El correo

El ántrax no es igual para todos

Obrero Revolucionario #1126, 11 de noviembre, 2001, en rwor.org

La crisis del ántrax (o carbunco) se sigue extendiendo. Cada día, hay noticias de nuevos sitios contaminados y de más infectados.

El 26 de octubre, detectaron esporas de ántrax en un centro de clasificación de correo de Maryland, que maneja la correspondencia destinada a la Suprema Corte. El periódico New York Times comentó que los tres "pilares" del sistema de gobierno estadounidense "están cara a cara con la amenaza de ántrax. Primero le tocó al Congreso, con la carta al senador Tom Daschle. Luego le tocó a la Casa Blanca y ahora a la Suprema Corte". Por primera vez en 66 años, se decidió trasladar a los magistrados a otro lugar y cerrar el edificio para inspeccionarlo.

A la fecha, cuatro personas han muerto por ántrax respiratorio, que afecta los pulmones. (El ántrax cutáneo afecta la piel). Los cuatro son: un periodista del periódico amarillista Sun de Boca Ratón, Florida, dos trabajadores postales de Washington, D.C., y una trabajadora de hospital de Nueva York. Asimismo, se confirmó que por lo menos doce personas (de varios lugares de Washington, Nueva York y Nueva Jersey) tienen ántrax, y que más de 24 personas arrojaron resultados positivos de haber sido expuestas (sin contraer la enfermedad).

Cuando se descubrió la carta a Daschle el 15 de octubre, los funcionarios del gobierno hicieron declaraciones contradictorias respecto al ántrax (en polvo) que contenía. Unos dijeron que el polvo era grueso y, por eso, no presentaba tanto peligro como el polvo fino y "molido"; uno hasta lo describió como "común y corriente". Pero por lo visto se equivocaron.

El New York Times dijo el 25 de octubre: "Desmintiendo a los que por una semana indicaron que la calidad del ántrax en la carta [a Daschle] era primitiva, científicos importantes dijeron hoy que era de una calidad avanzada y altamente peligrosa. Concretamente, afirmaron que se había manipulado para disminuir la carga electrostática, con el objetivo de que las esporas no se pegaran y de aumentar su dispersión... Ahora está claro que el sobre era suficientemente poroso y las esporas suficientemente pequeñas para escapar al aire a pesar de que el sobre estaba sellado".

La carta contenía un polvo "fino y flotante" que queda suspendido en el aire y causa ántrax respiratorio, la forma más letal de la enfermedad. El gobierno tuvo que reconocer el error de no prever que una carta con ántrax podía presentar peligro para los trabajadores postales.

Esa admisión llegó demasiado tarde para los trabajadores postales gravemente enfermos o muertos. Al comparar cómo se manejó la amenaza de ántrax en el Capitolio y en los centros del correo, queda claro que se trata de dos mundos distintos.

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"Me di cuenta de que, como siempre, algunos reciben más consideración que otros".

Tony Jackson, trabajador postal
de Washington, D.C.

Cuando un empleado del tabloide Sun contrajo ántrax y murió en Boca Ratón, Florida, cerraron el edificio y le hicieron un examen médico a todo el personal y a sus familiares.

A los trabajadores postales que clasificaron la carta, les ordenaron seguir trabajando. Después de dos semanas y de muchísimas quejas, finalmente inspeccionaron la instalación postal.

Al descubrir indicios de ántrax en la sede del canal televisivo NBC (en el famoso Rockefeller Center de Nueva York), cerraron el edificio, les hicieron exámenes médicos a todos los empleados e inmediatamente les dieron antibióticos.

Pero para los trabajadores del correo de Rockefeller Center, no hubo ni exámenes ni medicinas. Se les ordenó seguir trabajando cuando evacuaron el edificio.

Al detectar ántrax en las oficinas del senador Tom Daschle en Washington D.C., la respuesta fue rápida. Pusieron la oficina en cuarentena y le dieron antibióticos a unos 50 empleados y visitantes mientras les hacían exámenes. Suspendieron las visitas públicas al Capitolio. Cerraron la Cámara de Representantes por una semana para hacer pruebas exhaustivas de la presencia de ántrax.

Mientras tanto, las instalaciones de correos donde manejaban la correspondencia destinada al Capitolio seguían abiertas y se trabajaba al ritmo febril de todos los días.

Después de la primera muerte en Florida, las víctimas hasta ahora no han sido importantes señores de la política, de los noticieros o de los periódicos, sino trabajadores que clasifican la correspondencia.

Un trabajador de la oficina de correo del Sun, internado varias semanas con ántrax, salió hace poco del hospital. Joseph Curseen, de 47 años, y Thomas L. Morris Jr. --quienes trabajaban en el centro de correo Brentwood, donde se clasifica toda la correspondencia para la capital-- murieron el 22 de octubre y otros dos trabajadores de Brentwood están en el hospital. El 25 de octubre, un trabajador de un centro de correo de Virginia donde se clasifica la correspondencia destinada al Departamento de Estado fue el quinto caso confirmado de ántrax respiratorio de trabajadores postales de la región. En Trenton, Nueva Jersey (de donde salió la carta a Daschle) le han diagnosticado ántrax respiratorio a otro trabajador postal.

Joseph Curseen empezó a sentirse mal el 16 de octubre; pensó, al igual que su familia, que se trataba de una gripe fuerte. El 20 de octubre, se desmayó en la iglesia; sin embargo, fue al trabajo en la noche. El domingo 21 de octubre, acudió a la sala de urgencias del hospital, donde no se dieron cuenta de que Curseen trabajaba en el correo y lo mandaron a casa con una medicina para la gripe. Al día siguiente, se cayó al suelo en su casa; lo llevaron en ambulancia al hospital y ahí murió.

Cuando murieron los dos trabajadores de Brentwood, siete días después de que se encontró la carta con ántrax en las oficinas del senador Daschle, finalmente mandaron a hacerles exámenes y a darles antibióticos a los trabajadores postales.

Toda la correspondencia para el Capitolio pasa por el centro de correo Brentwood, que tiene unos 2000 empleados. ¿Qué más información se necesitaba para darse cuenta de que corrían peligro? Los trabajadores postales se quejaban de que no estaban recibiendo el mismo trato que los empleados del Capitolio, pero los pasaron por alto.

Cynthia Hudson, una trabajadora de Brentwood, dijo: "Dicen que no corremos riesgo y que no nos pasará nada. Preguntamos: `¿Cómo saben eso?', pues por aquí pasa toda la correspondencia para el Senado".

James Coe, quien clasifica cartas, le dijo al periódico Washington Post: "Ante todo, debieron haber atendido a los que manejan el correo. ¿Quiénes murieron? Los que manejan el correo. No ha muerto nadie del Congreso".

Leslie Harris, otra trabajadora de Brentwood, preguntó: "¿Por qué no nos hicieron un examen? Las cartas tienen que ir del punto A al punto B. El Senado es el punto B. Nosotros somos el punto A. Se preocuparon por el punto B, ¿pero por nosotros? No nos dijeron absolutamente nada".

En instalaciones postales a lo largo de la costa del este, rebosaba la indignación. Un empleado le dijo al programa televisivo Nightline: "Me da coraje. Nos tratan como si fuéramos de segunda categoría". Otro dijo: "No fue justo olvidarnos. La vida de nosotros es igual de importante que la vida de otros".

Las autoridades corrieron a apaciguar la situación. Anunciaron que iban a darles guantes y mascarillas a todos los trabajadores postales, y que iban a examinar y darles antibióticos a todos los que trabajaban en los sitios posiblemente contaminados. Aprovecharon el primer día de venta de un nuevo timbre de la bandera con las palabras "Estamos unidos" para "rendir un homenaje" patriotero a los empleados muertos.

Para muchos trabajadores, tales medidas no eran adecuadas. Cuando se detectó el ántrax en una máquina de distribución de cartas en Morgan Station (el mayor centro de distribución de correo de la ciudad de Nueva York), el presidente del sindicato postal de la ciudad recomendó a los 5000 trabajadores no ir al trabajo debido al peligro. Dennis O'Neal, un clasificador de cartas en Morgan Station, dijo: "Cerraron los demás edificios donde se detectó ántrax. ¿Por qué no cierran este también? ¿Están esperando que alguien muera?"

A los que critican el manejo de la crisis del ántrax les han dicho que se callen porque "no es patriótico". El vocero de la Casa Blanca, Ari Fleischer, dijo que no se debe criticar al gobierno porque las víctimas "murieron a causa de un ataque contra la nación por gente que mandó ántrax por correo". El administrador general de correos, John Potter, le dijo al noticiero Nightline: "En esta situación, los únicos culpables son los terroristas".

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Todavía no está claro quién envió el ántrax por correo. Después de mucha especulación oficial sobre posibles "vínculos" con Osama bin Laden o con el gobierno de Irak, han tenido que reconocer que no tienen ninguna prueba. Algunos funcionarios del gobierno e informes periodísticos han dicho que podría ser obra de grupos derechistas del país. El 27 de octubre, un informe de la agencia noticiera AP comentó que "los blancos [son] sedes de prensa y un político del Partido Demócrata odiados por extremistas ultraconservadores y aislacionistas". Como señaló el OR la semana pasada (en el artículo "Antrax, USA"), es muy sabido que los supremacistas blancos y fascistas cristianos han amenazado usar ántrax contra las clínicas de abortos y otros blancos.

Aunque no se sabe quiénes son los responsables de mandar las cartas con ántrax, sí se sabe por qué el ántrax ha matado a trabajadores postales. En este país, una pequeña élite tiene todos los privilegios y preferencias que vienen con el poder, pero a la mayoría de la gente trabajadora se le considera invisible y desechable. En este sistema rigen relaciones de clase altamente dispares. Esa es la realidad, no el "Estamos unidos" con que la clase dominante busca apoyo a la guerra actual.


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