La compasión de la Dr. Gao

Obrero Revolucionario #1116, 26 de agosto, 2001, en rwor.org

La doctora Gao Yaojie es una jubilada de 76 años que lleva medicina, folletos y dulces a las zonas rurales de la provincia de Henan, China, donde muchos campesinos pobres están muriendo del SIDA. Procura contrarrestar la ignorancia y los prejuicios con información sobre la enfermedad, pero sus jarabes y pastillas apenas alivian el sufrimiento.

Los pueblos de la región central de China tienen las más altas tasas de infección de VIH en el mundo. Por muchos años, los campesinos de la región vendieron sangre a traficantes y se infectaron con el virus VIH, que causa el SIDA. Sin embargo, las autoridades han negado que hay una epidemia de SIDA y han bloqueado la información a periodistas e investigadores. A veces cuando la doctora Gao llega a una aldea, la expulsan.

La doctora Gao era una destacada ginecóloga y en 1996 (cuando ya estaba jubilada) una colega la consultó acerca de una enfermedad misteriosa. Fue el primer caso de SIDA que se registró oficialmente en Henan.

Con su pensión, la doctora ha financiado una campaña de información y ayuda a los enfermos del SIDA. Saca volantes, hace sondeos y responde a miles de cartas de maestros, pacientes que necesitan dinero y colegas que buscan información. Como no tiene ningún apoyo del gobierno, y sus fondos y conocimientos son limitados, le toca luchar cuesta arriba contra un problema de enormes dimensiones.

La doctora Gao le dijo al New York Times: "Los hospitales no aceptan a estos pacientes. Sus familias los abandonan. No tienen ninguna opción... salvo morir. Mucha gente cree que el SIDA es una enfermedad muy mala y no habla de ella ni admite que la tiene" (Elisabeth Rosenthal, 10/28/00). La doctora afirma que mucha gente no entiende cómo se contagia y sigue vendiendo sangre, aun cuando muchos de su pueblo hayan muerto. Piensan que si comen bien y se abrigan, no se enfermarán.

Dice la doctora: "Las altas autoridades instan a las autoridades locales a negar que el SIDA existe y por eso la gente no busca ayuda". La prensa no lo menciona porque las autoridades temen que la información sobre la epidemia perjudique el desarrollo económico. Por la misma razón han amenazado a la doctora.

"Ni siquiera mis amigos me comprenden", dice la doctora. "Creen que debo disfrutar la jubilación, pero mucha gente está muriendo y esto es algo que se puede parar".

En uno de sus viajes al campo, la doctora habló con una madre y su hijo que agonizaban. La madre, Wu Long, vendió sangre en muchas ocasiones y tenía erupciones muy dolorosas en todo el cuerpo. No podía comer por las úlceras de la boca. Su hijo de dos años, Wei Wei, creció con fiebres, vómitos y diarrea. El padre quiso suicidarse cuando se enteró de que el hijo tenía el SIDA.

Para ellos, la doctora Gao es una salvadora, aunque no pueda impedir la muerte. Les brinda compasión, regalitos, medicinas y sus conocimientos, a diferencia del gobierno capitalista que no se preocupa nada por sus sufrimientos. Quizás la doctora les recuerda a algunos de la China socialista en que había servicios de salud a bajo costo para el pueblo. Cheng Yan, un enfermo de SIDA, le escribió a la doctora Gao antes de morirse para agradecerle su ayuda: "Seguramente el Presidente Mao la mandó".


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