La mujer en las fábricas del mundo

Obrero Revolucionario #998, 14 de marzo, 1999

"Solo a las 7:30 de la mañana o de noche, al finalizar la jornada de trabajo, uno se da cuenta de que Dacca es una ciudad de obreras; a esas horas llenan las calles y el paso de tantas jovencitas (chappals) crea grandes nubes de polvo. Lo inconcebible es cómo salen cada día de los peores tugurios imaginables, limpias y radiantes, vestidas de colores brillantes".

Jeremy Seabrook, In the Cities of the South
(En las ciudades del sur de Asia)

En el tercer mundo millones de mujeres jóvenes parten del campo a la ciudad, donde trabajan en fábricas y viven en inmensos cinturones de miseria. Llegan con muchas ilusiones, contentas de haber dejado atrás la vida estancada del campo y la familia patriarcal. Quieren ser independientes y esperan poder mandarle una parte del salario a la familia. Si bien la vida es muy distinta, de repente se encuentran en otro terrible callejón sin salida. Seabrook escribe: "Una costurera de Yakarta me dijo que la ropa debería tener una etiqueta con su `cuota de dolor' para que se supiera cuántas lágrimas, cuánto sudor, se halla en cada puntada".

"Las contradicciones relacionadas con el papel y la posición de la mujer son sumamente explosivas.... Por un lado, las transformaciones en la economía, tanto en Estados Unidos como en otros países imperialistas y el tercer mundo, han incorporado por necesidad a muchas mujeres a la fuerza de trabajo. Una de las características distintivas del mundo de hoy, que tenemos que investigar más, es la `feminización del trabajo asalariado'.... Por otro lado, y esto es lo que hace que sea tan explosiva esta contradicción, la burguesía necesita imponer agresivamente los `valores tradicionales' y, en gran medida, las relaciones tradicionales".

Bob Avakian

Judith Yanira Viera
de El Salvador

"Soy salvadoreña y tengo 18 años. Por más de un año, trabajé en la maquiladora Mandarin (de taiwaneses) en la Zona de Libre Comercio de San Marcos; cosíamos camisas para Gap, Eddie Bauer y J.C. Penney. De lunes a jueves, trabajábamos de las siete de la mañana hasta las nueve de la noche. Los viernes trabajábamos toda la noche hasta las cuatro de la madrugada; dormíamos en el piso; y el sábado empezábamos a las siete de la mañana y salíamos a las cinco de la tarde. Con todo y esas jornadas larguísimas, jamás cobré más de 750 colones ($43) al mes.

"Los capataces nos regañaban, nos golpeaban con las camisas, gritando que trabajáramos más rápido. En una jornada de 14 horas, nos permitían ir al baño dos veces... de tres a cinco minutos. Hacía mucho calor y no había buena ventilación.

"Muchas chavas de 14, 15 y 16 años trabajan en esa maquiladora.... Cuando se enferman, tienen que ir con el médico de la compañía; aprovecha para darles anticonceptivos para que no vayan a salir embarazadas. En la línea de montaje donde yo trabajaba, una compañera se puso mal y fue a una consulta.... El médico descubrió que estaba embarazada y le dio unas pastillas que provocan el aborto".

La "zona de libre comercio" está a cargo del ex coronel Mario Guerro; el ex coronel Luis Alonzo Amaya es jefe de personal de Mandarin. Ellos y sus secuaces reprimieron la lucha sindical; torturaron a la delegada y despidieron a las dirigentes. El ex coronel Amaya hostigó sexualmente a Judith: "En varias oportunidades me invitó a `salir'. Me dijo que aceptara o me despedían. Me seguía en el auto. Me daba tanto miedo que siempre iba a casa acompañada de mis dos hermanas".

Hira y Mirim
de Yakarta, Indonesia

Yakarta de noche es un collage de letreros de neón con nombres de transnacionales como Fuji Film, Proctor y Gamble, Toshiba, Hitachi y Taisho. Sus oficinas lujosas proyectan una imagen de tranquilidad. En cambio, las zonas populares como Bekasi son muy duras; es común ver retenes militares.

Hace poco los trabajadores industriales eran casi puros hombres, pero ahora el 50% son mujeres, que se concentran principalmente en la electrónica y la costura.

Hira y Mirim son costureras; trabajan en Duta Busana, una compañía que hasta hace poco trabajaba para Levi Strauss. Tras un conflicto laboral, denunciaron los siguientes hechos a la prensa: las costureras de Duta Busana pidieron un día de descanso al mes (cuando están menstruando), conforme a la ley laboral de Indonesia. Los patrones respondieron que tendrían que reportarse, quitarse la ropa interior y enseñarla al gerente como "prueba". Hira dice que tal trato degradante es completamente normal: "Los insultos son el pan de cada día. El patrón se enoja; nos dice perra, cerda, puta; y se supone que lo debemos aceptar con calma, sin contestar".

A Levi Strauss le conviene proyectar una imagen de compromiso social, es decir, de que garantiza condiciones de trabajo aceptables para "sus" empleados en el extranjero. Por eso tiene unas cuantas fábricas modelo; sin embargo, subcontrata gran parte de la producción, y en esas otras fábricas las condiciones de trabajo son de las peores y el salario es una miseria.

En Duta Busana trabajan hasta 14 horas al día; si protestan por las largas jornadas, las despiden. En Yakarta hay 800.000 personas que carecen de empleo e ingresos, además de dos millones que ganan menos de lo necesario para vivir. Con tanta miseria, es fácil encontrar nuevos trabajadores; hasta pagan mordidas para conseguir empleo.

Hira habla de las condiciones de trabajo: "Hace muchísimo calor; el techo es de metal y adentro hay un gran hacinamiento, casi no hay espacio. Somos más de 200 obreros, la mayoría mujeres, pero hay un solo excusado para todos".

Muchas mujeres vienen a la ciudad con la ilusión de seguir con sus estudios y de poder mandar dinero a la familia, pero el salario de $40 al mes ni alcanza para vivir. El salario mínimo cubre apenas el 80% de las necesidades básicas; aun así, muchas compañías tienen permiso de pagar menos. Es común que las jóvenes corten la comunicación con la familia por la pena de no poder aportarle nada.

Hira dice: "La verdad es que llegamos a casa totalmente agotadas, no hacemos más que cenar y dormirnos". Su "casa" es una habitación de dos por tres metros en el segundo piso de una vivienda muy pobre y pagan una semana de salario de renta. No tienen muebles, solo unos colchones en el piso, una tela en la puerta y un tendedero. En la pared están retratos de la familia, un calendario y un espejo. No hay agua; la tienen que traer en cubetas.

Sanyan de Bangkok, Tailandia

Sanyan hace camisas en un pequeño taller de muchas máquinas de coser. Elabora el cuello, puños, ojales, mangas, etc.; recibe menos de $6 por 20 camisas al día. Los grandes capitalistas de la costura se quejan de que los salarios de las tailandesas son altos comparados con el resto de Asia, y para "compensar" las hacen trabajar largas jornadas. Por ejemplo, en el taller de Sanyan, entran a las siete de la mañana y salen hasta la medianoche.

En Huaykhwang, la zona industrial de Bangkok, los edificios son de tres pisos: en la planta baja están los talleres, en el segundo piso los apartamentos de los dueños y en el tercer piso los dormitorios de las costureras. Hay de 5000 a 10.000 talleres; generalmente son negocios de familia que apenas se mantienen a flote; muchas dueñas trabajaban anteriormente de costureras y ahora traen a chamacas de su pueblo para trabajar. Estas viven y comen juntas; cuando dan a luz, los bebés se quedan con ellas dos o tres meses, pero después los mandan a vivir con familiares en el campo.

Elaboran ropa para todo el planeta: camisetas "polo" para Estados Unidos y Europa; camisas de manga corta para Australia y Sudáfrica; y faldas bordadas para Polonia. Su suerte depende del mercado mundial: muchos talleres cerraron por la guerra del golfo Pérsico y otros más con la crisis financiera de Asia oriental.

Las costureras viven una vida dura, monótona, sola y llena de miseria. Sin embargo, muchas de ellas prefieren eso a la vida aislada del campo con sus fuertes tradiciones patriarcales, lo cual resalta el tremendo sufrimiento de la campesina.

Gorras de béisbol
en Dacca, Bangladesh

La fábrica de M/S Proster es una empresa conjunta de dueños de Hong Kong y Bangladesh que confecciona gorras de béisbol para Estados Unidos. Los vecinos relatan los pormenores del trágico incendio del 11 de febrero de 1995. Dicen que las obreras se dieron cuenta de que muchas puertas se mantenían cerradas con llave, pues días antes hubo un incendio y no pudieron abrirlas. Así que el 11 de febrero, cuando la fábrica se incendió de nuevo, trataron de salir del edificio rápidamente. En el pánico, varias murieron atropelladas y muchas resultaron heridas. Una obrera se cayó del cuarto piso. La cifra oficial fue de cuatro muertas, pero los vecinos afirman que murieron más... hasta cien personas.

Hace 20 años la industria de la costura no existía en Bangladesh y las jóvenes trabajaban de sirvienta; posteriormente, los capitalistas hicieron grandes inversiones para aprovechar la mano de obra más barata del mundo. Hoy 1,2 millones de jóvenes trabajan en la costura; el 80% son mujeres. Producen el 50% de las divisas del país.

Las costureras de Dacca viven la pesadilla de la maquiladora: jornadas de 13 horas, seis o siete días a la semana. El polvo del algodón causa enfermedades del pulmón. Niños de 11 años trabajan de "ayudantes" de las jóvenes; se sientan debajo de la mesa, donde cosen y cortan telas e hilos; trabajar tantas horas agachados les provoca escoliosis, una deformación permanente de la columna.

Seabrook escribe: "La vida de las obreras es una batalla constante: desnutrición, vivienda inadecuada, mala salud, agua contaminada, problemas de transporte y cansancio.... Muchas de ellas se casan con culís [choferes de taxi-bicicletas]; para ellos, conviene que la esposa siga trabajando, siempre y cuando se encargue del quehacer doméstico: cocinar, cuidar a los niños, traer agua y combustible".

Trabajo sin cesar en la frontera
México/Estados Unidos

"Siempre estoy trabajando; corro y corro pero jamás avanzo".

María, obrera de la frontera

En México, muchas fábricas de la región fronteriza, como Zenith y General Motors, contratan exclusivamente a mujeres porque, según los gerentes, son ideales para el ensamblaje por ser "más diestras, más sumisas y porque existe una fuente inagotable de mujeres deseosas de trabajar". El 60% del millón de trabajadores de las maquiladoras son mujeres, la mayoría de 15 a 25 años de edad, cuyas familias dependen de ellas, aunque ganen apenas 80 centavos la hora. Además, sufren explotación sexual; el Los Angeles Times informó que a una señora que tiene seis hijos la acusaron de robo porque se quejó de que su jefe le dijo que se acostara con él o perdía el trabajo.

María trabaja una doble jornada, una en una compañía estadounidense que produce computadoras y otra en la casa. Si bien trabaja en la fábrica de 2 a 10 p.m., todos los días empieza a trabajar a las 5 de la mañana.

Se levanta antes que su marido para preparar la comida, generalmente una sopa de fideos, y también le prepara el almuerzo. Son los únicos momentos solitarios que tiene en todo el día. Cuando su marido se levanta, desayunan juntos (pues no pueden comer ni cenar juntos) y él sale para el trabajo.

Los dos trabajan, pero apenas les alcanza para lo imprescindible... y para pagarle a una señora que cuida los niños. No tienen para carne, fruta, vegetales, leche; ni les alcanza muchas veces para tortillas y frijoles. Los fines de semana María lava la ropa, hace la compra, cocina y limpia la casa de cartón y madera.

Una obrera de Sunbeam-Oster cuenta: "Eramos muy, muy pobres y éramos 12 hermanos, y mis padres no podían mandarnos a estudiar a todos. Como era la mayor, tuve que dejar los estudios para ayudar en la casa y trabajar en las casas de los vecinos para ganar un poco de dinero. Tuvimos que irnos de San Luis Potosí... trabajar en las maquiladoras era la única esperanza. Al llegar aquí, vimos lo terrible que es: no hay dónde vivir y hay que trabajar en las máquinas todo el día. Pero para nosotros no hay nada en San Luis Potosí".

*****

"Los patrones nos ven como máquinas con el deber de producir; si la máquina deja de funcionar, piensan que nos estamos rebelando. No entienden que somos seres humanos.... Dicen que la vida es una rueda, rodando a través del tiempo; todos nos encontramos en esa rueda, a veces arriba, a veces abajo. Pero ya no me convence porque mucha gente muere, no por la voluntad de Dios sino por las acciones de otros seres humanos".

Mirim de Yakarta

En tantos países del mundo y tantas "zonas de libre comercio", las proletarias se encuentran siempre en el fondo del sistema mundial, sobreviviendo a duras penas. En la República Dominicana, las obreras de la compañía BJ & B ganan 16 centavos por un sombrero que se vende por $20. En El Salvador, reciben 18 centavos por una camisa Gap de $22.

Para el capital, esas proletarias--su vida o su muerte--no tienen importancia. Las despiden simplemente por quejarse o porque hay una baja de demanda para los productos. Muchas fuerzas de la sociedad conspiran en su contra: militares crueles, policías, gobiernos corruptos, esposos y padres con ideas tradicionales, y los descarados alcahuetes de la industria mundial de prostitución; todo eso es orquestado por los dueños del planeta: las transnacionales y bancos que cosechan el sufrimiento de millones de personas.

En Estados Unidos también están creciendo las maquiladoras, sobre todo en las ciudades donde hay muchos inmigrantes. Aquí también las obreras son mujeres que salieron del campo con la esperanza de ayudar a la familia con su pobre salario. Se calcula que más del 50% de la industria de la costura del país viola las leyes laborales, por ejemplo, paga por debajo del mínimo, no paga horas extras, etc.

Grandes industrias chupan la sangre de millones de obreras; su trabajo produce ropa a bajo costo para todo el planeta. Se habla mucho de la "revolución tecnológica", pero no se habla de las obreras de las maquiladoras que producen chips y computadoras, orilladas a la sombra de la sociedad, como si fueran invisibles.

Sin embargo, los grandes cambios en la vida de esas mujeres--y los grandes cambios que su trabajo y lucha suscitan--están sacudiendo la economía, la política y las relaciones sociales del mundo entero. Nuestras compañeras alzarán la voz y cambiarán el mundo de forma dramática en los años venideros; de eso no cabe la menor duda.

Fuentes:

Seabrook, Jeremy; In the Cities of the South--Scenes from a Developing World, Verso

Figueroa, Héctor; "In the Name of Fashion--Exploitation in the Garment Industry", NACLA Report on the Americas, enero/febrero 1996

Luciente, "Las mujeres de las maquiladoras", Obrero Revolucionario No. 947

Avakian, Bob, "Gran transición y cambio: El impacto en la mujer", Obrero Revolucionario No. 909

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