La neta sobre la inquisición y el juicio a Clinton

Carl Dix

Obrero Revolucionario #994, 14 de febrero, 1999

Por segunda vez en la historia de Estados Unidos, el Senado está juzgando al presidente de la nación. El que esta máquina siga arrollando sorprende y perturba a muchos; unos piensan que aquí hay gato encerrado, que no se trata de las usuales porfías e intrigas en que se enfrascan los demócratas y los republicanos. El proceso contra Clinton parece una cacería de brujas y una inquisición.

¿Cuál es el motivo de esta inquisición y qué está en juego para el pueblo?

Efectivamente hay una "vasta conspiración derechista". Eso no es nada sorprendente para los que conocen las andanzas de las principales figuras de la inquisición. Tanto el senador Trent Lott como el congresista Bob Barr están ligados al Consejo de Ciudadanos Conservadores, una organización racista. Una ley que prohíbe pagar abortos con fondos federales lleva el nombre de Henry Hyde. El presidente de la Suprema Corte, William Rehnquist, apoyó leyes racistas de separación de las razas, y leyes que permiten intervención de teléfonos, espionaje sin autorización judicial y detención preventiva. Pero la mayoría de la gente todavía no se da cuenta de la verdadera magnitud, fuerza y programa de la red derechista de la estructura de poder.

La inquisición no apunta solo contra Clinton. Claro, lo quieren destituir e imponer a la brava su represivo programa social y político. La destitución de Clinton es la punta de lanza de un ataque de muchas facetas para hacer cumplir lo que se conoce como "la política de crueldad". Los protagonistas de la inquisición quieren que manden, por las buenas o por las males, el ultrapatriotismo, la supremacía blanca y el machismo.

La inquisición perjudica al pueblo y por eso hay que combatirla con decisión y urgencia. Ya ha sentado precedentes peligrosos que tendrán grandes consecuencias: espiar y meterse en la vida diaria de todos; aplicar la moral religiosa a asuntos judiciales y políticos; tenderle trampas a los acusados con pretextos legalistas; hacer más uso de los grandes jurados y ampliar los poderes de la fiscalía. Si los fascistas cristianos logran salirse con la suya, las relaciones sexuales de común acuerdo fuera del matrimonio y las mentiras serían tanto "pecados" como "crímenes".

La derecha cristiana que se ha colocado a la cabeza del Partido Republicano dirige una "guerra cultural" para eliminar la cultura y la moral que surgió en los años 60, como resultado de la lucha de millones de personas contra el sistema, la injusticia y la desigualdad. Atacan a Clinton porque piensan (equivocadamente) que él es un símbolo de esa rebelión, y de la "diversidad" y del "multiculturalismo".

¿Por qué es la embestida derechista tan implacable y por qué se desliza cada vez más la política oficial hacia la derecha?

Para empezar, los cambios en la economía mundial que se han dado en la última década requieren un sistema más rapaz; menos impedimentos para las grandes empresas; más recortes de costos y personal; más eficacia; menos sindicatos; eliminación de programas sociales. Seguir a la cabeza del mercado global requiere un capitalismo de menos concesiones, más golpes y más movilidad. Esos y otros cambios han minado el orden social de más de 50 años, representado por los programas del Nuevo Trato de Roosevelt y la Gran Sociedad de Johnson.

Además, desde los años 60 se han dado importantes cambios en la sociedad: las nacionalidades oprimidas son más numerosas; hay mayor diversidad cultural; el papel de la mujer ha cambiado; el hombre ya no juega el mismo papel tradicional como cabeza de familia. Esos cambios podrían desestabilizar la cohesión de la sociedad.

Por eso, los de arriba están de acuerdo en eliminar el welfare, darle mayores poderes represivos al gobierno y fomentar un clima represivo en toda la sociedad. Tanto los demócratas como los republicanos están de acuerdo con la "política de crueldad", o sea, pobreza, palazos y patriarcado. Pero también tienen pugnas. La extrema derecha quiere una versión extrema de ese programa; quiere que la moral cristiana sea el cemento de la sociedad para mantener su imperio mundial. Y lo quiere imponer a brazo partido.

Clinton ha sido un blanco de la derecha desde que asumió la presidencia, y ahora lo tiene en el banquillo de la inquisición. Las medidas judiciales y constitucionales con que han atacado a Clinton perjudican a la gente común y corriente, y ni hablemos del peligro que son para los enemigos del sistema.

Logren o no destituir a Clinton, el programa de la derecha tendrá graves consecuencias para el pueblo: más moral tradicional, más jóvenes a la cárcel, más brutalidad policial, más restricciones al aborto, más ataques contra los programas bilingües y más sentencias a muerte.

Se dice que a los negros les interesa salvar la presidencia de Clinton, que él por lo menos "respeta a los negros y su cultura", que la única alternativa a Clinton son los republicanos (enemigos probados de los negros). Esa es una trampa en la que no podemos caer.

El programa de Clinton nunca se ha apartado mucho de "pobreza, palazos y patriarcado". De hecho, su especialidad ha sido combinar la "política de crueldad" con la retórica de "inclusión". Veamos lo que ha hecho: ha desmantelado el welfare; ha promovido y hecho cumplir medidas racistas para aplicar a más gente la pena de muerte; ha escalado la criminalización de la nueva generación de negros y latinos; ha minado derechos civiles; ha militarizado más la frontera y atizado la persecución de los inmigrantes; ha lanzado ataques contra Irak. Con amigos así, ¿quién necesita enemigos? La verdad es que tanto Clinton como la derecha desempeñan su propio papel para imponer el programa represivo que avanza cada vez más hacia la derecha.

¿Cómo salimos de esta mala situación? Tenemos que atacar y luchar contra la inquisición. Todos los que rechazan el programa y las tácticas de la derecha tienen que unirse para combatir esta cruzada. Solo el pueblo puede parar la inquisición. Tenemos que forjar una oposición a la política de crueldad, unificando gente de todas las nacionalidades y capas sociales, para librar la clase de lucha que se está librando contra la epidemia de brutalidad policial y para impedir la ejecución del preso político Mumia Abu-Jamal.

Se necesita una oposición que no se atenga a las mismas estructuras, instituciones y procesos políticos a través de los cuales se está llevando a cabo la ofensiva derechista. Tenemos que tomar la situación en nuestras propias manos. Tenemos que apoyarnos en nuestras propias fuerzas y en la acción política independiente para superar los límites y marcos impuestos por el sistema. Naturalmente, es un desafío. Pero es el único camino realista para combatir los ataques del sistema contra el pueblo.

Carl Dix es el vocero nacional del Partido Comunista Revolucionario. Es miembro fundador de la Coalición 22 de Octubre para Parar la Brutalidad Policial.

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