Sobre el nuevo libro de Mumia: 'Florece la muerte' ('Death Blossoms')

Li Onesto

Obrero Revolucionario #902, 13 de abril, 1997

El nuevo libro de Mumia Abu-Jamal, Death Blossoms (Florece la muerte), es un viaje personal. Una vez más, como en su primer libro Live from Death Row (En vivo desde la galería de la muerte), este brillante artífice de la palabra pinta un cuadro de vívidas imágenes de la brutalidad y el racismo del sistema capitalista. Pero aquí conocemos otro aspecto de Mumia: muchos de los breves ensayos reunidos en este libro exploran sus ideas sobre dios y la religión.

En Death Blossoms, vemos la búsqueda del joven Mumia de una filosofía conductora de su vida. Cuando era niño, su mamá lo llevaba todos los domingos a una iglesia bautista para escuchar a los ministros "predicar a feligreses cuyo espíritu había sido aplastado y pisoteado toda la semana". De adolescente, decidió investigar otras religiones. Como dice: "Empecé a buscar mi propio refugio espiritual, yendo a donde me llevara el espíritu".

Buscó respuestas en una sinagoga judía y una iglesia católica. Fue a una mezquita que "no era más que una pequeña tienda de una calle desconocida de South Filadelfia". Pero ninguna le ofreció las respuestas que buscaba y "la búsqueda continuó".

En el proceso, aprendió mucho sobre el papel de la religión en la historia. En su libro dice: "La realidad de la religión es esta: ha sido menos una fuerza para la liberación que una herramienta del opresor". Y hablando de la "proposición de que Estados Unidos es una nación cristiana", dice: "Si así es, pues es cristiano exterminar pueblos indígenas y condenar a los pocos sobrevivientes a vivir en reservas desoladas; pues es cristiano arrancar a la fuerza a millones de personas de su patria de ultramar y esclavizarlas durante siglos; pues es cristiano meter a miles de japoneses en campos de concentración y confiscar sus propiedades con el pretexto mágico de la `seguridad'. Si así es, pues es cristiano incinerar a centenares de miles de seres humanos con una bomba atómica como `demostración' de poder global; pues es cristiano enjaular a millones y ejecutar a miles; pues es cristiano crear un sistema socioeconómico que margina a los débiles, los raros, los que no saben expresarse, los oprimidos y los pobres".

Continúa: "Para los millones de negros, latinos y asiáticos anónimos, brutalizados por América, hasta podría parecer que lo que guía la historia es alguna clase de demonio. En vez de Cristo, Drácula debe ser el dios de esta nación. ¿No ha chupado la sangre de los demás pueblos del planeta desde hace dos siglos?"

Más adelante Mumia habla del papel de la religión en la defensa de la esclavitud: "En América, el cristianismo llegó a ser la fe del esclavista, la supuesta creencia de los ricos, el protector de los propietarios. Pero para el esclavo, ha sido más bien una farsa que una fe; a los ojos del esclavo, lo que realmente veneraban todos era la riqueza. De hecho, el `cristianismo' ha significado el status quo, el sistema actual de opresión basado en la raza. La historia rechaza plenamente la mentira de que el motivo de la conquista euro-americana del Nuevo Mundo era `convertir' a los pueblos indígenas, o de que la razón de la esclavitud de los africanos era llevar `el evangelio' a los `nativos'. Basta con examinar los últimos cinco siglos desde una perspectiva indígena—siglos que trajeron enfermedades desvastadoras, persecución sangrienta, alcoholismo y, por último, la reclusión en campos de concentración—para entender por qué en vez de un Gran Espíritu de lo bueno, el dios de los invasores de cara pálida parecía un demonio de la destrucción".

En otras secciones del libro, Mumia denuncia la hipocresía de las religiones y de los feligreses que no se cansan de hablar del bien pero que apoyan la pena de muerte y "realizan guerras de avaricia, campañas de codicia, robo de la tierra y hurto legalizado".

En busca de respuestas en tiempos de rebeldía

Leer acerca de su búsqueda de respuestas sobre "dios y la religión" (especialmente cuando habla de su desilusión con la religión institucionalizada) me hizo pensar en mi propia juventud y mi búsqueda de una filosofía rectora. En vista de que Mumia y yo somos de la misma edad, sus remembranzas me recordaron el clima de esos tiempos inquietos y cuestionadores de nuestra adolescencia.

Era a fines de los años 60 y comienzos de los 70: una época de rebelión y trastornos en Estados Unidos, cuando millones se oponían a la guerra de Vietnam; y cuando los negros y otras nacionalidades oprimidas libraban luchas en masa contra el sistema.

Como yo crecí en Berkeley, todo el drama de esos años ocurría ante mis propios ojos de una manera que me llevó a cuestionar casi todo lo que me enseñaron en la escuela y la iglesia. Mi padre era ministro así que, como Mumia, fui a clases religiosas dominicales muchos años. Pero las imágenes que veía en las noticias cada noche me llamaban a la calle: manifestantes peleando con la policía frente a la oficina de reclutamiento militar de Oakland; huelguistas de la Universidad de California cerrando su plantel; los Panteras Negras marchando por las calles con sus chaquetas de cuero y los puños en alto.

En Death Blossoms, Mumia recuerda esa época y su decisión de unirse al Partido Pantera Negra (PPN). Creció sin padre, y dice que en el PPN encontró una nueva familia: "Busqué y encontré figuras paternales, como el capitán de los Panteras Negras Reggie Schell, el Ministro de Defensa Huey P. Newton y el mismo partido que, en un período caracterizado por un vacío total, me enseñó, me alimentó y me hizo parte de una enorme familia militante de revolucionarios".

Los sucesos de esa época afectaron profundamente a muchas iglesias y a mucha gente religiosa, como mi padre, que se identificaron con la lucha popular y la apoyaron. Recuerdo el culto y los retiros de fin de semana repletos de canciones folclóricas, que combinaban oración y activismo social. Recuerdo la polémica que desataron las iglesias que se oponían a la guerra y abrían sus puertas a "los alborotadores". Esa clase de activismo era más interesante y más válido, y cuadraba más con lo que había oído de niña de tener compasión por los "pobres y oprimidos".

Pero, como Mumia, estaba inquieta y buscaba algo más radical. Y, con toda una generación, me absorbió un movimiento que planteaba la posibilidad de una nueva sociedad. Los acontecimientos mundiales ponían al desnudo el brutal salvajismo de este sistema, y millones se preguntaban cómo lograr una auténtica liberación.

En una entrevista al final del libro, Mumia dice: "Recuerdo que fue una de las épocas más emocionantes y liberadoras que he experimentado. Por supuesto, para mucha gente la adolescencia es una edad de libertad. Pero la mía fue de ultralibertad. Fue una tremenda oportunidad para aprender. Que yo, incluso en esta mazmorra, sea periodista, escriba y me comunique con miles de personas cada semana, parte del hecho de que fui Ministro de Información de los Panteras.... Me capacitaron como periodista revolucionario para presentar las posiciones del partido desde su perspectiva revolucionaria negra".

Uno de los aspectos más desafiantes de los Panteras era que no fomentaban la religión. De hecho, uno de los puntos más fuertes del movimiento de los años 60 en general fue que, a partir de cierto momento, "dios" y la religión no desempeñaron un papel importante. En esa década mucha gente, yo incluida, rechazó la idea de que un "dios" determina lo que pasa en el universo. ¡Se vendían más ejemplares del Libro Rojo de Mao Tsetung que de la biblia!

Igual que Mumia, llegué a entender que el cristianismo y las demás religiones siempre han sido defensoras de la explotación y la opresión. O, como dijo Marx, son el "opio del pueblo". La biblia y el corán defienden la esclavitud y la dominación de la mujer, y fomentan la idea de que los seres humanos, y en particular los pobres y los de abajo, tienen que someterse a una autoridad divina y aceptar su destino.

¡Los rebeldes de los años 60 rechazamos esa idea! Cuestionamos la autoridad. Queríamos acabar con el racismo y la dominación masculina, cambiar el mundo. Y no íbamos a aceptar el "destino" de los pobres y oprimidos.

Todas las religiones son partidarias del idealismo y de la idea de que una fuerza inconocible, por encima y aparte del mundo material, lo determina todo. En su ensayo "Liberación sin dioses", Bob Avakian, Presidente del PCR, dice que a lo largo de la historia, los seres humanos han buscado espontáneamente alguna fuerza sobrenatural para lidiar con su opresión: "Es buscar consuelo en tiempos de desespero, ayuda en tiempos urgentes, firmeza en tiempos de inseguridad e inestabilidad. Es la vaga sensación de `vacío espiritual' que sobreviene cuando uno adquiere riquezas de manera parasítica. Es buscar consuelo en condiciones de opresión o ayuda para luchar contra tales condiciones—ayuda más allá de las limitaciones humanas. La sed de sustento espiritual en un mundo que parece tan frío. La necesidad sentida de encontrar un escape a la frustración, o de una transformación momentánea de angustia en alegría, por fugaz que sea".

No recuerdo el momento preciso en que dejé de creer en dios. Pero al volverme revolucionaria, y luego comunista, me di cuenta de que dios no creó al ser humano, sino que el ser humano creó a "dios". Me di cuenta de que dios no existe, y de que si quería entender y cambiar el mundo, tendría que poner fin a mi búsqueda de un "dios liberador" y luchar por la "liberación sin dioses". Recuerdo lo liberador que fue captar la verdad de que no existe nada más que materia en movimiento, en una gran variedad de formas. A diferencia del idealismo, el materialismo marxista reconoce la base material de todo el pensamiento humano. Por primera vez, entendí el papel de las ideas, los sentimientos, las emociones, los sueños y los anhelos en la sociedad humana. En uno de los primeros grupos de estudio en que participé en los años 60, leímos un ensayo del gran revolucionario Mao Tsetung que decía: "¿De dónde provienen las ideas correctas? ¿Caen del cielo? No. ¿Son innatas de los cerebros? No. Solo pueden provenir de la práctica social... la lucha por la producción, la lucha de clases y los experimentos científicos en la sociedad. La existencia social de la gente determina sus pensamientos". Para mí, esa fue una verdad profunda y revolucionaria porque me demostró que las masas populares, por medio de la lucha, pueden conocer el mundo para cambiarlo más conscientemente.

Dios y la religión

En Death Blossoms, Mumia presenta su punto de vista, un punto de vista diferente, sobre dios y la religión: "Dios tiene muchas caras y numerosas personalidades, dependiendo de nuestras diversas percepciones, necesidades e historias. Pero si todavía hay milagros, DIOS ES UNO DE ELLOS". En otro ensayo sobre una conversación en la cárcel, le dice a otro preso: "Dios es inteligencia divina. Dios es vida. Dios es la fuerza que mantiene la creación".

Mumia dice que este lado espiritual/religioso es parte de lo que le permite permanecer optimista, incluso ante la horrible violencia y aislamiento de la galería de la muerte. En un ensayo que contesta la pregunta "¿Qué es lo que me sostiene?", dice: "Mis creencias—o sea, mi religión, lo que llamo la Vida—son las enseñanzas de John Africa, y el ejemplo de mis compañeros y compañeras de MOVE por todo el estado, muchos de los cuales han sobrevivido años y años en la cárcel. Su ejemplo me ha fortalecido durante los 14 años que llevo aquí. Además, mi fe en el poder del compromiso, la familia, el amor, la comunidad y Dios".

Mumia dice que "la vida" es el centro de sus creencias religiosas. Pregunta: "¿Dónde está la religión de la Vida? ¿Una religión que considere que todos los seres vivos son sagrados? ¿Una religión que trate la experiencia humana como un solo paradigma en la red entrelazada de la naturaleza?" Más adelante, pregunta: "¿No tienen todas las formas de vida un derecho intrínseco a existir?".

Este punto de vista sobre la santidad de la vida se ve en su ensayo sobre la violencia. Dice: "La violencia es una autoviolación. Pero ese es el credo del sistema; es su teoría y práctica. Reconozco la necesidad de combatir el sistema. Pero una cosa que no voy a hacer es utilizar las mismas tácticas y los mismos métodos que utiliza a diario el sistema. ¿Por qué reemplazar el sistema con otra versión de lo mismo? Necesitamos un nuevo sistema, libre de toda la violencia que vemos a nuestro alrededor. Espero que un día no haya bombas, fusiles (ninguna clase de armas), guerras, pobreza ni otras injusticias; que no haya enemistades sociales o clasistas; que no haya crímenes ni cárceles. Rechazo las herramientas y armas de la violencia".

Ese ensayo me hizo pensar en la famosa cita de Mao "el poder nace del fusil". Mumia la citó en un artículo que escribió cuando era militante del Partido Pantera Negra. Blandiendo ese artículo, el fiscal pidió la pena de muerte en su juicio. Mumia habla de esa cita en la entrevista final de Death Blossoms. Dice que el sistema capitalista ha utilizado la violencia para mantenerse en el poder. Pero hay otro lado de esa cita que para mí es esencial: las masas no pueden deshacerse de este sistema opresivo sin tumbarlo por medio de la violencia revolucionaria. Para confrontar la realidad fundamental del sistema, uno tiene que escoger no entre la violencia y la no violencia, sino entre la violencia revolucionaria y la violencia contrarrevolucionaria. Mao dijo: para acabar con los fusiles, hay que empuñar el fusil.

Materialismo

Una de las características de la sociedad capitalista que Mumia ataca en Death Blossoms es la obsesión con la propiedad y los bienes materiales. Capta la aversión de mucha gente hacia el hecho de que esta sociedad coloca lo material por encima de todo lo demás: "Hora tras hora la fuerza oscura del poderío corporativo internacional decide qué tan destructiva será la máquina económica diaria; en qué medida el avance a largo plazo se sacrificará en aras de la ganancia a corto plazo". Dice que los valores del capitalismo nos dejan vacíos e insatisfechos:

"América flota en un mar de materialismo. Aquí se ve un lujo de bienes materiales en medio de la miseria total. En la ciudadela del poder capitalista global, hay más comida, más ropa, más lujos y riquezas materiales que en cualquier otro lugar del planeta. Irónicamente, muchos de los que viven rodeados de opulencia carecen de felicidad. Esta nación consume la mayoría de los alimentos y de la energía del mundo. Trata la tierra y los océanos como si fueran sus basureros. Sus riquezas provienen del robo de la tierra y de la explotación de otros pueblos.... Si los bienes materiales no son nuestra salvación, ¿por qué desperdiciamos la vida en adquirirlos? Si la riqueza nos hace más crueles, más insensibles y más despiadados, ¿para qué vale?"

Mumia dice que, en vez de avaricia y sed de riquezas materiales, "lo que hace falta es una religión de la Vida que responda al mundo en términos que no sean puramente utilitarios; que venere todas las formas de vida por su valor intrínseco; que vea el mundo como una extensión del individuo, que una herida al mundo es una herida a uno mismo. Una religión que reconozca que el ser humano y el mundo son interdependientes; que entienda que la atmósfera que rodea nuestro planeta es el mismo aire que todos respiramos, con el que nos llenamos los pulmones; que el agua es indistinguible de la saliva de nuestra boca...".

Después de leer esta sección de Death Blossoms, volví a leer "Acabar con el `pecado'". En este ensayo, Bob Avakian explica la diferencia entre el materialismo marxista y el significado común y corriente de la palabra "materialismo", al que se refiere Mumia. Avakian dice que en la religión se busca una fuerza opositora al materialismo de la sociedad capitalista, pero en realidad "el marxismo traza el camino para crear condiciones en que `el amor al dinero' y el dinero mismo dejarán de ser factores motivadores, y en que se abolirán todas las relaciones humanas de inequidad y enajenación, que son una inevitable expresión concentrada del dinero".

Comparto la indignación que siente Mumia ante la muerte y destrucción que causa este sistema. Y me gustaría ver más debate sobre la política e ideología que necesitan las masas para deshacerse de esta locura capitalista.

*****

Death Blossoms es un libro importante. La lucha en defensa de Mumia es una de las batallas más cruciales hoy, y el libro me ayudó a entender mejor la filosofía de Mumia. Solo he tocado algunos de los temas políticos e ideológicos que aborda, y exhorto a todos a leer Death Blossoms, tanto como el primer libro de Mumia, Live from Death Row.

Mumia y yo no tenemos la misma filosofía. Pero sé que estamos hombro a hombro en las barricadas de la lucha contra este sistema asesino para deshacernos de la explotación y opresión. Termino con las palabras de Mumia al final de Death Blossoms:

Como siempre te toca a ti tomar la decisión:
luchar por la libertad o seguir encadenado,
luchar por la libertad o aceptar la esclavitud,
tomar partido con la vida o con la muerte.
Corre la voz de la vida a los cuatro vientos.
Habla con tus compañeros, lee y abre los ojos...
hasta los umbrales de la percepción que ayer temías.
Abre el corazón a la verdad.


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