Cómo pasé mis vacaciones en Nueva York

(Gracias al señor alcalde Rudolph Giuliani)

Obrero Revolucionario #966, 19 de julio, 1998

Un lector nos envió este artículo que encontró en una revista turística. Relata las experiencias de un viajero a la ciudad de Nueva York.

Todo el mundo debe visitar Nueva York. Siempre he tenido ganas de ir y pensaba que sería una gran aventura; pero no me animaba por todo lo que oía sobre la delincuencia y el peligro.

Después leí que la ciudad estaba cambiando, que con el gobierno del alcalde Rudolph iuliani las zonas malas se estaban componiendo, la delincuencia estaba mejorando y todo el mundo tenía que obedecer la ley.

Un domingo recibí la revista Parade y vi las caras sonrientes de Giuliani y el jefe de policía en la portada. El titular decía: "Bienvenidos a Nueva York, una ciudad tranquila".

¡Vaya! ¡Ya llegó el momento de ir!

Al llegar

Viajé en tren. Llegué a la estación Penn un viernes por la noche. Era tarde pero, ¡qué raro! no vi a ningún desamparado. Tanto que se habla de los sin techo, pero no había ninguno en la estación de tren. ¿Dónde dormirán ahora?

Había bancos en la estación, pero para sentarse había que enseñar el boleto. No se permite pasar los demás.

En el baño vi a unos hombres, a lo mejor eran gente sin techo, pues tenían mochilas y bultos. Se lavaban las manos, la cara, el pelo; pero estaban muy nerviosos, siempre mirando atrás. Me pareció que estaban esquivando a la policía.

Me fijé en la música que transmiten en la estación, música clásica. Se oye muy fuerte en el baño. Me estaba lavando las manos cuando de repente pensé en los campos de muerte de los nazis. Allí tocaban música clásica cuando los judíos llegaban en los trenes.

¡Qué raro pensar en esas cosas! Seguro era por el cansancio. Necesitaba descansar.

Salí a la calle y tomé un taxi al hotel; el chofer agarró la calle 34, pero ¡qué mala suerte! Lo detuvo un policía y lo multó por ir a una velocidad de 40 millas por hora. El chofer era de Bangladesh; me comentó que ni se sabía que Nueva York tenía un límite de 30 millas por hora; de repente la policía empezó a poner multas a lo loco y luego pusieron los letreros. Es el programa de "urbanidad" del alcalde. Me dijo: "Trabajamos en esta chingadera y para colmo nos declaran la guerra con reglas e insultos". Soltó una carcajada y añadió: "A miles les toman las huellas digitales por simples infracciones, así que más bien debo dar las gracias de que no me llevó al bote".

El chofer comentó que a cada rato detienen a los que andan en bicicleta, sobre todo los inmigrantes que hacen entregas de restaurante. Dijo que la policía arrestó a docenas en el barrio del Upper West Side y les confiscó las bicicletas. Por lo visto violaron las leyes de tránsito, tal vez iban en la acera o no tenían casco.

Decidí que sería mejor no pedir una pizza al hotel.

Puntos de interes

Al día siguiente amanecí con mucho entusiasmo. ¡A pasear!

Nueva York tiene sus fantásticos barrios étnicos. Repasé los folletos turísticos buscando un festival típico. Un folleto acerca del barrio chino advertía: "La policía de Nueva York no permite cohetes en las celebraciones". ¡Qué raro! ¿No que los cohetes son una tradición muy antigua de los chinos? Ni modo; en todo caso ahora no es la época.

Le pregunté a una camarera acerca de otros festivales. Dijo que se acababa de celebrar el Día de Puerto Rico. ¡Qué lástima habérmelo perdido! Le dije en broma: "Bueno, supongo que la prohibición de los cohetes no causó mayores problemas". Me miró raro y respondió: "Giuliani prohibió la venta de hot dogs. No podía haber carritos de hot dogs en la zona del desfile. Y a partir de julio no puede haber vendedores ambulantes en gran parte de la ciudad, unas 144 cuadras".

A lo mejor no es el momento de ir a festivales. ¿Qué tal si voy al edificio Empire State?

Cogí por la quinta avenida, llegué al edificio y compré mi boleto para subir al último piso. Rumbo a los elevadores me topé con guardias de seguridad que mandaban a todo el mundo a un punto de control. Todos los que quieren disfrutar de la vista primero tienen que pasar por un detector de metales. Asimismo, las bolsas, etc., tienen que pasar por la máquina de rayos x.

Por fin llegué arriba; la vista era espectacular. Saqué muchas fotografías y me fui.

Tenía hambre y se me antojaba un potato knish, un platillo típico de Nueva York, pero vi que un agente estaba multando a un vendedor ambulante. Le quitó todas sus cosas y las echó en una bolsa de basura. El vendedor le gritaba: "Es todo lo que tengo. ¿Qué voy a hacer ahora? Y la gente, ¿a dónde va a ir a comer sus antojitos?". Pues seguí mi rumbo.

¡Qué cosa! De veras hay muchísimo control. Luego se me ocurrió una idea buenísima. Iría a Greenwich Village, la cuna de los poetas y hippies. Seguramente unas horas allí me animarían. Así que me encaminé al parque de Washington Square, en el corazón de Greenwich Village.

Greenwich Village

Desde mis días de prepa, oí mucho sobre Washington Square, que mucha gente hace presentaciones artísticas y es un buen cotorreo; que había cómicos, mimos, ¡inclusive que se fumaba mota abiertamente en el parque!

Me emocioné al pasar por el famoso arco de Washington Square. Donde vivo no se ve gente con aretes en la nariz ni tocando tambores en la calle.

Al entrar al parque, vi a un malabarista haciendo un número con antorchas. ¡Qué cosa! Pero me di cuenta de que había mucha policía entre el público, por aquí y por allá. Al lado del parque estaba estacionado un van muy grande con un letrero que decía "PUESTO DE MANDO".

¿Qué pasa? Ha de ser un barrio muy peligroso. Consulté mi guía turística; decía: "A principios de los años 80, Washington Square se deterioró muchísimo. Era un lugar peligroso donde pululaba la droga. Después la comunidad pidió la intervención policial, se eliminó el tráfico de droga en la zona y ahora Washington Square es un lugar agradable".

Pero a mí no me pareció tan agradable. Se me ocurrió investigar un poco a ver si encontraba las cámaras de vigilancia de las que leí. En eso vi una pelota de vidrio encima de un poste de alumbrado. Me alejé e inmediatamente me sentí algo mejor.

Vi un artista que exhibía obras en el suelo. Le pregunté si de veras era una cámara de la policía. Me miró como para decir "¿qué te pasa?" y dijo: "Los técnicos que trabajan en sistemas de vigilancia dicen: `Si puedes ver el edificio Empire State, nosotros te vemos a ti'. Empezaron en los proyectos de vivienda pública, después en las grandes avenidas y ahora hay cámaras en toda la ciudad. Vivo en el proyecto Grant Homes de Harlem y allí hay 38 cámaras. Los radiopatrullas de Queens y Brooklyn están equipados con videograbadoras". Una mujer que estaba al lado añadió: "Además, tienen micrófonos en la universidad y graban las reuniones estudiantiles".

De repente todo me pareció muy desagradable. Oscurecía, así que me dirigí a las calles aledañas con sus luces brillantes, famosos clubes y cafés. Vi gente charlando, riéndose y comiendo pizza. En eso me topé con unos policías que ponían barricadas en la calle. Les pregunté si estaban buscando a un criminal peligroso.

Un agente me dijo que los puntos de control ya son normales en Greenwich Village, puesto que la zona atrae a gente que viola las leyes de la "calidad de la vida", por ejemplo, gente que maneja tocando música muy alto. Los puntos de control crean un ambiente de respeto a la ley. Si la música tiene mucho volumen, confiscan el carro.

Esa noche no dormí bien, pero amanecí con ganas de pasear.

Cruzar en verde

Decidí ir al centro Rockefeller, la joya de Midtown, de donde transmiten el show de David Letterman.

Consulté el mapa y vi que sería fácil caminar a la calle 50 con la quinta avenida. Pues, eso pensé, pero no tomé en cuenta las barricadas de metal en cada cruce. Tenía que cruzar la calle muchas veces por ellas. Una vez que iba a cruzar la calle a media cuadra, un tipo me advirtió en voz baja: "¡Cuidado! Te podrán multar por eso". ¿Qué cosa? Explicó: "Si un chota ve eso, te puede multar. El alcalde les dio órdenes de levantar una infracción contra cualquier peatón que no cruce en las esquinas".

Al llegar a la quinta avenida, vi barricadas permanentes. Un chota que estaba allí me dijo que el alcalde mandó instalarlas en enero.

Ya me daba cuenta de que las barricadas están de moda en Nueva York. El chota dijo que sí, que en Washington Heights y otros barrios con "mucha delincuencia" la policía pone barricadas para controlar el tráfico de drogas. Uno no puede entrar a su propio barrio sin identificación y si no vive allí, pues, olvídelo.

El chota me explicó que como consecuencia los narcotraficantes ya no andan en la calle y se han metido a los edificios. Ahora cuando reciben llamadas anónimas sobre alguna actividad sospechosa, tienen que allanar departamentos.

Le comenté que leí un artículo en el New York Times acerca de allanamientos contra gente inocente. El periodista Bob Herbert informó que la policía de Crown Heights tumbó la puerta de un departamento, tiró una granada "stun" adentro, entró y esposó a toda la familia. La señora estaba aterrada porque pensó que su hija retrasada mental podría reaccionar violentamente. Gritó: "¡No disparen! ¡Es retrasada mental!". No había nada de droga en el departamento.

El chota me explicó que no se pueden evitar errores de esa índole y que el comisionado de la policía, Howard Safir, recién anunció que la policía reemplazará todas las puertas que destruye por equivocación. No sé, pero a lo mejor eso es un gran consuelo.

Las artes

Iba por la calle 49 cuando vi un letrero grande que decía "The No York Museum" (o sea, el museo anti Nueva York). Allí no estaban de acuerdo con el alcalde. Debajo de su retrato decía "Jailiani" (Giuliani de las cárceles). En otro dibujo, el alcalde daba la orden: "¡Arrestar a todos!". Y otro decía: "Giuliani = Estado policial".

¿Qué onda, pues? Parece que la policía arrestó a un artista llamado Robert Lederman en 33 ocasiones. Los artistas necesitan un permiso para vender obras frente al Museo Metropolitano de Arte, pero dan pocos permisos y luego los arrestan y les confiscan el arte. Eso va de acuerdo con la filosofía de "cero tolerancia" a la delincuencia.

Al gerente de un edificio en la esquina de la calle 49 y la avenida Madison le dieron mucho coraje las barricadas de Giuliani y por eso le ofreció un espacio a Lederman.

Al parecer los dos no son los únicos molestos. A los choferes de taxi tampoco les cae bien la campaña de "calidad de vida". En Asia tienen la costumbre de darle palmadas a retratos del dictador de turno en señal de protesta. Así que llevan afiches de Giuliani a las protestas para darles palmadas. Parece que a los vendedores ambulantes también les gusta la idea.

¿Qué es "calidad de vida"? Fui a la biblioteca a informarme. El bibliotecario me enseñó cómo encontrar el website del alcalde en la internet. En su campaña electoral, Giuliani prometió restaurar la "calidad de vida": hacer que todos obedezcan las leyes; sacar de los espacios públicos a la gente sin techo y, sobre todo, a los "hombres que limpian parabrisas".

Encontré su discurso: "La próxima etapa de calidad de vida: Crear una ciudad con más urbanidad". Decía: "La calidad de vida es un proceso, una forma de vivir, no una meta". No sé si lo capté bien.

Al salir de la biblioteca, vi los titulares del New York Daily News: "Policía balea a hombre que limpia parabrisas". El artículo decía que Antoine Reid, un negro de 38 años, le echó windex al parabrisas de un carro tratando de ganarse unos centavos. Por casualidad era de un policía fuera de servicio, Michael Meyer, quien se bajó del carro y le metió un tiro en el pecho a quemarropa. Reid sobrevivió. El periódico defendía las acciones del agente, pues parece que balear a la gente sin techo mejora la calidad de vida de los demás.

Ya me cansé de la realidad. Mejor ir al cine a ver Godzilla.

Después no dormí bien. Soñé con Giuliani, que estaba en el bunker que construyeron a un costo de 15 millones de dólares para casos de crisis. Yo estaba observando toda la ciudad en los grandes monitores. A mi lado estaba Giuliani con cara de preocupado, revisando las imágenes en busca de delincuentes. En la pared, como símbolo de la ciudad, estaba un enorme desatascador de inodoros con letreros en latín escritos en oro.

De repente en los monitores solo veíamos escamas verdes y un ojo gigantesco. Después alcanzamos a ver a Godzilla por medio de las cámaras que transmiten desde helicópteros; tenía un radiopatrulla en cada mano. Una gran multitud lo estaba vitoreando. Entonces apareció un artista con un letrero que decía "Es la hora de Godzilla", y todo el mundo le daba vivas. Giuliani se enfureció; estaba gritando y llamando a la policía por varios teléfonos: "¡Deténganlo! ¡Detengan a ese cabrón del letrero!".

Me desperté, empapado de sudor, pensando en mi sueño. ¡UN MONSTRUO está suelto en la ciudad de Nueva York!

Mi último día de vacaciones... a la playa. Tomé el metro, pensando, ¿por qué será que en estos meses han salido tres películas muy divertidas acerca de destrucción y caos en la ciudad de Nueva York?

Un dia en la playa

Coney Island queda en Brooklyn. Es la playa más grande de Nueva York a donde se puede ir en transporte público.

En el metro los afiches advertían que no se debe dar dinero a los sin techo y pedían soplones para varios programas policiales. Muchas familias iban a la playa, inmigrantes de Rusia, las Antillas, de todas partes; todos muy animados.

Llegamos a la parada, nos bajamos y nos dirigimos hacia la playa. Las comunidades por allí se parecen un poco a los pueblos de Rusia y tienen nombres como Pequeña Odesa. Al acercarnos al mar, nos dimos cuenta de que no se podía pasar. Había una cerca enorme y grandes letreros que decían "No se permite nadar". En toda la playa, solo había unos cuantos salvavidas trabajando frente a unos condominios de lujo.

Vi que muchísima gente andaba recogiendo basura. Le pregunté a una mujer negra, por qué no se podía pasar a la playa. Dejó su trabajo por un momento y me explicó que no contrataron salvavidas este año.

Me pareció ilógico. Le pregunté por qué contrataron a toda esa gente para limpiar la playa entonces. Me miró muy molesta y me dijo que ella no era empleada del gobierno.

¿De veras?

De veras. Antes estudiaba en la universidad; iba a ser maestra. Le pregunté si este trabajo era de temporada.

De nuevo me miró muy molesta. Me explicó que el departamento de welfare requiere que recoja basura para recibir su cheque. Como no hay guarderías, no puede conseguir un trabajo de verdad. Así que tuvo que abandonar sus estudios y recoger basura. "Mejor dicho, se acabó la carrera", me dijo. ¡Qué barbaridad!

¿Por qué obligan a miles de mujeres jóvenes a abandonar sus estudios y romperse el lomo en un trabajo que no ofrece ninguna posibilidad de superarse?

Le pregunté: "Y, ¿así puede mantener a su familia?". Se molestó más y contestó: "No gano nada. Despidieron a 20.000 empleados públicos y nosotros los reemplazamos. Nos pagan por debajo del mínimo, ni siquiera nos dan guantes".

La policía llegó en un jeep, cazando a un chavo que logró meterse a la playa y estaba surfeando. Se lo llevó.

Pensé, pues aquí tampoco puedo estar tranquilo. De regreso al hotel de repente me di cuenta de que estaba harto de Nueva York. Decidí hacer la maleta e irme.

Seguramente hay mejores lugares turísticos. Para las próximas vacaciones iré a San Francisco. He oído que en el antiguo penal de Alcatraz hay unos tours muy populares.


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