¿Asunto concluido en Crown Heights?

Nuestro veredicto:
¡La rebelión se justifica!

Obrero Revolucionario #973, 13 de septiembre, 1998

El 31 de marzo de 1998, sentenciaron a Lemerick Nelson, un joven negro, a más de 19 años de cárcel por la muerte a puñaladas de un estudiante judío durante la rebelión de Crown Heights, Nueva York, de 1991. Dos días después, el alcalde Rudolph Giuliani pidió perdón a la comunidad; dijo que la policía no actuó con firmeza. Luego, el 9 de julio, sentenciaron a otro hombre negro, Charles Price, a 21 años de cárcel por incitar a atacar a judíos durante la rebelión.

Con estas acciones, las autoridades dan su veredicto sobre la rebelión de Crown Heights, donde se prendieron cuatro días de luchas campales de jóvenes negros y caribeños contra la policía. Según el veredicto oficial, fue un acto criminal y vengativo; las autoridades piden apoyo a más represión de tales rebeliones en el futuro. Pero eso es una distorsión total: tapa las grandes injusticias que el pueblo de Crown Heights sufre a manos de la policía y la supremacía blanca, además de calumniar un justo y pujante levantamiento popular, y satanizar a los jóvenes negros y caribeños de dicha comunidad.

¿Cuál es el motivo de esta campaña de las autoridades? No se trata de resolver problemas del pasado sino de preparar el terreno para los grandes conflictos por venir.

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La comunidad de Crown Heights, Brooklyn, en la ciudad de Nueva York, tiene 200.000 habitantes, principalmente afroamericanos e inmigrantes del Caribe. Aparte hay 15.000 lubovitcher, una secta religiosa conservadora de judíos hasidistas ultraortodoxos.

Es común que en Nueva York conviva gente de distintas nacionalidades, y eso le da su fabuloso carácter cosmopolita muy propio. Sin embargo, en Crown Heights las autoridades (y fuerzas reaccionarias de los lubavitcher) aprovechan la situación para crear grandes divisiones y profundizar las injusticias.

La comunidad lubavitcher es muy cerrada y algunos miembros de la secta tienen una actitud hostil hacia los negros y caribeños. Durante 20 años han organizado "patrullas contra la delincuencia", que hostigan a los negros, sobre todo a la juventud. La policía trabaja de la mano con dichas patrullas, que atacan y golpean salvajemente a negros. Por su parte, el DPNY hostiga constantemente a los negros.

Una señora negra de Crown Heights le dijo al New York Times: "Mi esposo ni se atreve a ir a la esquina de noche para comprar leche para el niño", pues los lubavitcher "siempre le preguntan qué está haciendo aquí en su propia cuadra".

Además, las autoridades han impuesto las costumbres religiosas de los lubavitcher a toda la comunidad: cierran las calles los sábados y otros días sagrados del judaísmo; cambian las rutas de los autobuses; y muchas veces los negros tienen que mostrar identificación para entrar a su propio barrio.

Los negros y caribeños estaban molestos por el trato especial a los lubavitcher, pues es un ejemplo muy claro de supremacía blanca oficial. Un día esa furia estalló.

La muerte de Gavin Cato prende una rebelión

El 19 de agosto de 1991, una caravana de coches acompañaba al gran rabino por las calles de Crown Heights. Iban a toda velocidad y uno se pasó un alto y atropelló a Gavin Cato y su prima Angela Cato, dos niños de siete años, que estaban jugando en la acera.

Se juntaron los vecinos; se fijaron que la policía no estaba haciendo caso a los niños gravemente lesionados. En cambio buscaba controlar a la multitud; insultaba y agredía; y esposó al padre de Gavin, Carmel Cato, porque no quiso abandonar el lugar.

Para colmo, cuando la primera ambulancia llegó, subieron a Yosef Lifish, el conductor del carro, quien tenía heridas muy leves, y dejaron a los niños. Gavin Cato murió, pero no acusaron a Yosef Lifish de ningún delito.

Estaba muy claro que la situación de segregación racial en Crown Heights causó la muerte de Gavin y se prendieron cuatro días de luchas campales, principalmente de jóvenes caribeños contra la policía. Los políticos negros, especialmente el alcalde David Dinkins (el primer alcalde negro de Nueva York), corrieron a calmar los ánimos, pero las airadas multitudes los corrieron.

Llegaron miles de policías y arrestaron a centenares de jóvenes, pero una y otra vez la policía se vio obligada a replegarse ante los chavos indignados. Volcaron patrullas y le tiraron todo lo que estuviera a la mano. Un reportero del New York Post escribió: "Estaba a 3 metros de un policía antimotín; le dieron en la cara con una botella que le rompió la máscara de plástico. Alcancé a ver su cara de pavor total".

Durante la rebelión, algunos la emprendieron contra los judíos hasidistas. Un grupo de chavos atacó a Yankel Rosenbaum, un estudiante rabínico de Australia, y murió por las puñaladas. Sin embargo, ese lamentable incidente no caracterizó las luchas campales de la rebelión, y hasta el gobierno lo reconoció. Es decir, no se trataba de una persecución contra los judíos; fue una justa rebelión contra una salvajada racista y su propósito central fue correr a la policía de la comunidad.

Maniobras de la clase dominante

La clase dominante estaba muy inquieta por el pánico que se sembró en la policía y las autoridades civiles durante la rebelión.

En 1993, el gobierno estatal sacó el informe Girgenti que instó al DPNY a hacer mejores preparativos para tales eventualidades. Dijo que el "departamento debe establecer una serie de opciones tácticas progresivamente más agresivas para ajustarse al carácter fluido de una situación de desorden civil". Mejor dicho, la clase dominante concluyó que en el futuro la policía debe escalar la violencia al nivel que se requiera para controlar y reprimir estallidos de lucha popular. La insatisfacción con la conducta de la policía, motivó a la clase dominante a respaldar la candidatura del fiscal federal (con ganas de ser dictador) Rudolph Giuliani para alcalde en 1993.

Por otra parte, la estructura de poder usó el sistema judicial para castigar al pueblo por la rebelión y para pintarla falsamente como una serie de "viles crímenes antisemíticos". Quería que el ataque a Yankel Rosenbaum fuera el símbolo de la rebelión. En 1992, enjuiciaron a Lemerick Nelson por homicidio, pero el jurado lo declaró inocente.

Posteriormente, el gobierno federal acusó a Lemerick Nelson y Charles Price de violaciones de derechos civiles. Enjuiciaron a Nelson por segunda vez, ahora como adulto para poder darle una sentencia más dura. El 31 de marzo, lo declararon culpable y le dieron la sentencia máxima de 19 y medio años de prisión.

A Charles Price lo enjuiciaron por incitar a la multitud de acuerdo a una ley federal que califica de delito grave incitar a la violencia étnica. La fiscalía no argumentó que Price participó en el ataque a Rosenbaum; dijo que exhortó a la multitud a atacar a judíos y por ese hecho era responsable del incidente posterior. El 9 de julio, lo sentenciaron a 21 años de prisión.

Es un veredicto sumamente peligroso. El juez dijo que estaba convencido de que Price no tenía la intención de instar a la multitud a matar a Rosenbaum. Sin embargo, ¡Price recibió una sentencia mayor que el condenado de homicidio!

Eso establece un precedente de castigar a personas por hablar a la multitud durante una rebelión. Es un ataque contra la libertad de expresión y podría usarse contra organizaciones que dan expresión política al descontento del pueblo.

Además, castigaron a Price por no pedir disculpas: el juez le añadió un año y medio de prisión por "no arrepentirse". Price dijo: "Me dicen que recibí un juicio justo, pero no estoy de acuerdo. No puedo hacer nada porque no soy una gente importante. Lamento la muerte de Rosenbaum pero, ¿qué pasó con Cato?".

¿Qué pasó con Cato?

En la audiencia de Lemerick Nelson, su madre, Valerie Evans, se acercó a Fay Rosenbaum, la madre de Yankel Rosenbaum, y le dijo: "Siento la pena y la pérdida de su comunidad. Estoy convencida de que mi hijo no es el responsable". Hizo un esfuerzo valiente de superar las divisiones; lamentablemente la señora Rosenbaum no correspondió.

La familia Rosenbaum, sobre todo la mamá y el hermano de Yankel, han ayudado a las autoridades a propagar su versión de la rebelión, la cual es muy hostil a los negros y caribeños. Por ejemplo, Fay Rosenbaum dijo en el noticiero New York 1 News: "Si hubiera sido un niño judío o blanco, ¿a poco la gente judía o blanca iba a agredir?". Según ella, la rebelión demuestra que los negros de por sí son malos.

Además, la familia Rosenbaum y otros lubavitcher entablaron una demanda contra el gobierno municipal, afirmando que la policía no usó fuerza adecuada contra la rebelión, así que es responsable de las consecuencias. A la clase dominante le conviene aceptar esa crítica y el gobierno pagó una indemnización de 1,1 millones de dólares a la familia y 80 lubavitcher, además de pedir disculpas a la comunidad. El alcalde Giuliani dijo: "Pido perdón a los vecinos de Crown Heights, a la familia Rosenbaum y a todos los afectados por la tragedia que ocurrió, las muertes, los grandes daños y la respuesta totalmente inadecuada del gobierno municipal". Con eso de "respuesta inadecuada" Giuliani daba a entender que la policía hubiera debido aplastar la rebelión violentamente.

El alcalde no mencionó a Gavin Cato ni el trato que la policía dio a su familia ni la decisión de hacer que un niño agonizante esperara otra ambulancia. Un negro le dijo a la prensa: "La indemnización es totalmente injusta. La tragedia de Yankel Rosenbaum es muy real, ¿y la familia de Gavin Cato? ¿Por qué no se pide disculpas a la comunidad negra? ¿Que no somos seres humanos?".

Carmel Cato, el padre de Gavin, le dijo a Newsday: "No se ha disculpado conmigo ni la familia Rosenbaum ni la familia de Yosef Lifish ni nadie en absoluto. Perdí a mi hijo. Al ver todo esto me siento peor. Me están refregando sal en la llaga".

Las autoridades quieren ocultar la verdad con su campaña en la prensa y los veredictos contra Nelson y Price. ¿Qué de los atropellos que provocaron la rebelión de Crown Heights? ¿Qué de la supremacía blanca de la policía y las patrullas de los lubavitcher, y el trato de criminales que se daba a los negros y caribeños, quienes no podían caminar tranquilos en su propio barrio?

Se tapan las injusticias que el pueblo ha sufrido, se tergiversan los motivos de la rebelión. Pintan a los jóvenes que lucharon contra la policía como matones y fanáticos antisemitas.

Que se oiga el veredicto del pueblo

Nueva York está lleno de gente, millones de personas que subsisten a duras penas. Son de docenas de países, son cruelmente explotados y echados a un lado cuando conviene a las exigencias de los capitalistas y sus ganancias. Es una ciudad muy conflictiva donde la pobreza crece y las contradicciones se agudizan. Recortan el welfare y las universidades públicas. La industria de maquiladoras crece. En el duro mundo que es Nueva York el descontento está aumentando.

Para lidiar con esa situación, la clase dominante utiliza una táctica despiadada de "divide y conquistarás", por ejemplo, fomenta la supremacía blanca en Crown Heights.

Las autoridades de Nueva York, sobre todo Giuliani, se pintan como grandes defensores de los blancos y de la "calidad de vida" de la clase media. Por otra parte, en sus declaraciones, en el sistema judicial y en la prensa pintan a los negros y caribeños como gente peligrosa (hasta matones) que la policía debe suprimir y controlar. Con su campaña de mentiras siembran mayores divisiones entre el pueblo.

La clase dominante ha aprovechado la situación para crear una polarización reaccionaria de la opinión pública. Con los veredictos contra Nelson y Price, así como las disculpas de Giuliani, buscan aislar políticamente a los sectores más pobres de la población.

No permitiremos que las autoridades siembren mayores divisiones entre el pueblo, particularmente entre judíos y negros. Hay que oponerse firmemente a sus planes de aumentar la violencia policial contra el pueblo.

Nos toca una lucha difícil. Los oprimidos tenemos que organizarnos y unirnos para combatir a los opresores. Necesitamos aliados--por ejemplo, gente de la clase media--y un concepto bien claro de cuáles son nuestros amigos y cuáles nuestros enemigos.

Asimismo, Carl Dix, vocero del PCR, ha señalado qué no necesitamos: "Palabras o acciones que nos enemisten a unos contra otros, o que le echen la culpa a un sector del pueblo (los judíos, los coreanos, los inmigrantes, los árabes) y dejen que el sistema escurra el bulto".

Necesitamos un veredicto veraz y visionario sobre la rebelión de Crown Heights, un veredicto que señale claramente lo justo y lo injusto, un veredicto que fortalezca el ánimo de los luchadores y nuestra capacidad de unirnos en las luchas por venir.

Hay que luchar por el veredicto del pueblo y hay que propagarlo: ¡LA REBELION SE JUSTIFICA!


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