Crisis en Rusia:
Pesadilla del mercado libre capitalista

Obrero Revolucionario #976, 4 de octubre, 1998

En los últimos dos meses un huracán político y económico ha azotado a Rusia. La crisis financiera que sacude a Asia le asestó un fuerte golpe a Rusia; el gobierno de Yeltsin anunció que no podía pagar sus deudas a bancos internacionales, y los capitalistas extranjeros volaron a retirar sus inversiones. La crisis llegó hasta Wall Street. El gobierno de Yeltsin tambaleó y por poco se cae. En medio de todo eso, Clinton viajó a Moscú a una reunión cumbre de dos días.

Rusia sufre una grave crisis económica, política y social: no es una transición del socialismo al capitalismo sino de una forma de capitalismo (que se disfrazaba de socialismo) a otra.

En 1956, el socialismo sufrió una derrota en la Unión Soviética y se restauró el capitalismo. Sin embargo, los gobernantes revisionistas (falsos comunistas) decían que eran comunistas y afirmaban que el país seguía siendo socialista. Era una gran mentira, pues la Unión Soviética estableció un sistema de capitalismo monopolista de estado y llegó a ser una potencia imperialista. Pero una profunda crisis económica y política llevó al derrumbe de la Unión Soviética en 1991.

El mercado libre:
Una pesadilla para las masas

Desde entonces, el gobierno ruso ha puesto en marcha un programa para desarrollar a todo vapor el mercado libre capitalista e integrarse más a la economía imperialista mundial.

Cuando Yeltsin subió al poder, el pueblo ruso estaba en una situación muy difícil, de mucha miseria. Se le dijo que el mercado libre traería prosperidad y libertad; que Estados Unidos daba la pauta para el desarrollo económico; que al integrarse al mercado global se resolverían los problemas del país. Eso fue y es una gran mentira: el mercado libre es una pesadilla cada vez peor para las masas rusas.

En las zonas más apartadas del país, los mineros de carbón llevan varios meses en huelga. Se han declarado en huelga de hambre, han bloqueado los ferrocarriles y una comisión de huelguistas tiene meses en plantón frente al palacio del gobierno; protestan porque no se les ha pagado. A los mineros de las islas Sakhalin les deben 16 millones de dólares de salario; en la ciudad de Partizansh se les debe su salario desde noviembre del año pasado.

Los mineros no son los únicos afectados. Los obreros del oriente del país que trabajan en la construcción de submarinos llevan 16 meses sin cobrar. Soldados, científicos, médicos y maestros están en la misma situación. Muchas familias subsisten sembrando verduras, criando pollos y vendiendo productos de fabricación casera.

Los mercados y tiendas ya casi no tienen productos; no hay arroz, crema dental, mantequilla, papel higiénico ni jabón en polvo. Los comerciantes encuentran difícil abastecerse y esto puede empeorar. La cosecha de cereales es 30% menos que el año pasado; hay escasez de aceite y carne.

Esa situación perjudica mucho a las masas trabajadoras, sobre todo de las zonas apartadas, pero afecta hasta a la nueva clase media. En Moscú surgió una clase media pequeña pero visible: gente que trabaja en bancos, bienes raíces, publicidad, nuevas empresas y corporaciones occidentales. Ganaban bastante y vivían bien: compraban ropa fina y salían a restaurantes elegantes; pero ahora todo eso ha cambiado por reducciones de salario, despidos, alza de precios y falta de productos importados. Según una agencia de empleo, 60.000 profesionistas de Moscú han sido afectados por despidos, descansos sin pago o reducciones de salario de hasta el 30%.

En provincia, la situación es peor. En la ciudad de Omsk, Siberia, el precio de la salchicha se duplicó en quince días. En Novgorod, a unos 400 kilómetros al noroeste de Moscú, las medicinas están por los cielos.

La banca privada está al borde del colapso total; la bolsa prácticamente se ha desplomado. La economía casi no funciona por falta de capital de inversión.

La crisis actual pone de manifiesto la situación que ha existido por mucho tiempo en Rusia: falta de alimentos, una economía muy inestable de trueque de productos y servicios, y constante fluctuación de la moneda que arrasa con los ahorros de la gente común y corriente.

Después de la guerra fría

Durante los años 70 y 80, la Unión Soviética fue una superpotencia imperialista y el principal rival del imperialismo yanqui; pero hoy día, tras perder la "guerra fría" y desechar su disfraz del falso comunismo, Rusia es una potencia imperialista relativamente débil, aunque todavía tiene considerable poderío militar e influencia internacional.

Al ganar la guerra fría, Estados Unidos trató a Rusia como un enemigo conquistado. El propósito estratégico de la "reforma" de la economía rusa impuesta por Occidente ha sido: evitar que vuelva a ser un rival capitalista importante (política y económicamente); limitar su papel regional e internacional; y crear las mejores condiciones posibles para la inversión occidental.

Por siete años Estados Unidos y otras potencias imperialistas del Occidente han respaldado el programa de privatización del gobierno de Yeltsin: privatización del sector público (vendió las compañías de petróleo y gas a precios de ganga) y eliminación de controles, con el fin de dar rienda suelta al mercado libre. Tales medidas económicas crearon un auge de nuevas empresas privadas, pero a la vez dieron rienda suelta a actividades propias del capitalismo: robo de la propiedad pública, desarrollo de imperios económicos medio mafiosos y fuga de capitales (se retiraron grandes cantidades de dinero del país).

Esa reestructuración de la economía rusa ha desmantelado el sistema de empresas públicas, y "abierto" e integrado la economía al mercado mundial; se ha fomentado la importación de productos de consumo, la exportación de materias primas y la colaboración con los capitalistas del Occidente.

Para asegurar su participación e influencia en sectores clave de la economía, el Occidente le prestó billones de dólares a Rusia. El Fondo Monetario Internacional (FMI) recomendó privatización, liberalización de precios y un ataque brutal al nivel de vida de las masas. En 1993, más del 50% de la industria rusa estaba en la bancarrota. La sociedad se polarizaba cada vez más y grandes sectores de la población se encontraban en la miseria.

Estados Unidos respaldó a Yeltsin con la esperanza de que pusiera en práctica el proyecto de reestructuración. Por su parte, Yeltsin dependía de Estados Unidos y otras potencias imperialistas occidentales para recibir ayuda económica y capital a fin de reavivar la fuerza imperial de Rusia. Sin embargo, no recibió la cantidad de ayuda que esperaba y que se requería, y eso agravó la profunda crisis económica.

Estados Unidos y otras potencias como Japón y Alemania tenían sus propias limitaciones económicas, y eso restringió la ayuda que podían dar. Por otra parte, dicha ayuda--principalmente préstamos que tienen que pagarse con intereses--está condicionada al cumplimiento de medidas específicas. Eso ha sido muy marcado en el caso de los préstamos del Fondo Monetario Internacional, que los ha cancelado o postergado cuando Rusia no ha cumplido con ciertas medidas rápidamente. En mayo, el gobierno ruso tuvo que arrodillarse ante una comisión de Estados Unidos y del FMI a pedir que soltaran fondos, pero las negociaciones se dilataron y la crisis recrudeció.

Aparte, se evidencia cierta cautela en cuanto a otorgar ayuda a Rusia para que no vuelva a ser un poderoso rival económico, político y militar. En 1993, Estados Unidos decidió expandir la OTAN hacia el oriente (aceptó a la República Checa, Polonia y Hungría) para aumentar su influencia en la nueva configuración europea y frenar futuros proyectos imperiales de Rusia.

La crisis se profundiza

La crisis financiera de Asia, que empezó en julio de 1997 en Tailandia, ha repercutido a nivel internacional. Al alcanzar a Rusia, se entrecruzó con las particularidades del desarrollo capitalista nacional y la crisis económica que ya existía; las consecuencias han sido desastrosas.

La crisis de Asia ha impactado a Rusia de dos formas. Primero, los inversionistas internacionales siempre buscan inversiones más seguras y rentables; así que han sacado mucho dinero de Rusia y otros "nuevos mercados", que son lucrativos pero volátiles, para invertirlo en situaciones que ofrecen mayor estabilidad.

Segundo, las reducciones de planta y cierres industriales en Asia reducen la demanda de materias primas como petróleo, lo cual ha provocado una baja del precio mundial. Por eso, en Rusia las ganancias por exportación de petróleo y gas han disminuido dramáticamente. Con el afán de salir de la crisis, los países de Asia han reducido el precio de sus productos manufacturados de exportación, con la esperanza de acaparar mayores mercados; entonces los productos manufacturados rusos son menos competitivos.

Por otra parte, está el gran problema de la deuda (una buena proporción de la cual viene de los años 80). A medida que se agudizaba la crisis de Asia, los inversionistas se ponían más nerviosos, y las tasas de interés subieron hasta 100% y 200% para atraerlos. En Rusia, los inversionistas pedían una tasa sumamente alta para comprar bonos del gobierno, lo cual aumentó el interés de la deuda. Eso, a su vez, aumentó la posibilidad de que el gobierno no pudiera pagar la deuda y alejó más a los inversionistas.

Durante los últimos tres años, el gobierno ruso ha seguido los consejos de Estados Unidos y el FMI: ha pedido grandes préstamos a intereses muy altos de los mercados privados de capital para financiar su déficit presupuestal. Ha dedicado el 45% de los ingresos a pagar la deuda.

Durante los últimos cinco meses, ha tomado una serie de medidas drásticas para evitar el colapso financiero; por ejemplo, una prórroga de 90 días en los pagos de la deuda externa, una reestructuración de los bonos del gobierno y la devaluación del rublo (la moneda rusa).

La devaluación benefició a las industrias exportadoras, como la petrolera, puesto que bajó los precios de los productos de exportación. Sin embargo, aumentó los precios de los productos de importación y causó más miseria para el pueblo ruso. Alrededor del 50% de los productos y servicios del país son de importación; en Moscú, donde el dólar es la segunda moneda (no oficial), alcanzan el 80%.

Para los extranjeros que tenían inversiones especulativas y de corto plazo, la situación era demasiado arriesgada. Además les preocupaban los crecientes conflictos laborales. Así que sacaron grandes cantidades de capital, lo cual agravó la crisis aún más.

La banca rusa jugó un papel central en la racha de inversiones especulativas que se puso de moda cuando se decía que el mercado libre iba a resolver la penuria económica. Invirtió el dinero de los clientes en valores poco confiables o lo usó para comprar compañías industriales que estaban en quiebra. Esas inversiones se desmoronaron con el colapso de la economía; los bancos quebraron y la gente común perdió sus ahorros.

Los precios de los productos de consumo siguen subiendo. Por ejemplo, en una tienda el precio de los chícharos en lata subió de 6 a 8,1 rublos en el lapso de dos días, un kilo de nectarinas de 17 a 33 rublos, y una coliflor de 17,1 a 20,7 rublos. Muchos comerciantes ni ponen los precios puesto que cambian a cada rato. El Comité de Estadísticas Oficiales informó que los precios subieron un 36% durante la primera semana de septiembre.

El viaje de Clinton:
Preocupaciones e intervención yanqui

Clinton fue a Rusia a una cumbre de dos días en medio de una situación económica muy conflictiva y una creciente crisis de gobierno. Su mensaje fue escueto y no muy alentador: básicamente dijo que Rusia recibirá el respaldo de Estados Unidos y las demás potencias imperialistas del Occidente siempre y cuando se apegue a las medidas que le dictan: es decir, privatización y desarrollo sin trabas del mercado libre. Dijo: "Estados Unidos tiene que ejercer su liderazgo activamente y coadyuvar a forjar un sistema económico que premie a los que cumplan".

Ante la crisis actual, Estados Unidos espera que Rusia se comprometa a seguir por el mismo camino y dejar que opere el mercado libre. Clinton dejó muy en claro que no dará ningún respaldo si Rusia adopta las medidas propuestas por distintas fuerzas del Parlamento, entre ellas el Partido Comunista (el viejo partido revisionista de los falsos comunistas): aumentar la cantidad de moneda circulante para pagar salarios y expandir el crédito; devolver industrias importantes al sector público; mayor intervención y control del desarrollo económico por parte del gobierno; y el rescate de la banca.

La economía rusa es relativamente chica, pero Estados Unidos reconoce que su colapso tendría un impacto muy negativo en la economía mundial. Por ejemplo, hay gran preocupación puesto que la crisis actual en Rusia está suscitando inestabilidad económica en América Latina.

Otro problema que preocupa a Estados Unidos es el efecto que puede tener el caos económico y social ruso sobre la estabilidad de Europa. Tampoco quiere que Rusia tenga un gobierno agresivamente anti-Occidente ni que se restablezca el capitalismo monopolista de estado que existía en la Unión Soviética.

Además, le preocupan los posibles efectos de la crisis económica de Rusia sobre la estabilidad de precios y ganancias del mercado mundial. En su afán de obtener dinero, Rusia podría inundar los mercados con materias primas, lo cual provocaría una baja en los precios mundiales. Eso perjudicaría a las economías que dependen de la exportación de materias primas, que son mercados importantes para los productos de exportación e inversiones yanquis.

Clinton también expresó las preocupaciones yanquis en cuanto al papel político y militar de Rusia en la región, y a nivel mundial, al decir que es conveniente ayudarla por dos razones: 1) una Rusia fuerte puede jugar un papel importante en la resolución de conflictos regionales; y 2) Rusia tiene un arsenal nuclear.

Yeltsin ha sido "el hombre" de los yanquis en Rusia, pero está claro que ya no va a durar mucho; por eso, uno de los motivos del viaje de Clinton era establecer una relación más estrecha con una nueva generación de líderes "reformistas". Se consideró importante que Clinton diera una charla a estudiantes, jóvenes líderes comunitarios y de negocios del Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú para explicar en detalle las medidas que Estados Unidos propone.

Los comunistas revisionistas que dominan el Parlamento (la Duma) han aprovechado la crisis económica para ganar fuerza, sobre todo pintándose como grandes defensores de las masas empobrecidas.

Buscan socavar el poder político de Yeltsin y fomentan un programa económico distinto; sin embargo, no proponen que se abandone el mercado libre ni que el país se retire de la economía imperialista mundial.

El 23 de agosto, Yeltsin nombró a Chernomyrdin para reasumir el puesto de primer ministro, lo cual provocó una lucha intestina muy fuerte en la Duma. Los revisionistas no quisieron aprobar el nombramiento a menos que Yeltsin cumpliera sus demandas. Lo rechazaron en dos ocasiones; Yeltsin amenazó con disolver la Duma y sus opositores amenazaron con destituirlo.

Después de la visita de Clinton, Chernomyrdin propuso un plan económico con medidas que Estados Unidos ha rechazado explícitamente; un alto funcionario de la administración Clinton expresó francamente su frustración al respecto. Luego, Yeltsin anunció que retiraba el nombramiento de Chernomyrdin como primer ministro y nombró a Yevgeny Primakov como una concesión (Estados Unidos dice que tiene "buenas relaciones" con él). La Duma lo aprobó sin mayor problema.

La situación política en Rusia es muy precaria. Sin embargo, parece que Yeltsin ha evitado una grave crisis de gobierno por ahora, aunque la crisis económica sigue y se profundiza.

*****

El caos económico y político que se vive en Rusia demuestra el fracaso monumental del mercado libre.

Según el cuento de hadas de la globalización imperialista, a medida que el mercado libre occidental se expande por todo el mundo, crea nuevos mercados y billones de nuevos consumidores, lo cual produce crecimiento y dinamismo económico, y prosperidad para todo el mundo.

En realidad, la globalización imperialista sujeta los países del tercer mundo y otros "nuevos mercados", como Rusia, a la anarquía del capitalismo, donde se hacen y deshacen inversiones con un ring del teléfono celular de un corredor de bolsa. Como existe un mercado monetario mundial, una crisis de la moneda en Asia puede provocar devaluaciones peligrosas en todo el mundo.

En Rusia, grandes sectores del pueblo sufren los estragos de la economía y hay un enorme descontento. Se les dijo que el mercado libre iba a mejorar la vida, pero siguen esperando. Hay quienes dicen que estaban mejor con el viejo gobierno soviético. Muchos expresan ira y odio a Estados Unidos, el arquitecto de la pesadilla del mercado libre que viven. Una encuesta nacional encontró un aumento notable--del 50% en marzo al 65% en agosto--de gente que dijo que el gobierno de Yeltsin "ya no cuenta con la paciencia del pueblo". El 12% está dispuesto a sumarse a huelgas y el 11% apoya un levantamiento armado contra el gobierno. Dichas cifras se duplicaron en el lapso de seis meses.

Cuando la Unión Soviética se derrumbó en 1991, el Movimiento Revolucionario Internacionalista sacó una declaración titulada "ˇDesechar las ilusiones! ˇRevolución hasta el fin!": "Occidente no es rico porque sea democrático: es democrático porque es rico y es democrático para los ricos; el secreto de su riqueza y por tanto de su democracia es el imperio que ha construido con sangrientas conquistas y mantenido mediante guerras salvajes.... Si queréis saber lo que es en realidad la democracia occidental, apagad la emisora Europa Libre y buscad la forma de preguntárselo a los negros de Sudáfrica, a los palestinos de Gaza, a los barrenderos árabes de París, a los inmigrantes turcos de Hamburgo, a los mineros de Inglaterra o a los habitantes de los ghettos de Chicago: que os cuenten las `maravillas' de la democracia occidental. O simplemente esperad a verlo con vuestros propios ojos".


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