El cuento de las incubadoras

Guión y producción de Estados Unidos y Kuwait

Obrero Revolucionario #944, 15 de febrero, 1998

Como parte de los preparativos para un ataque militar contra Irak, se ha lanzado una campaña para inclinar la opinión pública a favor de la guerra. Se repite que Saddam Hussein es un "lunático" y una "amenaza a todo el mundo", y que hay que pararlo con una abrumadora fuerza militar.

En ese contexto, es útil examinar las mentiras con que prepararon el terreno para los bombardeos y la invasión de la guerra del Golfo de 1991. En ese entonces, voceros del Pentágono, politiqueros, "expertos" de los centros de investigación y corresponsales de los medios grandes, mano a mano, le imputaron toda clase de barbaridades y crímenes al gobierno iraquí. Hoy se sabe que mucho de eso fue mentira, pero la prensa no considera importante esa clase de aclaraciones.

Uno de los cuentos más sensacionalistas fue que cuando Irak invadió a Kuwait, en agosto de 1990, unos soldados sacaron 312 bebés de incubadoras del hospital al-Adden y los dejaron en el piso para que se murieran. Ese cuento fue una "prueba" clave para demonizar a Irak y pintar la guerra de Estados Unidos y compañía como una misión de "rescate" para "restaurar la democracia".

Pero, como informan John Stauber y Sheldon Rampton en su libro Toxic Sludge is Good for You!: Lies, Damn Lies and the Public Relations Industry (Common Courage Press, 1995) (¡Los residuos tóxicos son muy saludables!: Mentiras, pinches mentiras y la industria publicitaria), lo de las incubadoras fue una patraña de pe a pa.

En la nueva película Wag the Dog, la Casa Blanca trabaja de la mano con un productor de cine para "montar" una guerra ficticia, con videos de previos conflictos y otras técnicas de Hollywood, y así desviar la atención pública de un escándalo sexual del presidente. Unos críticos dijeron que la premisa era "ridícula", pero el director Barry Levinson dijo que el incidente de las incubadoras y otros sucesos del mundo real fueron su fuente de inspiración.

Lo de las incubadoras lo inventó Hill & Knowlton (H&K), la mayor compañía publicitaria del mundo en ese entonces, que trabajaba para el gobierno kuwaití. H&K contaba con buenos amigos en los más altos niveles del gobierno, tanto demócratas como republicanos: el director de la oficina de Washington, Craig Fuller, era íntimo amigo y asesor político del presidente George Bush; Robert Gray, el presidente de H&K/USA, desempeñó un papel clave en las dos campañas presidenciales de Ronald Reagan; Lauri Fitz-Pegado, la directora de la oficina de Kuwait, fue empleada de Ron Brown, el primer secretario de Comercio del gobierno de Clinton; y Thomas Ross, el vicepresidente ejecutivo, fue vocero del Pentágono del gobierno de Jimmy Carter.

H&K era experto en cirugía cosmética de brutales dictaduras como la de Kuwait: entre sus clientes figuraban los gobiernos de Indonesia y Turquía.

Stauber y Rampton escriben: "Todo gran evento propagandístico necesita lo que los periodistas llaman el `gancho', algo que provoca una fuerte reacción emocional y hace que la noticia no se olvide. En el caso de la guerra del Golfo, el `gancho' lo inventó Hill & Knowlton".

El 10 de octubre de 1990, el congresista demócrata Tom Lantos (California) y el republicano John Porter (Illinois) organizaron una audiencia que tenía todo el aire de una función oficial del Congreso. En realidad, era una conferencia de prensa de un tal Grupo Congresional pro Derechos Humanos, y la organizó H&K. Lantos y Porter también eran co presidentes de la Fundación pro Derechos Humanos, cuya oficina estaba en el edificio de H&K en Washington.

El momento culminante de esa "audiencia" fue el testimonio de una joven kuwaití de 15 años, conocida como Nayirah. Se anunció que no se iba a divulgar su apellido por temor a represalias contra su familia. Llorando a mares, Nayirah dijo que vio personalmente a los soldados iraquíes sacar bebés de las incubadoras.

Su testimonio volteó la opinión pública, justo en medio de una ola de grandes manifestaciones contra los preparativos de guerra y cuando, de acuerdo a las encuestas, había una fuerte oposición a una guerra. Del 10 de octubre al comienzo de la guerra, los medios repitieron como loros el cuento de "los bebés sacados de las incubadoras". Se oyó en un debate de las Naciones Unidas. El presidente Bush lo repitió en un discurso a la nación en enero, poco antes de lanzar los bombardeos.

Pero, como comprobaron Stauber y Rampton: "Ni Hill & Knowlton ni el congresista Lantos mencionaron que Nayirah era miembro de la familia real kuwaití. De hecho, su padre era Saud Nasir al-Sabah, el embajador de Kuwait a Estados Unidos, y él estuvo en el salón durante el testimonio. Tampoco se mencionó que Lauri Fitz-Pegado, la vicepresidenta de H&K, preparó y ensayó el testimonio. Después, incluso los investigadores kuwaitíes confirmaron que era falso".

Pero para cuando se supo la verdad, Estados Unidos ya había lanzado su ataque y matado a 200.000 iraquíes. Stauber y Rampton añaden: "Después de la guerra, investigadores de derechos humanos trataron de confirmar el testimonio de Nayirah pero no encontraron testigos ni pruebas. Amnistía Internacional, que se dejó engañar, tuvo que retractarse. Nayirah no ha dicho nada".

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Siempre que estaba a punto de lanzar una nueva agresión, Adolfo Hitler acusaba a sus enemigos de barbaridades que nunca ocurrieron. Sus voceros y los medios repetían esas mentiras una y otra vez, y luego los nazis lanzaban su ataque. Esa técnica se llamaba la "Gran Mentira".

Estados Unidos aplicó esa misma técnica en los preparativos de la guerra del Golfo. Hoy, siete años después, la maquinaria de la "Gran Mentira" está otra vez en marcha a todo vapor.


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