La furia de Cincinnati

Obrero Revolucionario #1103, 20 de mayo, 2001, en rwor.org

Una corresponsal del OR en Cincinnati escribió este artículo.

Yendo al barrio Over-the-Rhine y el lugar donde mataron a Timothy Thomas, ya era palpable la emoción de la gente por los logros de tres días de rebelión. Agarramos cientos de ejemplares del OR/RW con el título: "Cincinnati: ĦEs justo rebelarse!" y caminamos hacia el Finlay Market. Varios chavos se acercaron con curiosidad. Al ver en la primera plana fotos de los rebeldes alrededor del cuartel de policía, nos dieron grandes sonrisas y se llevaron paquetes del OR para sus amigos.

Los chavos y otras personas que conocimos en el barrio estaban muy orgullosos de la rebelión y de enfrentarse a la chota salvaje que por años los ha hostigado, golpeado, y matado a sus amigos y parientes. Esta vez se armó la gorda. Los chavos se rebeleraron días después de que la policía asesinó a Timothy Thomas por tener órdenes de arresto (por infracciones menores), y siguieron batallando frente a balas de goma, cartuchos de perdigones y gas lacrimógeno. Mucha gente me dijo que no servía de nada reunirse una y otra vez con las autoridades, alzar la voz en las reuniones del consejo municipal semana tras semana, año tras año. La estructura de poder no retrocedió ni siquiera después del asesinato de 15 negros en cinco años. Solo se fijó en la situación con este levantamiento. Ahora millones de personas estaban checando lo que pasaba en Cincinnati.

Fuimos por toda la zona con el OR. Muchos se llevaron paquetes de periódicos y nos hablaron sobre lo que pasó y sus sentimientos. Les dio coraje que, momentos después del entierro de Timothy Thomas, varios policías se pusieran a tirar cartuchos de perdigones a un grupo que caminaba con cartelones de protesta a una cuadra de la iglesia; hirieron a dos niños, uno de 7 años y otro de 12. Hirieron gravemente a una maestra blanca, quien sufrió fracturas en las costillas y lesiones en el bazo. Cuando se fueron los chotas, más de 200 personas marcharon a la delegación del Distrito 1 y se plantaron en la calle. Muchos me dijeron con rabia que a perdigones el gobierno municipal y la policía demostraron su falta de remordimiento por el asesinato de Timothy Thomas. Me dijeron: "No ha cambiado ni la policía ni la municipalidad. Son unos desalmados". A los cuatro agentes que dispararon contra los manifestantes los cesaron con pago, pero no los acusaron de nada. El jefe de policía dijo: "A final de cuentas, la policía sale bien".

El toque de queda se levantó el lunes, 16 de abril. Todos decían que no se debía a que el gobierno iba a suavizar la represión, sino a que el equipo de béisbol los Rojos iba a jugar. A la semana siguiente, el gobierno municipal convocó una reunión pública para que los chavos "se expresaran", pero la controló del principio al fin. Cuando un señor de 35 años criticó al gobierno y lo calificó de "diablos" por permitir años de asesinatos y golpizas policiales, la policía se le echó encima para callarlo y lo sacó. Tal es su "democracia". Una semana más tarde, el público se tomó una reunión pública con el comisionado del condado (para debatir un nuevo estadio para el equipo de fútbol americano, los Bengalís) como foro público para condenar la brutalidad policial.

En Over-the-Rhine, casi todos nos dijeron que nada se ha resuelto. El fiscal del condado, Michael Allen, rechaza contundentemente la demanda popular de amnistía para los rebeldes. Mucha gente dice que los chavos son "héroes" por enfrentarse con valentía a la policía y las autoridades. Allen ha acusado a 63 personas (62 negros y un blanco) de incitar a motín, resistencia a la autoridad, saqueos y otros delitos. Ofrece una recompensa a cualquier persona que entregue videos de la rebelión para capturar a otros rebeldes. Dice que pedirá la pena máxima; a la comunidad le da coraje la posibilidad de que los rebeldes pasen tiempo en la cárcel por luchar contra el asesinato policial de Timothy Thomas. Hace poco, durante la instrucción de cargos a unos acusados de delitos graves, no se permitió la presencia de familiares ni de simpatizantes; todo se hizo en la cárcel por medio de televisión de corto circuito.

Fuera del edificio donde la policía mató a Timothy Thomas en un callejón oscuro, han colocado bellas flores y fotos, y una inscripción en la pared: "Descansa en paz Timothy". Ahora el gobierno municipal quiere demoler el edificio. Un activista me dijo: "Quieren arrasar el edificio y estos recuerdos. Están aumentando las tensiones. No se dan cuenta de que ya no vamos a aguantar. Cuando vengan con la aplanadora, aquí estaremos".

El viernes, 27 de abril, la prensa informó que el gran jurado de acusación iba a anunciar su decisión en cuanto al policía asesino. Durante toda la tarde, los helicópteros policiales volaron sobre Over-the-Rhine. Los dueños de tiendas cubrieron los escaparates con tablas.

Al caminar por el barrio, escuchamos relatos de experiencias. Una señora negra de 68 años me relató: "Justo antes de ese asesinato, fui a una reunión del consejo municipal. Antes de hablar, levanté las manos, que me quedaron torcidas tras una golpiza policial en 1974, y les dije: 'Miren mis manos, sus policías me hicieron esto. Jamás, repito, jamás lo olvidaré ni lo perdonaré. Hasta que me muera, solo tendré odio por esa canalla acción".

Los vecinos me dijeron que un policía blanco violó a tres mujeres negras y como castigo recibió seis meses de libertad condicional. Arde el coraje porque el gobierno municipal eliminó un programa de trabajos para los chavos justo antes del asesinato de Timothy Thomas, por los ataques a los pobres, la destrucción de la vivienda pública, la discriminación en el trabajo, y la pobreza que el pueblo sufre. Una y otra vez nos dijeron: "Estamos esperando a ver si acusan al policía. Estamos esperando, esto no ha terminado".

Un residente negro de los multifamilares, de treinta y pico años, hojeaba el OR y me dijo: "Sabes, necesitamos nuestro propio estado de emergencia donde la policía tenga miedo de venir acá, donde tenga que quedarse en su cuartel. Debe tener miedo".


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