En camino a Jericó 98

Amnistía y libertad para todos los presos políticos

No podemos permitir que ejecuten a Mumia Abu-Jamal

Obrero Revolucionario #950, 29 de marzo, 1998

Más de catorce años en el pabellón de los condenados a muerte.
Metido en una celda 22 horas al día.
Más de una década separado de su esposa por un vidrio grueso.
Sus hijos hoy son adultos; los ha visto pero no se le permite tocarlos.
Enjaulado, su vida es la antítesis de la libertad.
Pero sus palabras revolucionarias sobrevuelan los muros de la cárcel.
Preso político, Mumia Abu-Jamal, le has dado al pueblo: En vivo desde el pabellón de los condenados a muerte.

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Mumia Abu-Jamal--periodista negro, activista revolucionario y preso político-lleva más de 15 años en el pabellón de los condenados a muerte. Lo acusaron falsamente de matar a un policía. No recibió un juicio imparcial y las autoridades y la policía de Filadelfia, que ansiaban callarlo, lo condenaron y sentenciaron en una farsa de juicio. En 1995, el gobernador de Pensilvania firmó una orden de ejecución y fijó la fecha. Pero por todo el país y el mundo, muchos miles de personas se unieron a la lucha en defensa de Mumia y obligaron al gobierno a aplazar la ejecución temporalmente.

La lucha popular obligó a las autoridades a aplazar la ejecución. Pero Mumia todavía está condenado a muerte y el gobierno todavía maniobra para ejecutarlo.

Mumia es un revolucionario que ha dedicado la vida al pueblo, especialmente de los ghettos, barrios oprimidos y penales. Utiliza sus talentos para condenar y atacar la opresión. Este sistema lo ha baleado, torturado, encarcelado, aislado, calumniado y censurado. Pero no ha logrado quebrantarlo; sigue fuerte, consciente y comprometido a la lucha. Su libro, Live from Death Row (En vivo desde el pabellón de los condenados a muerte), ha inspirado a miles con elocuentes comentarios sobre la vida en la cárcel y el sistema capitalista.

Las pruebas en el caso de Mumia muestran sin lugar a dudas que lo condenaron falsamente; es una historia de una profunda injusticia. Es mucho más que la historia de un solo hombre: su vida es una concentración del tratamiento rutinario de los negros a manos de la policía, los tribunales, las cárceles, los medios de comunicación...en realidad, a manos de todo el sistema.

Además, muestra cómo el gobierno trata a la oposición política, especialmente a los revolucionarios que logran conectarse con los del fondo de la sociedad. Lo que le han hecho a Mumia demuestra patentemente por qué este gobierno y sistema legal no debe tener el poder de ejecutar seres humanos.

Se está fomentando un clima que pide más cárceles, más castigos y más ejecuciones. Para todos los que quieran derrotar estas medidas fascistas, la lucha en defensa de Mumia es un frente de batalla clave.

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Empezó con una escena amerikkkana típica: la golpiza de un hombre negro por la policía.

Poco antes del amanecer del 9 de diciembre de 1981, Mumia Abu-Jamal estaba manejando su taxi en el centro de Filadelfia. Vio que un puerco estaba golpeando ferozmente con una linterna metálica a su hermano, William Cook, a quien había detenido supuestamente por una infracción de tráfico. Mumia intervino para ayudar a su hermano y hubo pelea.

Al rato Mumia estaba en la acera sangrando de un tiro en el pecho y el puerco, Daniel Faulkner, estaba cerca a punto de morir. A Mumia lo acusaron de homicidio y no ha estado libre un solo día desde aquella fecha.

Los primeros intentos de matarlo

Dos meses después de que lo arrestaron, Mumia escribió: "Es una pesadilla que mi hermano y yo nos encontremos en este horrible apuro, especialmente dado que mi principal acusador, la policía, también fue mi atacante. Parece que mi verdadero crimen fue que sobreviví sus ataques, pero esa noche nosotros fuimos las víctimas".

La verdad es que la policía trató de matarlo varias veces esa noche. Primero, lo baleó cerca de la esquina de la Locust y la 13. Más tarde, medio muerto de un balazo que le perforó un pulmón y el diafragma, los agentes que respondieron al incidente lo golpearon salvajemente y le zamparon la cabeza contra un poste.

Mumia se despertó en el hospital después de la cirugía cosido de punta a punta con grandes grapas y con tubos en la nariz. Sintió un intenso dolor en la vejiga y los riñones: un policía tenía el pie puesto sobre su recipiente de orina (de modo que no pudiera drenar más orina) y se estaba sonriendo.

Más tarde, después de que los médicos advirtieron que podía contraer pulmonía en el pulmón perforado y que esta podía matarlo, lo hicieron pasar noche tras noche en una celda glacial.

Por qué las autoridades
odiaban y temían a Mumia

En Estados Unidos el gobierno afirma que no acusa, mete a la cárcel ni ejecuta a nadie por sus creencias o actividades políticas. Dice que los presos políticos como Mumia Abu-Jamal en realidad son criminales comunes. El caso de Mumia muestra lo ridícula que es esa afirmación. A Mumia lo condenaron en una farsa de juicio por sus ideas revolucionarias y por su gran influencia política.

Hace poco se hicieron públicas más de 800 páginas de los expedientes secretos de la policía política sobre Mumia. Documentan que el gobierno federal y de Filadelfia empezó a seguirle los pasos a Mumia ¡cuando apenas tenía 14 años! A los 15 años, Mumia fue uno de los fundadores del capítulo de Filadelfia del Partido Pantera Negra. A los 17 años, era su Ministro de Información y escritor del periódico Black Panther. Ha dicho que esa experiencia "cargó mi pluma con un carácter distintivamente antiautoritario y antisistema que sobrevive hasta hoy".

La policía siempre ha tenido a Mumia en sus miras. Escucharon sus conversaciones telefónicas y enviaron informantes a espiarlo. Entrevistaron y hostigaron a sus familiares, amigos y maestros. En febrero de 1973, un informe del FBI recomendó conservar su nombre en el "Indice de Seguridad": "Si se le presenta la oportunidad, no cabe duda de que [Mumia Abu-Jamal] sería una amenaza a los gobiernos local y nacional".

Durante los años 70, Mumia siguió sirviendo al pueblo. En su trabajo periodístico, denunció el salvajismo y racismo del Departamento de Policía de Filadelfia, y especialmente su campaña contra la organización de negros utópicos radicales MOVE.

En 1978, después de asediarla 10 meses, un ejército de 500 policías atacó la casa de MOVE en Powelton Village. A 15 militantes de MOVE los condenaron por la muerte de un policía que murió en el fuego cruzado durante el ataque. Mumia informó sobre el juicio y dio su apoyo a MOVE.

Las autoridades de Filadelfia lo odiaban e hicieron que los dueños de la emisora en que trabajaba lo despidieran. Pero en las calles se decía algo muy distinto; los radioescuchas empezaron a llamarlo la "voz de los que no tienen voz". En 1980, a la edad de 26 años, lo eligieron presidente del capítulo de Filadelfia de la Asociación de Periodistas Negros. Cuando se enteraron de que lo habían baleado y arrestado, de inmediato más de 300 personas formaron un comité de defensa.

La farsa de juicio

El juicio de Mumia empezó el 1º de junio de 1982. El juez, Albert Sabo, permitió que Mumia se representara a sí mismo, pero rechazó la solicitud de que John Africa (el líder espiritual de MOVE) lo ayudara a defenderse y le ordenó aceptar como auxiliar a Tony Jackson, un abogado escogido por la corte.

En medio de la selección del jurado, el juez no permitió que Mumia siguiera interrogando a los candidatos, con el pretexto de que su apariencia (la barba y los dreadlocks) "intimidaba" a los potenciales jurados. Cuando Jackson, a instancias de Mumia, rehusó participar en la selección del jurado en vez de Mumia, Sabo amenazó con meterlo a la cárcel.

¡Sabo se encargó de escoger el jurado él mismo! No escogió a ninguna persona que se oponía a la pena de muerte. Con eso truco, excluyó a la mayoría de los negros. Filadelfia tiene una gran población negra pero hubo un solo jurado negro en el juicio de Mumia.

Mumia seguía demandando que se respetaran sus derechos. Al final Sabo dijo que Mumia estaba causando disturbios y que no podía seguir defendiéndose. Durante gran parte del juicio lo sacaron del juzgado. En consecuencia, a Mumia lo representó un abogado escogido por la corte que no quería defenderlo y cuya incompetencia era patente.

En 1985, Maureen Faulkner, la viuda del agente que murió la noche del 9 de diciembre de 1981, le dijo a la prensa que durante el juicio, cuando la fiscalía presentó la camisa ensangrentada de su esposo como prueba, Mumia se volvió hacia ella y le sonrió cruelmente. Pura mentira: el hecho es que Mumia ni siquiera estaba en la sala ese día porque Sabo lo había sacado.

Cómo la policía fabricó
testigos "presenciales"

Los medios de comunicación han dicho que la fiscalía "probó" la culpabilidad de Mumia con tres clases de pruebas: primero, los testigos presenciales que lo identificaron como el pistolero; segundo, otros testigos que dijeron que Mumia confesó; y tercero, el hecho de que encontraron la pistola de Mumia en el lugar de los hechos. La verdad es que el gobierno fabricó crasamente esas "pruebas", coaccionó a los testigos, inventó una confesión falsificada y ocultó las pruebas que demostraron su inocencia.

Cynthia White fue la única testigo que dijo que vio a Mumia con una pistola. De hecho, White ni siquiera estaba en el lugar de los hechos: según el testimonio de varios testigos, llegó después del incidente. A White la presionaron a mentir: después del arresto de Mumia la arrestaron varias veces por prostitución. Cada vez que la metieron a la cárcel cambió su "versión" de la muerte de Faulkner. La policía la llevó de la cárcel para dar testimonio, y después del juicio le permitió volver a prostituirse con protección policial.

Durante el juicio, un taxista también identificó a Mumia como el pistolero. Pero la noche del incidente le había dicho a la policía que el asesino era un hombre grande y gordo (de más de 200 libras) y que huyó antes de la llegada de los demás policías. Mumia era flaco, tenía graves heridas y estaba tendido en la acera incapaz de huir. El jurado nunca se enteró de que ese testigo estaba en libertad condicional por un delito grave, y que por esa razón era vulnerable al chantaje de la policía. Más tarde el taxista admitió que en realidad no vio a Mumia disparar y ni siquiera vio la pistola en su mano.

Antes del juicio, cuatro testigos dijeron que vieron a un hombre salir corriendo después de oír los disparos. Pero en su testimonio el taxista cambió su versión. Lo mismo pasó con Veronica Jones, otra testigo arrestada y coaccionada por la policía. El tercer testigo no cambió su versión incluso cuando lo sometieron a un detector de mentiras, pero no dio testimonio en el juicio porque la fiscalía no se lo mencionó a la defensa. El cuarto testigo, William Singletary, dijo primero Mumia no fue el asesino. Más tarde la policía lo obligó a firmar una declaración en que afirmó que no vio nada. Lo hostigaron tanto que se mudó de Filadelfia antes del juicio.

La policía no se interesó por buscar al hombre que varios testigos vieron "salir corriendo del lugar de los hechos" y tapó las pruebas de que existía.

La "confesión" fabricada
y el informe balístico tapado

Durante el juicio, un guardia de seguridad testificó que en el hospital Mumia confesó que mató al policía. Pero el guardia no había mencionado esa supuesta "confesión" hasta varios meses después del incidente¼y después de que Mumia demandó a la policía por golpearlo en el hospital. En su informe, el policía que arrestó a Mumia y que se quedó con él en el hospital dijo que "el hombre negro no hizo ninguna declaración". Cuando los abogados de la defensa trataron de llamar al policía a testificar, les dijeron que estaba "de vacaciones". Sabo no permitió aplazar el juicio hasta que regresara.

El médico forense del departamento de policía juzgó que la bala que perforó la cabeza de Faulkner fue de calibre .44, pero Mumia tenía una pistola calibre .38 (Mumia tenía permiso para la pistola). Nunca examinaron la pistola de Mumia para saber si había sido disparada.

La policía afirmó que Mumia recibió su balazo cuando estaba parado encima de Faulkner, pero el informe de patología dice que la bala tenía una trayectoria hacia abajo. Eso concuerda con el testimonio de Mumia de que Faulkner le disparó cuando se acercó.

La fiscalía tenía amplios recursos para fabricar sus "pruebas": entrevistó a más de 100 testigos, solo presentó a los pocos testigos dispuestos a apoyar su versión de los acontecimientos, y no le dio el nombre de los demás testigos a la defensa. Mumia no tenía dinero para contratar investigadores ni buscar a otros testigos para confirmar su inocencia.

En pocas palabras, el gobierno llevó a cabo una farsa judicial contra Mumia, fabricando testimonio, tapando pruebas, escogiendo un jurado favorable al fiscal y trastornando constantemente los esfuerzos de Mumia por presentar una seria defensa. El resultado no sorprendió a nadie: el 2 de julio de 1982 lo condenaron de homicidio.

El fiscal lo acusa
por su política revolucionaria

Al día siguiente, el juez Sabo sentenció a Mumia a muerte. Este es el diálogo que tuvo lugar cuando el fiscal McGill interrogó a Mumia:

McGill: ¿Por qué no se para cuando entra al juzgado el juez Sabo?

Mumia: Porque el juez Sabo no se merece mi respeto. En esta corte no hay honor, lo que hay es fuerza. El es el ajusticiador, el verdugo.

McGill: ¿Ha dicho alguna vez que el Poder nace del fusil?

Mumia: Esa es una cita de Mao Tsetung. Estados Unidos le quitó la tierra a los indígenas, y no lo hizo con sermones de cristianismo y civilización. Creo que Estados Unidos ha demostrado que esa cita es verídica.

En la audiencia de sentencia, Mumia dijo: "La decisión de ayer no me sorprende.¼ El juez Sabo me robó todos mis presuntos `derechos'¼mi demanda de que el defensor que yo escogí, John Africa, me ayudara y que estuviera en la mesa de la defensa me la negaron una y otra vez.¼ Mientras que en un juzgado a cuatro pisos de aquí un hombre acusado de homicidio se sienta al lado de abogados y de su padre, que por casualidad es policía de Filadelfia.¼ La pura verdad es que para los niggers, para los pobres, los puertorriqueños y los indígenas que quedan después del genocidio, la justicia es un engaño, una broma, una treta.¼ Soy inocente de las acusaciones por las que me han enjuiciado, a pesar de la confabulación de Sabo, McGill y Jackson para negarme el dizque `derecho' de representarme yo mismo, de contar con mi propio auxiliar, de escoger un jurado de mis iguales, de interrogar a los testigos y de hacer declaraciones al principio y a la conclusión del juicio. ¡Soy inocente a pesar de lo que piensen ustedes 12, y la verdad me liberará!... El 9 de diciembre de 1981 la policía intentó ejecutarme en la calle. Este juicio se debe a que fracasó.... ¡Al sistema no le queda más tiempo! ¡Babilonia va pa'bajo!".

En la audiencia del 3 de julio, el juez Sabo sentenció a Mumia a la silla eléctrica. McGill dijo más tarde que Mumia "representa el rechazo completo del orden público. Si no le gusta algo, no trata de cambiarlo siguiendo las reglas, simplemente se rebe<%-3>la".

Todo el historial de este juicio chueco confirma que Mumia es un hombre inocente perseguido por sus ideas políticas.

La batalla para salvar a Mumia

Mumia jamás ha dejado de luchar por un nuevo juicio; tampoco ha dejado de escribir sus gráficos comentarios, que condenan al sistema. Sus palabras han llegado a muchos corazones: las muchas verdades prohibidas y audaces que escribe, mordaces y lisas, como navajas y crema. Desde la prisión, los escritos de Mumia se han ganado una mayor y mayor audiencia.

Sus enemigos piensan que para acelerar su ejecución tienen que sofocar su voz. En 1994, la red nacional de radio pública (NPR) anunció que iba a transmitir comentarios de Mumia, pero se doblegó bajo la presión de policías y politiqueros. Cuando Mumia encontró una editorial para su libro Live from Death Row, la policía lanzó una campaña para impedir su publicación, pero fracasó.

Luego, el 2 de junio de 1995, el sistema hizo su movida. El gobernador de Pensilvania, Tom Ridge, sabiendo que el equipo de abogados de Mumia estaba preparando una nueva apelación, se precipitó a firmar la orden de ejecución y fijó la hora y fecha: las 10 de la noche del 17 de agosto de 1995.

El 5 de junio los abogados de Mumia entablaron una Apelación de Remedio Post-Condena (PCRA) para que se aplace la ejecución y le dé un nuevo juicio. La acompañó un documento de 300 páginas. El principal abogado de Mumia, Leonard Weinglass, escribió: "Los documentos jurídicos, que representan varios meses de investigación y estudio, demuestran sin duda alguna que Mumia, quien se ha declarado inocente desde el primer momento, fue víctima de un proceso judicial políticamente motivado y racista, que suprimió pruebas que hubieran comprobado su inocencia". Los abogados concluyen que Mumia fue condenado por "mala conducta judicial de parte de la policía y la fiscalía, con el apoyo de una corte hostil y parcial".

Al mismo tiempo, los abogados entablaron una Moción de Recusación para que no se le permitiera al juez Sabo fallar sobre la apelación de Mumia. Sabo rechazó la moción, a pesar de las muchas pruebas que presentaron los abogados de su claro prejuicio contra Mumia. Sabo también rechazó la petición para aplazar la ejecución.

Sus fallos tenían el propósito de apresurar la audiencia y sabotear la defensa. Por ejemplo, les dio a los abogados de Mumia muy poco tiempo para prepararse. Repetidas veces le puso obstáculos a la defensa y confabuló con la fiscalía. A pesar de todo eso, los abogados de Mumia presentaron muchas pruebas que demostraron que merece un nuevo juicio. Pero tres días después de terminarse la audiencia, Sabo rechazó la petición de un nuevo juicio. Y la orden de ejecución seguía en vigor.

En los dos meses antes de la fecha de ejecución, creció un amplio y resuelto movimiento para pararla. Por todo el mundo Mumia es un símbolo de la injusticia en Estados Unidos. Se hicieron manifestaciones en muchas ciudades de Estados Unidos y otros países. Artistas, escritores y otras figuras prominentes han defendido a Mumia públicamente. Y en los ghettos y barrios de este país, cobró fuerza un movimiento para poner en juego la fuerza de los oprimidos.

En las semanas antes del 17 de agosto, las autoridades todavía querían silenciar a Mumia; lo acusaron de "operar un negocio" porque logró publicar su libro. Por eso lo castigaron a 30 días de mayor aislamiento y le prohibieron visitas de periodistas y asistentes legales. Luego lo acusaron de otro "delito" ("escribirle a otro preso") por escribir un artículo para el boletín Prison Legal News. Por eso lo castigaron con 30 días más.

El lunes 7 de agosto, 10 días antes de la fecha de ejecución, Sabo firmó una orden para aplazarla.

El estado de Pensilvania tenía todo listo para ejecutarlo el 17 de agosto, pero la lucha del pueblo lo obligó a retirarse temporalmente. Fue una gran victoria. Sin embargo, la batalla no ha terminado. Como dijo Mumia: "Por el momento no estoy bajo una orden de ejecución, aunque sigo sentenciado a morir. Por lo tanto, permanezco en el infierno".

Mumia y sus abogados siguen luchando por un nuevo juicio, y esta demanda es un elemento crucial de la batalla mundial para conseguir su libertad.

Nuevas pruebas

En mayo de 1996, la defensa anunció que una de los principales testigos del juicio de 1982 estaba dispuesta a dar testimonio de que Mumia fue condenado injustamente.

Veronica Jones fue una de los cuatro testigos que inicialmente le dijeron a la policía que vieron huir al hombre que disparó. Sus versiones contradecían directamente la afirmación de la policía de que Mumia le disparó al agente Faulkner. Pero en el juicio, Jones dijo que no vio huir a nadie y eso fue muy contraproducente para Mumia. Ahora, en una declaración jurada, Jones ha admitido que mintió en el banquillo por amenazas de la policía. Dice que dos tiras fueron a verla a la cárcel poco antes del juicio de 1982 y le dijeron que si su testimonio ayudaba a Mumia, ella se pudriría en la cárcel.

Los abogados de Mumia le presentaron la declaración de Jones a la Suprema Corte de Pensilvania, junto con una moción de volver a abrir la audiencia PCRA. Esto era algo nuevo que no se podía ignorar. Pero la Suprema Corte le mandó el caso de nuevo a Sabo, el mismísimo juez que confabuló con la fiscalía para que no se conociera información como la de Jones. La decisión de Sabo no sorprendió a nadie: dijo que las nuevas pruebas no eran creíbles y rechazó la petición de un nuevo juicio.

A comienzos de 1997, los abogados de Mumia presentaron una declaración jurada de otra testigo del juicio de 1981. En esa declaración, Pamela Jenkins decía que la policía la presionó a mentir y decir que Mumia fue el pistolero; que ella no estaba en el lugar de los hechos; y que no cedió a la presión de la policía. También declaró que su amiga Cynthia White (la principal testigo de la fiscalía en 1981) le admitió que dio testimonio contra Mumia porque la policía amenazó con matarla. En una audiencia de junio de 1997, Sabo una vez más rechazó la nueva prueba.

Hoy la apelación está pendiente ante la Suprema Corte de Pensilvania. Uno de los magistrados de la Suprema Corte fue el fiscal que criticó la apelación de Mumia en 1989. El gobernador de Pensilvania ha dicho que firmará una nueva orden de ejecución si la Suprema Corte rechaza la apelación.

En mayo de 1997, el principal abogado de Mumia, Leonard Weinglass, escribió: "Una vez más, al sistema de justicia criminal estadounidense lo confrontan cuestiones de raza, clase y política. Las mismas fuerzas que históricamente han fomentado un sistema nacional de coacción y control ahora amenazan con ejecutar a un activista político negro. Solo la total vindicación de Mumia Abu-Jamal, después de 15 años de tortura en los penales, impedirá que se cometa otra injusticia más en una historia empapada de sangre de inocentes".


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