El individuo y la colectividad:
Diferentes formas del estado
y la extinción del estado

Bob Avakian, presidente del PCR,EU

Obrero Revolucionario #1089, 4 de febrero, 2001, en rwor.org

Puesto que los imperialistas, y en particular los yanquis, se las dan de paladines de los derechos humanos, vale la pena volver al tema del individuo y la sociedad, y tocar otros aspectos de dicha relación, que abarca las contradicciones entre el individuo y las clases, y entre el individuo y la colectividad (o sociedad). También abarca el carácter de clase y el papel fundamental del estado, y su relación con el individuo.

Es preciso distinguir entre el concepto marxista-leninista-maoísta del estado y el gobierno en general. Aquí me concentraré en el estado, es decir, el órgano de represión a través del cual una clase domina a otra (u otras).

Hoy por hoy, la burguesía echa mucho rollo (y tiene un arsenal de frases trilladas) contra el estado y la intromisión gubernamental, o lo que llaman "Big Government". Por eso recalco la importancia de distinguir entre el estado y el gobierno, pues los ataques contra la intromisión gubernamental solapan el hecho de que están fortaleciendo el estado y sus órganos de represión--la policía, las fuerzas armadas y los tribunales--en esta "época en que se ha acabado la intromisión gubernamental". En ese aspecto, no se ha socavado para nada la intromisión del gobierno ni "se está eliminando paulatinamente"; todo lo contrario.

Entonces, ¿por qué dicen que se ha acabado la época de "Big Government"? La burguesía, particularmente la estadounidense, lo dice porque opina que las concesiones del "contrato social" de las últimas décadas ya no son necesarias, y quiere eliminarlas. Desde luego, no quiere eliminar ni socavar el papel del gobierno de ayudar el capital en la esfera económica ni mucho menos el papel del estado de reprimir a las masas y de hacer guerras a fin de imponer "los intereses nacionales" del imperialismo yanqui en todo el planeta. Si bien han reducido el ejército, siempre buscan que sea un arma más letal para cumplir sus funciones burguesas/imperialistas esenciales.

Repiten hasta el cansancio que "el estado es malo", con la excepción de este estado (imperialista), y que el estado que esté al servicio del proletariado es peor; o sea, la dictadura del proletariado es lo peor. Condenan rotundamente al estado socialista (o lo que erróneamente llaman la sociedad "comunista": los estados revisionistas, así como a las auténticas dictaduras del proletariado que existieron en la Unión Soviética y China). Esa clase de estado es malísimo--y la intromisión gubernamental también--, pero están fortaleciendo el estado burgués y sus órganos de represión, ¡aunque echan sus rollotes sobre los males del estado y la intromisión gubernamental!

Es decir, difunden toda esa propaganda cuando en realidad están fortaleciendo los órganos y funciones represivas del estado burgués en general, con mayor intromisión en la vida de los ciudadanos comunes. Es muy irónico oír tanto rollo sobre el "estado comunista totalitario", que borra el espacio entre el estado y el individuo, y borra la "sociedad civil" (la esfera en que los individuos se desenvuelven sin la intervención e intromisión directa del estado). O sea, suben el volumen de la propaganda sobre los males de "la sociedad comunista totalitaria", pero desatan la más descarada y cruel represión en la gloriosa "libre sociedad" "neoliberal" burguesa, particularmente contra el proletariado y las masas, y aumentan cualitativamente la intromisión gubernamental en la vida cotidiana, incluso en la vida de la "clase media", con el cuento de que es "mayor seguridad" y "mayor conveniencia" para el consumidor.

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Con eso en mente, quisiera entrar a la cuestión del individuo y grupos (o clases) sociales en la sociedad socialista, es decir, bajo la dictadura del proletariado y más allá, en la sociedad comunista. En "Falso/auténtico"* y la polémica contra K. Venu ("Democracia: ¡Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor!"*), tocamos la cuestión del comunismo vs. absolutismo y mencionamos el ejemplo del imperio inca, y que un socialdemócrata se valió de una cita de Engels a fin de sostener que la revolución soviética resultó ser muy parecida al imperio inca porque en los dos casos se colectivizaron los bienes en el marco de una sociedad extremadamente jerárquica y opresiva. De igual modo se ha calumniado la Revolución Cultural; de hecho sus oponentes burgueses dicen que se basó en el principio de "colectivizar la pobreza".

El imperio inca fue muy estratificado, opresivo, explotador y jerárquico; fue un gobierno absolutista, en el sentido religioso, político e ideológico. Por esa razón, entre otras, fue tan vulnerable al ataque de los conquistadores españoles: una vez que se presentó un ataque externo, el carácter absolutista del imperio lo hizo vulnerable a la desintegración y la destrucción. (Como Jared Diamond plantea en el libro Germs, Guns y Steel [Microbios, armas y acero], no fue la única razón, y a lo mejor no fue fundamental, para la derrota relativamente rápida del imperio inca por los españoles, pero sí fue un factor de peso.)

Pero lo que buscamos, la meta histórico-mundial del comunismo, no tiene absolutamente nada en común con el imperio inca. No es una sociedad absolutista ni se parece en lo más mínimo a la parodia simplista de una sociedad que "colectiviza la pobreza". No "colectiviza la pobreza" de las masas y la sociedad en general ni da una vida de lujo a la élite del gobierno comunista (o socialista), que es en realidad una descripción acertada de sociedades tales como el imperio inca, pero no tiene nada que ver con las metas del comunismo, pues el comunismo no busca colectivizar la pobreza ni imponer un gobierno absolutista.

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Como he recalcado en mis pláticas y escritos, nuestro concepto de la dictadura del proletariado no se limita a decir que es la transición a la sociedad sin clases ni a reconocer la necesidad general de continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado. También afirmamos que cuanto más avancemos a través de la transición socialista hacia la meta del comunismo como parte de la revolución proletaria mundial y cuanto más se fortalezca la dictadura del proletariado, tanto más se distinguirá radicalmente de todas las formas anteriores del estado. He aquí un principio sumamente importante: fortalecer la dictadura del proletariado, a través de la transición y el avance hacia el comunismo, no implica simplemente fortalecer constantemente los órganos represivos del estado proletario. Eso no es lo fundamental ni el aspecto más importante.

Desde luego, los órganos de la dictadura del proletariado no deben debilitarse estratégicamente; son indispensables mientras existan las clases y la lucha de clases (y por eso se necesite un estado), y mientras la revolución proletaria mundial no haya alcanzado la meta del comunismo. Sin embargo, fortalecer la dictadura del proletariado durante la transición socialista no implica en lo fundamental fortalecer los órganos de represión. Requiere que el proletariado desenvuelva sus propias formas de estado que sean cualitativamente diferentes de todas las anteriores, y en particular que busque la manera de movilizar a las masas más y más (y en olas) para dirigir el estado y la sociedad.

El concepto materialista dialéctico del partido implica que mientras se necesite el estado proletario se necesitará un partido comunista como fuerza dirigente para continuar la lucha revolucionaria proletaria hacia la meta del comunismo mundial; sin embargo, el objetivo es necesariamente la extinción del partido, junto con la extinción del estado, cuando se hayan creado las condiciones que lo permitan. Pero sería erróneo pensar que se dará un proceso cuantitativo en línea recta, es decir, que se logrará la extinción del partido engrosando sus filas, que más y más gente se incorpore y, a la larga, prácticamente toda la sociedad milite en el partido y eso permitirá su extinción. A mi juicio, dicho concepto no es dialéctico: en primer lugar, no toma en cuenta la contradicción en el partido entre la dirección y los dirigidos ni la contradicción entre el partido y las masas.

En mis últimos escritos y pláticas he examinado, de una manera inicial y provisional, el concepto de "distribuir" algunas funciones del estado y del partido para crear los medios para que que las masas dirijan la sociedad, y se hagan cargo de funciones administrativas tanto como funciones de dirección de la sociedad socialista, a través de otros medios que no sean simplemente participar en el partido, es decir, desenvolver otros medios para que las masas participen más directamente. Sin embargo, no cabe la menor duda de que será necesario durante un largo trecho de la transición socialista que el papel de las masas como dueños de la sociedad se exprese a través de los representantes políticos de sus intereses más elevados, es decir, el partido. Se dará una compleja interacción y lucha dialéctica entre los diversos aspectos que llevarán--no en un sentido cuantitativo ni en línea recta sino en una forma global y dialéctica--a la extinción del partido, junto con la extinción del estado, a través del avance hacia el comunismo mundial. A lo largo de ese proceso de constante lucha, con grandes saltos en coyunturas decisivas, tendremos que bregar por superar tanto las diferencias en el partido (entre la dirección y los dirigidos en varios planos) como las diferencias entre el partido y las masas. Tendremos que desenvolver una serie de medios y medidas, y no será una cuestión de simplemente engrosar las filas del partido para abarcar virtualmente a toda la sociedad.

Planteo estas ideas para estimular la reflexión y para recalcar un punto fundamental e imprescindible: la dictadura del proletariado es cualitativamente diferente de las demás formas del estado y, cuanto más se fortalece, cuanto más avanza la revolución bajo la dictadura del proletariado, tanto más deberá destacarse esa diferencia cualitativa de todas las formas anteriores de estado. Por eso, recalco el punto fundamental de que el comunismo no es una sociedad absolutista; el estado proletario no se parece en nada a las calumnias y parodias de él.

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Lo anterior se relaciona con algunas cuestiones que he recalcado respecto a los intelectuales y artistas, y la sociedad en general: darles espacios a los intelectuales, fomentar la creatividad y el espíritu crítico, etc. Un aspecto particular es la aplicación del importante principio comunista de la crítica y la autocrítica. Por eso, leí con mucho interés que se les planteó a los nuevos compañeros en una reunión de jóvenes, y que ese concepto y método les pareció muy bueno. Pero también hay ejemplos del empleo incorrecto de la crítica y la autocrítica para hostigar o atacar a compañeros por cosas de poca importancia, perdiendo de vista nuestra concepción y los intereses fundamentales del proletariado. (Eso no es de sorprenderse cuando se trata de gente nueva y con poca experiencia, aunque se da a veces con compañeros experimentados.) En fin, la crítica y la autocrítica puede prestarse a una lucha sin principios, pues, como todo, se puede emplear incorrectamente. No por eso quiero decir que no sea buena ni mucho menos; al contrario, es una parte indispensable de nuestra cosmovisión y metodología pero como todo, hay una forma correcta e incorrecta de aplicarla, y es importante dirigir ese proceso.

Por consiguiente, es necesario emplear prudentemente la crítica y la autocrítica, así como las demás medidas y métodos. A manera de ilustración, recuerdo el relato de una familia china durante la época del socialismo que se cansó de vivir en una comuna en el campo, y "se escapó" a Hong Kong. La vida allá los decepcionó mucho y querían regresar a China por varios motivos (a lo mejor tenían parientes, etc.). En vísperas del regreso a China, unos periodistas occidentales los entrevistaron y les preguntaron directamente si no les daba miedo regresar. Insinuaron que a lo mejor temían ir a parar a la cárcel o ser ejecutados. Contestaron que no les asustaban esas cosas, ¡pero sí les daba pavor la crítica y la autocrítica!

¿Qué onda? Evidentemente esa familia necesitaba crítica y autocrítica; es un método importante, en ese caso particular y en general. Pero es importante reconocer que tiene un aspecto de coacción, lo cual es correcto y necesario, pero debemos estar conscientes de que es así y emplearla prudentemente. Si se critica a los compañeros a cada rato por errores que no tienen mayor importancia, se sentirán sofocados y no podrán respirar; no se creará un ambiente correcto que estimule la creatividad e iniciativa de las masas, y la ponga al servicio de los objetivos estratégicos de la revolución proletaria. (Y respecto a la autocrítica, también es importante emplearla prudentemente. No olvidemos el comentario de Mao: si cometemos 10 errores y publicamos nueve de ellos, ¡las masas querrán tumbarnos!)

Repito, hay que ser prudentes en cuanto a la crítica y la autocrítica. Debemos asegurar que la gente tenga espacio, que pueda respirar. En "Fin/comienzo"** recalqué: si queremos que la gente mantenga el entusiasmo por la causa revolucionaria, y que ese entusiasmo se reponga constantemente, en vez de sofocarse o extinguirse, debemos captar la importancia de ser prudentes en cuanto a la crítica y la autocrítica, y lograr una síntesis correcta de dirigir e imponer ciertos principios básicos, por un lado, y por el otro, permitir que la gente respire y que encuentre en gran medida su propio camino a las verdades fundamentales del marxismo y su aplicación en la práctica.

La futura sociedad que es nuestra meta--aun bajo la dictadura del proletariado y más aún en el comunismo, donde se habrán eliminado las clases, y se habrá extinguido el estado y el partido--ha de ser una sociedad que se base en la verdad fundamental de que las relaciones sociales (ante todo las relaciones de producción) son las relaciones básicas e indispensables, y que la lucha social es la fuerza motriz de la sociedad. Pero es necesario ligar esa verdad con un hecho de suma importancia: para plasmar la misión histórica del comunismo (y para que la sociedad humana continúe avanzando una vez que se haya alcanzado el comunismo), la individualidad, y no el individualismo, debe florecer más y más a medida que se desarraiguen las relaciones sociales de explotación y opresión, y que los seres humanos--que constituirán, por vez primera en la historia, una asociación cooperativa de seres libres--procedan de manera consciente a su propia transformación y a la del mundo objetivo.

Notas:

* El libro El falso comunismo ha muerto... ¡Viva el auténtico comunismo! de Bob Avakian combate la propaganda imperialista sobre "la muerte del comunismo" que se soltó con la desintegración de la Unión Soviética y la tan sonada "victoria del Occidente en la Guerra Fría"; el artículo "Democracia: ¡Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor!" se publicó en la revista Un Mundo Que Ganar, marzo de 1992.

** "El fin de una etapa--El comienzo de una nueva etapa", una charla de Bob Avakian, se publicó en la revista Revolución, otoño de 1990.


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