El legado de Horace Tapscott:
La música de la resistencia

Michael Slate

Obrero Revolucionario #998, 14 de marzo, 1999

Horace Tapscott tenía una de las sonrisas más simpáticas que uno pueda encontrar y varias cosas la provocaban con toda seguridad: buena música, buena gente, una buena causa y un buen chiste. Cuando todo eso se juntaba, le encantaba. De haber podido ir a la prepa Washington High School en el sur de Los Angeles el domingo 28 de febrero, no hubiera dejado de sonreír. Más de mil personas, cien de ellas músicos, poetas y artistas, fueron a un programa conmemorativo muy especial titulado "Tributo a la vida y la música de Horace Tapscott, un hombre del pueblo". Tristemente, Horace murió la víspera del programa, después de una larga lucha contra el cáncer.

Horace creó música hermosa que respondía a las esperanzas, felicidades, sufrimientos y resistencia de las masas. Su música llena de júbilo e inspira a luchar.

Una vez Horace me dijo que su música era como pinturas de la comunidad y de toda su gente. Ver a los que fueron al tributo fue como ver que su música cobraba vida. Llegaron de Watts, Crenshaw y otras partes de Sur Centro, el este, el oeste y el valle de San Fernando, e incluso de los suburbios. Fue gente de todas las nacionalidades y edades: los que lo conocían desde la prepa y vecinos; músicos que tocaron con él desde hacía muchos años y adolescentes que acababan de oír su música la víspera. Lo que nos unía era el deseo de rendir honor a Horace Tapscott y a su legado.

Como dijo un participante: "Se consagró no solo al arte sino al arte con buen motivo. Decía que el arte tiene que inspirar al pueblo y elevar su vista, o no vale la pena. Dedicó su arte a la liberación de su pueblo y de todos los pueblos.... ¿Cuál es su legado? Que esgrimió el arte para cambiar la sociedad de lo negativo a lo positivo. Así era Horace Tapscott".

Leon Mobley y Da Lion, un conjunto de percusión afroamericano, encabezaron una vibrante procesión con tambores al teatro y abrieron un espacio para la celebración. El tributo empezó con una nota cumbre: una interpretación musical inesperada del saxofonista Pharaoh Sanders, quien estaba en Los Angeles para tocar en un club de Hollywood y se enteró del tributo. Tocó con otros músicos de jazz legendarios: Billy Higgins (tambores), Bobby Bradford (trompeta) y el Dr. Art Davis (contrabajo). Sanders se enteró de la muerte de Horace al llegar al teatro y tocó un solo luctuoso que despidió a su querido amigo y preparó al público para toda la tarde.

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Cada artista mencionó un aspecto diferente de la vida de Horace. Los Watts Prophets hablaron de sus interpretaciones con él en parques, centros comunitarios e iglesias en los años 60. Se leyó un mensaje de amor y respeto a Horace y a su familia de Geronimo ji Jaga Pratt, agradeciendo su papel en la victoriosa batalla de libertad para Geronimo.

Horace llegó a Los Angeles a fines de los años 40, en los últimos días del movimiento de jazz de la avenida Central. Clora Bryant, una joven trompetera de esa época y amiga de Horace toda la vida, tocó con toda el alma "What a Wonderful Night" (Qué noche tan magnífica), una canción que los dos tocaron muchas veces. Luego subieron al escenario los Central Avenue All Stars, muchos de los cuales tocaban en los clubes de la avenida Central en los años 40 y 50.

Durante semanas, Horace se preparó para el tributo; hasta escogió el lugar. Típico de él, no escogió un club o teatro famoso, sino un sitio de la comunidad donde se podía llevar la música al pueblo, y dejar que los músicos tocaran al pueblo y el pueblo tocara a los músicos.

Horace siempre hablaba de lo importante que era preservar la cultura afroamericana, luchar para que tuviera el respeto que merece y transmitirla a las nuevas generaciones. Durante la interpretación del conjunto de jazz de la prepa Washington, miré a los jóvenes del escenario y del público; son los sucesores de Horace. Pero Horace no solo quería preservar y transmitir; también creó un arte vanguardista y fresco. Enseñar a los chavos de los multifamiliares y barrios pobres cómo hacer eso era su misión. El tamborista JMD, quien tocó con su conjunto Underground Railroad (Ferrocarril subterráneo), dijo que una meta de su propio arte era unir el hip hop con el jazz. Comentó que los músicos de jazz mayores y los jóvenes del hip hop pensaban que estaba loco. Pero cuando fue a hablar con Horace, este lo escuchó atentamente, sonrió y le preguntó: "¿Cómo te puedo ayudar?"

Cuando el nieto de Horace, el tamborista Cabel Tapscott, y su trío de jazz subieron al escenario, recordé que una vez Horace me dijo que trató de persuadirlo de tocar con él. Pero Cabel no se animaba. Horace hubiera sonreído al escuchar al Trío de Cabel Tapscott.

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La semana víspera del tributo por poco fue la semana de Horace Tapscott: su orquesta, la Pan Afrikan Peoples Arkestra, salió a diario en las emisoras, a veces dos o tres veces. El tributo lo organizó un comité de músicos, artistas, compañeros y entusiastas de Horace, entre ellos la Red de Artistas de ¡Rehusar & Resistir! En el escenario, el Museo en Negro del parque Leimert creó un tema de artes africanos. En la entrada, un escultor montó una obra titulada "Tapscott". Un pintor del parque Leimert creó un enorme retrato de Horace y pidió que escribieran mensajes en el lienzo. También hubo una entrega de premios; la Red de Artistas de ¡Rehusar & Resistir! anunció la creación de un Premio de Resistencia Cultural Horace Tapscott y le dio el primero.

El tributo culminó con una interpretación inolvidable de la Pan Afrikan Peoples Arkestra, el grupo de músicos, poetas, cantantes y bailarines que fue la principal labor de Horace durante décadas. Se formó en 1961. Durante la Rebelión de Watts de 1965, el grupo subió a un camión y recorrió las calles de Watts. La Arkestra entrenó a más de 300 artistas: jóvenes de la comunidad y músicos de renombre internacional, como Arthur Blythe y David Murray.

El comité organizador hizo todo lo posible para ponerse en contacto con miembros presentes y pasados de la Arkestra. Reunió a unos 40 músicos, el poeta Kamau Daaood, la bailarina Karen MacDonald, el cantante Dwight Trible y el coro de la Arkestra: las Voces de UGMAA (Union of God's Musicians and Artistas Ascension). La Arkestra interpretó las obras de Horace "Lino's Pad" (El hogar de Lino) y "Little Africa" (Pequeña Africa) y su versión de "Motherless Child" (Hijo sin madre). Fue una de las interpretaciones más sentidas que he presenciado. En medio, casi podía ver a Horace, con una enorme sonrisa, dirigiendo la Arkestra, bailando y deslizándose por el escenario.

Miré a mi alrededor. Los que conocían y amaban a Horace estaban perdidos en sus remembranzas. Cuando la música de la Arkestra terminó, el público--muchos con los ojos húmedos--se puso de pie y le dio un largo aplauso.

La música me trajo a la mente recuerdos de Horace. En los pocos años que nos conocimos, nos hicimos amigos. Pasé muchas horas hablando con él de un sinfín de temas: música, historias de animales, la lucha contra la brutalidad policial. Recuerdo lo feliz que se puso cuando organizamos el primero concierto de ArtSpeaks. Cuando esa noche estábamos con dos horas de atraso y nos hacía falta un tambor, recuerdo que le pedí disculpas. El me miró, sonrió y dijo: "¡Oye, estamos en medio de una guerra, salgamos con lo que tenemos!". Esa noche Horace y la Arkestra hipnotizaron al público, y eso que muchos nunca antes habían oído su música. Recuerdo que poco antes del primer Día Nacional de Protesta para Parar la Brutalidad Policial fui a visitar a Horace. Me agarró, me metió a su carro y me mostró con alegría las pintas por todo el barrio sobre la protesta.

Nunca olvidaré lo fuerte que luchó durante los últimos nueve meses de su vida. Sufrió muchos percances de salud, pero nunca dejó de trabajar. A mediados del verano, la mano derecha se le hinchó tanto que no podía usarla. Me dijo que poco después de eso tuvo que tocar en Nueva York con la mano izquierda. En medio de la interpretación vio que muchos del público estaban llorando; ese despliegue de cariño lo conmovió mucho.

Horace iba a participar en el concierto ArtSpeaks 1998; recuerdo el día cuando me dijo que no podía, pero que quería hacer todo lo posible para que fuera un éxito. En ese concierto le rendimos homenaje a Horace por sus aportes a la creación y promoción de una cultura de resistencia. Más de mil personas se pusieron de pie para aplaudirlo y eso lo conmovió mucho. Después me dijo que fue un momento muy especial; cuando vio que en el público había muchos jóvenes, se dio cuenta de que está cumpliendo su meta.

El 28 de febrero, al final del tributo, perdido en mis remembranzas, vi a un chavo de los multifamiliares de Watts en el pasillo. Sonreía de oreja a oreja y los ojos le bailaban. Con mucha emoción me dijo que nunca había oído nada parecido a la música de la Arkestra. Al escucharlo, me imaginé el rostro de Horace con los ojos risueños y una enorme sonrisa al darse cuenta de que le pasó su onda. Es una remembranza que guardaré para siempre al decirle adiós a Horace Tapscott, un artista del pueblo y un auténtico combatiente de la resistencia cultural.

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