Conversaciones en Carolina del Norte

La discriminación al granjero negro

Obrero Revolucionario #1124, 28 de octubre, 2001, en rwor.org

El OR recibió la siguiente carta:

Llevo varios meses viajando por el sur del país con un equipo de compañeros que divulga el Borrador del Programa del PCR. Cuando nos enteramos de una reunión del Congreso Radical Negro en Chapel Hill, Carolina del Norte, acudimos para distribuir el Borrador del Programa y el OR. Había talleres sobre temas relacionados con la opresión de los negros y asistí a uno de la Asociación de Granjeros y Agricultores Negros (BFAA) acerca de la situación del granjero negro.

Gary Grant, el presidente de la BFAA, dio inicio al taller. Dijo que en 1910 casi un millón de granjeros negros eran dueños de seis millones de hectáreas, pero hoy son menos de 18.000 granjeros con menos de medio millón de hectáreas y están entrando en quiebra a una tasa cinco veces mayor que los granjeros blancos.

Los granjeros piden préstamos del Departamento de Agricultura (USDA) para comprar semilla, fertilizantes y equipo. Gary señaló que los granjeros blancos consiguen préstamos sin mayor problema, pero para los granjeros negros demora mucho más tiempo. Les dicen que su solicitud tiene un "error"; les niegan el préstamo o los trámites demoran hasta después de la siembra. Como dijo Gary, esos "errores" no son más que otra táctica discriminatoria, como las antiguas leyes Jim Crow. Lo mismo ocurre año tras año, y muchos terminan vendiendo sus tierras. Obviamente no lo hacen por voluntad propia sino porque el sistema racista los obliga.

Gary señaló que el acuerdo de 1996 entre el USDA y los granjeros negros también los está llevando a la quiebra. Según el acuerdo, tienen el derecho de demandar al USDA por discriminación, como demoras en los trámites de los préstamos para comprar semilla, fertilizantes y equipo. Pero solo pueden recibir un máximo de $50.000 y no tienen derecho de volver a demandar en el futuro (no importa si ganan o pierden la demanda). Además, tienen que presentar declaraciones de dos granjeros blancos de que a ellos no los discriminaron en la misma situación. Gary comentó que en una ocasión un compañero deletreó mal el apellido de uno de los declarantes y con ese pretexto rechazaron la demanda.

Al final del taller, platiqué con Gary y L.C. Cooper, el presidente del capítulo de Carolina del Norte de la BFAA, y les dije que quería saber más de la lucha de los granjeros negros.

Ese mes, viajé con unos compañeros a la granja de L.C. en el noreste del estado. Era verano, un día lindísimo; los lagos y charcas brillaban bajo los rayos del sol. Pasamos por los campos de maíz con sus tallos verdes, campos de trigo, soya y otros cultivos muy bien cuidados. La tierra de los surcos era oscura, color café.

La discriminación a los granjeros negros

Nos reunimos con L.C. Cooper y Jeff Hawkins (el secretario del capítulo de Carolina del Norte de la BFAA). Tenían muchas ganas de contarnos de la discriminación al granjero negro.

En la sala de su casa platicamos con L.C., su esposa y Jeff. L.C. nos habló de su propia experiencia con la discriminación. Hace unos años, tomó la decisión de cultivar cacahuates orgánicos para vender en Holanda, donde en ese tiempo pagaban mucho más que en Estados Unidos.

Al hablar de su cosecha, L.C. sonreía mucho: "Eran cacahuates de primera, ¡una cosecha abundante! Me tenía muy contento pues era una cosecha bien buena". Hasta se puso a reír pensando en la buena cosecha y explicó: "Al cosechar el cacahuate, se usa una máquina que cava y con una rueda voltea la planta y los cacahuates. La planta queda abajo de los cacahuates para que estos se sequen. En los surcos se ven los cacahuates, lo más de bonito. Los cacahuates están encima de las plantas y se ven bien bonitos. En este condado no cultivan mucho cacahuate, así que nos vinieron a visitar desde otro condado donde lo cultivan mucho y estaban asombrados al ver esa cosecha. También vinieron profesores y estudiantes de la universidad North Carolina A & T a verla".

Siguió con su relato y de repente me dio mucha rabia porque ya no hablaba de la bella cosecha sino de la interferencia del capitalismo y el USDA. ¡Qué cosa!

Explicó que el USDA controla la producción de cacahuates (al igual que muchos cultivos) para limitar la oferta y mantener altos los precios. Hay mucha demanda de cacahuates orgánicos, pero le limitaron la producción porque no querían que L.C. vendiera al mercado extranjero. Dijo: "Me impusieron restricciones muy severas".

L.C. firmó un contrato con el USDA que lo limitó a sembrar 40 hectáreas de cacahuate. Calculó cuidadosamente la distancia entre los surcos y entre cada planta, y compró la semilla. A la hora de la cosecha, llegó un inspector del USDA, dijo que tenía 45 hectáreas en vez de 40 y lo multó $15.000. L.C. dice que a lo mejor pensaba que compró más semilla en el mercado negro, pero lo que pasa es que cometió un error. Revisó sus cuentas y encontró el error. La sembradora separó los surcos y por eso tenía cinco hectáreas extras. Le informó al USDA del error, pero no le cancelaron la multa.

L.C. llevó su bella cosecha a Virginia para que la descascaran. En su carro siguió a tres grandes camiones cargados de cacahuate, pero cuando llegó, un agente del USDA le informó que no podían quitar ni una sola cáscara hasta que pagara la multa. L.C. trató de arreglar el problema con el inspector para no tener que pagar la multa en ese momento o para pagar menos, sin ningún resultado. Por semanas y meses enteros negoció en vano con el USDA. Como no tenía los $15.000, muchos de los cacahuates se pudrieron en los camiones.

L.C. dijo: "Se pudrieron por la humedad. Es que la cáscara se moja y el cacahuate se pone mohoso. Los cacahuates estuvieron en los camiones desde octubre hasta febrero porque no tenía los $15.000 para el USDA. Si el USDA les dice que no lo descascaren, pues no pueden hacer nada. Una vez que pagué, los pelaron en un dos por tres. Pero perdimos el 50% de la cosecha. Perdimos 40 toneladas".

Al preguntarle más sobre esa situación, me dijo que lo que le dio más coraje fue "que había una forma de usar el sistema de cuotas para evitar la multa, pero no estaba enterado y, ¡no se molestaron en decirme! Se supone que deben informarle a uno de todas las opciones, pero no lo hicieron. Me hubieran enseñado cómo manejar esas cinco hectáreas extras y no pagar la multa. Y me dio mucha rabia que me castigaran a mí por esas hectáreas. Soy el único granjero negro que cultiva cacahuate en el condado; ¿por qué vinieron a revisar mis cultivos? Era una buena oportunidad para expandir el mercado y echaron a perder esa oportunidad. Para mí fue un caso de prejuicio... La discriminación al granjero negro fue el factor principal. Si hubiera sido un granjero blanco, no habría habido mayor problema. Habría forma de manejarlo, de cambiar las cuentas para tomar en cuenta las cinco hectáreas extras. Además, era el único granjero negro que cultivaba cacahuate aquí en ese entonces, pero unos granjeros blancos lo cultivaban". L.C. agregó que a lo mejor el USDA le cayó encima porque él tenía una demanda pendiente por discriminación de más de $1 millón.

Jeff dijo que por mucho tiempo aceptó la profunda discriminación al granjero negro porque lo consideraba "normal": "Pensaba que era un mal agricultor hasta que asistí a una reunión y caí en cuenta de que 500 granjeros negros tenían el mismo problema: todos éramos negros y los casos eran muy parecidos. Por ejemplo, necesitaba comprar una bomba para sacar agua de una laguna. La Administración de Granjas me negó el préstamo. La laguna se desbordó y la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) me cayó encima. Me dieron una extensión, pero como no pude conseguir un préstamo no podía resolver nada. La EPA me dijo que si no lo hacía para tal fecha, me iba a multar $10.000 al día. Terminé pidiendo prestado a mi abuelo".

L.C. y Jeff nos platicaron de un granjero negro que cultivaba tabaco. Conocían el caso muy bien del principio al fin. L.C. dijo: "El compañero llevó una gran cantidad de tabaco de primera a la bodega. Tenía una gran cantidad de tabaco muy bello. Y el inspector del gobierno le puso que era de primera categoría. Cuando el granjero y su hijo regresaron a la bodega, el inspector estaba al otro lado trabajando. Vieron que le había puesto el sello de primera categoría, y estaban muy contentos. Se estaban felicitando, lo más de contentos. Pero entonces el inspector se acercó y les preguntó si era su tabaco, y le dijeron: `Sí, señor'. Enseguida les rebajó la categoría. El granjero entabló una demanda al amparo del acuerdo de 1996, pero la corte la rechazó. ¡La rechazó! ¡Qué descaro! ¡Todos los casos son así de descarados!"

El mercado los aplasta

Pregunté a L.C. si, como otros compañeros de la BFFA, sentía que la discriminación está empeorando a propósito para aplastar al puñado de granjeros negros que quedan. Dijo: "Efectivamente, es una situación muy extrema. Al parecer, esa clase de discriminación no debe ocurrir hoy, pero la realidad es que va de mal en peor. En muchos casos están iniciando trámites de juicio hipotecario. En este momento no pueden embargar a un granjero si tiene una demanda pendiente al amparo del acuerdo de 1996, pero eso podría cambiar. Si el granjero está en mora con la Administración de Granjas no pueden quitarle las tierras; más bien se inicia un litigio y reestructuran la deuda. Pero si suspenden la moratoria, el granjero no tendrá ese remedio.

"En el caso del tabaco y el algodón, si el precio baja, los ingresos bajan. Y uno tampoco puede salir adelante con otros cultivos. Necesita unas 800 hectáreas de trigo para sacar un buen ingreso. Si apenas tengo 40 hectáreas, y pago los costos y vendo el trigo a $2.76 por bushel, menos lo que debo (pues hay que pagar el préstamo al gobierno)... Si vendo el producto a los precios de hoy, no voy a sacar nada ni me alcanzará para pagar el préstamo. No voy a salir adelante porque los precios están muy bajos, y tengo que pagar la semilla, el fertilizante, los costos de la maquinaria, el combustible, la mano de obra y demás. ¡No, hombre! Para sacar algo hay que cultivar una buena cantidad de trigo. Así, sí. Pero por lo general uno tiene unas 40 hectáreas cuando necesita de 600 a 800 para salir adelante. Hay que pagarle a la Administración de Granjas, no hay de otra. (Muchos granjeros piden prestado a amigos o parientes porque la agencia no les presta). Cuando uno vende el producto, la agencia recibe su dinero a fuerzas. Así que el granjero trabaja la tierra, pero no saca nada.

"A un par de compañeros los metieron a la cárcel por vender su cosecha. Le debían al gobierno, o sea, cayeron en mora. Cuando vendieron la cosecha, no le dieron todo el ingreso a la agencia y los metieron al bote porque esta tenía el derecho a todo. Si uno no puede pagar, venden la granja en pública subasta. Ni siquiera dan un plazo de tres meses. Vienen y ponen un letrero que la granja se vende. Eso lo hace el USDA. Supongamos que uno debe $100.000 y la venden por $50.000. Uno queda debiendo $50.000, pero no tiene ni la granja ni ninguna fuente de ingresos. Tampoco tiene equipo, pero queda debiendo $50.000. Entonces se pone a trabajar en algún empleo y el gobierno le embarga el salario. Así pasa".

Buscar otro camino

Les comenté que viajé a la China socialista en 1971, antes del golpe de 1976 que restauró el capitalismo, y pasé un mes en Tachai, una enorme comuna agrícola donde centenares de campesinos pobres trabajaban tierras comunales. El pueblo, y no las ganancias, estaba al mando. Los agricultores elaboraban técnicas para aumentar la producción; hacían innovaciones con terrazas y con el riego. Se organizaban para alimentar al pueblo como parte de construir una nueva sociedad en que las masas acabaran con toda forma de desigualdad y discriminación.

L.C. nos dijo que invirtió mucho tiempo pensando en un proyecto de una cooperativa de granjeros negros que vendiera productos orgánicos al por menor y que fuera una alternativa a los supermercados, que no quieren vender esos productos: "Si uno representa una amenaza a la agroindustria, a compañías como Cargill y eso, entonces lo aplastan. Tienen muchas reglas que le hacen la vida imposible, mandan muchos inspectores. Saben cómo aplastarlo. Así es".

Les dije: "¡Qué bárbaro! Ustedes dos han pasado toda la vida luchando contra el gobierno simplemente para sobrevivir como granjeros. Han dedicado mucho tiempo y muchos esfuerzos a lidiar con la discriminación y las consecuencias del sistema capitalista para el pequeño agricultor. ¡No es justo! Deben poder dedicar su talento y conocimientos -de ganadería, del suelo, de la buena semilla- a lograr avances en esos aspectos de la agricultura en vez de tener que lidiar con el problema de pagar multas absurdas". Los dos sonrieron, totalmente de acuerdo.

Después de almorzar Jeff nos invitó a su granja. Fuimos con él en su camioneta; salimos del pueblo por unos caminos de tierra llenos de baches. Platicamos de su granja y de por qué le gusta la agricultura y la ganadería. Cría cabras y chanchos; centenares pastorean en sus tierras. Dijo: "Los quiero y los trato bien". Pasamos por bosques y campos, y de repente el olor de los animales y el aire fresco me trajo el recuerdo de paseos por las zonas rurales de Pensilvania cuando era niño.

Le pregunté sobre trabajar para corporaciones, con contratos. Dijo que la avicultura se hace por contrato. El granjero compra los pollitos de una corporación. Tiene que construir gallineros, que son muy costosos, y comprar nutrimentos de la corporación. En cierto plazo, esta compra nuevamente los pollos a un precio fijo. El granjero no se beneficia si la corporación los vende a mayor precio. Por ejemplo, en el caso de los chanchos, el granjero firma un contrato de antemano con la corporación de que esta le pagará $7 por chancho y, aun si los vende en $40, el granjero solo recibe los $7. Como dijo Jeff, la corporación controla totalmente al granjero.

Al atardecer, el sol seguía brillando pero se sentía más fresco. Nos despedimos y salimos por el camino de tierra, alzando polvo. ¡Qué bueno haber tenido la oportunidad de conocer a esos granjeros negros! Tuvimos conversaciones muy buenas con L.C. y Jeff, y aprendimos mucho sobre la lucha del granjero negro en este sistema capitalista. Volteé la mirada hacia ellos, y me puse a pensar en los sueños rotos, el dolor y la rabia que provoca el capitalismo; todo esto impulsa a la gente a organizarse y luchar contra este sistema injusto.


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