Afganas sin burkhas... Reflexiones sobre la liberaci;´o;n

Mary Lou Greenberg

Obrero Revolucionario #1140, 24 de febrero, 2002, posted at http://rwor.org

Es inverosímil: ¡George W. Bush proclama que Estados Unidos ha liberado a las mujeres de Afganistán! George W. Bush, el mismísimo que otorgó un paquete de ayuda de $43 millones a los talibanes apenas cuatro meses antes del 11 de septiembre, el mismo que hoy defiende a sus aliados estratégicos de Arabia Saudita, cuyas leyes y prácticas retrógradas son virtualmente idénticas a las de los talibanes.

Una de las primeras gestiones de Bush fue retirarles los fondos a clínicas y centros de salud en todo el mundo que siquiera mencionaran la palabra aborto. Con esa medida negó a millones de mujeres el derecho de controlar su propia reproducción y vida, y provocó la muerte de miles y miles de mujeres a causa de embarazo o parto.

Así que, esperen tantito. Aquí hay gato encerrado. O sea, Bush es muy amigo de los derechistas patriarcas cristianos fascistas, quienes dicen que el papel de la mujer es servir al hombre (y estar "a su servicio" en la cama), ser incubadora y ser pilar de la familia, y que lo imponen con coacción, brutalidad y terror. Pero de repente, afirma que ha liberado a las afganas de los patriarcas musulmanes feudales, quienes hicieron realidad los espantosos sueños de sus amigotes, los fanáticos religiosos.

¡Es el colmo de la hipocresía!

"Pero en este caso no importa la hipocresía", dicen algunos, por ejemplo algunas defensoras de los derechos de la mujer que respaldan la guerra de Estados Unidos contra Afganistán; importan las "consecuencias concretas", dicen, y señalan las fotos que han salido en la prensa de afganas sonrientes que enseñan la cara por primera vez desde que los talibanes subieron al poder y por la fuerza las hicieron taparse de pies a cabeza con la burkha. Mírenlas, miren a las jovencitas, animadas y sonrientes, haciendo fila para matricularse en la universidad.

También a mí esas fotos me hicieron sonreír y sentir la gran emoción de las compañeras al arrancarse la burkha y su deseo urgente de emanciparse de la opresión.

Pero, ¿la guerra ha traído la verdadera liberación? ¿Acaso "no importa" la hipocresía imperialista?

Al contrario, importa mucho porque da un indicio del concepto de la mujer que tienen los líderes de la mayor potencia de la Tierra, y más, comprueba que no se les puede confiar la vida de la mujer... en absoluto. El principio básico que guía a Bush y la clase dominante es "primero el imperio", que para ellos siempre será más importante que los derechos de la mujer. En los años 80 apoyaron a fuerzas que les tiraban ácido en la cara de las universitarias afganas. A mediados de la década pasada, ellos y sus aliados paquistaníes respaldaron el ascenso al poder de los talibanes. Y todo ese tiempo apoyaron a fuerzas que atacaban y asesinaban a cualquiera que planteara la liberación de la mujer. En este momento les conviene dárselas de paladines de la igualdad de la mujer... a fin de generar apoyo para sus planes de dominio de Asia Central y el golfo Pérsico.

La verdad, da asco. ¡No se aguanta tanta hipocresía!

"Consecuencias concretas"

Pero, dejando a un lado esa terrible hipocresía, respondamos a las feministas que apoyan a Bush. ¿Cuáles son en realidad las "consecuencias concretas" de la guerra de Estados Unidos contra Afganistán? ¿A poco no parten el corazón las fotos de niños afganos asesinados y mutilados por bombas yanquis, y las imágenes de los asfixiantes y pestilentes campos de refugiados, donde hombres, mujeres y niños hacen fila con la esperanza de que les den comida para sobrevivir un día más? Escuchemos las voces de condena a la invasión de compañeros y compañeras progresistas y revolucionarios de Afganistán y el Sur de Asia. Recordemos las imágenes de señoras palestinas en cuclillas, llorando entre los escombros de sus casas aplastadas por los bulldozers de los vengativos invasores sionistas, envalentonados por la guerra yanqui "contra el terrorismo". Echemos un ojo a la frontera de India y Pakistán, donde las tropas están en pie de guerra para "derrotar al terrorismo". Y no olvidemos, como dice Bush, que Afganistán es apenas el "primer frente" de una guerra que durará una generación y abarcará al mundo entero.

Estas son las consecuencias muy "concretas" de las fechorías del imperialismo yanqui.

Y ahora que los talibanes han caído, ¿cuál es la situación concreta de la mujer? Antes, veíamos imágenes en los noticieros de afganas en burkhas pidiendo limosna para dar de comer a sus hijos. Y es cierto que ahora las mujeres de las ciudades mendigan con la cara descubierta, pero, ¿no sería mejor que no tuvieran que hacerlo?

En realidad, la burkha no se ha quitado del todo. Las afganas progresistas han señalado que si bien los talibanes impusieron una pesadilla de extrema opresión a la mujer, la burkha (que simboliza e impone la subyugación) no es un invento de los talibanes sino un producto de la centenaria estructura feudal de opresión en el campo afgano, donde la vasta mayoría de las mujeres viven bajo la bota de patriarcas y señores de la guerra, los que son el pilar del nuevo gobierno Made-in-USA. De hecho, la Alianza del Norte son unos descarados matones que cometieron violaciones masivas; tan es así que los talibanes subieron al poder como vengadores (aunque no liberadores) de la mujer.

¿Qué depara el futuro? Los periodistas occidentales dicen que es muy bueno que Afganistán "se abra" a las inversiones, y que las mujeres tengan la posibilidad de trabajar en las fábricas de las trasnacionales. Apenas necesitarán unos centavos al día, según el comentarista Nicholas Kristoff del New York Times, lo cual incentivará a la industria y alimentará a las trabajadoras. Sí, claro, la liberación les permitirá producir los bienes que enriquecerán a unos cuantos, y a ellas, las nuevas esclavas asalariadas, apenas les alcanzará para vivir. Otra consecuencia muy "concreta" de la victoria yanqui en Afganistán.

Pero los periodistas no hablan, al menos por el momento, de las otras posibilidades que el imperialismo "abre" para las mujeres de los países oprimidos. Volteemos la mirada a Tailandia, donde niñas y niños pobres se venden para satisfacer los "deseos" pervertidos de los hombres de negocios extranjeros; o a Okinawa, donde a cada rato sale la noticia de que un infante de la Marina ha violado a una jovencita; o veamos el caso de los literalmente millones de mujeres de Europa Oriental encadenadas a la esclavitud sexual en las cantinas y burdeles de Europa Occidental y Norteamérica. Indudablemente, esta también será una de las "consecuencias concretas" de la victoria yanqui en Afganistán.

¿En quiénes nos apoyamos?

Los nuevos defensores de las fuerzas armadas yanquis dicen: "Sí, pero... ¿acaso la situación actual de las afganas, con todos los problemas e injusticias, no es mejor que antes?". El imperialismo yanqui aprovechó la opresión de la mujer para justificar esta guerra. Y por el momento, y por el tiempo que le convenga, a lo mejor aflojará algunas de las bárbaras restricciones que los talibanes impusieron a ciertos sectores, principalmente a las mujeres de familias profesionales en las ciudades. Pero mientras el imperialismo yanqui mande, como es el caso en Afganistán, puede volver a apretar las cadenas con toda su terrible e intolerable fuerza. Y mientras sigan en el poder gobiernos basados en relaciones opresivas, podrán arrebatar las nuevas libertades, que en sí son muy limitadas.

En la lucha en este país por defender las clínicas de la mujer y el derecho al aborto ante la embestida de los cristianos fascistas, he dicho que no tiene caso, y que de hecho es muy peligroso, apoyarnos en las autoridades y las leyes. Las leyes que amparan el derecho al aborto son fruto de un gran levantamiento y movimiento popular de mujeres rebeldes. Ahora, cuando ya no le conviene políticamente a la clase dominante defender esos derechos, nos los están arrebatando. Sin embargo, muchas compañeras -lamentablemente la mayoría- del movimiento contra la opresión de la mujer opinan que hay que apoyarse en los políticos y la policía. Y las "consecuencias concretas" son que nos están quitando esos derechos poco a poco, están lanzando ataques incendiarios y asesinando a los proveedores de aborto (actos de "terrorismo"que al parecer no preocupan para nada a George W. Bush), y nuestro movimiento está a la defensiva ante una bola de trogloditas. Vuelvo a repetir: si queremos triunfar, si queremos defendernos en lo más mínimo y, sobre todo, si buscamos la completa emancipación de la mujer, tendremos que apoyarnos en nosotros mismos y tomar las cosas en nuestras propias manos.

De igual manera, el problema NO es que Estados Unidos se retiró de Afganistán a principios de la década pasada y dejó que gente mala subiera solapadamente al poder y empezara a oprimir a la mujer. (Sí, gente mala subió al poder, pero lo hizo gracias a los tanques y dólares yanquis). Tampoco solucionará nada que Estados Unidos se meta más o de manera más permanente a Afganistán.

El problema es que hasta ahora no ha surgido una fuerza pujante en Afganistán que logre desatar a las afganas a luchar por su emancipación como parte de la lucha por la liberación de toda la sociedad de las cadenas del imperialismo. Lo bueno es que sí hay fuerzas políticas y gente que están trabajando justamente en ese sentido, y si verdaderamente nos importan la vida y la iniciativa de las afganas, debemos apoyar precisamente a esas fuerzas... y no a los imperialistas con quienes inevitablemente chocarán.

Al servicio de la liberación, no de la opresión

Si anhelamos la liberación de la mujer -y del mundo entero- no debemos gastar nuestras energías rogándole a la clase dominante; es inútil y humillante, y nos llena de ilusiones falsas. Hay que forjar un movimiento de resistencia muy concreta contra los horrores que Estados Unidos comete en nuestro nombre, y apoyar las luchas de las fuerzas progresistas, y sobre todo las fuerzas revolucionarias, de todo el mundo contra el feudalismo, el imperialismo y todos los reaccionarios. Si no lo hacemos, si no forjamos un movimiento tan recio y pujante que no sea posible ocultarlo de las masas del mundo, acabaremos fortaleciendo a los fundamentalistas de toda laya, que se presentan como la única "alternativa" a la opresión y dominación yanqui.

Sobre todo en este momento, cuando Estados Unidos lanza, en sus propias palabras, un "año de guerra", si lo apoyamos o aplaudimos (aunque sea "un poquito"), ayudaremos en sus esfuerzos de dominar el planeta, lo cual hará más difícil la lucha y la liberación de nuestras compañeras -y compañeros- afganos y de todos los países. ¿Qué necesitamos? Repudio total y oposición masiva a la implacable máquina de guerra que ataca a los pueblos del mundo.

Hace poco, el presidente del PCR, Bob Avakian, exhortó a construir un pujante movimiento contra la guerra: "Imaginemos cómo atizará la lucha y el potencial para una nueva configuración de fuerzas en que la gente común del mundo entero luche por una causa común contra los opresores y gandallas del mundo, sobre todo la clase dominante de Estados Unidos, que - quedará más claro con cada día que pase - no habla ni actúa de acuerdo a los intereses ni en nombre de una creciente mayoría del pueblo estadounidense...".

No podemos hacer menos.


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