La batalla de Seattle

Informe de la "zona de guerra'' de la OMC

By Orfeo

Obrero Revolucionario #1034, 12 de diciembre, 1999

Seattle, 4 de diciembre. El titular del Seattle Post Intelligencer decía: "Cumbre termina en fracaso". Fue una pésima semana para los imperialistas, especialmente Estados Unidos, pero para los miles que vinieron a Seattle a protestar contra la reunión de ministros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y miles más por todo el mundo, fue una semana estupendamente productiva.

El gobierno estadounidense tenía muchos planes y mucho en juego en la conferencia; por algo la promocionaron como "la mayor conferencia sobre comercio" que se celebraría en Estados Unidos. En la agenda figuraba reforzar el control de los capitalistas estadounidenses sobre la agricultura de los países oprimidos, aumentar la venta de sus productos agrícolas en el mundo, y extender el grado de penetración de sus industrias de servicios financieros y de telecomunicación a otros mercados internacionales.

Pero después de cinco turbulentos días quedó claro que la conferencia fue un fracaso y una vergüenza internacional para el presidente Clinton, el gobierno y sus rapaces instituciones financieras.

El resuelto accionar de las masas, especialmente de la juventud, canceló la sesión de apertura y trastornó la reunión cumbre. En las calles de Seattle, ante el mundo entero, se condenó a la OMC y la globalización imperialista, y se sacaron a la luz del día los repugnantes negocios que trafica la OMC. La salvaje realidad de la democracia en Estados Unidos recorrió el mundo entero en imágenes de policías de motín disparando gas lacrimógeno y la Guardia Nacional patrullando el centro. Cuando estaban a punto de concluir las sesiones, con el centro de Seattle bajo ocupación militar, estallaron discrepancias entre los países en vía de desarrollo y las grandes potencias. No se firmaron acuerdos.

Un manifestante que acababa de salir de la cárcel nos dijo: "Creo que hemos logrado mucho. Obligan a los países del tercer mundo a aceptar, a punta de fusiles y de gobiernos militares, el libre comercio. Aquí nos estaban imponiendo la OMC con represión y medidas militares.... Pero no nos rajamos. Aunque nos lancen gas lacrimógeno, nos disparen balas de goma, gas pimienta, nos den golpes o nos echen encima caballos, no importa lo que hagan, nosotros vamos a seguir adelante. Aunque nos metan en la cárcel, no nos vamos a dar por vencidos".

La batalla de Seattle

El 30 de noviembre, 50.000 personas de todo el país y del mundo se lanzaron a las calles de Seattle. Fue un increíble festival de desafío, color, música, teatro y celebración. Los estibadores del sindicato ILWU paralizaron los muelles de Seattle y muchos otros a lo largo de la costa oeste; 25.000 miembros de sindicatos protestaron en el centro Memorial; los manifestantes ocuparon totalmente los alrededores del Centro de Convenciones. Llenos de valentía, desafiaron el gas lacrimógeno, los porrazos, el gas pimienta, las balas de goma, las granadas de percusión y los policías de motín, y bloquearon los cruces centrales.

La sesión de apertura, fijada para las 10:00 a.m., tuvo que ser cancelada. Al salir de sus hoteles los delegados tuvieron que abrirse paso por entre miles de manifestantes. Según el Seattle Times, a las 12:30 p.m. solo estaban reunidos 500 de los 3000 delegados; ni la presidenta de la conferencia y representante de Estados Unidos, Charlene Barshevsky, ni la secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, pudieron llegar.

El Seattle Post Intelligencer informó que durante buena parte del día los manifestantes "se impusieron ante una cantidad inferior de policías en calles repletas de pancartas, casquillos de gas lacrimógeno y vidrio".

A las 4:30 de la tarde, la policía lanzó un violento ataque con gas lacrimógeno para despejar las calles del centro, pero las escaramuzas duraron hasta entrada la noche.

El alcalde declaró "estado de emergencia" en el centro esa noche y el gobernador mandó dos unidades de la Guardia Nacional. En Seattle no se habían tomado medidas como esas desde la II Guerra Mundial, cuando internaron en campos de concentración a los japoneses.

El 1º de diciembre, las autoridades delinearon una "zona prohibida" en el centro, o sea, una zona donde estaba prohibido protestar.

La prensa, repitiendo lo que decía la alcaldía y la policía, anunció que la mesurada policía perdió el control ante "un puñado de anarquistas violentos" que no tenían nada que ver con la marcha pacífica de la AFL-CIO. Para justificar las medidas represivas, las autoridades se pusieron a dividir a los trabajadores y a los chavos. Pero miles de personas vieron con sus propios ojos que la policía inició la violencia para dispersar a los manifestantes.

En anticipación de la llegada de Clinton, la policía prometió ser más "agresiva", y fue reforzada con cientos de efectivos de la Guardia Nacional, de la policía estatal, de la policía del condado y de ciudades cercanas.

El 1º, miles de manifestantes desafiaron la "zona prohibida"; cientos fueron a una manifestación de acereros y marcharon juntos al centro. Pero la policía los atacó, estuviesen o no en la "zona prohibida", cuyo limíte cambiaba caprichosamente. Muchos coreaban "protesta pacífica" y se sentaron en el suelo, donde arrestaron por lo menos a 500. Los policías lanzaron gas lacrimógeno y gas pimienta por todos lados.

Las batallas campales continuaron hasta la noche en el sector Capitol Hill, donde se celebró un Festival de Desafío, convocado por Veteranos de Vietnam contra la Guerra, Antiimperialistas (VVAW-AI). Se quemó la bandera yanqui y otros símbolos odiados de opresión; por varias horas, mil manifestantes recorrieron la calle Broadway, cuando de repente los atacó la policía con gas lacrimógeno, porrazos, gas pimienta, balas de goma y granadas de percusión por todos lados. Los vecinos decían que parecía una zona de guerra y salieron de sus casas para regañar a la policía, como un señor que les preguntó: "¿Es que no tienen iglesias que quemar?".

La noche del 1º la TV transmitió relatos e imágenes de personas golpeadas por la policía, como al chavo que un policía pateó en la ingle y le roció gas pimienta cuando se alejaba. Muchos activistas contaron que vieron a policías golpear salvajemente a manifestantes en callejones y disparar balas de goma a quemarropa en la cara. El número del 2 de diciembre del Seattle Post Intelligencer informó que la policía le dio una feroz paliza a uno de sus reporteros, le roció gas pimienta y lo arrestó, aunque les mostró sus credenciales de periodista.

A muchos detenidos los llevaron a la base naval Sand Point, donde las protestas continuaron afuera y adentro. Muchos jóvenes no quisieron dar su nombre y demandaron salir todos juntos. Durante 14 horas, los detenidos en tres buses se negaron a desembarcar; cantaron, corearon y hablaron con la prensa por teléfonos celulares, hasta que la policía los sacó a la fuerza y sin piedad.

El amanecer del 2, Direct Action Network (Red de Acción Directa), que movilizó a muchos chavos, y People for Fair Trade (Gente pro Comercio Justo), convocaron una reunión pública para condenar la represión. Muchos relataron incidentes de brutalidad policial, como el acerero que dijo: "Jamás he visto tan repugnante y obscena brutalidad policial contra una marcha de obreros del acero y compañeros ambientalistas y del movimiento pro derechos humanos".

Los manifestantes rodearon las cárceles las 24 horas y la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) anunció que demandaría a la alcaldía por la "zona prohibida", ya que constituye una violación del derecho de reunión, del derecho de expresión y del proceso legal. Un juez falló que los detenidos tenían el derecho de ver un abogado en ocho horas.

El presidente Clinton defendió las medidas fascistas y condenó a los manifestantes "violentos", a quienes trató de distanciar de los "pacíficos" manifestantes de la AFL-CIO. A pocas cuadras de donde Clinton decía que se solidarizaba con los objetivos de grupos laborales y ambientalistas y con el derecho de manifestarse pacíficamente, los policías de motín golpeaban a manifestantes pacíficos.

Debido a la indignación por la brutalidad policial, las autoridades ablandaron los ataques más salvajes, sin levantar el estado de emergencia ni el toque de queda por la noche. El alcalde y el jefe de policía convocaron una rueda de prensa para minimizar el daño y dividir a los manifestantes. Atacaron a todos los que estaban vestidos de negro y anunciaron que buscarían a los "anarquistas" que hicieron daños a las tiendas.

Fue muy importante que los activistas rechazaran esas tácticas del sistema más violento del mundo. Unos activistas cerraron filas y respaldaron a los "anarquistas", aunque hubo mucha controversia sobre esto. Una consigna muy coreada y muy debatida fue: "La destrucción de propiedades no es violencia". Un activista de la sede central de Direct Action Network nos dijo: "No me parece bien que califiquen de violentos a los que estaban haciendo pintas o quebrando vitrinas. Incluso activistas, gente del movimiento, han dicho que son violentos y eso no me parece correcto. Ellos no eran los violentos... claro, rompieron vitrinas, ¿pero qué hacen los dueños de esas propiedades, qué hace la policía, quién es responsable de la violencia? Un movimiento que quiere atenuar lo que la gente siente por el capitalismo, por lo que está sucediendo, no va a conseguir cambios de verdad".

El sábado, las masas empezaban a darse cuenta de su victoria. Las protestas continuaban frente a la cárcel, donde anunciaron que no se irían hasta que todos salieran libres. A tres manifestantes los acusaron por los incidentes del 30 de noviembre y la alcaldía ha prometido que entablará más acusaciones.

La rama de Seattle del Partido Comunista Revolucionario exige libertad para todos los arrestados.

30 de noviembre

La protesta del 30 de noviembre fue estupenda. En la mañana, 5000 personas llenaron el centro en una acción convocada por la Direct Action Network. Cerca del Centro de Convenciones, en la esquina de la 7 y la Pine, se oía música hip hop de una camioneta y de un cuerpo de tamboristas vestido de verde y negro, llamado la Brigada del Ruido Infernal. Un grupo vestido de San Nicolás llevaba letreros burlescos de "Compra, compra, compra". Los ambientalistas, vestidos de mariposas y tortugas marítimas, criticaban las reglas de la OMC sobre la pesca y otras industrias que amenazan varias especies en peligro de extinción. Un joven nos dijo: "El capitalismo es la raíz del problema. Tenemos que preguntar: ¿De dónde salió la OMC? Del capitalismo. Espero que esta protesta le abra los ojos a mucha gente, que muestre lo que está haciendo el capitalismo y que lleve a ver más allá de un solo problema-como por ejemplo las maquiladoras o las tortugas marítimas-y prenda resistencia a todo el sistema global de opresión".

Al Centro de Convenciones lo rodeaban buses y policías de motín. Frente al hotel Sheraton, donde se hospedaban los delegados de la OMC, los manifestantes entrelazaron los brazos para bloquearlos el paso. En medio del cruce de la 6 y la Union, otros se encadenaron a una plataforma con cadenas rodeadas de tubos de plástico. En la avenida 5, rodearon una enorme limosina para bloquear la calle. Un hombre en traje y corbata exhortaba al chofer a abandonarla: "Si se baja y la deja en medio de la calle, será un héroe".

Cuando arrestaron a un joven que se sentó frente a un radiopatrulla, los demás manifestantes bloquearon el paso. Los policías de motín, que parecían tortugas Ninja con armadura, empujaban a la multitud mientras los jóvenes coreaban: "Todo el mundo está mirando". La escena hizo recordar las protestas contra la Convención Demócrata de Chicago en 1968. Cuando despejaron el cruce, llegaron agentes del equipo SWAT con armas automáticas.

En la 6 y la Union, un enorme globo en forma de ballena bloqueaba la calle y la gente coreaba: "No hay nada igual al poder del pueblo, porque el poder del pueblo nunca se acaba". De repente, la policía le roció gas pimienta a un grupo de manifestantes sentados en la calle; del otro lado, atacó con gas lacrimógeno. Los manifestantes les lanzaron todo lo que encontraron y se dispersaron sofocados por el gas, pero luego luego volvieron a la batalla. Esto se repitió una y otra vez durante todo el día en cada esquina. Arrastraron cajas de periódicos y basureros a las calles. Un joven nos dijo: "Qué chido que toda esa gente bloquee la calle y siga fuerte a pesar de que seguro muchos tienen miedo".

Al mediodía había miles de manifestantes en el centro. En eso llegó un potente contingente de 3000 a 4000 personas de la Asamblea Popular, organizada por el grupo filipino Bayan-USA. La Asamblea Popular invitó a delegados de muchos países a una reunión para condenar la globalización imperialista y trazar vínculos entre sus varias luchas. Ahora su experiencia se sumaba a la protesta contra la OMC. A la cabeza iba un contingente de tamboristas coreanos, seguido por contingentes de filipinos y de la comunidad filipina en Norteamérica, representantes de Africa, Japón y Latinoamérica, el PCR y otros grupos e individuos progresistas y antiimperialistas.

En el cruce bloqueado por jóvenes encadenados, le dieron la bienvenida a la Asamblea Popular con aplausos y vítores. En un mitin en el Centro Westlake, hablaron Rafael Mariano, un campesino del Movimiento Campesino de Filipinas; William Hinton, autor del libro Fanshen (sobre la revolución china); y otros personajes. Una representante de la organización de mujeres filipinas, Gabriella, dijo: "La gente de las neocolonias y las colonias del imperialismo estadounidense está aquí porque es hora de que paguen. Desde hace siglos, el imperialismo estadounidense ha desatado muerte y destrucción contra mujeres, niños, hombres, familias y comunidades en Filipinas, en el tercer mundo, en los países del sur. Estamos aquí en las entrañas de la bestia para decir: `¡Abajo el imperialismo estadounidense!' ¡Abajo la OMC! ¡Basta ya!" El vocero de la rama de Seattle del PCR dijo: "Necesitamos una revolución en este país y mucha gente lo sabe. Piensen en lo que significaría para los pueblos del tercer mundo tumbar a estos imperialistas, darles duro con nuestras propias cadenas, que los sepultureros los sepultemos. ¡Ya es hora de que se larguen estos dinosaurios anticuados y fantasmas del pasado!"

Luego se sumaron miles más de sindicatos, grupos ambientalistas, grupos a favor de la justicia comercial, estudiantes, gente de la clase media, organizaciones religiosas, etc. Se anunció que la sesión de apertura de la OMC se tuvo que cancelar y estallaron vítores. Una señora clasemediera nos dijo: "Estoy orgullosa de todos los que han venido aquí de todas partes y se lo agradezco a todos. Creo que la OMC es una organización malvada, que amplía la brecha entre ricos y pobres en el mundo.... A todos los que estamos aquí-a los jóvenes, a los mayores, a los religiosos, a los radicales-nos preocupa lo que le pasa al pueblo y al planeta".

Ante los ataques policiales, unos chavos rompieron los ventanales de grandes tiendas y bancos, y pintaron lemas anarquistas y contra la OMC. Llegaron más chavos de Seattle. Estallaron debates entre los que querían causarle daños a la propiedad y los que coreaban "no violencia". Fue una lucha muy dura pero también muy útil sobre qué se necesitará para parar lo que hace el sistema.

Alrededor de las 5 p.m., el alcalde declaró estado de emergencia y la policía lanzó gas lacrimógeno sistemáticamente por toda la zona; después de varias horas de batalla, logró despejar las calles. Pero las masas salieron triunfantes. El Seattle Post Intelligencer informó: "Un manifestante resumió el día en pintura blanca sobre la ventana negra de un banco: `Ganamos'".

"¿De quién será el mundo?". De nosotros. "¿De quién serán las calles?". De nosotros.

Durante toda la protesta, este lema caracterizó el espíritu combativo de los jóvenes y estudiantes, muchos de quienes fueron con Direct Action Network, una coalición de ambientalistas radicales, pacifistas y grupos pro acción directa.

Llegaron a Seattle desde toda la costa oeste, Colorado, Canadá y del este del país, con una amplia gama de puntos de vista, experiencias y filosofías, pero unidos para parar los ataques de la OMC contra los pueblos del mundo, los obreros y el ambiente. Reinaba una actitud de respeto mutuo y amor al pueblo, y un deseo de ver cambios fundamentales.

Una joven de Portland, que ha militado en el movimiento contra la brutalidad policial y en defensa de la liberación juvenil, habló de la juventud: "La ignorancia nos alela y el conocimiento nos da poder; si sé lo que está haciendo la OMC y tú no, haré todo lo posible para que lo sepas. Muchos lo entienden y la revolución viene".

Los jóvenes organizaron y dirigieron muchas de las protestas con militancia, combatividad y creatividad. Bailaron y celebraron en las narices de los agentes de motín; se mofaron de ellos para demostrar que no tenían miedo, que no los podían intimidar.

Muchas veces les devolvían las latas de gas lacrimógeno o les lanzaban piedras, botellas y palos. Arrastraron cajas de periódicos y basureros a las calles para montar minibarricadas, y prendieron un par de fogatas. Una y otra vez los dispersaron y se volvieron a agrupar. Dejaron su sello en edificios por toda la ciudad.

Se destacó la osadía y la resolución de los chavos a pesar de todos los ataques. Incluso en medio de los ataques, seguían coreando, se defendieron y acecharon a la policía. Bloquearon la calle de la cárcel y de los hoteles de los delegados. Se solidarizaron en la cárcel y en los buses rumbo a la cárcel.

*****

La reunión de los ministros de la OMC debía terminar el viernes a las 6:30 p.m., pero duró muchas horas más y terminó con una noticia sorprendente: las negociaciones no lograron forjar un nuevo acuerdo.

Parece que muchas contradicciones contribuyeron a esta contundente derrota para el gobierno de Clinton y todo el sistema. Surgieron fuertes desacuerdos de Estados Unidos y la Unión Europa sobre subvenciones agrícolas; y la resistencia en las calles puso de relieve esas contradicciones. Los delegados del tercer mundo se quejaron de que los de las grandes potencias celebraron importantes discusiones en secreto.

Muchos delegados se fueron de Seattle a la carrera. Un delegado de Kuwait se quejó de que tenía que mostrar su identificación cada par de manzanas en la zona ocupada, y que luego tenía que esconderla por temor de las manifestaciones. Un observador de la OMC de Suiza iba a recorrer a Seattle durante la reunión, pero dijo: "¿Pasear? ¿Me estás tomando el pelo? Ni siquiera encuentro un sándwich". Cuando un grupo de delegados iba al aeropuerto escapando de la batalla de Seattle, se les descompuso el bus.

En medio de la temporada de compras para la navidad, las tiendas están ansiosas de superar el desastre y volver al imperio de las mercancías. Han ofrecido buses gratis, estacionamiento gratis, cafe Starbucks gratis y actividades especiales en el centro para atraer a los compradores.

Pero las protestas contra la OMC patentizaron que el pueblo y el planeta son importantes, y el capital no lo es, y que las masas pueden luchar hombro a hombro para crear un mundo bello. Esa es la verdad que se impondrá en el futuro.

NOTA: Orfeo agradece a todos los que contribuyeron a este artículo, especialmente a Sue y Zack.


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