colina para mirar lo que estaba pasando.

Diez minutos más tarde pasó por ahí un joven del pueblo de unos 15 ó 16 años. Nos conocimos antes en el retén donde hacía guardia varios días de la semana. Regresaba al retén y se detuvo para platicar un momento. Era tímido y le costaba muchos trabajo hablar de la lucha y de por qué se unió. Pero cuando se animó, nos dio una explicación breve y poderosa:

"Yo soy profesional de guerra. Sí, ser profesional de guerra fue una decisión muy grande. Pero tenía que hacerlo, fue una necesidad. Estamos peleando para cambiar muchas cosas.

"A los zapatistas no nos da miedo morir. Sí, es mejor vivir y ganar la lucha. Pero a nuestra gente no nos da miedo morir porque es para acabar con todos los patrones, pa' que no hayan reyes del mundo".

Cuando cargamos nuestro equipo y nos subimos al camión para emprender el largo viaje de regreso a la ciudad, el joven estaba en su puesto. Un grupo del pueblo llegó para despedirnos. Una tijera (un hermoso pájaro que tiene ese nombre por el contorno de su cola) sobrevoló casi a ras de las cabezas. Cuando nos alejábamos del retén y del territorio zapatista, un caballo suelto galopaba a lo largo del camino.

Al llegar a San Cristóbal, nos enteramos de que el ejército mandó más soldados y equipo militar. Por todas partes oímos rumores de una ofensiva de gran envergadura contra los zapatistas. Muchos se preguntaban si el EZLN iba a continuar las consultas en los pueblitos como parte del proceso de negociaciones con el gobierno. Hablando con diferentes gentes sobre las negociaciones, las elecciones y la necesidad de una solución revolucionaria en México, recordé la imagen del joven serio y orgulloso en el retén. Recordé su cara llena de esperanza y la alegría que se veía en sus ojos cuando habló de la lucha y el futuro que quería forjar. Todo eso contrastaba con la dirección de las negociaciones. A lo largo de este año, mis dudas sobre el programa de los zapatistas se han profundizado. Pero recordando estas historias de los campesinos de Chiapas, no me cabe duda de que existe un enorme potencial para una lucha revolucionaria total en México.

Examinando mis apuntes, encontré el casquillo de una bala que me dio un joven campesino. Dándole vueltas en la mano, vi con los ojos del recuerdo a ese joven parado en el retén, listo para la guerra.


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