Notas de nuestra corresponsal

Desde la Nueva York ocupada

Los atropellos diarios de la brutalidad policial

Obrero Revolucionario #998, 14 de marzo, 1999

Tras el asesinato de Amadou Diallo en Nueva York, el buró del OR organizó un equipo multinacional para hacer entrevistas en varias comunidades. Esta es la tercera parte de su informe:

Ha pasado un mes desde el asesinato a sangre fría de Amadou Diallo por cuatro chotas que le dispararon 41 balas; no han arrestado a los asesinos ni los han acusado, ni siquiera los han interrogado. Les dieron trabajos administrativos y nuevas pistolas al entregar las que descargaron contra Diallo. El alcalde, Rudolph Giuliani, pide "concederles un margen de confianza"; el gobernador aconseja "esperar hasta que se conozcan todos los hechos"; y las autoridades federales están "controlando" la investigación.

Por toda la ciudad nos dijeron que es una infamia que la chota asesina ande libre; el pueblo anhela justicia para Amadou y está resuelto a luchar por ella. Una señora caribeña dijo: "Si yo hubiera baleado a un policía, me echarían al bote así no más. Sería culpable simplemente por el color de la piel. ¿Por qué no arrestan a esos malditos tipos?". En el Bronx, un jamaiquino nos dijo: "Deben acusar y juzgar a esos cuatro. ¡Son unos asesinos!".

Siguen las protestas, reuniones y vigilias. El 1º de marzo, 5000 personas se manifestaron en Wall Street, a pesar de las vallas que la policía instaló (igualito como hizo contra la Marcha de Un Millón de Jóvenes en Harlem el año pasado). Bobo Diallo, tío de Amadou, describió el asesinato y la multitud coreó: "¡Asesinos! ¡Asesinos!". Bloquearon el tránsito e hicieron un plantón en las oficinas de Merrill Lynch, una compañía de la bolsa muy generosa con Giuliani. La policía arrestó a una docena de manifestantes.

Esta batalla está sacudiendo a toda la ciudad. Un ejemplo es la muy debatida portada de la revista New Yorker del 8 de marzo, diseñada por Art Spiegelman, ganador del Premio Pulitzer de 1992 por su novela ilustrada Maus, sobre la experiencia de su padre como judío en Europa durante el Holocausto. La portada del New Yorker es magnífica: en una galería de tiro al blanco en una feria, un chota apunta a tres siluetas: un señor con portafolio y teléfono celular, un chamaco con una gorra al revés y una anciana de bastón; un letrero dice "10 centavos por 41 tiros". Expresa el sentir de muchos negros y latinos acerca de la policía, y--dado el papel destacado de la revista en el mundo literario y cultural neoyorquino--es un indicio de que el asesinato de Diallo ha afectado profundamente a las clases medias y las ha impulsado a tomar partido con las masas contra los matones de azul. Para la estructura de poder la portada fue una afrenta personal: la prensa ha atacado a Spiegelman con saña y la policía protestó frente a las oficinas de la revista. Sin embargo, el New Yorker lo ha apoyado y el caricaturista dice que su intención era "advertir que la imagen de la policía ha cambiado dramáticamente".

Por su parte, poderosas fuerzas de la clase dominante respaldan a Giuliani y su programa fascista; proponen que se postule para senador o inclusive para presidente. El mes pasado, lo invitaron a Washington, D.C., en dos ocasiones a dar testimonio ante la Cámara de Representantes sobre sus "éxitos" en "la lucha contra la delincuencia". Asimismo, participó en una rueda de prensa con Bob Barr, un destacado político de derecha que recauda fondos para supremacistas blancos, y se sacó una foto en el palacio municipal con John McCain (senador de Arizona y candidato republicano a la presidencia).

Si bien el asesinato de Amadou Diallo ha puesto de relieve la situación de Nueva York, la epidemia de brutalidad y asesinato policial existe en nuestras comunidades de costa a costa. Ni es simplemente un problema local; Clinton no deja de jactarse del gran "logro" de su administración de contratar a 100.000 policías más.

La guerra en las comunidades

Aquí en Nueva York, la brutalidad policial es el pan de todos los días de los negros y latinos, otras nacionalidades oprimidas e inmigrantes. Después de una protesta en el Bronx, platiqué con unas compañeras en una parada del metro. Una de ellas me dijo: "Cuando nos trajeron aquí hace 500 años, fue un acto de guerra y esa guerra sigue". Hablamos de los retenes donde la policía registra los autos. Todos los días cuando uno sale de la casa, la chota está tirando los chavos contra la pared; los coches celulares están llenos con nuestros hijos, en esposas, al bote. Al entrarle más a fondo, otra compañera dijo: "Uno no se da cuenta de la gravedad de la situación; ni nosotros mismos nos damos cuenta".

Un compañero afroamericano de Harlem nos habló del hostigamiento que experimenta al salir del trabajo: "Voy por la calle. Me parezco a alguien que anda vendiendo droga o que acaba de robar. De repente, me tienen contra la pared; no encuentran nada, pero me hacen lo mismo día tras día". Un negro de unos 20 años platicó de lo que hace la chota en su barrio: "Llegan y nos hostigan, nos dicen que no podemos estar en nuestro propio barrio, que no tenemos por qué estar aquí. Estamos frente a los edificios donde crecimos, donde vivimos, donde estudiamos, donde trabajamos y no estamos cometiendo delito alguno. No tenemos por qué meternos a la casa".

En el barrio de Amadou nos platicaron de los desmanes de la chota. Frente al edificio donde lo mataron, un caribeño dijo: "Los chotas me agarraron y me pusieron boca abajo en la acera; me esposaron y me tiraron al coche celular sin motivo... me encañonaron, una pistola en la cara. Me llevaron a la delegación y me pusieron una infracción. Me dijeron: `Tenemos que levantarte una infracción porque te arrestamos, pero te vamos a soltar'. Les pregunté por qué me arrestaron y me dijeron que me parecía a un sospechoso".

Una afroamericana nos dijo: "Entran a los edificios a dar cachiporrazos porque hay marijuana. Es una zona dura, pero la chota no debe tratarlos de esa forma. De repente los agarran y los llevan a otro lado, se desconoce su paradero. Los golpean y los dejan en otra parte. ¿Cómo van a hacerles eso, sobre todo a gente inocente? Aun si no fueran inocentes, no deben hacerle eso a nadie".

Un afroamericano de 40 años nos dijo que la chota lo registra a diario: "Vienen aquí y nos miran como delincuentes. Uno podría tener un doctorado de Harvard, pero si es negro, para ellos es un `delincuente', pues no saben nada de uno. Como Amadou Diallo, él era muy trabajador; no hacía nada malo. Era de otro país y mira lo que le pasó.... Cualquier hombre negro en Estados Unidos tiene que tener mucho ojo". Un chavo añadió: "Sacan la pistola, me ponen contra la pared sin motivo. No es justo. Tenemos que responder a este problema de la policía. No lo permitiremos. ¡Basta!".

La avenida Elder y la Unidad Especial
para Combatir la Delincuencia

"Si una persona dispara, puede ser un error, digo una bala. Pero cuando cuatro personas disparan 41 balas, de plano es deliberadamente".

Saikou Diallo, padre de Amadou Diallo,
en el programa Nightline de ABC

Los chotas que le dispararon 41 tiros a Amadou Diallo son de la Unidad Especial para Combatir la Delincuencia del Departamento de Policía de Nueva York, cuya misión es confiscar armas. Trabaja en "zonas peligrosas", es decir, barrios negros y latinos. En los últimos dos años esa unidad aumentó de 100 agentes a 438. De 1997 a 1998, detuvo a 45.000 personas, pero solamente confiscó 2072 armas; sus agentes dispararon en 28 ocasiones y mataron a tres personas.

La unidad mata con impunidad. En 1995, Marco Calderón mató a Aníbal Carrasquillo; la autopsia comprobó que lo baleó en la espalda, pero no acusaron a Calderón. En 1996, el sargento James Hand le metió un tiro en la nuca a Frankie Arzuaga, de 15 años. No acusaron a Hand ni a los demás chotas que participaron en el incidente. Una tarde de junio de 1996, tres chotas de la unidad ejecutaron a Aswon Watson en una calle concurrida de Brooklyn; le dispararon 24 balas; no los acusaron de homicidio. El año pasado, Kenneth Boss (uno de los chotas que mató a Diallo) baleó a Patrick Bailey y lo dejó desangrarse. Posteriormente, lo aceptaron en la unidad especial.

La avenida Elder está en el barrio donde vivía Diallo. Visitamos una manzana de Elder, una de las "calles con barricadas" de Nueva York, es decir, donde no circulan autos y hay retenes donde piden identificación para entrar. Se supone que eso "beneficia" al pueblo, combate la delincuencia y la droga, y elimina las armas. Pero todo el mundo nos habló de la brutalidad policial: chavos, ancianos, gente desengañada que odia la chota y los que todavía creen que el problema es que hay "unas cuantas manzanas podridas".

Dos chamacos de 13 años nos dijeron: "Casi no dejan salir. No podemos llegar en coche. No pueden entrar los taxis. Nos desprecian, no nos hacen caso... pero sí dejan entrar a los que venden droga.... La chota no nos quiere a los que vivimos aquí. Nos tratan como basura y los tratamos igual; los insultamos y nos hacen lo mismo.... La vez pasada cuando nos estaban gritando por nada, nos pusimos a tirarles triquitraques".

Un caribeño dijo que los tiras siempre se acercan sin identificarse: "Fui a la tienda a comprar mi boleto de lotería y cuando salí, un tipo venía de frente. Traté de esquivarlo, pero se me acercó, me agarró del cuello y me estrelló contra un edificio.... Yo tenía una chamarra del ejército y dijeron que estaban parando a todos los que tenían esa chamarra aquel día".

Todo eso causa muchos problemas en la vida diaria: a muchos los detienen, los golpean, los acusan falsamente y los meten al bote. Entonces, pierden el trabajo.

Eddie es un puertorriqueño de unos 50 años; lo han detenido dos veces en lo que va del año. Lo ficharon y pasó la noche en el bote. Dijo: "No tenía nada, ni arma ni droga. Me arrestaron dizque por estar en propiedad ajena. Ahora están diciendo que hay que mantenerse a una distancia de 10 metros si están vendiendo droga en la esquina o si hay prostitución. ¿Cómo voy a saber que hay prostitución o que están vendiendo droga? Estaba parado ahí y me arrestaron. Unos meses después me volvieron a arrestar. Me fichan y al día siguiente me sueltan. La sentencia es dos días de servicio social a la comunidad, así que lo fichan a uno y todo el lío".

Fred es un proletario afroamericano que ha tenido muchos líos con la chota desde su niñez; siempre encuentran un pretexto para meterlo al bote. Les enseñamos el Obrero Revolucionario a Fred y sus cuates, y les preguntamos sobre su experiencia con la brutalidad policial. Al principio se quedó callado; estaba pensando si debía hablar con nosotros y qué nos debía contar. Finalmente, decidió platicarnos de un incidente que ocurrió hace poco: "Una muchacha iba en bicicleta. El chota saltó de la patrulla y le dio un golpe en la espalda. Se cayó. Le bajó los pantalones pero no encontró nada".

Ese relato de Fred me rcordó lo que pasaron en el programa Nightline: un ex miembro de la unidad especial admitió que el "trabajo" de la unidad es hostigar y detener a todos. No mostraron su cara para prevenir represalias de la chota. Dijo: "Bastaba que uno se volteara a mirarnos; eso era el `pretexto' para acercarse y preguntarle qué hacía, a dónde iba.... Si nos decían que alguien andaba en bicicleta con un arma o droga, entonces chocábamos con la bicicleta como si fuera algo casual.... Saltábamos de la patrulla a registrar al sujeto".

Para Fred y sus cuates, la chota estaba violando a esa muchacha. Fred gritó y llamó a los vecinos a frenar a la chota; lo arrestaron de nuevo. "Me dijeron: `No podemos acusarte de incitar a motín porque no pedimos refuerzos'. Así que me llevaron a la delegación y me acusaron de vagancia. Pasé cinco días en el bote hasta que vi al juez. Al salir, el mismo sargento estaba estacionado a una manzana y me dijo: `¡Oye, ven!'. Pues seguí caminando. Dijo: `¡Oye! Te estoy hablando. ¡Ven! ¡Pon atención cuando te hablo!'. Seguí caminando; me bloqueó el paso y me dijo: `Si te veo de nuevo en esa manzana, te voy a echar al bote. No me importa lo que estés haciendo, te voy a echar al bote'".

Acerca de la "misión" de la unidad especial, Fred opinó: "Esto nos está matando. Ahora con la nueva ley, si uno tiene arma, la sentencia es de 10 años, automáticamente, y eso es si no tiene antecedentes. Si me agarran a mí con arma, es cadena perpetua, por mis antecedentes.... Nos dicen que entreguemos las armas. ¿Para qué? Se me hace que no quieren que las tengamos a la hora de luchar. No vamos a entregarlas porque las vamos a necesitar muy pronto. Eso sí, todo el mundo está comprando armas, comprando más armas porque no quiere que le pase lo que le pasó [a Diallo] aquí cerquita".

"Nos afecta a todos"

Hay quienes quieren enemistar unas nacionalidades con otras y socavar la unidad entre los de abajo y la clase media. Si bien la mayoría de los manifestantes han sido africanos, caribeños y afroamericanos, a casi todas las protestas, reuniones y vigilias se han sumado blancos y gente de muchas nacionalidades. Nuestro equipo multinacional tuvo una respuesta muy favorable; muchísima gente nos habló de la importancia de unir a todas las nacionalidades contra la brutalidad policial y otros atropellos del sistema.

Conocí a Jane, una estudiante blanca de 18 años que vive en las afueras de la ciudad, en un velatorio a Amadou Diallo en el Centro Cultural Islámico. Su mejor amigo vive en un multifamiliar de Harlem. Una vez la policía los detuvo: "Tuvimos que quedarnos en la delegación cuatro horas--aunque nos dijeron que iba a ser 20 minutos--sin explicación alguna. Mi amigo tuvo que quedarse en la cárcel aunque. Nunca se ha metido en líos; ha tenido oportunidades, pero jamás lo ha hecho. Me molesta que el sistema engaña a mucha gente. Por eso, estoy haciendo todo lo posible por concientizar a mis compañeros de estudio de la universidad, para movilizarlos a ellos y a los demás, porque pienso que necesitamos un cambio y lo necesitamos ahora mismo".

Una señora negra de la clase media dijo: "He visto a policías maltratar a los vendedores ambulantes de la calle 34. Los he visto pisarles las manos porque dicen que no deben estar en la zona. Se ve en las noticias lo crueles que son. Esto me espanta. Recién di a luz. Tengo que criar a un hijo que podría terminar baleado o asesinado por el color de la piel".

Muchas personas nos comentaron que la brutalidad policial está afectando hasta las comunidades blancas y de clase media. Una afroamericana me platicó de su hermano: "Vivimos en el Upper West Side [un barrio exclusivo]; lo detuvieron y le preguntaron qué hacía un joven negro ahí. Tenía 19 años. Lo arrestaron sin motivo; pasó la noche en la cárcel. No lo acusaron de nada. Así que no son casos aislados, es un fenómeno sistemático".

En un mitin frente al palacio municipal conocí a dos afroamericanas de unos 30 años. Una me dijo: "Nos afecta a todos: negros, blancos, jóvenes, ancianos, estadounidenses, antillanos, africanos, asiáticos, todos. Y ya es ahora de pararlo".

"Tenemos que luchar por un cambio ahora"

En medio de toda la ira popular por el asesinato de Amadou, se sacó a la luz un video de capacitación de la policía de caminos de Nueva Jersey, donde se enseña a detener y hostigar a gente de color en la carretera. El jefe de la policía de caminos fue despedido porque salió a defender por televisión ese racismo descarado. Sin embargo, el video y su defensa por el alto mando destaca que el racismo, la brutalidad policial y la opresión nacional son muy sistemáticos.

Decenas de miles de personas se han sumado a la batalla por Amadou durante este mes y su nombre se ha convertido en el grito de resistencia de los que no aguantan vivir bajo la bota de los matones de azul. Mucha gente cree que Amadou dio su vida por los demás, pues su muerte suscitó una gran resistencia y mucha gente se ha unido a la lucha.

Una proletaria negra que vive en el barrio de Amadou me dijo: "Tengo cuatro niñas; gracias a Dios que no tengo un hijo. Lo que sufrimos nada más por caminar en la calle aquí en Nueva York, lo que la policía hace, su actitud hacia los chavos, es terrible.... Hay que luchar por un cambio ahora.... Muchas vidas se han perdido; nos han robado muchas vidas. Ya no podemos esperar más tiempo. Hay que hacer algo ahora mismo porque si no vamos a perder más hijos, más sobrinos, hermanos y quizás hermanas también".

Una afroamericana dijo en una protesta frente al palacio municipal: "Mi esposo y yo tenemos amigos que han sido detenidos y hostigados sin motivo. Eso ocurre todos los días; es tan común que ni siquiera lo consideramos un atropello. Ya lo hemos aceptado.... Pero no debemos. No hemos debido aceptar registros sin motivo ni estereotipos raciales. Este incidente nos hizo ver que tenemos que protestar, no debemos aceptarlo más, no debemos aceptar nada de eso".

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