De "Grandes objetivos y gran estrategia"

La expresión revolucionaria de las masas populares y ganar a las capas medias: El comunismo vs. el "calvinismo"

Bob Avakian

Obrero Revolucionario #1132, 23 de diciembre, 2001, en rwor.org

El OR está publicando esta serie de pasajes de "Grandes objetivos y gran estrategia", una obra inédita de Bob Avakian, presidente del PCR. Aunque se escribió hace más de un año, la obra (y estos pasajes en especial) abordan temas de importancia para la crisis y guerra actual. Esta es la sexta parte.

Un aspecto clave relacionado con la importante cuestión de una "crisis de legitimidad" --y con el hecho de que en ciertas condiciones puede ser parte de una crisis revolucionaria-- es que en el momento decisivo de la lucha frontal por el poder, y en todo el trabajo preparatorio para él, es preciso que las capas medias, o la mayor cantidad posible de ellas, lleguen a ver la lucha del proletariado revolucionario (y sus aliados) por el poder no como el "caos", la "anarquía" y la "destrucción del orden y autoridad legítima", sino como la sustitución del poder ilegítimo, de un orden que ha perdido la legitimidad, por un nuevo poder que represente una resolución justa y legítima de las agudas contradicciones y conflictos sociales (e internacionales). Hay que llevar a esas capas a ver a las masas populares --es decir, su expresión revolucionaria: su movilización y lucha consciente como las fuerzas básicas de la revolución proletaria-- no como "bárbaros" que hacen peligrar un modo de vivir muy valioso, sino como fuerzas que representan y encarnan un modo de vivir mejor, en oposición al viejo y desacreditado.

Así las cosas, vale la pena evaluar los planteamientos de Edward Luttwak (el autor "conservador" de Turbo Capitalism) sobre las "normas calvinistas" de la sociedad estadounidense, lo que llamaríamos "normas de legitimidad" y, en particular, en qué grado se aplica lo que dice Luttwak y si el derrumbe de esas normas podría suscitar una crisis de legitimidad, e incluso una crisis revolucionaria. Veamos algunos de los pasajes más pertinentes de Luttwak:

"Pocos americanos defienden conscientemente las doctrinas calvinistas en un sentido religioso, pero muchos, creyentes de todas las religiones y no creyentes por igual, que a lo mejor ni conocen el calvinismo como tal, actúan conforme a sus principios...

"Las normas calvinistas son muy sencillas y rígidas. La Primera Norma es para los de altos ingresos, los ganadores; la Segunda para las grandes mayorías de toda una gama de ingresos, pero que por lo general se consideran perdedores; y la Tercera es para los perdedores que repudian el calvinismo, es decir, para los que no aceptan la Segunda Norma (la mayoría de ellos pobres).

"Hace tiempo quedó en el olvido el precepto fundamental de la doctrina calvinista del cual se desprende la Primera Norma: la riqueza no le resta virtud al que la ha ganado, como Jesús supuestamente dijo, sino más bien comprueba el beneplácito divino de que gozan los elegidos. Sin embargo, la influencia de dicho precepto es tan grande que los americanos piensan que el deseo de hacerse rico es laudatorio y que hacerlo es un logro moral, dado que es el resultado de grandes sacrificios y esfuerzos, además de gran abnegación (gastar poco dinero). Lejos de ver a los que acumulan riqueza como materialistas egoístas, los respetan proporcionalmente a la cantidad que acumulan, siempre y cuando sea el fruto [o mejor dicho, se vea como el fruto] de sus propios esfuerzos.

"Hay, sin embargo, un 'pero' puritano: los ganadores no deben disfrutar de la riqueza que han acumulado; tienen que seguir trabajando duro para ser más ricos y no caer en las diversiones sexuales y del ocio de sus homólogos no calvinistas de Europa, Latinoamérica o el sureste de Asia. Con pocas excepciones (los artistas, los atletas de renombre y unos cuantos excéntricos) es muy notable que los americanos que ganan bien se apegan a la Primera Norma, cuyo efecto general es legitimar moral y socialmente la acumulación de riqueza, y reducir enormemente la envidia y, por consiguiente, su expresión política e incluso violenta. ¿Por qué han de envidiar los pobres a los que se enriquecen si estos ni disfrutan la riqueza ni la guardan toda para la propia familia? Solo les queda envidiarles la satisfacción del trabajo duro, las recompensas morales de la filantropía, y el prestigio social, lo cual no es poco, desde luego, pero tampoco es lo suficiente como para provocar resentimientos políticos ni mucho menos odio violento.

"La Segunda Norma, para los perdedores económicos, se basa en el mismo precepto calvinista, pero a la inversa: el fracaso de los perdedores no es consecuencia del infortunio ni de la injusticia sino de la desaprobación divina. Tal y como hacerse muy rico es casi sinónimo de la santidad, la pobreza es casi sinónimo de pecado, de hecho es casi un pecado. Muchos americanos que ganan bastante pero no la cantidad que consideran adecuada y correcta sienten una gran vergüenza, pues es difícil que los perdedores conserven la autoestima en un país que tanto valora a los ganadores con sus altos ingresos.

"La Segunda Norma tiene consecuencias políticas de mucho peso. A ella, más que a cualquier otro factor, se debe el hecho de que jamás ha existido un partido socialista consecuente en Estados Unidos: los perdedores se culpan a sí mismos en lugar del sistema y se odian a sí mismos en lugar de guardarles rencor a los ganadores.

"Ciertamente hay muchos perdedores que no son calvinistas; generalmente estos son pobres y no gente que considera que no ha logrado su potencial. Para ellos precisamente está la Tercera Norma: los que no aceptan la Segunda Norma ni se agachan bajo el peso de la vergüenza ni tienen la preparación para reclamar por medios oficiales los agravios, acabarán tras las rejas...

"Han metido presos a 400.000 perdedores no calvinistas por delitos de droga, y unos 400.000 más por delitos relacionados con drogas, lo cual representa una gran parte de las 1,8 millones de personas [actualmente más de 2 millones] que han retirado de la sociedad. La mayoría son hombres jóvenes con pocos estudios y más de la tercera parte son negros, los menos calvinistas de los pobres del país. Si despenalizaran las drogas, como recomienda el señor Soros y muchos más, ¿con qué justificación meterían a la cárcel a los perdedores no calvinistas?...

"Las tres normas integran lo que podríamos llamar el 'sistema calvinista', en el cual los ganadores reducen la envidia de los pobres por medio de la abnegación, la mayoría de los perdedores se culpan a sí mismos por su destino y los dos se desquitan exigiendo que les impongan crueles castigos a los perdedores rebeldes". (Turbo Capitalism, pp. 17-18, 20, 21, 22, 23-24, subrayado en el original, traducción del OR).

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Por su parte, Edward J. Blakely y Mary Gail Snyder en su libro Fortress America, Gated Communities in the United States (Fortín América, fraccionamientos con muros en Estados Unidos) abordan el creciente fenómeno de que las capas acomodadas se alejan del resto de la sociedad en los suburbios o en enclaves de privilegio en las ciudades, donde erigen fortificaciones contra "los de abajo". Los autores además elucidan las relaciones sociales y cambios económicos relacionados con este fenómeno. Plantean interrogantes importantes acerca de tendencias sociales y políticas que debemos tomar en cuenta y tratar de revertir, y acerca del interrogante clave: ¿el "centro" de cohesión "aguantará" o el orden social "se deshilachará" cualitativamente? Este pasaje en particular plantea interrogantes interesantes:

"Cuando la privatización y la exclusión dominan, y la unión y estructuras de apoyo mutuo de la comunidad se desvanecen, hay que preguntar si todavía es viable la democracia americana que se fundó basada en el ciudadano y la comunidad. Abraham Lincoln dijo que 'una casa dividida caerá'. Y ciertamente una nación que no cumple con sus propios ideales no ofrece mucho ni a sí misma ni al mundo". (p. 177, traducción del OR)

Definitivamente, las mencionadas tendencias sociales plantean la pregunta "si todavía es viable la democracia [burguesa] americana que se fundó basada en el ciudadano y la comunidad", y es muy cierto que "una nación que no cumple con sus propios ideales no ofrece mucho ni a sí misma ni al mundo". Y esto nos lleva de vuelta a la cuestión de una crisis de legitimidad y a la analogía de Humpty Dumpty [el personaje de Alicia en el país de las maravillas que se rompió en mil pedazos al caerse de una pared]: "¿el centro" de cohesión "aguantará" o la sociedad "se deshilachará"? Subraya nuevamente que el proletariado tiene que lograr una nueva síntesis, una repolarización. En particular, pone de relieve que es preciso ganar a grandes sectores de la clase media a una posición positiva respecto al movimiento revolucionario del proletariado consciente de clase y su vanguardia, a que lleguen a ver que esta lucha busca sustituir la vieja autoridad ilegítima por una nueva y más legítima, como señalamos arriba. Y es necesario sentar la base para eso a lo largo del período de preparación antes de que surja una situación revolucionaria.

En vista de eso, nos pueden ser de utilidad algunas lecciones de la guerra de Aníbal contra los romanos, especialmente sus esfuerzos por unir a los pueblos dominados por el imperio romano. Vale la pena examinar las razones de sus éxitos parciales y transitorios, así como los obstáculos que a fin de cuentas imposibilitaron mantener la unidad.

En su histórica marcha Aníbal cruzó los Alpes y descendió hacia Roma; al pasar por los territorios de los pueblos sometidos por Roma, logró que rompieran con el imperio y los ganó como aliados, sobre todo inicialmente. Pero a pesar de sus grandes triunfos militares iniciales, con el paso del tiempo, por medio de contraataques militares y varios medios políticos, los romanos reconquistaron a los aliados de Aníbal. Esos pueblos volvieron a ser súbditos del imperio romano, lo cual debilitó a Aníbal.

Al estudiar este tema hace poco, me puse a reflexionar acerca de nuestra estrategia del Frente Único bajo la Dirección del Proletariado y su aplicación general, y particularmente que "la lucha por las capas medias" (como la hemos llamado) se librará a lo largo de todo el período de preparación política para la revolución. Cuando finalmente surja una situación revolucionaria, esa lucha se intensificará. En ese momento, se dará una lucha feroz por ganar importantes sectores de las capas medias, y en ese sentido la experiencia de Aníbal podrá ser muy valiosa.

Como he señalado, Aníbal no pudo derrotar cabalmente a los romanos en parte porque no logró conservar la lealtad de muchos de sus aliados, aunque logró cosas extraordinarias dadas las dificultades. (Por ejemplo, su ejército constaba de soldados de diversos pueblos que tenían muy poco en común, ni siquiera el idioma; se necesitaban muchos intérpretes o líderes que hablaran varios idiomas para mover las tropas de manera coordinada. Así que dado todo eso, logró muchísimo). Obviamente, Aníbal no representaba al proletariado revolucionario ni tenía la capacidad de hacer la síntesis que se necesita de ideología y programa que podrá unir a los aliados a la causa del proletariado revolucionario (como he recalcado en esta charla), sobre todo a medida que el movimiento revolucionario se plasme cabalmente como fuerza material y cobre fuerza. Pero en todo caso, la experiencia de Aníbal nos permitirá entender mejor la importancia de aplicar nuestra estrategia del Frente Único bajo la Dirección del Proletariado (aunque, a fin de cuentas, a manera de ejemplo negativo).


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