China: El SIDA y
la epidemia del capitalismo

Obrero Revolucionario #1116, 26 de agosto, 2001, en rwor.org

Beijing, China: En un rincón del hospital You An, el doctor Zhang y un equipo de enfermeros tienen una clínica para el SIDA: unos edificios blancos detrás del depósito de cadáveres, sin aire acondicionado y con apenas seis camas.

En el calor sofocante del verano, una paciente esquelética sentada en una cama habla con su visita. Tiene muchas lesiones en los brazos. Sabe que va a morir, pero lo que le duele más son los prejuicios: "Ni puedo decirles a los amigos y parientes. Si se enteran, ni siquiera se me acercarán; será una vergüenza para mí y para toda la familia".

En China, donde viven 1,2 billones de personas, la quinta parte de la población mundial, el virus VIH (que causa el SIDA) está infectando a muchísima gente. La tasa de infección se ha disparado y la situación es alarmante, pero solo hay un puñado de clínicas en todo el país; el doctor Zhang señala: "Apenas unos cinco médicos nos dedicamos al problema del VIH".

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El virus VIH apareció en China a principios de los años 80 y, a partir de 1994, ha infectado a mucha gente. Antes de 1989, se registraron unos cuantos casos de SIDA, pero de 1989 a 1994 mucha gente en la provincia sureña de Yunnan se infectó; en algunas comunidades del 30 al 70% de los drogadictos que se inyectan tienen el virus. En 1998, se registraron infecciones en 31 provincias y se calculó que más de 400.000 personas tenían el virus (y que la mayoría ni siquiera lo sabía).

Según el Ministerio de Salud, la cantidad de infectados aumentó en un 37% de 1999 al 2000; actualmente, China es el cuarto país de Asia en cuanto a seropositivos (tras India, Tailandia y Birmania).

Oficialmente solo hay 22.500 seropositivos, pero los trabajadores de la salud dicen que la cifra real asciende a 600.000. Y los médicos que trabajan en Henan, donde la epidemia es peor, calculan que en esa provincia un millón de personas se infectaron por vender sangre.

La epidemia del SIDA se ha extendido rápidamente en China por varias razones, entre ellas el aumento de la drogadicción y la prostitución. Unos 10 millones de mujeres trabajan de prostitutas, pero no hay información sobre el VIH ni cómo protegerse.

Otra causa de la epidemia es la enorme cantidad de migrantes. El 70% de la población vive en el campo, y debido a la creciente brecha entre ciudad y campo, y ricos y pobres, millones y millones de migrantes se trasladan a las grandes ciudades en busca de trabajo. Eso ha espoleado el contagio de VIH/SIDA.

En China se encuentran más clases del virus que en otros países. Las ocho clases del virus están presentes y, además, las clases VIH1 B’ y C se han recombinado y se están transmitiendo.

En los últimos 10 años, la tasa de infección de las varias clases del VIH ha fluctuado radicalmente. Según estudios genéticos de seropositivos en la frontera sur con Camboya por la Academia China de Medicina Preventiva, en 1989 la tasa de infección de la clase Europea B americana era del 90%, pero en 1996 bajó y la de la clase Tailandia B subió al 90%.

En el pasado, el 75% de las infecciones de VIH se daban en adictos que se inyectaban drogas, pero en los últimos años, las enfermedades de transmisión sexual (ETS) han aumentado muchísimo y han espoleado la epidemia de VIH/SIDA.

Los que padecen ETS tienen una mayor probabilidad de contagiarse con VIH. Por ejemplo, los que padecen sífilis tienen una probabilidad 20 veces mayor de contagiarse con VIH si tienen relaciones sexuales sin condón. Las ETS han aumentado en un 20% al año desde 1991 y se calcula que tres millones de personas se infectan al año. En algunas regiones la tasa de infección es mayor; por ejemplo, en las provincias costeras de Jiangsu, que experimentan un desarrollo desmesurado, se registró un aumento anual del 60% de 1990 a 1994.

Mucha gente no tiene seguro médico ni tiene para pagar el tratamiento de las ETS, que cuesta unos 300 yuan (el salario de un mes para muchos). Tampoco tiene para pagar una prueba de VIH.

Un problema del capitalismo

Antes de la revolución maoísta que liberó al país en 1949, el pueblo chino padecía enfermedades, desnutrición y miseria. Millones y millones de trabajadores y campesinos carecían de servicios de salud e higiene, y las enfermedades mataban a muchísima gente. En 1935, el promedio de vida era de 28 años.

Cuando la revolución triunfó, había 70 millones de drogadictos (adictos a opio, morfina y heroína), pero la nueva sociedad socialista eliminó rápidamente la drogadicción. Desbarató los negocios de droga y organizó al pueblo a luchar con los que tomaban o vendían drogas; a los adictos se les dio atención médica y la oportunidad de trabajar. En 1952, ya no había ni adictos ni traficantes ni contrabandistas.

La construcción de una nueva sociedad socialista permitió dar servicios de salud a las masas a bajo costo o gratis. Se organizaron grandes campañas para eliminar los insectos que portaban enfermedades y mejorar la salubridad en el campo. Se establecieron clínicas en las aldeas y las regiones de minería de carbón.

Durante la Revolución Cultural, mandaron a más de un millón de trabajadores de la salud a las zonas rurales para "servir al pueblo". Capacitaron a dos millones de "médicos descalzos", jóvenes revolucionarios que vivían con los campesinos, trabajaban con ellos en los campos y les daban servicios de salud básicos e información (que antes no tenían).

Pero tras la muerte de Mao Tsetung en 1976, sus enemigos, encabezados por Deng Xiaoping, dieron un golpe de estado y tomaron el poder. Restauraron el capitalismo e hicieron añicos los logros del socialismo, como la revolución en la salud. Hoy la "privatización" y la filosofía de "hacerse rico" dominan el sistema de salud.

La crisis del SIDA pone de relieve que la restauración del capitalismo en China ha hundido a millones en la miseria y causado indecible sufrimiento, especialmente en el campo. La drogadicción, la prostitución y la pobreza crecen, y están atizando la epidemia del SIDA. Y como ahora al gobierno lo motiva el afán de lucro y buscar mayor inversión extranjera, en vez de guiarse por el principio de "servir al pueblo", los servicios de salud a bajo costo y las grandes campañas educativas son cosas del pasado.

Existe una gran ignorancia sobre el VIH/SIDA y la forma de contagiarse, y mucha discriminación a los seropositivos. Según sondeos, en las aldeas donde muchos tienen el SIDA, solo el 34% tiene información básica sobre la enfermedad. Incluso en las grandes ciudades como Beijing y Shanghai, más del 50% de los estudiantes de prepa no reciben cursos que abordan el tema. Los trabajadores de la salud no tienen información sobre el cuidado de enfermos del SIDA y no los atienden por temor a contagiarse.

Las autoridades ocultan las dimensiones de la epidemia y han impedido que los investigadores vayan a ciertas regiones. Un trabajador de la salud señaló que no admiten la magnitud de la crisis del SIDA porque sería reconocer el alcance de la prostitución y la drogadicción, que básicamente se eliminaron en la época de Mao, y temen que podrá afectar el turismo, la inversión, el desarrollo económico y la estabilidad social.

El comercio de la sangre

DONGHU, China: Salta a la vista que a los aldeanos harapientos la ropa les queda floja y tienen la mirada hueca.

Agachados y raquíticos, los campesinos que están en edad de ser robustos y productivos ni siquiera pueden cultivar el trigo ni cuidar a los hijos. En este pintoresco pueblo de 4500 habitantes de la región central padecen terribles males: fiebres, diarrea crónica, úlceras en la boca, fuertes dolores de cabeza, pérdida de peso, tos, furúnculos que no se sanan.

"Cada familia tiene un enfermo, muchas tienen dos o tres", dijo Zhang Jianzhi, de 51 años, quien se reunía con otros enfermos; todavía es robusta pero sufre fiebres y malestares: "Más del 95% de la gente mayor de 14 ó 15 años ha vendido sangre. Ahora todos nos hemos enfermado con fiebres, diarrea y furúnculos".

New York Times, 28 de mayo, 2001

A principios de la década pasada, las compañías de productos biológicos (con algunos inversionistas extranjeros) querían conseguir plasma barato para elaborar medicinas como gammaglobulina y agentes de coagulación, y recurrieron a campesinos pobres dispuestos a vender sangre por necesidad. Los directores de servicios de salud sirvieron de intermediarios, estableciendo centros para donar sangre. Algunos se forraron el bolsillo y otros lo vieron como una manera de ayudar a una región muy necesitada. Para los campesinos que vendían sangre a $5 por 400 cc (casi medio litro) era la única forma de alimentar a la familia, comprar ropa y pagar la colegiatura de los niños.

"No tenían que animarnos, nos parecía una buena oportunidad", dijo Gu Yulan, de 46 años, que sufre de fiebres y úlceras en la boca. "Acudía tanta gente que era difícil conseguir ficha".

En Xincai, había tres centros para donar sangre. Los encargados tenían el respaldo del gobierno: un centro era del hospital del condado, otro de la compañía de luz, y el tercero del ejército (que tiene muchos negocios).

Muchísima gente acude a los centros de donación de sangre del gobierno debido al alto nivel de desempleo y pobreza. En una libreta se registra la fecha, el nivel de hemoglobina, la cantidad de sangre y el pago. Algunos dan sangre cada 10 días y, como los métodos no son sanitarios, cualquiera que done sangre se arriesga a contagiarse de una enfermedad grave.

En Xincai, se concentraba la sangre de docenas de personas en una enorme centrifugadora para separar el plasma. Luego regresaban lo que quedaba (principalmente glóbulos rojos) a los donantes con una transfusión. Con ese proceso, un donante infectado con VIH o hepatitis infectaba a los demás. Además, con ese método el donante no perdía glóbulos rojos (lo cual produce una anemia severa); gracias a eso, los campesinos vendían la sangre muy a menudo y la probabilidad de infectarse aumentaba.

Según las autoridades de salud de la provincia de Guangdong, la mayor parte de las 150 toneladas de sangre donada en 1996 se compró. Se pagaba 200 yuan al donante por concepto de "nutrición" (unos $25, que equivalen al salario de una semana de un obrero urbano).

Según una nota periodística de 1997, en la ciudad de Xunde, "xietou" (mercaderes de sangre) tenían a los donantes en hoteles. Estos les pagaban la sexta parte del dinero que recibían más 10 yuan al día por el hotel. Para aumentar la productividad, les daban medicinas (hasta tres veces al día) que aumentaban el volumen de la sangre y ocultaban enfermedades. Los donantes le dijeron a un periodista que muchos de ellos circulaban entre los centros de donación de sangre de las provincias de Guangdong y Fujian para vender sangre con mayor frecuencia. Daban de 400 a 500 ml de sangre cinco veces (o más) al mes.

En 1996, varios pacientes de los hospitales de Beijing, Henan y otras provincias se infectaron con VIH por sangre contaminada. En un hospital de Beijing docenas de pacientes se infectaron. Como muchos donantes de aldeas pobres viajaban de un centro de donación de sangre a otro, el contagio también viajaba.

El mercado negro

Una escasez de sangre ha creado un mercado negro y centros de donación clandestinos, donde reinan la insalubridad, el peligro y la inmisericordia.

En 1998, la provincia de Henan (una provincia muy grande, con una población de 100 millones) tenía 287 centros de donación de sangre legales y un número indeterminado de centros clandestinos. Un epidemiólogo calculó que en un centro podrían recolectar unas 40.000 muestras al año (algunas serían múltiples muestras del mismo donante), lo cual pone de relieve las trágicas posibilidades del contagio del VIH en el campo chino.

En agosto de 1999, la policía de Henan incautó 194 bolsas de plasma que se transportaban a Kaifeng para la elaboración de productos de sangre. La Cruz Roja las examinó y encontró que el 17% estaban contaminadas con hepatitis C, el 44% con sífilis y el 100% con hepatitis B.

En enero del año pasado, los noticieros de Beijing informaron que unos traficantes de sangre organizaron a un grupo de trabajadores migrantes que fingieron ser obreros de una fábrica de Beijing que necesitaba ayuda para cumplir la cuota de donación de sangre (fijada por el gobierno). Cada donante recibió 300 yuan ($37). Una señora le dijo a un reportero que recibió 300 yuan y un "certificado de donante voluntario" de la fábrica. Los donantes intercambiaron información sobre precios de la sangre y datos de traficantes.

Algunos traficantes llevaron a 50 ó 60 donantes. Una traficante que llevó a ocho "donantes" le preguntó a una periodista si quería dar sangre. Cuando respondió que no tenía permiso de residencia de Beijing, le dijo: "¡No importa! Use el mío. ¡Nos parecemos mucho!".

Una redada en un centro clandestino de Chengdaopo, en el noroeste del condado de Lingqui, destacó el tamaño del problema. En el momento de la redada iban a trasladar tres toneladas de sangre. La policía tumbó la puerta y encontró un cuarto sucio y oscuro donde varias personas estaban en camillas con un tubo en cada brazo. Por un tubo les sacaban la sangre y por el otro la reemplazaban y suministraban nutrientes.

Arrestaron a 17 personas y confiscaron una centrifugadora, 10.400 bolsas para plasma, 64 bolsas de plasma y equipo. Todo el plasma estaba contaminado con hepatitis B y VIH. De los 17 arrestados, 16 tenían hepatitis B y 11 eran seropositivos. Siete tenían sífilis.

En una aldea muy apartada de la provincia de Henan, Liu Hai, Cao Ailing y su hermano Cao Jigang tenían una operación clandestina de recolección de sangre. Los ayudaban sus parientes y amigos. Algunos reclutaban trabajadores; otros trabajaban en ventas, transporte y como gerentes. Encontraron donantes profesionales de Henan, Shaanxi, Jilin, Hebei y otras regiones. Organizaron varios grupos de donantes y le sacaban sangre a 28 cada día. De los dos litros de sangre que le sacaban a cada donante, separaban 700 ml de plasma. Regresaban los glóbulos rojos al donante por medio de una transfusión. Llenaban las bolsas con el plasma de los donantes y si el plasma de uno no llenaba la bolsa, añadían el de otro. A los donantes no les hicieron ninguna prueba. Estos vendían sangre cinco veces a la semana y les pagaban 50 yuan por muestra.

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"El problema es muy grave; no sé en cuántos pueblos, pero es más de un puñado. Llevo muchos años de médico, pero al ver esas aldeas, se me saltaron las lágrimas. La infección se encuentra incluso en pueblos donde no han vendido sangre".

Un médico que trabaja en una provincia
donde el VIH/SIDA ha causado
grandes estragos

Hace 10 años, las autoridades del pueblo de Wenlou repartieron volantes que recomendaban vender la sangre, diciendo que era "glorioso" y que "no perjudicaría la salud".

Cheng Jianfei, de 38 años, vendió sangre y ahora tiene llagas en la cara como consecuencia de la infección de herpes que muchos seropositivos padecen; afirma: "El gobierno nos animó a vender sangre". Su esposa e hija de 8 años también están infectadas. Gasta $125 al mes (más que su salario anual) en medicinas para fiebre y diarrea. Ha pedido prestado, pero no le alcanza para alimentos ni ropa, ni sabe quién cuidará a sus hijos cuando él y su esposa mueran.


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