El sistema manipula el dolor de Littleton

Obrero Revolucionario #1007, 23 de mayo, 1999

Dos chavos abrieron fuego en la prepa Columbine y mataron a 13 personas; luego se suicidaron. La comunidad acomodada de Littleton se hundió en el horror y el dolor. Por todo el país, millones de personas se preguntaron el por qué. ¿Qué indica esto sobre la sociedad?

La prensa grande y los funcionarios del gobierno llegaron en tropel a Littleton a manipular el dolor para atizar la criminalización de la juventud.

Los medios de comunicación preguntaban hasta el cansancio: "¿Cómo pudo haber ocurrido eso aquí?" ¿La respuesta? Es hora de tomar medidas drásticas.

Los peritos de la prensa y del gobierno propusieron medidas "imprescindibles" de represión y censura. Sin embargo, menos del 1% de las escuelas de Estados Unidos han experimentado una muerte violenta en los últimos siete años. Esa realidad quedó tapada en medio de la histeria amarillista.

Les pareció muy fácil echarle la culpa a los dos chavos, porque eran "raros" y pertenecían a un grupo de estudiantes descontentos que se vestían de negro y rechazaban a los atletas y buenos estudiantes, los "niños fresa". Les gustaban los juegos de video y cierto tipo de música rock, y pasaban horas surfeando la Internet.

Al día siguiente, en la Internet chavos de todo Estados Unidos y Canadá decían que de la noche a la mañana estaban bajo sospecha: por vestirse de negro, por ser "raros" o "descontentos". Los locutores de televisión exhortaron a delatar a los compañeros que tenían algún comportamiento o pensamiento raro. El periódico New York Times informó que "han arrestado a estudiantes por comentarios hechos a la ligera en el autobús y por maldecir entre dientes a maestros que los regañaron".

La prensa urgió a los padres "asumir su responsabilidad": en otras palabras, fisgonear y controlar la vida, el pensamiento y las acciones de sus hijos. Satanizaron a los padres de los dos chavos responsables, Eric Harris y Dylan Klebold. El fiscal general buscó pretextos para encausar a los padres y anunció que, lamentablemente, no encontró ninguno.

En la televisión se hablaba de más censura: de la música rock, de la Internet, de los juegos de video. Cundieron propuestas de más policías en las escuelas, más detectores de metales, más religión en el plan de estudio, más "terapia" para los descontentos... y claro, lo de siempre: mayores restricciones a la posesión de armas.

Han manipulado el dolor de Littleton para promover represión en todo el país; ahora las prepas y secundarias se parecerán más a cárceles. El programa de Clinton--criminalizar a la juventud, fomentar los "valores de la familia" conservadores y prohibir las armas--avanzó a todo vapor.

Eric Harris y Dylan Klebold eran chavos muy descontentos, pero su rebelión no era progresista; no adoptaron una postura contra el sistema o las autoridades ni se solidarizaron con los oprimidos del mundo. Al contrario, estaban en una onda nihilista y antipopular; lanzaron un ataque a sus maestros y compañeros de escuela el día del aniversario de Adolfo Hitler.

"¿Cómo es que en una comunidad pudiente de Estados Unidos, a dos chavos aparentemente típicos, aunque descontentos, se los ocurriera fusilar a todo el que les cayera mal?" Los medios de comunicación lo presentaron como un gran misterio muy difícil de comprender. Sin embargo, la violencia injusta es muy común y vieja en Estados Unidos. Un ataque como esto no resultó de ideas foráneas que infectaron al país a través de la Internet o de la música alemana de rock industrial. Tales ideas nacieron aquí. Permean todo el ambiente político y, por ende, a las milicias y los jóvenes racistas de cabezas rapadas que aparentan oponerse al statu quo.

En un comentario revelador, un estudiante de Columbine le dijo al periódico New York Times: "Pues, sí, Dylan y Eric decían cosas racistas. Desgraciadamente, ahora eso es común. He oído que le dijeron `nigger' a Isaiah antes de balearlo. No creo que eso demuestre que eran racistas. Simplemente dijeron algo que... es aceptable". Bienvenidos a Estados Unidos de 1999, donde el insulto "nigger" se considera algo común que no vale la pena criticar.

Bienvenidos a Estados Unidos de 1999, donde los entierros de Littleton alternan en la tele con entrevistas a pilotos que dicen con toda naturalidad que soltar bombas es "un trabajo, nada más", para el cual hay que olvidar que los blancos son seres humanos.

¿Por qué dispararía a sus compañeros de escuela un chavo que quería inscribirse en las fuerzas armadas? Dos chavos descontentos, ¿qué ideas sacaron de los noticieros y de los senadores que mandan misiles a "eliminar" a jefes de estado que no acatan la voluntad de Estados Unidos?

El presidente Clinton, que ha bombardeado cuatro países en lo que va del año, habló en televisión de la necesidad de "frenar la violencia" y "restringir la posesión de armas". Clinton, que mandó destruir la mayor fábrica farmacéutica de Sudán, no entendía cómo dos chavos de prepa acabaron así. A esos chavos los envenenó todo el ambiente de crueldad y antagonismo hacia otros grupos que el sistema ha fomentado, y ahora el sistema aprovecha el resultado para justificar nuevas medidas de crueldad y represión contra la juventud de todo el país.

Cuando ese veneno "made in USA" brota en una prepa de clase media, el sistema pide más represión, más autoridad,más conformismo, más censura, más reglamentos, más castigo, más patriarcado y más armas en manos de las autoridades. La respuesta del pueblo tiene que ser: más resistencia a un sistema que solo ofrece a la juventud un futuro de "te chingo o me chingas".


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