Confrontación en la Convención Republicana

La verdad de Filadelfia

Obrero Revolucionario #1066, 13 de agosto, 2000

En vísperas de la Convención Nacional del Partido Republicano, en Filadelfia prácticamente se declaró un estado policial. La convención era un show programado de principio a fin, y las autoridades no querían que nada robara la escena, mucho menos una fuerte voz de protesta.

Semanas antes la policía ya venía espiando, hostigando y arrestando a los organizadores de las protestas. La semana de la convención, miles de policías municipales, estatales y federales vigilaban las sedes de corporaciones, los edificios municipales y los hoteles de los delegados. Los helicópteros volaban día y noche. Policías y perros policías vigilaban las estaciones de tren, y se paseaban apiñados de a doce en camionetas con las ventanas polarizadas. Tenían buses listos para trasladar a los detenidos y el ejército estaba alerta.

Así y todo, miles de personas se lanzaron a la calle contra la represión y la injusticia a desenmascarar la hipocresía de Bush y su partido. Condenaron la injusticia de la pena de muerte, la epidemia de brutalidad policial, la polarización entre ricos y pobres, la criminalización de una generación, la avaricia de las corporaciones que destruyen seres humanos y el ambiente. En la ciudad famosa por el juicio injusto del preso político Mumia Abu-Jamal, una demanda clave fue que no lo ejecuten.

A la cabeza de las protestas, que contaban con una amplia gama de personas de todas las capas sociales, se colocó la juventud. El martes 1º, segundo día de la convención y cuarto de las protestas, el centro se paralizó.

Al cierre de esta edición, cientos siguen presos y se informa que los están maltratando.

Antes de que empezara la convención ya hubo protestas: marchas contra la brutalidad policial; una protesta contra los cristianos fascistas que se oponen al derecho al aborto, a la cual acudieron chavos de ¡Rehusar & Resistir! y militantes de la Organización Nacional para la Mujer (NOW); acciones por una solución al SIDA; protestas contra la ocupación de Vieques. El domingo 30, 8000 personas acudieron a la manifestación de Unity 2000, en la que había de demócratas a revolucionarios. El 31, Kensington Welfare Rights Union, un grupo que lucha por los sin techo, movilizó a 4000 personas a una Marcha de Pobres pro Derechos Económicos y Humanos de 9 kilómetros, aunque no tenía permiso y la alcaldía amenazó con quitarles los hijos a los que fueran. Sin embargo, a la cabeza iban mujeres y niños.

La batalla del centro

La situación estaba tensa el martes 1º; tanto los manifestantes como la policía sabían que era un día importante. Las consignas de las protestas atacaban la pena de muerte, la sentencia de muerte de Mumia, el "complejo industrial penal" y la brutalidad policial.

En la mañana, un editorial del Philadelphia Inquirer comentó que Mumia no debía ser el símbolo del movimiento contra la pena de muerte y se quejó de que llamaran a la convención "El baile de los verdugos". Después, las emisoras empezaron a anunciar que Jesse Jackson estaría en una rueda de prensa contra la pena de muerte a la 1, pero al llegar la hora la noticia que más se escuchó fue el allanamiento de un edificio donde estaban haciendo enormes títeres, pancartas y mantas para las protestas. Luego, por radio y TV, empezaron los informes de las calles bloqueadas. Los helicópteros de las emisoras no sabían a dónde voltear para informar sobre los nuevos embotellamientos.

La rueda de prensa de la 1 de la tarde se realizó en la iglesia First Reformed, convocada por Educadores pro Mumia Abu-Jamal y Abolicionistas de Pensilvania Unidos contra la Pena de Muerte (APUPM). Se pidió fin a la pena de muerte y un nuevo juicio para Mumia. Contando a 80 periodistas, 170 personas se dieron cita en la sala, que estaba repleta. Mark Taylor, de Académicos por Mumia, presentó al reverendo Jesse Jackson y al escritor Jonathan Kozol. También estuvieron la periodista Julia Wright, Robert Meeropol (hijo de Julius y Ethel Rosenberg) y los profesores Farah Jasmine Griffin y Marcus Rediker.

Antes de la rueda de prensa, la policía rodeó un edificio en West Filadelfia donde se hacían títeres y realizó un arresto en masa. Enseguida una multitud acudió; los que estaban adentro aolgaron una pancarta en las ventanas que decía "¡Hacer títeres no es crimen!". La policía arrestó a 70 personas y confiscó pancartas, mantas y títeres.

A las 3 p.m., se lanzaron grupos a la calle y la zona llamada Center City se convirtió en zona de guerra. Había por lo menos cinco helicópteros y cientos de policías de motín, en bicicleta y montados. Por todos lados se escuchaban sirenas y la persecución de manifestantes.

Frente a la oficina de la fiscal de distrito, Lynn Abraham, conocida como la "Reina de la Muerte" por los muchos casos de pena de muerte que ha procesado, había muchos policías, pues era la ruta para los dignatarios de la convención. De repente empezaron a llegar cientos de manifestantes.

En otras partes del centro, se encadenaron o se engancharon los brazos para bloquear las calles, y un grupo de anarquistas se puso a jugar fútbol en plena calle.

Se veían pancartas con fotos de Mumia y Shaka Sankofa (ejecutado en Texas en junio) que decían: "¡Ni un linchamiento más!". Un grupo de teatro se mofó del dizque boom económico: "¿A quién le gusta el boom, el boom económico? Al 2% de ricos. Pregúntenles a los pobres si hay boom. Cómo va a haber boom si no hay para comer, si no hay para vivienda digna".

El centro estaba decorado con banderines rojos, blancos y azules, que los manifestantes bajaron y quemaron. Uno dijo: "Estos colores simbolizan la sangre y las lágrimas de los que han sido atropellados con el pretexto de la democracia".

Unos chavos, entre quienes estaba un contingente multinacional de Verano de Libertad y anarquistas de Black Bloc, corrieron por las calles eludiendo a la policía. La Brigada de la Juventud Comunista Revolucionaria (BJCR) desfiló con banderas rojas y el Libro Rojo de Mao Tsetung en alto. Por todos lados se veían calcomanías de justicia para Mumia, así como radiopatrullas pintados con consignas, y cajas de periódicos y tachos de basura tirados en la calle. El centro quedó completamente paralizado.

Al mismo tiempo, en una plaza frente a la alcaldía, se realizaba un mitin contra la pena de muerte convocado por una amplia gama de organizaciones. Debido a que era una de las protestas que tenía permiso, los chavos que huían de la policía se reunían ahí para reorganizarse. Por tres horas los discursos se entrelazaron con los gritos de los chavos, el zumbido de los helicópteros y las sirenas de los radiopatrullas. A una estatua del odiado Frank Rizzo, ex alcalde, ex jefe de policía y racista, la bañaron en pintura roja y la cubrieron con calcomanías de apoyo a Mumia.

Un organizador lo describió de esta manera: "Un mitin en medio de una rebelión".

Cerca a la plaza los manifestantes cerraron un cruce y el cara a cara con la policía duró un par de horas. Coreaban: "¡Todo el mundo está mirando!" y "¡Abajo Estados Unidos!". Las calles colindantes estaban llenas de policías que trataban de contener la protesta con barricadas. El alcalde no pudo salir de su oficina y tuvo que comunicarse con la policía por correo electrónico.

En el mitin de la plaza hablaron Jeff Garis, de Abolicionistas de Pensilvania contra la Pena de Muerte; Michael Franti, músico; Ella Forbes (cuyo hijo Erin fue muerto por la policía de Filadelfia); Ramona Africa, de MOVE; y el corresponsal del Obrero Revolucionario, C. Clark Kissinger, quien estuvo presente en desacato a una orden judicial que le prohíbe ir a manifestaciones. (El y otros defensores de Mumia están en libertad condicional tras ser condenados por desobediencia civil en Filadelfia.)

Cuando iban a dar las 7 p.m., hora en que se vencía el permiso del mitin, la policía de motín rodeó la plaza. Los abogados consiguieron que dejara desocupar la plaza sin hacer arrestos. Pero cuando Mike Africa salió, le cayeron encima y lo metieron en un van. El comandante se vio obligado a soltarlo por la indignación que ese arresto prendió. De ahí, muchos fueron a otras protestas.

Un chavo latino que andaba con el grupo de Verano de Libertad, dijo: "Nos corresponde a nosotros, el pueblo, decir la verdad y ver que todo mundo la sepa". Las autoridades y la prensa trataron de impedirlo, pero la audacia de la juventud se impuso.

Una señora negra que esperaba el bus dijo: "Los manifestantes tienen la razón porque el sistema judicial no es justo. Es un sistema racista y ataca a los pobres. Yo estoy de acuerdo con lo que están haciendo. Me parece que están maltratando a esos jóvenes. La policía los trata como animales".

El contraataque del enemigo

Las autoridades alabaron a la policía por su "moderación". La paliza grabada que le dieron a Thomas Jones antes de la convención puso el tema de la brutalidad policial sobre el tapete, y no querían que recorrieran el mundo imágenes de policías repartiendo palizas o rociando gas pimienta.

Pero la verdad es que la brutalidad policial fue extensa, especialmente cuando no había cámaras. Por lo menos tres manifestantes fueron hospitalizados. A uno le arrancaron parte de la oreja; a Seven, de la BJCR, le fracturaron la muñeca; y a Bork, de Black Bloc, le causaron una concusión cerebral. El canal PBS mostró a un policía que tenía encañonada su pistola.

El 1º de agosto arrestaron a por lo menos 350 manifestantes. A un grupo de chavos los encerraron en un van, cerraron las ventanas y pusieron el calentador. Un chavo se desmayó y no les dieron agua.

En la cárcel los golpearon y les rociaron gas pimienta en la cara, les negaron agua, alimentos, medicinas y no los dejaron ir al baño. En cada celda diminuta metieron de cuatro a siete personas y a los presuntos líderes los aislaron. A unos los desnudaron por varias horas. Los llamaban "maricones". A unos les amarraron las piernas y las manos a la espalda y los dejaron así toda la noche. No dejaron entrar a los abogados.

Unas jóvenes informaron que los guardias llevaron a rastras a un manifestante: "Estaba desnudo, tenía moretones en la espalda y le corría sangre del hombro a la muñeca; los dedos los tenía azules". Siete testigos vieron a los guardias arrastrar a una mujer sangrando por los corredores.

Los detenidos se mantienen firmes a pesar del salvajismo policial y casi ninguno se ha identificado; exigen que retiren las acusaciones y que todos salgan juntos. 140 iniciaron una huelga de hambre.

Como muestra el ataque al edificio de los títeres y otros atropellos de la policía, las autoridades violaron derechos que su Constitución supuestamente garantiza.

La policía paró, detuvo y registró a todo el que parecía manifestante. A un joven lo pararon y registraron ocho veces el mismo día. Incluso pararon a mensajeros de bicicletas porque les pareció "sospechoso" que hablaran por celulares. Pero a los que más atacaron fue a los que identificaron como líderes durante las operaciones de espionaje antes de la convención.

La policía también confiscó equipo médico y arrestó a por lo menos dos enfermeros que ayudaban. Con bicicletas y caballos, arremetió contra los manifestantes y contra los que filmaban.

A la mayoría los acusaron de delitos menores, pero para que no volvieran a la calle enseguida les pusieron altísimas fianzas, ¡de 15.000 a 1 millón de dólares! Ron McGuire, uno de los abogados de los manifestantes, dijo: "Que yo sepa, nunca en la historia de este país han puesto fianzas tan altas por delitos menores".

El 2 de agosto, el comisario de policía pidió a las autoridades federales que entablaran cargos de conspiración contra los principales grupos que dirigieron las protestas. De repente, la policía anunció que durante el registro del edificio en West Filadelfia encontraron substancias para hacer cocteles molotov. La policía espió, hostigó, amenazó y detuvo activistas por toda la ciudad. Estacionó seis camionetas frente a las oficinas de los abogados y la mañana del 2 de agosto, cuando llegaron a sus oficinas, encontraron policías dentro del edificio.

Frente al cuartel de la policía, donde están los presos, se montó un campamento de apoyo hasta que todos salgan libres. Cuáqueros, monjas y otros religiosos prendieron velas en solidaridad con los presos. En una rueda de prensa hablaron sobre la brutalidad policial y exigieron libertad para los presos el reverendo Al Sharpton; Larry Krazner, de la ACLU; Mark Taylor; Seven, de la BJCR; un representante de Direct Action; y un abogado de los presos.

*****

Un militante de la BJCR habló sobre los logros de la protesta del 1º de agosto: "No pudieron celebrar la convención a su gusto. Les cerramos el camino a los delegados, bloqueamos calles y edificios enteros con oficinistas adentro.... Forjamos alianzas con chavos de diferentes capas sociales y creencias... que han empezado a darse cuenta de que todos estamos en esto juntos, porque el sistema no ofrece soluciones, porque jamás nos ha ofrecido soluciones y que nosotros mismos vamos a tener que resolver los problemas. Total, fue una semana muy positiva".


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