El arte y la revolución:
Continuemos el debate

C.J.

Revolutionary Worker #1072, October 1, 2000

El 11 de septiembre de 1999, el Teatro Público de Nueva York presentó una noche de teatro y discusión con motivo del Día Nacional de Arte para Parar la Ejecución de Mumia Abu-Jamal, Mumia 911. Fue la primera función de una serie sobre "Los artistas y el activismo".

El director del Teatro Público, George C. Wolfe, explicó en un boletín de prensa que "la idea de la serie surgió de una conversación con Danny Hoch", un cómico político, quien le pidió ayuda para preparar una función dedicada al preso político Mumia Abu-Jamal. Wolfe dijo que le dio curiosidad "cómo Danny y un grupo de destacados artistas (Ossie Davis, Culture Clash y Naomi Wallace, por ejemplo) se sumaron a la cause de Mumia". El Teatro Público enfocó la serie en "artistas que crean obras sobre el mundo, obras que abarcan temas como el racismo, las divisiones de clase y la política". El boletín de prensa planteó los siguientes interrogantes:

¿Por qué los artistas se comprometen con ciertas causas políticas? ¿Y en qué forma lo hacen?

¿Qué pasa si surge un conflicto entre el arte y el activismo?

¿Cuál es el compromiso del artista? ¿Debe aferrarse a sus convicciones a costa de su carrera?

Así que la noche del 11 de septiembre, disfrutamos de una hermosa obra teatral y una discusión de gran compromiso social, con la participación de los poetas Sonia Sánchez y Martín Espada, el dramaturgo Keith Antar Mason y el grupo de teatro Universes. Los temas de esa noche son muy vigentes y quisiera examinarlos desde una perspectiva comunista revolucionaria.

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"El arte saca nuestros pensamientos y deseos tácitos, y los arroja con claridad y coherencia contra una pared, una hoja o contra el silencio de la historia".

Después de la función en el Teatro Público, encontré esa dedicatoria de la poeta Adrienne Rich para un libro de arte sobre la ejecución de Ethel y Julius Rosenberg (dos comunistas acusados de espiar para la Unión Soviética en la década represiva de 1950). El libro contiene imágenes muy conmovedoras, unas creadas antes de las ejecuciones y otras después como parte de una exhibición de 1988*.

Al mirarlas, me sonó un alarma en la cabeza. ¡Que no se llegue a publicar un libro sobre la ejecución de Mumia Abu-Jamal! Parar su ejecución es una causa con la cual los artistas debemos comprometernos, alzando la voz y creando arte que acelera el pulso e inspira a millones de personas a prevenir dicho asesinato oficial. De hecho, como mencionó George C. Wolfe, muchos artistas, movidos por Mumia y su lucha, se han sumado a esa batalla urgente, en pleno desacato a las autoridades.

En un programa de la radio WBAI sobre el Día Nacional de Arte, el actor Danny Glover dijo: "Somos artistas y nos consideran creadores, pero también somos ciudadanos, y creo que debemos participar en nuestra comunidad, esta nación y el mundo".

El caso de Mumia es llamativo para muchos artistas porque concentra muchos temas sociales clave. Para mí como revolucionaria, un principio central es que no deben matar a los revolucionarios por sus creencias. Pero aun si uno no es revolucionario, captará que hay graves consecuencias para la sociedad entera si las autoridades logran ejecutar a los revolucionarios y los que oponen resistencia.

Pónganse a pensar en las consecuencias si ejecutan a este preso político negro, un periodista revolucionario, en los albores del nuevo milenio. Imagínense la nube negra que dejaría sobre la sociedad; miren nada más el impacto de la ejecución de los Rosenberg, la cual contribuyó a la atmósfera sofocante y limitó el debate social e ideológico por más de una década, hasta que las tormentas revolucionarias de los años 60 electrizaron los cielos, y pusieron en tela de juicio las reglas y éticas caducas.

Por otra parte, Mumia inspira a la juventud porque se mantiene firme frente a extrema opresión. Los que conocen la verdad sobre su caso están convencidos de que concentra algo muy fundamental de la lucha por el futuro.

El año pasado, cientos de artistas firmaron la promesa del Día Nacional para Parar la Ejecución de Mumia Abu-Jamal: "...No permitiremos que callen a este periodista conocido como la 'voz de los que tienen voz'. Vamos a zapatear y a proyectar la voz; lucharemos con la pluma, el canto, el teatro y la pintura. Crearemos una cultura de resistencia para parar la ejecución de Mumia Abu-Jamal".

En los meses que vienen, los artistas debemos buscar formas más potentes de cumplir con esa promesa, individual y colectivamente, alzando nuestra voz de protesta y a través de nuestro arte.

Eso es, para mí, una parte clave de la cultura de resistencia.

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Muchos artistas desean participar en la lucha por Mumia-y contra todas las injusticias de esta sociedad tan horripilante-pero es un reto contribuir como artistas, llegarle al corazón al pueblo y tener un fuerte impacto sobre la opinión pública.

Nos enseñan que hay un conflicto insalvable entre el arte y el compromiso político, y en el mundo del arte es muy debatido si una obra que toma clara posición contra la desigualdad puede sobresalir como arte. Incluso artistas muy radicales se angustian por ese debate.

A los artistas que tienen una perspectiva radical o revolucionaria los mandan al "ghetto del arte político" y tildan sus obras de "medicina". Está muy "de moda" suprimir esas obras, por más valor artístico que tengan, como se vio en el caso de dos películas maravillosas que salieron el año pasado, "Beloved" y "Cradle Will Rock", las cuales no llegaron al amplio público que se merecían por las maniobras de los críticos y la industria del cine.

Pero el pueblo necesita arte revolucionario para poder transformar el mundo colectivamente.

Las obras que tratan temas de profunda importancia social desde una perspectiva revolucionaria a menudo sobresalen por su complejidad y sutileza, por su gran riqueza de metáforas y variedad de formas. Inspiran al pueblo con una visión más elevada y hacen volar la imaginación; le imparten un conocimiento profundo de la realidad y los medios para cambiarla. La gente ansía esas obras, como comprueba la popularidad de Bob Marley, The Clash y Rage Against the Machine.

A las obras de compromiso social las califican de "arte político", ya sea para despreciarlas o alabarlas. Sin embargo, eso confunde dado que en realidad todo arte tiene un carácter político, tenga valor artístico o no, sea revolucionario o reaccionario, sea realista o abstracto, sutil o explícito. En última instancia toda obra expresa el punto de vista de una clase u otra, y refleja una perspectiva u otra de la sociedad, y de cómo es y cómo debe ser. Es así porque cada obra es producto del artista que la creó, y cada persona tiene su propio punto de vista político.

Lu Xun, el gran autor revolucionario chino de novelas y ensayos, lo explicó así:

"Vivir en una sociedad de clases y ser un escritor que trasciende las clases, vivir en una época de guerra y apartarse del campo de batalla, vivir en el presente y escribir por el futuro son fantasías nada más. En la vida real no existen personas así. Tratar de vivir así es como tratar de levantarse al aire jalándose del pelo; es imposible".

Los distintos papeles del arte y la política

No es fácil crear obras de gran valor artístico y perspectiva revolucionaria, en parte porque el arte es distinto a la política. Por política me refiero a la lucha de clases, la lucha en torno a problemas sociales, políticos y económicos, la lucha sobre cuál clase gobernará la sociedad. Si bien todo arte tiene un punto de vista político, el arte de por sí tiene un papel social distinto a la política.

Como dijo Mao Tsetung, "Aunque la vida social del hombre es la única fuente del arte y la literatura, y es incomparablemente más rica y más viva que éstos en contenido, el pueblo no se contenta solamente con la vida y pide el arte y la literatura. ¿Por qué? Porque, si bien tanto la vida como el arte y la literatura son bellos, la vida reflejada en las obras artísticas y literarias puede y debe estar en un plano más alto, ser más intensa, más concentrada, más típica, puede y debe estar más cercana del ideal y resultar, por lo tanto, más universal que la realidad de la vida cotidiana. El arte y la literatura revolucionarios deben crear los más variados personajes extraídos de la existencia real y ayudar a las masas a impulsar la historia hacia adelante. Por ejemplo, de un lado, hallamos que la gente sufre hambre, frío y opresión; estos hechos existen en todas partes y se los considera como cosas corrientes; los artistas y escritores condensan estos fenómenos cotidianos, tipifican las contradicciones y luchas existentes dentro de ellos y, de este modo, crean obras capaces de despertar a las masas, inflamarlas de entusiasmo e impulsarlas a la unidad y a la lucha para transformar el mundo que las rodea. Sin un arte y una literatura de este tipo, dicha tarea no podrá cumplirse, o no se cumplirá tan rápida y efectivamente"**

A los artistas de hoy, esas palabras nos dan mucho en que pensar.

Las obras con gran fuerza artística transforman la manera en que la gente ve el mundo, pero el arte no puede reemplazar la política ni debe ser propaganda, es decir, no debe impartir información o análisis como un artículo o un discurso. Si una obra hace eso, uno se da cuenta porque las ideas políticas no son contundentes y el arte aburre.

En otras palabras, el arte es un modo de comunicación y experiencia humana que tiene su propia dinámica.

Es más, el arte es un aspecto de la vida que la gente desea y anhela mucho, como todos sabemos. Y eso se debe a una cualidad del ser humano, la cual el Presidente del PCR, Bob Avakian, describe como nuestra "admiración, la reverencia, la imaginación y la 'sed de asombro'". Dice: "El comunismo no eliminará-ni de ninguna forma suprimirá-la admiración, la reverencia, la imaginación y la 'sed de asombro'. Al contrario, ampliará muchísimo el alcance de todo eso. Hará volar la imaginación en gran escala en relación dialéctica con un método científico sistemático y completo para entender y transformar la realidad".

Por contraste, el capitalismo proclama a todo volumen el derecho a la libertad de expresión, y exalta hasta los cielos el derecho y deber del individuo a expresarse, pero tiene mil formas de encadenar la imaginación del artista, sobre todo cuando se trata de contar la vida de la gente de abajo.

Y para el pueblo es muy necesario que los artistas hablen de su vida porque el arte forma una parte vital del proceso de conocer la realidad y cambiarla. Decir que el arte no debe abordar problemas sociales candentes desde un punto de vista partidario es decir que el pueblo no existe, que no vive esa dura realidad.

La idea que el arte "no debe ser partidario" se desprende de una posición de clase muy particular.

El arte y el activismo

El segundo interrogante que planteó el Teatro Público es: ¿Qué pasa si surge un conflicto entre el arte y el activismo?

Para cambiar el mundo el pueblo necesita movimientos revolucionarios y guerra revolucionaria. También necesita arte revolucionario.

El artista siempre ha jugado un papel importantísmo para cambiar (o defender) el orden social de su época. El gran pianista y compositor de jazz Horace Tapscott dijo poco antes de morir en febrero de 1999: "A lo largo de la historia, cuando hay un cambio de leyes o de relaciones sociales, los músicos y artistas han participado de un modo u otro. Necesitamos una canción, algo que nos haga bailar. Necesitamos algo que nos dé valor y amor propio".

O, como dijo el cineasta Peter Sellars, si el arte no tiene que ver con la gente, ¿para qué sirve?

El arte prepara el terreno para que el pueblo cambie el mundo, a veces de una manera muy directa, a veces muy indirectamente.

Pero resulta difícil crear obras de arte y participar en los movimientos políticos porque el arte absorbe mucho tiempo y energía, y es difícil que el artista se mantenga contectado con el pueblo.

Como dijo Mao, una obra de arte debe ser más intensa y más concentrada; no puede simplemente "informar" de la vida ni reflejarla pasivamente. Para crear esa clase de obras, el artista necesita dedicarles mucho tiempo, y muchas veces trabaja solo o con otros artistas y especialistas.

En un artículo de The Nation, Danny Hoch describió cómo ha luchado para que sus obras salgan por televisión y en el cine. Toca luchar muy duro para romper el control de las grandes corporaciones y abrir brecha en las barreras que impiden que obras como las de Hoch lleguen al público. Y si un artista revolucionario logra superar esas barreras, producir y distribuir su obra de una manera que sirva al pueblo requiere una batalla intensa. En fin, es un camino cuesta arriba.

Por otra parte, Mao señaló que si bien el artista revolucionario tiene la tarea de crear arte, su tarea principal es "comprender y conocer a fondo a toda clase de gentes.... Si uno desea que las masas lo comprendan, si desea fundirse con ellas, tiene que decidirse a sufrir un largo, e incluso penoso, proceso de temple".

Es decir, el artista tiene que luchar por no alejarse del pueblo y crear obras que "impulsan la historia hacia adelante".

Para manejar esas contradicciones, es muy necesario que elevemos el nivel del debate sobre el arte y la política. Los artistas debemos reunirnos y discutir esos espinosos problemas.

Hace un par de años, un grupo de artistas que buscábamos una forma colectiva de hacer frente a esa situación formamos la Red de Artistas de ¡Rehusar y Resistir! Los que participamos en la red tenemos puntos de vista muy distintos, pero todos concordamos en que urge crear espacios para una cultura de resistencia, para obras de valor artístico y compromiso social. Nos comprometimos a defender nuestros principios, nuestra conexión con los movimientos revolucionarios del pueblo, y a luchar para alcanzar al público e influir en el clima político del país.

No es fácil; caminamos a tientas por un camino escarpado, pero nos apoyamos en el pueblo y aprendemos de él para crear obras de arte que demuestran que esta sociedad opresiva no es el único mundo posible. Y encontraremos aliados-productores y promotores en los teatros, estudios de grabación, museos, etc.-quienes se comprometerán a producir obras radicales.

La responsabilidad del artista

El último interrogante del Teatro Público fue: ¿Cuál es el compromiso del artista? ¿Debe aferrarse a sus convicciones a costa de su carrera?

Para mí, en el fondo está la responsabilidad del artista al pueblo. Desde una perspectiva histórico-mundial y parafraseando a Chiang Ching: ¿Por qué algunas personas tienen la posibilidad de crear arte y otras producen todo lo que usan los artistas, hasta los zapatos que calzan? Esa situación se debe al injusto orden social, a la división opresiva entre el trabajo mental y el trabajo manual.

Un abismo separa a los artistas e intelectuales de los países imperialistas y a las masas del mundo, y eso es algo que los artistas conscientes deben tomar muy a pecho.

Según los peces gordos de Hollywood, los dueños de compañías de discos y teatros, el artista trabaja gracias a la bondad de los poderosos. Pero en realidad la riqueza de esta sociedad es producto del trabajo del proletariado. Y el artista tiene el deber de pintar esa situación tal como es e inspirar al pueblo a apoyar una cultura de resistencia contra este orden opresivo.

El pueblo necesita artistas que le abran los ojos, que le hagan llorar y reírse, por medio de los personajes que representan, la música que tocan, las historias que cuentan y las imágenes que crean.

El pueblo necesita artistas que se solidaricen con las grandes luchas del día, que alcen la voz y cuenten las historias que arden por contarse.

Y el sistema pone muchos obstáculos para que lo hagan.

Esa noche en el Teatro Público abordamos un ejemplo muy candente de ese conflicto: la lucha para parar la ejecución de Mumia.

Los artistas que defienden públicamente a Mumia son blanco de una campaña sin precedentes de la prensa y la policía, que busca ponerlos a la defensiva, y destruir su carrera y su credibilidad. La policía amenaza con cancelar los conciertos de artistas que apoyan a Mumia o que permiten que se distribuya propaganda sobre su caso. Hasta se cuestiona el derecho del artista a hablar del caso ("Como artista, ¿qué va a saber de eso?" o "¿Ya leyó las actas del juicio?") Como comentó Ossie Davis, se plantean situaciones difíciles, pues los artistas tienen renombre, pero no son políticos ni oradores.

Muchos artistas han respondido a la represión con valentía, lo cual es motivo de orgullo. Urge que se sumen muchas voces más.

Se requiere mucho valor para crear arte que le llega al pueblo. Y creo que el movimiento revolucionario (y el movimiento de resistencia) debe encontrar la manera de apoyar a los artistas, a ayudarlos a actuar conforme sus aspiraciones más elevadas y en aras de los intereses del pueblo, a crear arte que despierte y asombre, que desenmascare e inspire.

"Tiene que empezar en algún lugar.
Tiene que empezar en algún momento.
¿Por qué no aquí?
¿Por qué no ahora?
¡A todo dar, ni el infierno nos detendrá!
"

Rage Against the Machine, "Guerrilla Radio"

¿Pueden los artistas parar la ejecución de Mumia? ¿Pueden dirigir al pueblo a hacer la revolución? Solos, no. Pero si no crean obras que nos conmuevan, que nos abran los ojos y nos muestren el mundo tal y como es, y como lo anhelamos, sin todo eso nuestro movimiento no tendrá corazón ni tendrá la valentía para derrocar este sistema descorazonado. Necesitamos un ejército popular, un partido firme que lo dirija y el momento oportuno para tumbar los muros de Jericó, como dice la canción. Pero también necesitamos las trompetas.

* "Unknown Secrets: Art of the Rosenbergs", exhibición montada por Nina Felshin. Catálogo de exhibición: "The Rosenbergs: Collected Visions of Artists and Writers", editado por Rob A. Okun.

***Mao Tsetung, "Intervenciones en el foro de Yenán sobre arte y literatura", Obras Escogidas de Mao Tsetung, Tomo III.


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