De nuestra corresponsal

Miles repudian la Escuela de Asesinos

Obrero Revolucionario #1132, 23 de diciembre, 2001, en rwor.org

El 17 y 18 de noviembre más de 10.000 personas se dieron cita en una protesta contra la Escuela de las Américas, ubicada en la base de Fort Benning, Georgia. A continuación publicamos notas de nuestra corresponsal.

Al llegar a Columbus, Georgia, encontramos un pueblo pobre y monótono: una serie de restaurantes baratos, avisos de préstamos a alto interés, tiendas de equipo militar y policial, y muchos bares de mujeres desnudas. Saltaba a la vista que estábamos en un pueblo del ejército.

Era sábado y fuimos directamente al estadio a checar el mitin. Encontramos montones de jóvenes, de todo el país y de Latinoamérica, y todo tipo de activistas: religiosas y sacerdotes de varias órdenes católicas, así como laicos; estudiantes de prepa y de universidad; activistas de la lucha de los trabajadores agrícolas de Florida y Carolina del Norte, y de la lucha por la libertad de Mumia; militantes contra la globalización capitalista y contra la guerra, y demás.

Me senté en medio de un campo de miles de chavas y chavos a oír discursos y música. Eva, de Argentina, mandó una declaración de solidaridad a nombre de HIJOS, un grupo de hijos de desaparecidos, presos políticos, exilados y asesinados por las dictaduras militares: "Aún recuerdo a mi madre tirada en la calle, con las piernas cubiertas de sangre; recuerdo que nos decía que no lloráramos, que todo se iba a arreglar. Recuerdo que la arrastraron a un auto y que ella gritaba... Nunca la volvimos a ver y a mi padre lo secuestraron dos años después...". A la joven que leía se le quebró la voz y tuvo que hacer una pausa. "Gracias a todos por tomar el riesgo de estar aquí hoy... Son tan valientes como mi madre... Somos compañeros en este largo camino. Yo no estoy sola ni ustedes están solos, Eva".

También habló Adriana Portillo Bartow, madre de dos niñas desaparecidas. Con lágrimas en los ojos dijo: "Yo sobreviví la guerra de Guatemala. Soy una madre que ha vivido 20 años sin saber qué le pasó a sus hijas; Glenda y Rosaura tenían 9 y 10 años cuando unos militares, que estudiaron en la Escuela de las Américas, las detuvieron junto con mi hermana, mi padre, su esposa y una cuñada. Todos desaparecieron. El 11 de septiembre, mirando el horror, lloré por mis hijitas y por mi padre. Lloré por los familiares. Hace mucho he sabido que el gobierno de Estados Unidos es responsable de lo que pasó. Me compadezco mucho del pueblo de este país porque ahora sabe cómo es la situación...". Tras repetir las palabras del presidente Bush de que Estados Unidos es un país "pacífico" que nunca se cansará de luchar por la "democracia", leyó una larga lista de países que han sufrido guerras e intervenciones yanquis. Terminó con estas palabras: "Exijo que cierren la Escuela de las Américas. ¡Ya no más!"

Me encontré con un estudiante de India que conocí hace poco tiempo; milita contra la guerra y me dijo: "Me indigna que el gobierno financie una organización terrorista, porque eso es lo que es la Escuela de las Américas, y hay que cerrarla... Esta protesta es importante, contribuye al movimiento. Tenemos que ponernos en la cara de la prensa y hacerle saber al gobierno que no pararemos hasta que cierre esta escuela, la escuela de los asesinos".

Vi a Patrick O'Neil, organizador del Catholic Worker de Raleigh, Carolina del Norte, a quien conocí en un mitin contra la guerra. Dijo: "Este año trataron de impedir que viniéramos. El comandante de la base nos dijo que por respeto a los muertos no debíamos venir, pero precisamente venimos por respeto a los muertos, porque la máquina de la muerte no para; así que, ¿por qué no vamos a venir a protestar los que proponemos alternativas a la violencia? Sería irresponsable no hacer acto de presencia en medio del terrorismo que queremos prevenir".

Le pregunté a una estudiante negra de la Universidad Beloit de Wisconsin por qué vino: "Vine para sumar mi voz a un coro para que el mundo se entere de que la Escuela de las Américas existe, que no podemos ignorarlo, que está mal y que hay que pararlo. Lo que pasó el 11 de septiembre y esto están conectados. Toda mi residencia vino porque estamos convencidos de que la Escuela de las Américas es algo malo. Yo viví dos meses en Bolivia; viví con una familia campesina y tengo un hermano espiritual de 19 años allá".

Un chavo de Massachusetts que se enteró en la internet de las protestas me comentó: "Me parece que el clima actual es patentemente hipócrita; Estados Unidos apoya el terrorismo con una mano y dice que lo golpea con la otra... [Las autoridades] quieren refrenar este movimiento y disuadir las protestas. Me parece que el movimiento se refrenó un poco porque hay confusión debido a que esta vez, para variar, le dieron en la torre a Estados Unidos, y no al revés como de costumbre. El gobierno dice que no debemos protestar ahora. ¿Por qué no? Eso es ridículo. ¿Me considero americano? Bueno, por nacimiento y geografía toca decir que sí; pero ni loco voy a poner la bandera en el carro".

Muchos grupos tenían mesas de libros y fui a verlas. La mesa del grupo School of the Americas Watch tenía información sobre las masacres que han cometido los militares de Latinoamérica (con apoyo de su tío Sam) y nombres de caudillos de escuadrones de la muerte educados en la Escuela de las Américas. En la mesa de Libros Revolución de Atlanta, un militante de la Brigada de la Juventud Comunista Revolucionaria me contó que mucha gente pedía información sobre el comunismo y participaba en discusiones y debates.

Una estudiante del sur de Asia me comentó: "Ahora si uno es musulmán o del Medio Oriente lo discriminan. Antes los asiáticos éramos la `minoría modelo'... Me parece que se necesita otra lucha y otra revolución de derechos civiles. Se necesita otra vez. Y ni hablemos de toda la libertad que tiene la policía ahora".

Una brigadista aportó: "Esta diversidad me parece importante: que toda clase de gente proteste de mil formas. Yo creo que la revolución es la solución a todo esto. El día que caiga Estados Unidos se bailará en las calles porque ha creado y cebado asesinos por todo el mundo, como aquí en la Escuela de las Américas".

Otro brigadista añadió: "En estos momentos mucha gente está debatiendo, discutiendo, reaccionando, buscando respuestas. Yo llevo un par de años en la lucha revolucionaria y nunca he visto nada igual. He oído hablar de los años 60 y 70, y cuando me preguntan si no me gustaría haber vivido en esa época contesto que no pues no hubo revolución, pero que nuestra generación de pronto sí la ve".

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Después del mitin fuimos a un motel que era el centro de una serie de reuniones. Queríamos platicar, ver qué onda y buscar dónde pasar la noche. El motel era un hervidero de discusión y debate.

Nos acercamos a un chavo que estaba hablando con dos soldados de la base; parece que uno le pidió un cerillo para encender un cigarrillo y luego le preguntó sobre la protesta. El chavo dijo que al pueblo nunca lo benefician las guerras de Estados Unidos, ni siquiera cuando un grupo lo ataca, y que eso se aplica a los que están en el ejército. Dijo que Estados Unidos está librando una guerra de ricos, no una guerra para liberar al pueblo. Yo comenté que durante la guerra de Vietnam centenares de soldados desertaron, se amotinaron y se pasaron al otro lado. También hablamos de por qué Jeff Paterson desobedeció las órdenes de embarcarse para la guerra contra el pueblo de Irak. Un soldado no habló mucho, pero sonrió y dijo: "Entiendo lo que dicen". El otro dijo que de todos modos apoya la guerra contra Afganistán. Un chavo de la BJCR me dijo que tuvo conversaciones similares con unos diez soldados y que otra gente se acercó a participar y criticar la guerra.

Platiqué con Betty, que ha anhelado una sociedad justa y participado en luchas sociales desde los años 60. Se alegró de conocer a una persona dedicada a la lucha para crear una sociedad revolucionaria; yo le conté que fui a China cuando era un país revolucionario bajo la dirección de Mao y también que hace poco viajé por el sur del país para participar en conversaciones sobre el Borrador del Programa del Partido Comunista Revolucionario.

Cuando le pregunté por qué fue a la protesta contra la Escuela de las Américas, me contestó que el gobierno de Estados Unidos "entrena terroristas y apoya dictadores que torturan y matan". Señaló que el gobierno apoyó a bin Laden cuando peleaba contra los soviéticos. "O sea que apoya el terror si le conviene. Es la política oficial. Ahí tenemos a Noriega, a El Salvador... Estoy harta de la prensa; sí, fue una tragedia [el 11 de septiembre], pero hay que hablar de la conducta del gobierno. ¿A qué se debe la rabia que nos tienen en otros países? ¿Por qué las mujeres palestinas tienen que recoger escombros de bombas hechas en Estados Unidos? Yo tengo que considerar las interconexiones".

También platicamos con tres estudiantes de 18 años de un pueblo de Michigan. Una dijo: "No me gusta lo que hace la Escuela de las Américas, no me gusta que maten gente inocente y no me gusta que el dinero mande en el mundo". Otro dijo: "Supe hace tres semanas que aquí en Georgia hay una escuela que enseña a ir a otros países a matar. ¿Qué chingados es eso? ¿Cómo va a haber una escuela para entrenar asesinos?".

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A la mañana siguiente, todos nos juntamos en la entrada del fuerte. A las 9:30 ya éramos como mil personas, tanto jóvenes (la mayoría) como mayores. Unos venían por primera vez; para otros el camino era conocido. Agarraron cruces con el nombre de víctimas de los graduados de la escuela y se empezó a formar una procesión.

Oímos declaraciones de solidaridad. La actriz Susan Sarandon mandó una nota: "Cómo quisiera poder estar con ustedes hoy pues sé que romperán el ciclo de opresión y genocidio que atiza la Escuela de las Américas. Sumo mi voz a los que no tienen voz, con ustedes, para que todos vean".

El padre Roy Bourgeois, iniciador de la lucha para cerrar la escuela en 1990, dijo: "Los pobres de Latinoamérica han sufrido mucho tiempo. Los nuevos conquistadores son la Organización Mundial de Comercio, que explota al pueblo y se enriquece. Esta escuela entrena a los que imponen la política exterior de Estados Unidos. Hoy decimos: `Esto no continuará en nuestro nombre'. Nos hemos reunido aquí para mantener vivo el recuerdo de las miles de víctimas de nuestra política exterior y de las víctimas por venir. Estamos con ellas".

Empezó una procesión fúnebre con miles de personas que portaban cruces, flores y fotos de víctimas de la Escuela de las Américas. En la tribuna leían solemnemente el nombre y la edad de las víctimas conocidas, y todos contestaban "Presente". Un discurso habló de los miles que murieron en el World Trade Center; otro habló de los que han muerto por los bombardeos de Afganistán. La respuesta cada vez era: "¡No más, no more!". Cuando la procesión llegó a la cerca del fuerte, los que llevaban cruces y fotos las entrelazaron en el alambre de púas.

Por la tarde, de pronto oí gritos de alegría. Resulta que varios manifestantes se metieron por la cerca. La policía militar corrió tras ellos y los echó por tierra, pero antes de que se los llevaran leyeron una condena del gobierno. A los pocos minutos, vimos dos señores mayores con cruces dentro de la cerca. Cuando se les acercó la policía militar se tiraron al suelo, como si los hubieran matado. Los esposaron y se los llevaron. En total, unas 80 personas se metieron al fuerte, y miles los apoyaban desde afuera con aplausos, redobles de tambor y porras de "¡Ciérrenla, ciérrenla!".

En medio de eso me encontré con un militante de La Resistencia, quien me dijo: "Soy de El Salvador y de niño me enteré de lo que hacía la Escuela de las Américas en mi país y en el resto de Latinoamérica. Pero no supe de esta protesta sino hasta este año, y pues aquí estoy... Hay unidad, una causa común y la causa común habla por los que no tienen voz. En este país también masacran a los que no tienen voz, no es solo en otros países, y necesitan saber que hay gente que se preocupa por ellos, no importa qué bandera tengan o de dónde sean".

Durante la procesión, en medio de la lectura de nombres de víctimas, me acerqué a platicar con dos estudiantes sentadas en una pared. Una dijo: "No sabía cuánto daño ha hecho esta escuela ni a cuánta gente ha matado. ¡Es una cantidad espantosa!". Estaba entusiasmada por la protesta: "Es increíble cuánta gente vino; es muy positivo y prometedor. Vino toda esta gente y, aunque sea por distintas razones, todos experimentamos esto y oímos los nombres... Después de experimentar algo así no se puede olvidar y volver como si nada... Yo no apruebo nada de lo que hace el gobierno en estos momentos; por ejemplo, mandar comida a Afganistán. Por un lado caen las bombas y por el otro la comida. ¿Qué locura es esa?".

Antes de irnos, caminé al portón de la base y vi la "aldea global" que estaban armando cientos de chavos. Eché una última mirada a la cerca llena de cruces de gente torturada y asesinada por fuerzas militares reaccionarias capacitadas por Estados Unidos para seguir explotando a los pueblos y los recursos de Latinoamérica. Pensé en El Mozote, el pueblo de El Salvador donde los escuadrones de la muerte masacraron a todos los 900 habitantes. Pensé en Eva y en el horror que debió sentir cuando se llevaron a rastras a su madre cubierta de sangre.

Miré letrero que dice "Fort Benning" y pensé para mis adentros: "En una nueva sociedad, habría que conservar el letrero para enseñarles a los niños que existió un lugar donde enseñaban a torturar y matar a los que buscaban romper las cadenas de la explotación y la opresión. Será difícil imaginar que haya podido existir un orden social como este, pero sabrán que así era el capitalismo y que fue necesario que millones se levantaran e hicieran la revolución para acabar con esos horrores y construir una nueva sociedad liberada".


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