Estados Unidos/FMI y
la crisis de Indonesia

Obrero Revolucionario #957, 17 de mayo, 1998

Suharto, el dictador indonesio, tomó el poder por medio de un golpe de estado en 1965. En los meses siguientes, el ejército cazó y masacró a medio millón de izquierdistas. A pesar de eso, Estados Unidos alabó a Suharto por su anticomunismo y su apertura económica a la inversión extranjera.

Tras años de estancamiento, la economía empezó a crecer, en gran medida gracias a la demanda mundial de petróleo. La economía indonesia depende de la producción agrícola y de sus recursos naturales, como petróleo, gas, madera, metales y carbón. En las últimas dos décadas, el capital extranjero ha inundado el país. De 1970 a 1997, la economía creció 6% al año e Indonesia se consideraba uno de los milagrosos "tigres asiáticos".

Pero a mediados de esta década, gran parte de esa inversión estaba estancada y muchas empresas estaban en bancarrota. El mercado de bienes raíces estaba en aprietos (las ciudades están repletas de rascacielos medio construidos) y la deuda externa estaba por las nubes. Cuando la crisis sacudió la región en el verano de 1997 (empezando en Tailandia), la economía indonesia se desplomó.

A fines del año pasado su moneda, la rupiah, perdió el 75% de su valor. Esa devaluación dificultó pagar la deuda externa. Además, el precio de los productos de importación aumentó dramáticamente, así como el precio del arroz, los vegetales y el aceite de cocinar. Han despedido a docenas de miles de trabajadores. El gobierno y los sindicatos calculan que dos millones de indonesios perderán su trabajo este año (además de los 4.4 millones ya desempleados y los millones más que apenas subsisten como jornaleros). El verdadero nivel de desempleo es mucho más alto, pues el gobierno dice que los que trabajan una o dos horas a la semana "tienen trabajo".

El FMI "rescata" la economía

En noviembre, el gobierno firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) muy parecido al que le ha ofrecido a otros países pobres en crisis. A cambio de un préstamo de más de 40 billones de dólares, el FMI exigió una serie de medidas de austeridad y más apertura a la inversión extranjera.

Suharto consintió en reducir los aranceles para productos de importación, aumentar el precio de productos de consumo controlados por el gobierno, rebajar los impuestos y eliminar otros obstáculos a la exportación, y examinar el presupuesto gubernamental.

Esas medidas tienen el propósito de restaurar la confianza de los inversionistas. Pero causan muchas quiebras, alza de precios, pérdida de muchos trabajos y gran sufrimiento para el pueblo indonesio. También causan más inestabilidad política y económica. Ninguna de las medidas aligeró la carga de la deuda externa; de hecho, el acuerdo la aumentó. Pero el acuerdo del FMI es una "oferta del padrino" que no se debe desairar.

El reacio Suharto

Estados Unidos domina al FMI y elaboró el acuerdo con Indonesia. Se esperaba que con el anuncio del préstamo, volverían las inversiones. Pero la crisis siguió empeorando y los inversionistas vacilaron.

Suharto ha construido un enorme imperio económico personal y la corrupción es una parte esencial de la economía nacional. El y sus hijos controlan centenares de compañías: redes de emisoras, bancos, fábricas de productos químicos y farmacéuticos, centros comerciales, hoteles, fábricas de papel, compañías de transporte marítimo y de taxis. El FMI busca desmantelar ese imperio, que es un obstáculo a la penetración extranjera. El acuerdo exige que Suharto elimine muchas de las concesiones y privilegios de sus familiares.

Pero no lo hizo. En enero anunció que el gobierno iba a aumentar los gastos el 24%, a pesar de sus promesas al FMI de medidas de austeridad. Tampoco cumplió su promesa de cancelar 15 "megaproyectos". Por eso la bolsa de valores bajó más, el gobierno tuvo que devaluar la rupiah otra vez y los inversionistas retiraron más fondos del país.

El 6 de enero, Suharto presentó el borrador de un nuevo presupuesto para 1998-1999. No cumplía las demandas del FMI y sus expectativas de crecimiento económico eran descabelladas. El FMI lo consideró una violación del acuerdo. Ahí mismo, Clinton llamó a Suharto desde su avión presidencial y le dijo que aplicara el plan del FMI, "o si no...".

Una serie de altos funcionarios de gobiernos e instituciones imperialistas fueron a Yakarta para advertirle a Suharto las consecuencias de no cumplir con el acuerdo: la suspensión del préstamo. Lo llamaron el canciller alemán, el primer ministro japonés y el primer ministro australiano para subrayar el mismo mensaje.

Luego llegó el subsecretario de Hacienda de Estados Unidos, Lawrence Summers, a presionar a Suharto, seguido por el secretario de Defensa William Cohen, quien ofreció más fuertes lazos militares. Los voceros de la Casa Blanca explicaron que esa estrategia de doble filo busca empujarlo a hacer concesiones económicas pero evitar que la crisis lleve a la inestabilidad política. Antes de la llegada de Cohen, un alto funcionario del gobierno estadounidense explicó: "La desestabilización de Indonesia sería una amenaza a la seguridad de toda la región".

Con los ojos clavados en esos intereses estratégicos, Estados Unidos ha adiestrado al ejército de Suharto y ha llevado a cabo docenas de ejercicios militares conjuntos en el último año. La meta de Cohen era fortalecer el papel militar yanqui en Indonesia y por toda la región.

El 15 de enero el FMI obligó a Suharto a firmar un nuevo acuerdo; requiere clausurar bancos débiles, descentralizar los monopolios y acabar con los proyectos especiales dirigidos por sus hijos. Pero Suharto no puso en vigor esas nuevas medidas contra las jugosas ganancias de su familia y sus amigos. Tampoco impuso las medidas de austeridad, no porque le preocupe el bienestar del pueblo, sino porque teme más disturbios y protestas.

Las preocupaciones estratégicas de Washington

Clinton ha dicho que el futuro económico de Estados Unidos está ligado al crecimiento de las economías de Asia oriental, y abrir los mercados mundiales ha sido un objetivo central de su política exterior. Pero cuando la crisis sacudió a Asia oriental en 1997, se vio que la "ayuda" a los tigres asiáticos va más allá de su importancia como mercados.

El secretario de Hacienda anunció: "Estos países no solo son mercados importantes para nuestros productos de exportación. Además son esenciales al fomento del crecimiento, la paz y la prosperidad por todo el mundo". Mejor dicho: Estados Unidos quiere proteger su predominio político y militar de la región.

Estas preocupaciones estratégicas se ven en la reacción a la crisis de Indonesia. Durante los años de la dictadura de Suharto, Indonesia ha sido un baluarte de estabilidad en el sudeste asiático, un leal aliado de Washington y una importante fuente de petróleo y otras materias primas para Japón y otros países. Por la enormidad del mercado de 200 millones de indonesios y sus ricos yacimientos de materias primas, lo que pase en Indonesia tiene un gran impacto regional. El Pentágono ha subrayado la importancia estratégica del país, por sus vías marítimas y porque tiene la mayor población musulmana del mundo. Hace poco un alto funcionario del gobierno dijo que le preocupa que la crisis económica, si continúa, provoque "radicalismo islámico".

A Estados Unidos le preocupa que la inestabilidad en Indonesia "se desborde" a países vecinos y más allá. Tomando el ejemplo de la devaluación del verano pasado en Tailandia, que llevó a una serie de devaluaciones de toda la región, varios economistas burgueses advierten que lo mismo podría volver a pasar y que pondría en peligro las inversiones imperialistas.

A Washington, la potencia imperialista dominante, también le conviene enviarle un claro mensaje a Indonesia sobre "quién manda". Como explicó el New York Times: "Con la devaluación de su moneda y su enorme deuda externa, Indonesia ha pasado a ser el epicentro de la crisis económica asiática. Si fracasa el plan de rescate en este país, que es el cuarto en población del mundo, las consecuencias podrían irradiar a todas partes. Si Suharto logra desafiar al FMI, funcionarios del FMI y de Washington temen que otros gobiernos pasen por alto sus requisitos para el crecimiento económico".

La pelea por el plan del FMI es tanto política como económica. Por eso han llegado tantos altos funcionarios de los gobiernos imperialistas para apretarle las clavijas a Suharto. En las frecuentes reuniones en la Casa Blanca sobre la situación, no solo participan el secretario de Hacienda y sus expertos en economía sino también analistas de la CIA, oficiales del Pentágono y asesores de seguridad nacional.

Hace poco el New York Times informó que al Departamento de Estado le preocupa la posibilidad de una reacción contra Estados Unidos en Indonesia, "donde se cree que Estados Unidos es el titiritero que controla al FMI". Y al Pentágono le preocupan las consecuencias de su íntima asociación con las FFAA indonesias por su papel represivo.

El plan EU/FMI:
Más miseria para el pueblo,
más dominación imperialista

Desde fines de los años 80, Washington ha estado preparando el terreno para más inversiones imperialistas con la liberalización y privatización de las economías asiáticas. Entre sus principales armas figuran los "programas de reestructuración" del FMI y el Banco Mundial.

Los países pobres, como Indonesia, piden préstamos para quitarse de encima su enorme deuda externa. Las reformas de la "reestructuración" que exige el FMI supuestamente los ayudarán a pagar la deuda y a volver a levantarse. Pero en realidad llevan a más deuda y pobreza.

El FMI exige que Indonesia cierre muchos de sus bancos y privatice 12 grandes empresas paraestatales, como telecomunicaciones, minería y cemento. Además, requiere que Suharto imponga medidas de austeridad. Todo eso creará una situación mucho más favorable para los inversionistas extranjeros, pero más pobreza para el pueblo, especialmente los pobres. Para pagar la deuda externa, el FMI le dice a Suharto que el país tiene que vender más en el mercado mundial, lo que significará gastar menos en programas sociales (como servicios de salud, educación, comida y vivienda) y rebajar el precio de los productos de exportación.

Los padrinos yanquis le prometen a Suharto que, si cumple con el plan del FMI, el país saldrá más fuerte. Pero la realidad es que esas medidas causan más crisis e inestabilidad política, y enorme sufrimiento para las masas.


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