Informe directo de la guerra popular de Nepal

Parte 11:
Maestros de una escuela de guerra

Li Onesto

Obrero Revolucionario #1027, 24 de octubre, 1999

El 13 de febrero de 1996, una serie de ataques armados coordinados inició un nuevo capítulo en la historia de Nepal. Bajo la dirección del Partido Comunista de Nepal (Maoísta), miles de hombres y mujeres dieron inicio a una guerra popular con el fin de barrer el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático de la faz del país. Durante tres años, la revolución se ha extendido, ha echado raíces y ha logrado mucho en Nepal. Es un acontecimiento significativo, pero altamente desconocido en Estados Unidos. Los que hemos tratado de mantenernos al tanto de esta guerra popular hemos obtenido información valiosa, pero es escasa.

Ahora el Obrero Revolucionario/Revolutionary Worker presenta un reportaje exclusivo. Hace poco nuestra corresponsal Li Onesto regresó de un viaje de varios meses a Nepal, donde recorrió el país con el ejército popular, se reunió y platicó con dirigentes del partido, guerrilleros, activistas de las organizaciones populares y habitantes de muchos pueblos... o sea, con los que están librando una auténtica guerra popular maoísta y empiezan a ejercer el nuevo poder popular. Damos un saludo rojo "lal salaam" a todos los de Nepal que hicieron posible este viaje.

A continuación publicamos la 11 parte de una serie de artículos sobre Nepal. (Vean las partes 1-10 en el OR No. 1014-1020, 1022, 1023 y 1025.)


Binita está por salir para su aldea. Le da unas galletas a su hijo de un año para que no llore y lo amarra al pecho en una especie de rebozo, donde lo cargará durante la larga caminata. Como muchas compañeras que participan en la guerra popular aquí en Nepal, siempre anda con su niño. Nos conocimos apenas hace unos días y por la cuestión del idioma tenemos que comunicarnos a señas, pero nos llevamos y nos entendemos muy bien. Es viuda-hace un año, la policía mató a su esposo-y es la responsable del trabajo de mujeres de esta zona; ha asistido a las reuniones que hemos celebrado con los camaradas.

Nuestro grupo-una escuadra del ejército popular, mi traductor Pravat y un par de camaradas-partirá hoy; el equipo cultural del ejército popular que ha viajado con nosotros agarrará otro rumbo; y varios compañeros que he conocido en estos días volverán a sus aldeas. A la hora de despedirnos, Binita se acerca y expresa los sentimientos que reiterarán muchos compañeros en las semanas por venir: "Ojalá que nos volvamos a ver un día; pero pase lo que pase, tenemos la certeza de que siempre nos unirá nuestra ideología".

La caminata de hoy no es difícil (apenas seis horas) y llegamos a nuestro destino un poco después del atardecer. Cenamos muy bien: dal baht, papas con curry y cordero. Un maestro se presenta para platicar conmigo. Aquí en el campo he conocido a varios maestros que le han entrado a la revolución, como combatientes y dirigentes, pues es común que el maestro rural pase a "educar" a sus alumnos en cuestiones más trascendentales que lectura y ortografía.

El maestro es fornido, pero tiene la cara tierna y la voz suavecita; se siente su presencia aun cuando no dice nada. Como tantos más que han sufrido a manos de los reaccionarios, habla sobriamente de las torturas.

Me cuenta que empezó a colaborar con el partido en 1991, poco después de que el gobierno adoptara el sistema parlamentario. En 1996, después del inicio de la guerra popular, la policía allanó su casa y lo llevó a un puesto policial a dos horas de distancia. Lo golpearon, amenazaron con matarlo y lo torturaron para sacarle información sobre el trabajo del partido. Dice: "No les dije nada en absoluto, aun sabiendo que me podían matar. Durante más de una semana me interrogaron, pero no me rajé. Solo dije que era simpatizante en la aldea, nada más. Me acusaron de violar la ley de `paz y seguridad'; finalmente, pagué una fianza altísima-10.000 rupias-y me dejaron salir". (10.000 rupias equivale a $180, que es una fortuna para una persona humilde, pues el ingreso per capita anual es de $200.)

A este compañero valiente le cuento que las masas de Estados Unidos también sufren tortura y asesinato a manos de la policía, y que su experiencia las alentará porque la ideología revolucionaria le dio fuerzas para no darle información a la policía, aunque le costara la vida.

El camarada responde: "Participo en la guerra popular, que es parte de la revolución mundial. Antes pensaba que en Estados Unidos todos eran ricos, pero al conocerte a ti, al ver que hiciste un viaje tan largo para conocer nuestra lucha y al saber de la lucha de las masas de Estados Unidos, todo eso me da mayor fuerza y voluntad revolucionaria de combatir al enemigo. Para mí, tú eres un ejemplo vivo del internacionalismo proletario, lo cual es muy alentador. Muchos mártires han dado la vida por la guerra popular y mi sacrifico es poco comparado con ellos. He salido de la clandestinidad y hago trabajo abierto, pero el trabajo del partido abarca tanto el trabajo legal como el clandestino, y en el futuro si es necesario, pasaré nuevamente a la clandestinidad. En este momento, la policía me vigila; busca una oportunidad de arrestarme y volver a torturarme. Si eso llega a pasar, mi compromiso es no revelar ningún secreto del partido".

El camarada Sanjeevan

Al día siguiente, partimos antes del amanecer, rumbo a la frontera de Rolpa y Rukum. Caminaremos unas 14 horas, trepando grandes cumbres. Como antes, la escuadra del ejército popular nos acompaña, y vamos en medio con unos guerrilleros adelante y otros detrás.

Llegamos a un río cuyo puente está en reparación. Como el gobierno no hizo nada para repararlo, los comités de poder popular han movilizado a las masas para resolver el problema; pero no han acabado y lo que hay son unos tablones sueltos, o sea, hay que agarrar el pasamanos y saltar de tablón a tablón. Es muy fácil resbalarse y caer muchos metros a la cañada y terminar en el agua o... en las rocas. Estoy animándome para el reto cuando los camaradas deciden que, dada mi falta de experiencia, es demasiado arriesgado; además, estamos cerca de un camino donde la policía patrulla y tenemos que pasar rápido.

Un camarada me indica que lo acompañe; caminamos una distancia a donde el agua no es muy profunda, pero el torrente pasa por encima de rocas puntiagudas. El camarada se quita los zapatos y los calcetines, y se arremanga los pantalones. Yo también me alisto: me acomodo las botas al cuello. Al acercarnos a la orilla, las rocas me pican las plantas de los pies. De repente el camarada se agacha y me da una señal para que suba, ¡pues me va a cargar! No es corpulento, pero tiene muchísima fuerza. Traza un camino zigzagueante por los rápidos y me deposita en la otra orilla. Subimos un cerro y nos reunimos con los demás; cruzaron el puente rápidamente y están descansando a la sombra, ¡como si hubieran pasado toda la mañana ahí! Voy llegando, recuperando el aliento; me pasan una botella de agua y me pongo a cotorrear con ellos: "¡Ya los descubrí! Yo no tenía ningún inconveniente para cruzar ese puente; ¡ya veo que me hicieron esa trampa porque querían descansar!". Sueltan la risa.

Por la tarde, descansamos un rato y le pido al camarada Sanjeevan que me platique de su militancia. Tiene 29 años y nos ha acompañado durante el viaje aquí en Rolpa. Ha sido muy bueno conmigo, muy atento; me ha ayudado a subir y bajar las montañas, y se ha preocupado por mi salud. Tiene una gran sonrisa, ojos brillantes y una risa viva que encanta. Ha ayudado con la traducción y como pocos compañeros tienen esa capacidad, me interesa mucho saber cómo y por qué aprendió inglés.

Sanjeevan ingresó al partido hace muchos años, como por 1991, y pasó por varias luchas hasta llegar a dedicarse de tiempo completo a la guerra popular. En ese entonces era maestro rural: "Si bien tenía un gran entusiasmo revolucionario, no sabía cómo hacer la revolución". Como maestro estaba en una unidad de cuadros con más estudios que tenían un punto de vista intelectual. Dice: "Les pedía que nos reuniéramos más seguido a platicar de los documentos y la línea del partido. Si bien los camaradas hablaban de revolución, en la práctica hacían otra cosa. ¡A veces ni me entregaban los documentos del partido!"

Otros maestros de la zona tenían vínculos con el partido gobernante (el Partido del Congreso Nepalés) o el reaccionario UML (Partido Comunista Nepalés Unido, Marxista-Leninista). Como Sanjeevan era maoísta, tenían fuertes discrepancias con él y tramaron su traslado a una aldea lejana. Resultó que ahí predominaba la línea correcta; así que le salió muy bien ir a trabajar allá, es decir, fue decisivo en su formación porque por fin tuvo la oportunidad de platicar de la línea del partido y sobre todo de captar la línea de preparar e iniciar la guerra popular.

Posteriormente, se fue a la ciudad a estudiar literatura inglesa. Le pregunté por qué. "Porque tenía ganas de leer las obras del marxismo-leninismo-maoísmo que existen en inglés y no se han traducido al nepalés". Ahí en la ciudad buscaba a otros intelectuales que querían resolver los grandes problemas del país: la pobreza, la explotación y la corrupción. Pero los grupos o no querían platicar de política revolucionaria o solo querían hablar de teoría sin llevarla a la práctica. Cuando se inició la guerra popular en febrero de 1996, le produjo una crisis ideológica. Me cuenta:

"Ahí lo pasaba en mi pieza leyendo y estudiando todo el día, y en la noche no dormía bien, pues pensaba en los camaradas del campo librando la guerra popular mientras yo estaba ahí en la pieza leyendo literatura inglesa. En las noches soñaba con el ejército popular, con combatir a los reaccionarios. Debatía todo eso en mi mente durante largas horas.

"Finalmente, tomé una decisión. A los seis meses del inicio, regalé mis libros y abandoné la universidad sin más. Regresé a la aldea y le dije a la familia que quería combatir en la guerra popular en el campo. Mis padres no estaban de acuerdo; me aconsejaron que me limitara a colaborar como simpatizante, pero no como militante. Mi esposa también se opuso, pero tuve que rebelarme contra todos, y desde ese momento soy militante de tiempo completo en Rolpa".

Maestros valientes

Después de viajar varios días ya estamos cerca de la frontera de Rolpa y Rukum. Llegamos muy noche y en la mañana nos reunimos con maestros revolucionarios de la zona.

Tras el inicio de la guerra popular, algunos maestros pasaron a la clandestinidad y los demás siguieron haciendo trabajo abierto, pero ahora es más difícil porque el gobierno ataca a cualquiera que simpatice con la revolución. No obstante, muchos maestros apoyan firmemente a la guerra popular. Un maestro inicia la sesión, hablando de un incidente que ocurrió poco después del inicio de la guerra popular:

"La policía mató a dos camaradas responsables de este VDC porque unos soplones los delataron. El partido respondió y los mató. Entonces, hicieron una redada y arrestaron a cien personas; a mí me detuvieron junto con varios compañeros maestros aquí presentes. Saquearon la aldea; se robaron cuchillos, ollas, machetes, ropa, instrumentos musicales. Como no les dimos ninguna información, nos llevaron al puesto policial, nos golpearon y torturaron salvajemente. Fueron torturas físicas y mentales. Disparaban rifles cerca de la cabeza de uno y le decían: `¿Algo que quieres decir a la familia? Pues te vamos a matar en los próximos 60 segundos'".

Otro maestro agrega: "A mí me llevaron al cuartel del distrito y me torturaron mentalmente. Me enseñaron balas y me amenazaron. A cada rato entraban y decían: `Voy a apuntar a los pies y seguir disparando hasta llegar al pecho'. Querían arrancarme declaraciones falsas. A los 30 días nos llevaron ante la corte y nos trasladaron a la cárcel. Algunos compañeros pagaron una fianza muy alta y salieron. Acusaron a otros de ser dacoits (bandidos) y de matar a los soplones. A muchos compañeros los acusaron de lo mismo".

La represión ha transformado las formas del trabajo político de los maestros: "Ahora los maestros revolucionarios hacemos trabajo político clandestino. Participamos en ANTO (la Organización de Maestros de Nepal), una organización clandestina, además de la Organización Nacional de Maestros de Nepal, que es una organización legal y abierta. Los maestros de ANTO trabajamos estrechamente con el partido. Es difícil hacer trabajo clandestino porque la policía nos tiene fichados, pero hacemos todo lo posible por ayudar al partido. Por un lado, participamos en la organización de maestros. Por el otro, somos militantes del partido y miembros de comités de la zona. Recaudamos donaciones de los maestros y ayudamos al partido de otras formas. Procuramos estar al tanto de la situación en la aldea y proporcionar esa información al partido. Aquí en el distrito la policía ha matado a varios maestros y estudiantes; así que hacemos trabajo legal hasta donde se pueda, pero una vez que nos fichan, pasamos a la clandestinidad y nos dedicamos de tiempo completo a la guerra popular".

De maestro rural a militante

Mi traductor Pravat también fue maestro rural. Daba clases en una secundaria de 10:00 a 3:00, y cultivaba su parcela antes y después de clases. Tenía una casa de dos pisos y unos bueyes, cabras y pollos. No era rico, desde luego, pero mantenía a la familia. Poco después del inicio de la guerra popular, tuvo que abandonar todo.

Pravat es bajo y delgado, de unos 40 años; ha pasado dos años y medio en la clandestinidad. Una noche de luna llena me habla del camino que ha atravesado desde sus orígenes como humilde maestro rural y campesino hasta militante clandestino de tiempo completo. Habla con mucho orgullo de su esposa, una militante que pasó a la clandestinidad con el inicio de a guerra popular, es decir, tras participar en una acción armada aquel día. Actualmente, es dirigente de la organización revolucionaria de mujeres.

Cuando su esposa pasó a la clandestinidad, Pravat se quedó en la casa cuidando a los hijos. A los seis meses, lo arrestaron. Llegaron a la casa, le ataron las manos y lo arrastraron a un puesto policial distante. Lo interrogaron y lo amenazaron; querían implicarlo en un incidente reciente. Era tiempo de lluvias; en las noches lo ataban afuera donde pasaba los aguaceros, vestido de shorts, camiseta y sandalias. Finalmente, lo dejaron salir, pero le entablaron acusaciones por "desorden público" y "traición", y tuvo que pasar a la clandestinidad. Posteriormente, lo acusaron de un homicidio del cual no tenía ningún conocimiento. Ahora ni puede acercarse a la zona donde vivía con su familia.

Su casa está vacía. Un día, la policía la allanó y destruyó todo: armarios, camas, muebles. Los hijos viven con parientes de otra zona y los padres los visitan cada tres o cuatro meses por un día o a veces solo un par de horas. Como no deben mencionar a sus padres, les dicen "mami" y "papi" a los parientes, y a sus verdaderos padres, "tía" y "tío". Saben que luchan en la guerra popular y el niño quiere aprender a usar armas para luchar contra los reaccionarios. El matrimonio trabaja en distintas zonas y por su situación no se ven muy seguido (y a veces las visitas son muy cortas), pero están unidos férreamente.

¡Pravat habla con tanta calma de las cosas más espantosas! Pero me fijo que aun cuando estamos en el cotorreo, siempre tiene su lado serio, o sea, en todo momento está alerta y muy consciente de su compromiso de dar la vida por la revolución.

Pasamos una hora platicando bajo la luna. Levanto la cabeza y miro al cielo oscuro y estrellado. ¡Cómo me conmueve la firmeza de este compañero... su calma, su valentía! y de repente veo las caras de tantos camaradas como él que he conocido aquí en Nepal; esas caras están danzando entre las estrellas.

Continuará.


Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero Revolucionario en:
http://rwor.org
Cartas: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Teléfono: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497
(Por ahora el OR/RW Online no se comunica por correo electrónico.)