El sistema a la policía:
Licencia para matar

A los cinco días del veredicto de Diallo:
Otro asesinato policial en el Bronx

Obrero Revolucionario #1046, 12 de marzo, 2000

El 25 de febrero en Albany, un tribunal absolvió a los cuatro policías que mataron a Amadou Diallo.

Solo cinco días después, el 1º de marzo por la noche, una bola de policías de civil irrumpió en una unidad multifamiliar y persiguió a Malcolm Ferguson por un pasillo. Un agente lo agarró y le pegó un balazo en la sien izquierda, tan cerca que su revólver quedó empapado de sangre. Malcolm no portaba ninguna arma.

Malcolm Ferguson, de 23 años, ha muerto en la avenida Boyton #1045 del Bronx, a solo dos cuadras de donde la policía acribilló a Amadou Diallo.

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Alguien limpia la sangre en el piso del pasillo de este edificio del Bronx. Alguien llama a la funeraria, escogiendo un ataúd para Malcolm Ferguson. Alguien ayuda a su madre que con dificultad respira, pues el asma le quita el aliento. La policía le ha robado a su hijo.

Malcolm Ferguson protestó en las calles, con miles más, contra el veredicto sobre Diallo. Fue detenido por oponerse a ese veredicto ultrajante. "Increíble", dijo Josh, un joven de 17 años de ¡Rehusar & Resistir! "Estuvimos en la cárcel con Malcolm la noche del viernes 25 de febrero y todo el día sábado. Uno de los últimos actos de Malcolm fue oponerse al asesinato policial. Ahora, días después, la policía lo mató".

Los agentes que lo mataron dicen que tenían sospechas de que se estaba vendiendo droga en ese edificio. Dicen que cuando lo registraron, encontraron bolsas de heroína. El alcalde Adolfo Giuliani dijo que Malcolm Ferguson era "un peligroso delincuente" arrestado antes por droga; llamó a los vecinos a "ponerse de pie y apoyar" a los agentes asesinos.

Juanita Young, la madre de Malcolm, dijo: "Asesinaron a mi hijo. Así es. Asesinaron a mi hijo. ¿Va a juzgar el alcalde a una persona por lo que dice un trozo de papel? Lo que dicen sobre él es una mentira descarada. Ese muchacho era un ser humano, al igual que tú y yo. No tenían que matarlo".

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En Albany, el juez pasó cuatro horas explicando al jurado las diferentes justificaciones de la ley para haber matado a Amadou Diallo. Dijo que los agentes tienen reglas especiales: para declarar que actuaron en "defensa legítima", solo necesitan tener una "sensación razonable" de que estaban en peligro.

Cuando los agentes lo balearon, Amadou estaba en la entrada de su propia casa: cuatro agentes blancos armados con revólveres de 9 mm y con chalecos antibalas contra un joven inmigrante indefenso de Africa. Lo arrinconaron en la entrada de 2 m x 2 m. De los 41 disparos, 19 le dieron.

En el tribunal, dijeron que tuvieron que balearlo porque le tenían miedo, porque "miraba curiosamente" desde la entrada de su casa y al parecer sacó algo del bolsillo.

Amadou se desplomó rápidamente, con la médula espinal seccionada. Pero los agentes siguieron disparando. Una bala le entró por la suela del zapato y le atravesó el pie: prueba de que le siguieron echando plomo en el suelo.

El juez pidió que los jurados se pusieran en el pellejo de los agentes homicidas, que tomaran en cuenta que eran los policías que tenían que actuar en "defensa legítima". Pararse en la entrada de tu casa, respirar, en un barrio pobre, es justificación para que la policía te detenga, te mate y diga que lo hizo en "defensa legítima".

¿Quién mata a quién? Pese a los supuestos temores de los agentes, el problema en las calles neoyorquinas no son los asesinos de policías sino los policías asesinos.

El veredicto del sistema

¿Defensa legítima? ¿Habría pasado lo mismo si un trabajador inmigrante africano hubiera baleado a un policía y dicho que fue por temor? ¿Se habría trasladado su juicio a una comunidad que lo favorecía? ¿Habría salido la fiscalía de su lado? ¿Habría explicado el juez todas las circunstancias en que existe un derecho a matar policías? Claro que no. En este sistema hay dos normas: una para los policías y otra para el pueblo.

Eso también muestra la naturaleza de clase de esta sociedad y su estado, cómo el estado mantiene al pueblo en su lugar.

Al fin del juicio, con todas las marranadas de las autoridades policiales, la fiscalía y el juez, era inevitable que el jurado los declarara inocentes.

Los cuatro agentes blancos, con las manos empapadas de la sangre de Amadou, salieron libres del tribunal, sin perder el puesto ni la autoridad del estado para someter al pueblo. Aprobaron el asesinato policial en las delegaciones de todo el país. Después del veredicto, en una delegación de Brooklyn los agentes vitorearon: "¡Vamos a celebrar esta noche!".

Los agentes afirman que solamente cumplían con su deber. El juez estuvo de acuerdo. Y aunque eso suene horrendo, es la pura verdad. Su deber es precisamente reprimir, golpear, matar y en general aterrorizar a los oprimidos y a todos los que oponen resistencia al sistema. Es su rol político como agentes armados del estado burgués y del sistema capitalista-imperialista.

Otra vez el dizque sistema de justicia, con sus tribunales, jueces y fiscales, ha defendido ese deber asesino, como parte del aparato estatal opresivo.

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No bastaba la absolución de los agentes asesinos en el tribunal. Ni que mandaran policías antimotín contra los manifestantes. Ni que al día siguiente del veredicto, el juez festejara con los abogados de los agentes. Nada de eso bastaba.

La policía neoyorquina tenía que salir y matar otra vez, a otro joven negro, Malcolm Ferguson, en el mismo barrio donde murió Amadou Diallo.

¿Y qué debemos pensar y hacer? ¿Debemos esperar que otro juez, otro tribunal u otra investigación algún día haga que el sistema cambie de plan? ¿Debemos creer, falsamente, que el sistema reconocerá que nosotros también somos seres humanos, con corazón, vida y sueños?

¿Qué posibilidad de reforma existe en un sistema que dice que Amadou Diallo, parado en la entrada de su casa, era peligroso y sospechoso, en un sistema que absuelve a sus policías asesinos, libres para volver a matar?

No es posible reformar en nada este sistema. Tenemos el derecho de oponernos, organizarnos, defendernos y contraatacar ante los ultrajantes ataques y veredictos de las autoridades. Necesitamos prepararnos a nosotros y a nuestro movimiento, de todas las formas posibles, para ponerle fin al sistema.


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