"Hemos venido a decir basta ya"

Voces de la Marcha de Un Millón de Jóvenes

Luciente

Obrero Revolucionario #976, 4 de octubre, 1998

He vivido en Los Angeles toda la vida y estoy muy acostumbrada a todo lo que tiene: las mujeres que venden naranjas a la entrada de las autopistas, los trabajadores eventuales que viajan en bus con el sombrero sobre la cara para darse una siesta y los niños que juegan con los carritos de compras en los almacenes.

Conozco mucho de Los Angeles y sé cómo vive y lucha la gente. Pero jamás había estado en la costa del este, hasta el 5 de septiembre, cuando fui a Nueva York para informar sobre la Marcha de Un Millón de Jóvenes. Estaba encantada, especialmente de participar en la marcha y platicar con gente tan lejos de Los Angeles, y ver cómo vive y lucha contra la opresión.

Apenas llegué me impactaron las diferencias entre las dos ciudades: los rascacielos son más altos, las calles más apiñadas, hay más bulla y todo se hace de prisa. El metro es como un extraño relámpago horizontal que avanza debajo y encima de la superficie. Pero también tienen mucho en común: hay gente de todos partes del mundo y tanto en el metro como en la calle se oyen muchos idiomas.

Rumbo a la marcha vi por las calles de Harlem a niñas saltando a la comba, madres con bebés que buscaban la sombra y señores que jugaban naipes o dominó. En eso caí en cuenta de que estaba en el ghetto negro más grande del mundo, el lugar que inspiró la poesía de Langston Hughes.

Todo mundo, los feligreses que regresaban de misa, los que hacían compras en una bodega o los vendedores ambulantes, estaban hablando de la Marcha de Un Millón de Jóvenes. El debate era intenso. Muchos expresaban el orgullo que sentían por la generación, considerada "perdida", que se estaba expresando tan poderosamente.

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Apenas llegué a Libros Revolución me pusieron al día sobre la controversia provocada por los esfuerzos de la alcaldía para impedir la marcha, costara lo que costara. Por medio del OR me había enterado del salvajismo con que el alcalde, Rudolph Giuliani, trata a los que lavan parabrisas, los taxistas, los vendedores ambulantes, los artistas y los sin techo. Así que no me sorprendió oír que el alcalde decía que la marcha era de "odio". Giuliani aprovechó los disparates antisemitas de Khalid Muhammed, pero muchos piensan que simplemente buscaba un pretexto para impedir que miles de chavos airados negros se lanzaran a la calle.

Nunca he escuchado a Khalid Muhammed, pero los camaradas me explicaron que su dizque militancia tiene mucho de antisemitismo; y yo sé que quien le echa la culpa a los judíos por la situación de los negros no toma en serio la revolución. De todos modos, si solo me hubieran interesado los discursos, me hubiera quedado en Los Angeles a oírlos por el el canal C-SPAN. Pero tenía una misión: entrevistar a los chavos de la marcha, lo cual resultó un desafío.

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Un laberinto de barricadas metálicas de la policía bloqueaban el camino a la marcha. Incluso a los que viven en el Malcolm X Boulevard les causaron problemas para entrar a su casa, aunque mostraban identificación con nombre y dirección.

Seguí detrás de un grupo que buscaba la entrada a la marcha; parecía un laberinto. Llevábamos más de una hora buscando la entrada y con cada minuto que pasaba nos poníamos más bravos. Nos dijeron que a unas cuadras había una entrada, pero cuando llegamos ya la habían cerrado. Protestamos para que nos dejaran entrar. Pero fue en vano, los policías contestaban con que "tienen que obedecer las reglas del programa". Por todos lados se oían comentarios sobre la falta de respeto de la policía.

Había unos 2500 policías alrededor de las seis cuadras donde se concentraba la marcha. Era un verdadero ejército de ocupación armado con coches celulares, equipo antimotín y un camión cisterna. Me encontré en medio de un grupo que tenía muchas ganas de meterse a la marcha, a pesar de los obstáculos que nos ponían.

A una hora de haber empezado la función, la gente enfurecida seguía tratando de encontrar una entrada en las barricadas para acercarse a la plataforma.

"Estamos acorralados en nuestra propia comunidad", gritó un señor.

Otros empezaron a gritar: "Estamos hartos de tanto atropello. ¡Déjennos pasar! ¡Déjennos pasar!", y se pusieron a sacudir las barricadas y a levantar los puños.

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Hacía calor; había caminado todo el día y necesitaba descansar. Me acerqué a un grupo de muchachas sentadas en la acera a un par de cuadras de la plataforma. Les pregunté por qué fueron a la marcha.

"Es importante para la comunidad afroamericana. Nuestra gente es la que más está presa. Nos pintan mal", dijo una de ellas. La marcha fue tema de discusión en todas las prepas y ellas querían ser parte.

Otra comentó sobre el alcalde, la policía y la falta de respeto a la juventud. "La gente como Giuliani solo se preocupa de forrarse los bolsillos, y no de nuestra educación. Las escuelas están en ruinas, pero no se preocupan de eso. Los libros son viejos, a cada rato hay que remendarlos con cinta. Cada vez hay más alumnos. En vez de construir escuelas están construyendo cárceles".

La más joven señala un helicóptero que vuela bajísimo, los francotiradores en los techos, los policías que vigilan los negocios particulares y luego las cuatro esquinas donde estamos, y dice: "Mira todo eso, ya no lo soporto, por qué cierran todas las calles; si fuera una marcha del KKK no harían esto".

"Si fuera del KKK los estarían protegiendo", dice su hermana mayor, quien se tapa la cara del sol con los volantes y periódicos que ha ido recogiendo. "Mira, están en los techos, en helicópteros. No tiene sentido; es pura falta de respeto. Piensan que somos criminales porque somos jóvenes y negros. Estamos aquí unidos como una familia para luchar. Esta marcha es de todas las minorías".

Me dicen que nada les impedirá expresar su oposición contra el maltrato de toda la gente de color. "Es como si fuera temporada de caza. A un muchacho de 16 años lo balearon 17 veces porque tenía una pistola de juguete. Dicen que les pareció que era de veras; cómo no van a saber la diferencia. Lo balearon 17 veces, eso es increíble.

"Mira cómo nos cerraron el camino con barricadas, y así y todo aquí estamos. Estamos aquí por eso y por muchas otras razones que la gente tiene que saber. Tiene que saber que aquí estamos y que hemos venido a decir basta ya".

Ese día en Harlem había toda clase de jóvenes; unos ya tenían experiencia en la lucha contra la opresión nacional y otros no. Un joven puertorriqueño me dijo: "Estamos aquí para apoyar todo lo que sea progresista contra el sistema estadounidense. La juventud y los latinos de Nueva York queremos luchar. Estamos aquí para brindar nuestro apoyo. Hay mucha policía porque Giuliani quiere hacerse el fuerte; es su manera de decir que nos quiere controlar".

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Para unos esta era su primera protesta política. Más tarde me enteré de que unos aplaudieron los comentarios antisemitas de Khalid Muhammed, pero ninguna de las personas con las que hablé criticó a los judíos.

Un par de adolescentes, acompañadas por la mamá, me dijeron: "No es como dicen. No es siempre que nos reunimos así, con muchas razas. Lo único que queremos es igualdad. Queremos reunirnos con otros jóvenes. Dicen que es odio racial, pero no es cierto. Lo único que queremos es unirnos y hacer algo por la comunidad".

Una joven que hizo el viaje en tren desde Queens lo hizo por las mismas razones que muchos otros jóvenes, pero también para tomar una posición firme contra la brutalidad policial.

"Un policía blanco baleó a mi hermano en la pierna, pensando que el dulce que llevaba en la mano era una pistola. Iba caminando y unos policías estaban esperando a un tipo que dizque cometió un delito en el 82, cuando mi hermano tenía dos años, o sea que buscaban a un tipo mucho mayor que mi hermano. Bueno, lo mandaron detenerse y cuando él se dio la vuelta le dispararon en la pierna. Cuando estaba tirado en el suelo sangrando, le dieron una servilleta para ponerse sobre la herida. Lo balearon sin motivo, ¡y hasta hoy no ha habido justicia!".

Miró hacia el cielo y dijo: "¡Mira!", señalando el helicóptero que descendía sobre la multitud para intimidarla. Luego miró a la multitud y dijo: "Mira hacia donde vamos nosotros [la juventud]. Quién sabe hasta donde llegaremos. La gente se está uniendo contra esa porquería. Todos estamos aquí porque queremos hacer algo con la vida".


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