Una declaración a los soldados,
a los que piensan alistarse y a la juventud

Jeff Patterson

Obrero Revolucionario #1120, 30 de septembre, 2001, en rwor.org

Recibimos la siguiente carta de Jeff Paterson, ex soldado que no obedeció órdenes de luchar en el golfo Pérsico.

¿Conoces a un soldado o a alguien que piense alistarse? Dale lo siguiente, gústele o no... porque merece saber en qué se mete.

En agosto de 1990 era cabo de la Infantería de Marina. Me ordenaron ir al Oriente Medio a la primera fase de la guerra del Golfo. Cuatro años antes, como no sabía qué hacer con mi vida, entré en una oficina de reclutamiento de Salinas, California, y les dije que me pusieran "donde más me necesiten".

"¿Qué voy a hacer con mi vida?" Esta es una pregunta que siempre se presenta a los jóvenes, y que tiene una importancia especial hoy tras el horror y la tragedia del 11 de septiembre.

Nadie que haya visto las imágenes lo podrá olvidar: en una escena tan irreal como la película Matrix, un conflicto se extendió a la realidad estadounidense de una manera impensable. Oficinistas y ayudantes administrativos, meseros y bomberos... miles de vidas arrancadas de amigos y familiares.

Hoy los locutores gritan "venganza", "justicia infinita" y "¡hay que hacer algo!". Ondean banderas para aliviar el dolor y declaran: "No nos vamos a dejar".

Yo podría ser uno de los jóvenes que van a alistarse hoy si no fuera por lo que aprendí en los cuatro años que pasé en la Infantería de Marina. Nos entrenaron a luchar contra campesinos que luchaban contra los "intereses estadounidenses" en su país, específicamente en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Vi la extrema pobreza de Filipinas; las redes de prostitutas que el gobierno estadounidense aprueba para "servir" a los soldados en Corea del Sur; el desenfrenado racismo hacia la población de Okinawa y Japón. Me di cuenta de por qué billones de personas por todo el mundo odian a Estados Unidos, específicamente su máquina de guerra, sus guerras clandestinas y todo el sistema de globalización económica que reemplaza la esperanza con días de 12 horas en talleres de miseria para producir productos de exportación.

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Ante esa realidad, empecé a desamericanizarme, o sea, los intereses de los pueblos del mundo empezaron a pesar más para mí que mis propios intereses.

Cuando Estados Unidos inició la guerra del Golfo, me di cuenta de que el mundo no necesitaba ni quería otro soldado estadounidense. Aunque no nos parecemos, vi que tengo más en común con la gente común y corriente del Oriente Medio que con los que me ordenaron matarla. No me reconfortó para nada que el comandante del batallón nos dijera que "si hay algún problema, los freiremos con bombas nucleares". Anuncié que no participaría en esas maniobras en aras de ganancias, petróleo y dominación del Oriente Medio. Prometí oponer resistencia y que, si me arrastraban a Arabia Saudita, no obedecería órdenes de luchar. Unas semanas más tarde, me senté en la pista de aterrizaje mientras los demás miembros de mi unidad, con quienes viví varios años, subían al avión. Participé en la guerra del Golfo desde una cárcel militar. Cuando protestas por todo el mundo los obligaron a ponerme en libertad, luchamos contra la guerra en la calle.

Pero no logramos parar la guerra. Desde 1990 más de 1,5 millones de iraquíes han muerto a raíz de los bombardeos aéreos (que continúan hoy) y, especialmente, a raíz de una década de sanciones económicas. Desde el comienzo el gobierno ha dicho que esa matanza "vale la pena" porque contribuye a sus metas estratégicas regionales. Hoy, cuando el gobierno manda que el mundo entero llore nuestras pérdidas, a nosotros nos ordena ignorar el sufrimiento que produce.

Cada vez que la máquina de guerra estadounidense entra en acción, admite los "errores" del pasado: el Síndrome de la guerra del Golfo, el Agente Orange y el napalm que rociaron en Vietnam, las masacres de refugiados en Corea, el uso de sus propios soldados en experimentos con bombas atómicas, los campos de concentración para los japoneses durante la II Guerra Mundial. Siempre dicen: "Esta vez será diferente", pero nunca lo es.

Uno no tiene que ser pacifista, comunista, cuáquero o humanista para oponerse a esta guerra. Pero es importante ser internacionalista, o sea, creer que nuestro futuro colectivo está estrechamente ligado a la mayor parte de la humanidad, no a los que amenazan guerra. A las mujeres y los hombres de las fuerzas armadas les digo que tienen que tomar una decisión. Sus "superiores" esperan silencio, pero la humanidad exige algo distinto. Piensen. Hablen. Y si deciden oponer resistencia, centenares de miles de personas los apoyarán, como los que ya se han lanzado a la calle para protestar.

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Como su padre trazó una raya en la arena, George Bush Jr. ha dicho: "O nos apoyan a nosotros, o apoyan a los terroristas". La estructura de poder ve que su "Nuevo Orden Mundial" no está del todo terminado. Mientras nosotros lloramos, anuncian que "las reglas normales no se aplican" (traducción: es hora de desquitarnos) y "la nación está unida y es hora de actuar" (traducción: vamos a pasar por alto o aplastar el disentimiento). Ahora más que nunca, Estados Unidos es un peligro para los pueblos del mundo y para el pueblo de aquí también.

No ondearé la bandera; en vez, me pondré una cinta verde en solidaridad con los inmigrantes y los árabe-americanos que son el blanco de ataques racistas. Alto a la guerra. Apoyemos a los soldados que rehúsan luchar.

Dediquemos la vida a cambiar esta situación.

Jeff Paterson
22 de septiembre de 2001

El 30 de agosto de 1990, Jeff Paterson, un cabo de la Infantería de Marina de 22 años, se negó a embarcarse a un avión que iba a Arabia Saudita. Fue el primer soldado que se negó a obedecer órdenes durante la guerra estadounidense contra Irak. La foto de Jeff sentado en la pista de aterrizaje salió por todo el mundo. Actualmente Jeff vive en el Área de la Bahía de San Francisco y es miembro de Veteranos de Vietnam contra la Guerra Antiimperialistas (www.oz.net/~vvawai). Se puede contactar por medio de VVAW-AI o directamente por email: EMAILJP@post.com).


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