Predicando desde un púlpito de huesos: Lo que no dice `Virtudes' de William Bennett o, necesitamos moral, pero no la moral tradicional

Conservadores, liberales, revolucionarios

Bob Avakian

Obrero Revolucionario #977, 11 de octubre, 1998

"Por cualquier lado que se mire, no cabe duda de que en la actualidad hay lo que se podría llamar una `crisis moral en Estados Unidos'. Ha habido un considerable `derrumbamiento de la moral tradicional'. Pero la respuesta a esto, si se piensa en lo que más le conviene a la gran mayoría de la población de Estados Unidos y a la gran mayoría de la humanidad, no es reafirmar agresivamente esa `moral tradicional', sino conseguir que la humanidad encarne una moral radicalmente diferente, a medida que vaya transformando radicalmente la sociedad y el mundo, y como algo necesario para lograrlo. No se trata de apretar las cadenas de la tradición sino de romperlas".

Bob Avakian

En vista de la actual lucha intestina de la clase dominante, la serie de artículos de Bob Avakian sobre la `crisis de la moral' es muy pertinente. Entre esos importantes ensayos figuran: "Predicando desde un púlpito de huesos: Lo que no dice `Virtudes' de William Bennett o, necesitamos moral, pero no la moral tradicional", y "Acabar con el `pecado' o, necesitamos moral, pero no la moral tradicional (Parte 2)". Estos artículos salieron en el Obrero Revolucionario, en una serie titulada "¿Qué es la moral comunista?", de enero a mayo de 1996.

En esta parte de "Un púlpito de huesos", Avakian habla de la iniciativa que han tomado las fuerzas conservadoras burguesas, como William Bennett. Hoy en día, Bennett es uno de los que exigen que Clinton renuncie.

El OR publicará más partes de esta serie y los lectores la encontrarán en su totalidad en el website del OR en: http//mcs.net//rwor.com

La "moral occidental" (de hecho, la moral dominante en todo el mundo, dondequiera que la sociedad esté dividida en clases y existan la explotación, el patriarcado y otras formas de opresión) siempre ha sido una justificación de la opresión. Si bien en una sociedad como la estadounidense de hoy ya no se defiende la esclavitud y la mujer no es literalmente (o judicialmente) propiedad del hombre, de todos modos la explotación de la mano de obra, la subyugación de los negros y otras "minorías", y la opresión de la mujer siguen siendo aspectos integrales indispensables del sistema predominante. No extraña entonces que ante cambios que tienden a minar o trastornar el sistema (por no decir nada de desafíos directos), la clase dominante se aferre más a la autoridad de la "moral tradicional", a la vez que afila y esgrime con más agresividad su espada represiva. Por eso es que no solo William Bennett y otros "conservadores" libran una cruzada sagrada a favor de "la familia" y los "valores familiares": a ellos se unen en coro los demócratas y "liberales" de la clase dominante.

Sin embargo, la verdad es que en esta cruzada y en general, hoy por hoy, los "conservadores", y no los "liberales", tienen la iniciativa. ¿Por qué? Hay varias razones fundamentales: importantes cambios geopolíticos, en particular la desintegración del bloque soviético y la Unión Soviética; cambios en la economía mundial (como la mayor internacionalización de la producción y de la especulación y otras actividades parasíticas del capital) ligados a cambios en la economía estadounidense, como reajustes en la composición de la fuerza de trabajo, con menos trabajos manuales; y una enorme deuda asociada con los gastos militares sin precedente de la década pasada (el costo de "ganar la guerra fría").

Hay que ver la decadencia del liberalismo en ese amplio contexto. Por un lado, cambios económicos y sociales (como la contracción de la industria y el descenso de los sindicatos, el crecimiento de los suburbios y la fracturación de las viejas coaliciones políticas urbanas) han debilitado los tradicionales pilares sociales del pacto liberal conocido como el Nuevo Trato (New Deal). Por otro lado, intensas presiones económicas mundiales e inminentes crisis presupuestarias están causando una drástica restructuración de los gastos gubernamentales y los programas sociales, tras años de restructuración en el sector privado. Esta es una época de un capitalismo de menos concesiones, más golpes y más movilidad. Necesita abaratar la producción, rebajar los salarios y beneficios, y crear una fuerza de trabajo más flexible y "desechable". Necesita recortar los programas sociales del Nuevo Trato y de la Gran Sociedad, que hoy, dicen, son una carga "improductiva". (¿No fue el demócrata Clinton quien sacó la frase: "Eliminar el welfare tal como ha sido"?) Esos y otros factores relacionados han minado el terreno del Nuevo Trato y los programas de concesiones (la "guerra contra la pobreza", etc.), que han sido la base de las administraciones demócratas de la sociedad capitalista en Estados Unidos.

Reimpulso del patriarcado

A la vez, muchos de esos mismos factores, junto con la lucha que ha librado el movimiento de la mujer, han llevado a una situación en la que gran cantidad de mujeres no solo tienen la necesidad sino la posibilidad de trabajar fuera de la casa. A todo eso le ha acompañado una gran cantidad de trastorno y conmoción; y una de sus más importantes consecuencias es una erosión significativa, desde muchos ángulos y entre diversos sectores de la población, de la base de la familia tradicional patriarcal y de los "valores familiares tradicionales" con ella asociados. Sin embargo, todos esos cambios se están dando dentro de los límites del mismo sistema, sobre las bases de relaciones económicas capitalistas.

Esa contradicción podría ser muy explosiva, y ya está estallando en muchos aspectos. Para la clase dominante es muy importante "contener" esta contradicción y no dejar que lleve a una polarización social que amenace fracturarla. En particular, tiene que evitar aislar fundamentalmente a gran cantidad de mujeres--como profesionales y otras de la clase media--y evitar empujarlas a posiciones radicales opuestas al sistema. Al mismo tiempo, para los guardianes del sistema es indispensable reforzar las relaciones patriarcales, y ajustarlas a la realidad de la situación concreta.

Una expresión concentrada de eso es la polarización y dura lucha en torno al derecho al aborto. Es claro que la esencia del "movimiento" contra el aborto--que desde el inicio ha sido manejado desde "arriba" (y me refiero a individuos de la clase dominante y no a la inspiración de dios que le imputan)--ha sido reforzar el control patriarcal de la mujer y el papel de la mujer como incubadora. Los soldados fundamentalistas de ese "movimiento" dejan eso en claro.

Esta oración en una manifestación de la "Operación Rescate", que citó la revista Life (julio 1992), es típica: "Te ruego, señor, por favor rompe la maldición del corazón de las mujeres que dicen que no necesitamos a nuestros hombres. Rompe esa independencia". El hecho de que esa oración la dijo una mujer es un recuerdo pavoroso de la participación y del papel específico que desempeñaron no pocas mujeres en las filas de los nazis en la Alemania de Hitler (lo cual ha sido analizado por Claudia Koonz en su libro Mothers in the Fatherland). (Una de las más indignantes ironías de la batalla en torno al aborto es el hecho de que los reaccionarios que se oponen al aborto conjuran el espectro del holocausto para caracterizar el aborto de fetos, cuando en realidad su agenda, para la mujer y en general para la sociedad, es muy paralela a la de los fascistas hitlerianos, que atacaron el aborto (y lo restringieron y penalizaron) por ir contra el papel esencial de la mujer: la "maternidad".

La guerra contra los pobres

En otra dimensión, los cambios económicos y geopolíticos de Estados Unidos y el mundo han llevado a que millones de personas que están en el fondo de la sociedad en Estados Unidos, en particular los que viven en los ghettos y barrios pobres, queden excluidas más o menos permanentemente de un trabajo significativo, remunerativo, salvo en la "economía subterránea" (que se basa en gran medida en el narcotráfico y ha pasado a ser un importante factor económico e importante empleador en todas las grandes zonas urbanas, así como en ciudades más pequeñas, pueblos e incluso zonas rurales).

Aquí también, la clase dominante se ve ante la necesidad de contener y mantener el control fundamental de la situación, y de los de abajo, así como de levantar y fortificar barreras entre ellos y otros sectores sociales ("la clase media"). Eso explica, por un lado, el constante incremento de fondos y fuerzas asignadas al crimen y castigo, o sea, la policía, las prisiones, las guerras contra las masas con el pretexto de la "guerra contra la droga" y la "guerra contra el crimen" y, por otro lado, el hecho de que esas "guerras" nunca se "ganan" sino que continúan interminablemente.

Todo eso establece el marco y el "tono" de la política de la clase dominante en Estados Unidos. Exige que la "punta de lanza" de sus medidas sea un ataque agresivo contra los de abajo y eliminar concesiones (o sea, una guerra contra los pobres en vez de una supuesta guerra contra la pobreza), junto con una cruzada igualmente agresiva para promover e imponer los "valores antiguos" del patriarcado, el patriotismo y el chovinismo blanco (racismo).

Una tras otra, la prensa grande difunde y legitima toda clase de "teorías" e "investigaciones" que dizque demuestran que existen diferencias innatas e inmutables entre las razas, los géneros y los grupos sociales, y que explican por qué unos se merecen posiciones de privilegio y otros no. Luego afirman que eso es "prueba científica" de que los programas que se proponen nivelar esas desigualdades están condenados al fracaso y hay que eliminarlos. Pero la verdad es que lo único que prueban esas "teorías" y esas "investigaciones" es el innegable descrédito de un sistema y una clase dominante que están abandonando hasta la apariencia de poder superar enormes desigualdades, y más bien tienen que inventarse "profundas razones" por las que no pueden superarlas. Y en todo eso, aunque los "liberales" tienen un papel que desempeñar, los "conservadores" tienen la iniciativa.


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