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Tiananmen: La rebelión se justifica

Obrero Revolucionario #1009, 6 de junio, 1999

 

 

Este año se cumple el décimo aniversario de la masacre de la plaza Tiananmen. El 4 de junio de 1989, el mandatario Deng Xiaoping ordenó a las tropas atacar a miles de estudiantes, jóvenes y trabajadores que estaban protestando en la plaza Tiananmen, en Pekín. Cientos, y posiblemente miles, de personas murieron cuando los tanques los atropellaron y los soldados abrieron fuego a sangre fría contra la multitud. Las protestas estudiantiles que empezaron semanas atrás estaban creciendo, y muchos acudían a protestar contra la corrupción del gobierno y la burocracia, y a pedir "más democracia". Cuando todo el mundo estaba mirando, el gobierno mandó a aplastar sin piedad la protesta.

Después de la masacre, la prensa burguesa proclamó: "Esas cosas pasan donde hay gobiernos comunistas". Mienten. El actual gobierno de China NO es comunista y China NO ha sido un país socialista desde 1976. En ese año, un mes después de la muerte de Mao Tsetung, Deng Xiaoping dio un golpe de estado contra el núcleo revolucionario dirigido por Chiang Ching y Chang Chun-chiao, camaradas en armas de Mao. Los reaccionarios, bajo la dirección de Deng, usurparon la dirección del Partido Comunista y el poder estatal. Desde ese momento China ha seguido el camino capitalista de desarrollo. La clase dominante de China es revisionista: dice ser comunista, pero en realidad explota y oprime al pueblo.

Mao dirigió la guerra popular que liberó a China en 1949. Pero desde el golpe de estado los seguidores del camino capitalista han desbaratado el sistema socialista de agricultura, lo que ha arruinado y hecho sufrir a millones de personas en el campo. Han alentado el desarrollo de una pequeña clase de ricos, mientras que los pobres se hunden en la miseria y aumentan las disparidades económicas. Han restaurado antiguas relaciones sociales opresivas, como la subyugación patriarcal de la mujer. Han invitado al capital extranjero a convertir el país en una maquiladora. Todo eso lo apuntala un sistema militar, policial y jurídico que protege los intereses de los privilegiados y reprime al pueblo.

Los terribles hechos de la plaza Tiananmen son cosas que pasan donde hay gobiernos capitalistas e imperialistas. Desenmascaran la salvaje y represiva naturaleza del gobierno de Deng Xiaoping. Los imperialistas de Occidente fingieron condenar la masacre, pero los capitalistas se reconocen entre sí. Corporaciones multinacionales y gobiernos imperialistas siguen invirtiendo billones de dólares en China y apurando al gobierno a que abrace más abiertamente el capitalismo.

En gran medida, las protestas estudiantiles de 1989 en la plaza Tiananmen estaban influenciados por las ideas burguesas de Occidente sobre la democracia. Pero también se hicieron sentir el descontento y la furia que venían creciendo por toda China. Millones de personas, hartas y cansadas de la corrupción del gobierno, de la ampliación de las disparidades de ingreso, la inflación, el fomento del craso egoísmo y otras injusticias sociales que volvieron con la restauración del capitalismo, apoyaron las protestas estudiantiles. Estos se ganaron amplio apoyo y prendieron protestas en otras ciudades. Miles de chavos y trabajadores fueron a la plaza para apoyarlos. Entre ellos había partidarios de Mao que contrastaban su línea y política revolucionarias con la corrupción y represión que exhibe el actual gobierno.

Para comprender cómo puede ocurrir esto en China, hay que volver a Mao Tsetung. Mao advirtió del peligro que presenta el "camino capitalista" en el socialismo. Mao identificó el fenómeno de que cuando llegaran al poder los que entraron al Partido Comunista solo para construir una China "moderna y próspera", formarían una nueva burguesía. Mao predijo que si los seguidores del camino capitalista tomaban el poder se someterían gustosamente al imperialismo. Mao diseñó una serie de medidas y principios de planificación económica socialista para impedir las desastrosas consecuencias del desarrollo capitalista, que ahora vemos en China.

Más que nada, Mao comenzó la Revolución Cultural (una revolución dentro de la revolución) para derrocar a gente como Deng Xiaoping y otras nuevas fuerzas burguesas dentro del Partido Comunista que querían restaurar el capitalismo. Mao les enseñó a los revolucionarios del mundo que la revolución no termina con la toma del poder estatal, que debe continuar. La Revolución Cultural señaló el camino para abolir la explotación y superar todas las diferencias y desigualdades sociales; para transformar la sociedad de arriba a abajo; y para transformar revolucionariamente todas las instituciones sociales e ideas. Un cuarto de la humanidad estaba siguiendo el camino al futuro.

La Revolución Cultural no "fracasó" ni se "colapsó". Fue derrotada por la clase que hoy está en el poder, la que ordenó la masacre de la plaza Tiananmen en junio de 1989. Pero la historia no terminó ahí. Las enseñanzas y el legado de Mao y la Revolución Cultural persisten. Desde el golpe de 1976, los maoístas del mundo se han reagrupado en el Movimiento Revolucionario Internacionalista y están librando guerras revolucionarias, como en Perú y Nepal, o preparándose para librarlas. En China, el capitalismo y el imperialismo provocarán rebeliones populares contra el sistema, así que aunque los revisionistas se encuentren en el poder hoy, no tienen futuro.

La masacre de la plaza Tiananmen es algo que los pueblos del mundo jamás deben olvidar ni perdonar. Los revisionistas del gobierno chino y las potencias imperialistas que los respaldan son responsables por la sangre derramada del pueblo chino. La masacre, además de desenmascarar la naturaleza capitalista de los mandatarios chinos, demostró que solo otra revolución socialista podrá salvar a China.

Como dijo Mao Tsetung: "Se justifica la rebelión contra los reaccionarios".


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