Voces del Día Nacional de Protesta para Parar la Brutalidad Policial, 22 de octubre de 1998

Familias de las vidas robadas

Obrero Revolucionario #981, 8 de noviembre, 1998

El 22 de octubre de 1998, por todo el país miles de personas se lanzaron a la calle con motivo del tercer Día Nacional de Protesta para Parar la Brutalidad Policial, la Represión y la Criminalización de una Generación. A la cabeza iban padres y familiares de personas que han muerto a manos de la policía. En las manifestaciones muchos más relataron incidentes de asesinatos policiales y de la criminalización de la juventud. Las fotos y declaraciones de estas páginas son parte de esa historia:

Iris Báez, madre de Anthony Báez, quien fue asfixiado por un policía de Nueva York porque una pelota de fútbol golpeó su radiopatrulla. La Fundación Anthony Báez es uno de los patrocinadores del Proyecto Vidas Robadas:
"La brutalidad policial tiene que parar. No queremos seguir encontrándonos así; queremos vernos en fiestas, en lugares donde podamos recordar a nuestros seres queridos. Tenemos que ser la voz de las víctimas. Nosotros, y cada uno de ustedes, tenemos que decir, donde sea que estemos, que la brutalidad policial en Nueva York es una epidemia".

George Morris perdió a su hijo Kevin, de 18 años, el 18 de enero de 1998, cuando un policía de Chicago lo baleó en la nuca:
"Esta protesta es para honrar, para sanar. Me permite desahogar la ira que tengo. Le abre otro camino a mi familia que no sea el del dolor. Ahora podemos dedicarnos a la solución, no porque hayamos sido parte del problema sino porque podemos ser parte de la solución".

D.J. "Junior" García, sobrino de Mark García, a quien la policía mató a golpes y con gas pimienta el 6 de abril de 1996 en San Francisco:
"Publicaron mentiras sobre mi tío, dijeron que era un criminal, una persona mala.... Mi tío era esposo, padre de dos hijas, uno de cuatro hijos, tío de 12 sobrinos y sobrinas, miembro del sindicato Teamsters y consejero de drogadictos. No había nada que no hiciera por ayudar, aunque se tratara de un loco. Ayudó a muchos a dejar el trago y la droga. Yo soy uno de esos a quien ayudó a dejar la droga. La vida que tengo hoy se la debo a él.... Hoy, cuando marchemos por la calle, por nuestra calle, ¡quiero oír coros muy recios! Para que todos los hermanos y hermanas que no están aquí se unan a la marcha, y para que los muertos por la policía que están bailando en el cielo nos oigan".

Ana Jorge, cuyo hijo Félix, que padecía de esquizofrenia, murió cuando se encontraba preso en Nueva York:
"Le metieron 15 yardas de papel higiénico en la nariz y la garganta. Lo desnudaron y lo metieron en la ducha. Lo arrastraron por el patio, pero dicen que no lo mataron. Lo persiguieron desnudo, su propio video lo confirma. Sin embargo, dicen que no lo mataron. Pasó tres días sin comer, con las manos y los pies amarrados. Lo cambiaban constantemente de celda. Estaba muy, pero muy enfermo.... Cuando pedía la medicina, lo golpeaban, y cuando pidió ver a su mamá le metieron papel higiénico en la nariz y la boca. Y no le dijeron a su mamá que murió, que se quedó sin vida, que ellos lo mataron".

Juanita Hines es la abuela de Richie Pack, de 19 años, que vivió toda la vida en una silla de ruedas. Juanita relató lo que ocurrió el 16 de octubre de 1994, el día que la policía de Chicago lo mató:
"Esa tarde Richie pidió permiso para ir a ver a sus amigos jugar fútbol. El tenía un perro pit bull que lo acompañaba. En eso llegaron dos agentes, el agente Moore y el agente Price. No sé qué más le dijeron aparte de que iban a `matar al pinche perro' si no lo metía. El hermano de Richie salió y se llevó el perro al patio de atrás.... Desde el balcón alcancé a ver cómo el agente Moore golpeaba a Richie en el pecho, por lo menos tres veces. Luego lo agarró de la camisa y lo levantó de la silla de ruedas, lo lanzó contra la pared y a patadas le hizo abrir las piernas. `¡Aparta las pinches piernas!', así le gritó. Yo les decía que su corazón no es normal, que había tenido un ataque al corazón y que además nació con parálisis cerebral, y les rogué que lo devolvieran a la silla de ruedas. Pero me contestó: `No. Nos lo vamos a llevar preso'. Yo les dije que me llevaran a mí en vez. El policía se puso a gritar: `¡Ya veremos cómo te portas frente al juez en la mañana!'. Mi nieto estaba llorando y me dijo: `Me golpearon duro, mami'. Yo pregunté que por qué lo habían tratado así, y el agente me dijo: `Sospechamos que colabora con los que venden droga'. Richie no podía mover el brazo. Cinco minutos después se fueron los policías. Entré y le di un beso. El seguía llorando, estaba perturbado. Y en seguida murió, así no más. El médico dijo que el corazón se le reventó".

J.J. Amaya, cuya hermana murió a balazos el 7 de marzo de 1998 en Union City, California:
"Estoy aquí por las lágrimas de mi mamá. Estoy aquí en nombre de las familias que no pudieron venir.... Estoy aquí en nombre de la juventud a la que constantemente detienen y hostigan. Estoy aquí en nombre de todas sus causas".

María de los Angeles Aguilar, cuyo esposo Oscar Córdoba Vélez fue muerto por la Patrulla Fronteriza en San Ysidro, California, envió una declaración al mitin de Los Angeles:
"La vida de mi esposo fue tan injustamente robada.... El migra estaba jalando de los pies a un muchacho que lo acompañaba. Oscar, por defenderlo, intentó desviar la atención del migra y así fue cuando el agente desenfundó su arma y disparó sobre él, pegándole en el corazón, sin siquiera poder defenderse. Y ahora por ese acto de valentía, dos niños quedaron huérfanos, sin sostén, sin su padre. Yo exijo justicia porque ese hombre es culpable de que hoy dos niños tengan que salir solos sin ningún apoyo tan valioso como era el de él".

Jamie Harris, madre de Drue Frederick Harris, quien murió en la delegación de los sheriffs del condado de Sonoma hace nueve meses:
"Estoy aquí hoy con todos los familiares de todo el país para protestar contra la muerte de nuestros seres queridos. Durante los últimos dos años, 16 personas han muerto a manos de la policía y los sheriffs del condado de Sonoma. Ninguna muerte fue justificada y no juzgaron a ninguno de los asesinos".

Donna Dymally, cuyo hijo Marc Fitzsimmons murió a manos de agentes de la delegación Suroeste en Los Angeles. Marc recibió muchos honores en la preparatoria y la Universidad de California lo admitió a las 15 años de edad. Pero unos años después, empezó a sufrir de un desequilibrio químico que causa grandes cambios de estado de ánimo. Eso lo volvió vulnerable:
"La mañana del 2 de julio de 1998, Marc salió de la casa para ir al Banco de América. La mañana del 7 de julio, cinco días después de que desapareció, me llamaron mis padres de Cleveland, Ohio. La policía de Cleveland los visitó y les dijo que llamaran al médico forense de Los Angeles.... Mi hijo murió a 4 km de mi casa... pero el médico forense nunca me informó ni me permitió identificarlo.... Lo que quiero decirles hoy es que ya estamos en un estado de emergencia. Si eso le pasó a mi hijo, está pasando una y otra vez por todo el país. Es un ataque contra todos nosotros. A diario nos roban la vida de nuestros seres queridos.... Eso o paraliza o moviliza.... Hoy estamos aquí para decir basta ya".

Frente al cuartel de la policía de Los Angeles, Herman Harvey se enfrentó con los policías responsables de la muerte de su hijo, Kelvin Robinson. Kelvin era sordomudo; el 18 de octubre de 1997, el DPLA lo baleó tres veces en la espalda y los paramédicos se negaron a atenderlo:
"¡Ustedes son unos cobardes! Mi mamá me dijo que no odiara sino que perdonara. Pero no puedo perdonarlos y no puedo dejar de odiarlos. Son unos perros. Lo digo con total sinceridad. Mi familia y yo hemos sufrido tanto.... Así que unámonos y hagamos lo que hay que hacer. No vengan con falso apoyo. No me gustan. Si van a ser firmes, vengan. Si hay que morir, pues moramos juntos".

Manuel Reyes, padre de Henry Sánchez, muerto a puñetazos por ocho policías en Bell Gardens (Los Angeles):
"Mi hijo murió a manos de la policía por unas órdenes de detención por las que no hubiera debido morir. Era soldado del ejército de este país y luchó para defender a los que lo mataron. Me hablaba de la guerra..... Cuidé a mi hijo desde chiquito y lo quería mucho. Lo crié y le di todo mi amor, mi vida. Pero hoy mi hijo no está aquí. Nunca lo voy a olvidar, pero quiero decirles que me da mucho placer estar con ustedes hoy y que no tengo miedo, que estoy con ustedes el cien por cien. No descansaré hasta conseguir justicia y paz".

De un poema de Mario Carrasquillo, hermano de Aníbal Carrasquillo, baleado en la espalda por la policía de Nueva York:
"¿Quién es ese diablo vestido de azul?/¿Es un hombre religioso común y corriente o es un perverso psicópata?/¿Realmente protege a nuestros hermanos y hermanas o prefiere vernos arrestados y torturados?... ¿Realmente posee el poder de decidir si vivo o si muero?/Este diablo vestido de azul, ¿es un ser humano?, ¿tiene integridad moral o es una especie inmoral que nos percibe como enemigos?/Esas preguntas mortales no tienen respuesta, lo que me lleva a esta conclusión/¡Es hora de defender nuestros derechos, contraatacar y empezar la revolución!"


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