Guerra canalla yanqui

¡Dejen en paz a Irak!

Las explosiones de misiles cruceros en Irak perturban; hacen recordar el vídeo de la paliza al indefenso Rodney King. Esta vez, la víctima es todo un país. Los presuntuosos generales del Pentágono, como bravucones sinvergüenzas, dicen que todavía no hay bajas entre sus fuerzas, tras los bombardeos nocturnos que destruyen los "blancos", sus alrededores y dejan cráteres por todos lados.

El 16 de diciembre, por orden presidencial, empezó el ataque sorpresa de las fuerzas de Estados Unidos e Inglaterra. La prensa títere envuelve en humo el salvajismo del ataque con pretextos y galimatías. El pretexto para lanzar armas de destrucción masiva es que Irak podría tener "armas de destrucción masiva". El mismo país que destruyó a Hiroshima y Nagasaki y que arrasó aldeas vietnamitas, quiere decidir quién puede y quién no puede tener "armas de destrucción masiva". Los generales del Pentágono se jactan de "ataques precisos" que "minan la capacidad militar" de Irak para tapar el infierno que han creado para los iraquíes.

Estados Unidos ordena que Irak se someta y se deje humillar; después de haberlo apabullado en la guerra del 91 y de imponerle sanciones, manda inspectores a fisgonear toda pulgada de su territorio, y si no les abre todas las puertas, lo bombardea. Aparentemente, el Nuevo Orden Mundial no permite manifestaciones de "soberanía nacional" de parte de países pobres; a los que no hacen caso, los harán papilla. Estados Unidos se adjudica el derecho de bombardear edificios, complejos e instalaciones de Irak cuando se le antoje. Las voces del sistema, de la Casa Blanca a los medios, dicen que Estados Unidos puede (¡y debe!) decidir quién va a gobernar a Irak y "eliminar" mandatarios que no le gusten.

Esa es lógica colonialista que defiende graves crímenes y canallas bombardeos de gángsteres mundiales. La clase dominante de Estados Unidos aprieta la vena yugular del petróleo del mundo, y lanza bombas y misiles para que nadie, especialmente los pueblos árabes, se olviden de que no va a soltar ese recurso estratégico.

Bob Avakian, Presidente del PCR, dice: "¿Por qué los llamamos imperialistas? Porque explotan y oprimen a la gente por todo el mundo. Han desarrollado un imperio y harán cualquier cosa para preservarlo. Es la misma gente que nos roba y explota, degrada y humilla todos los días, y le hace lo mismo, y le gustaría hacerlo más, a la gente de todo el mundo. Es por eso que lo llamamos imperialismo, porque eso es lo que es".

Qué exhibición más asquerosa la que este sistema le está dando al mundo: en el exterior, ataca con misiles a un país casi indefenso: una lección sanguinaria para todo el mundo. Dentro de sus fronteras, lanza un ataque para imponer el patriarcado de la policía del sexo y "el imperio de la ley", al extremo de atacar a su propio comandante en jefe. En medio de sus luchas intestinas, varias facciones de la clase dominante han puesto en tela de juicio el "momento escogido" por Clinton para lanzar el ataque, pero no cuestionan las medidas que dictan golpear, estrangular y golpear de nuevo al pueblo iraquí.

¿Quién puede dormir tranquilo sabiendo que el mundo está en manos de estos tipos? A los que para defender al presidente ante la inquisición defienden su orden de atacar a Irak, hay que preguntarles: ¡¿Qué creen que están haciendo?!

Para construir un mundo mejor, forjar una auténtica solidaridad entre los pueblos oprimidos del mundo, ajustar las cuentas y conseguir justicia, primero tenemos que oponernos a este ataque criminal contra Irak. Tenemos que trabajar juntos para tumbar a estos imperialistas y liberar al mundo de sus sangrientas garras.

Las masas de Estados Unidos tienen más en común con el pueblo iraquí que con la clase dominante de este país. Más de 700.000 niños iraquíes han muerto por escasez de comida y medicinas debido al embargo, y los sobrevivientes tienen que soportar bombardeos nocturnos. Los iraquíes NO son nuestros enemigos, son nuestras hermanas y hermanos.

La guerra yanqui contra Irak no es nuestra guerra; es una guerra injusta, una guerra sin honor, una guerra canalla.



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