Después de la Marcha
de Un Millón de Jóvenes:
Redadas contra los organizadores

Obrero Revolucionario #974, 20 de septiembre, 1998

Nueva York: Al atardecer del 7 de septiembre, cien policías de motín del equipo SWAT, con rifles automáticos M-16, se apostaron en un barrio congestionado de Bed-Stuy, el ghetto negro de Brooklyn.

Era un operativo al estilo militar contra Shaheed Muhammad, militante de la liberación negra y miembro del Movimiento 12 de Diciembre, un grupo nacionalista revolucionario. Shaheed fue uno de los organizadores de la Marcha de Un Millón de Jóvenes en Harlem el 5 de septiembre. Después de la marcha, la policía anunció que iba a capturarlo por agredir a un agente.

La policía "congeló" todo el barrio, bloqueando calles y aceras. Al rodear la casa de Shaheed, apuntaron a los vecinos. Tumbaron la puerta del edificio, entraron a la fuerza al apartamento y lo saquearon. Shaheed no estaba; como tenían vigilado su apartamento, es probable que lo supieran.

Shaheed vive en un barrio politizado donde ha habido mucha lucha contra la brutalidad policial. Cerca de su apartamento queda Sista's Place, un café y centro comunitario asociado con el Movimiento 12 de Diciembre. Shaheed y otros miembros de dicho movimiento desempeñaron un papel importante en la organización de la marcha.

Mucha gente se reunió en la entrada de Sista's Place para ver la redada y prepararse para un posible ataque al café.

La redada la dirigió el comandante de todo Brooklyn, lo que es muy raro.

Más tarde, cuando Shaheed se entregó en una delegación, lo acusaron de agredir a un agente y le pusieron una fianza muy alta. Al cierre de esta edición, sigue preso.

El ataque a Shaheed Muhammad y la redada al estilo militar tienen un propósito: continuar el ataque contra la Marcha de Un Millón de Jóvenes y la comunidad negra de Harlem.

Cambian los pretextos
del ataque

El 5 de septiembre se reunieron en Harlem miles de jóvenes negros, con gente de otras nacionalidades. El New York Times informó que esa mañana un "alto oficial de la policía de Nueva York" dijo que esta iba a parar el mitin a las 4, la hora en que se vencía el permiso. Y eso es precisamente lo que hizo.

Miles de policías ocuparon a Harlem para intimidar y controlar a la multitud. Montaron un laberinto de barricadas y puntos de control. Mucha gente a duras penas llegó al mitin y muchos más no pudieron llegar. Cerraron las cuatro estaciones del metro en Harlem.

Al llegar las 4 de la tarde, los policías de motín se acercaron al podio. El mitin estaba a punto de terminar. Pero a las 4:01 atacaron el podio, cortaron los micrófonos y rociaron de gas mace a todos los que encontraron. Luego se pusieron a dispersar a la multitud. En ese mismo momento, llegaron helicópteros y se abalanzaron hacia la multitud. Es otra prueba más de que esto fue un ataque coordinado.

Hubo resistencia y escaramuzas frente al podio, cuando la multitud respondió con indignación al ataque.

Fue un ataque premeditado y sin provocación, fascista, con total desdén por la comunidad negra. Esa noche el alcalde Rudolph Giuliani salió por televisión para defender el ataque: "Esa gente tenía el derecho constitucional a la libertad de expresión. A las 4:01 de la tarde, ese derecho se venció. Estoy orgulloso de que la policía lo hizo cumplir".

Pero la versión oficial cambió varias veces. Pronto las autoridades anunciaron que la policía atacó para defenderse. El abogado progresista Roger Wareham nos dijo: "Es una versión patas arriba en que las víctimas pasan a ser los perpetradores".

El comisionado de policía, Howard Safir, dijo que la multitud atacó a los agentes con ladrillos, botellas y otros objetos, y que por eso pararon el mitin. El ataque contra Shaheed Muhammad empezó con el anuncio de una orden de arresto dizque por agredir a un agente.

Desde el comienzo, la estructura de poder quiso parar la Marcha de Un Millón de Jóvenes. Cuando no pudo, decidió atacarla a las 4. Ahora que sus tácticas fascistas han prendido mucha indignación, quiere justificarlas atacando a los organizadores. No se pueden tolerar esas fechorías. Es una crasa maniobra para criminalizar al activismo político y hay que pararla en seco.


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