Secretos de la inundación de Quecreek

Mineros, agua y el desalmado capitalismo

Mike Ely

Obrero Revolucionario #1162, 11 de agosto, 2002, posted at http://rwor.org

"Los que están atrapados allá abajo son nuestros hermanos".

Minero de las operaciones de rescate

"Lo más terrible era ver subir el agua y saber que no había salida".

Dennis Hall, minero rescatado

Ocho mineros y un capataz entraron a trabajar el 24 de julio en la mina Quecreek. Dejando atrás la luz de la tarde, se metieron por la bocamina y avanzaron unos dos kilómetros, horizontalmente, hasta la "Sección 1 Izquierda". Ahí se dividieron a hacer sus oficios: unos a arrancar el carbón, otros a afianzar el techo de roca de las galerías, otros a llevar las vagonetas de carbón a la correa transportadora.

La mina de Quecreek apenas tiene un año. Es una pequeña operación de 65 empleados no sindicalizados en el sudoeste de Pensilvania. Los mineros todavía están abriendo galerías e instalando correas y pozos de ventilación para que el carbón se pueda sacar sistemática y completamente en una década.

Como es sabido hoy, los mineros estaban avanzando hacia el límite de la mina, hacia los socavones de una vieja mina abandonada en los años 50: la mina Saxman.

La capa de carbón sube y baja en el interior de la tierra, y los mineros estaban trabajando en una pendiente. Al otro lado había 50 millones de galones de agua que se acumuló en las viejas galerías y socavones de la mina Saxman a lo largo de 50 años.

Mark Popernack operaba la máquina rozadora (40 toneladas de acero, motores eléctricos y arrancadores) y arrancaba enormes bocados del frente de corte. De repente, la máquina perforó la roca y se precipitó un torrente de agua.

"Fue una inundación instantánea, un segundo, dos segundos, una inundación instantánea", diría después.

Todo desapareció. El rugido del agua tapó todos los demás sonidos. El agua arrastró a su ayudante, quien acabó al lado de los demás mineros. Mark quedó separado de ellos.

Aturdidos, aterrados, los mineros se agruparon y entraron en acción. Dennis Hall agarró el teléfono y le dio la alerta a otra cuadrilla que trabaja como a un kilómetro de la bocamina en la parte más baja de la mina. La llamada les salvó la vida pues el torrente de agua y hollín avanzaba hacia ellos a casi 100 kilómetros por hora.

Todo el que ha trabajado bajo tierra sabe de ese momento. Tantos han experimentado el momento de explosión, de inundación, de derrumbe, y todos hemos tenido pesadillas de quedar atrapados lejos del sol, separados del aire y de la salida por rocas, agua o fuego.

Mark no podía salir. Contó: "No me oían por el ruido del agua. Indiqué con la cabeza, con la lámpara, que no, no podía salir". El resto de la cuadrilla se encaminó hacia la salida, tratando de llegar al túnel de entrada antes de que el agua llegara al techo. Avanzaron juntos en la oscuridad casi una hora, agachados en el socavón de apenas un poco más de un metro de altura. El agua subía rápidamente: primero les llegaba a la cintura, luego al cuello. Tenían la cabeza pegada contra el techo y la luz de las linternas de los cascos revoloteaba en el río subterráneo.

Agotados de tragar agua y de avanzar con ropa y botas mojadas, por fin llegaron al túnel de entrada... pero el agua llegaba al techo. La salida estaba totalmente inundada. Les tocó regresar, en subida, contra la corriente, a la "Sección 1 Izquierda".

Esa sección de la mina era la parte más alta y decidieron parapetarse ahí. Blaine Mayhugh dijo después: "Tratamos de ganarle al agua, pero era más rápida".

Arriesgando la vida, atravesaron la corriente para rescatar a Popernack. Reunida la cuadrilla, combinaron ideas y las fuerzas restantes. Compartieron el agua potable y un sándwich, y resolvieron que de ahí en adelante "iban a vivir o a morir como uno solo".

Construyeron barricadas de bloques de hormigón y lona, pero el agua las rebasó y se metió en la pequeña cámara en donde estaban. El oxígeno escaseaba y era difícil respirar. Empapados, usando solo una o dos linternas, escribieron notas a sus seres queridos y se amarraron para que el agua no los separara si morían.

Con increíble precisión, el equipo de rescate perforó un hueco de 10 centímetros a través de 75 metros de roca a la cámara donde estaban atrapados. Ese hueco les llevó vida: aire tibio para que no se asfixiaran. Oyendo el avance de los taladros, esperaron arracimados, calentándose unos a otros en la oscuridad para conservar las pilas de las linternas.

Cuando corre la voz de que hay mineros atrapados, que vienen ambulancias, que las familias se reúnen a esperar, surge una ola de apoyo y compasión. Los trabajadores de todas partes comprenden lo que es meterse a las entrañas de la tierra y trabajar acurrucados en una veta mineral. Asimismo, respetan la profunda solidaridad que han forjado los mineros en sus difíciles luchas y admiran la fiera militancia que aportan a las luchas de la clase obrera.

Durante tres días, millones siguieron con atención el avance del equipo de rescate que perforaba un túnel desde la superficie hacia los mineros atrapados. En la mañana del 28 de julio, 77 horas después de la inundación, terminaron el túnel y sacaron a los nueve hombres.

El mundo oficial y la prensa grande presentaron estos sucesos como si fuera la "segunda fase" del rescate de las Torres Gemelas... esta vez con éxito. Ansiosos de tocar una "nota positiva", transformaron los sucesos de Quecreek en una parábola patriótica triunfante de "Dios, familia y tecnología".

Pero no contaron las verdades subyacentes, como por ejemplo que el desastre de Quecreek fue creado, y que es inseparable de las desalmadas decisiones del capital y de las décadas pasadas de rapiña de las corporaciones.

Quedan preguntas urgentes: ¿Por qué ocurrió esto? ¿No hay forma de proteger a los mineros de tales inundaciones? ¿Por qué hay una red de cientos de minas de carbón abandonadas llenas de agua en el este del país?

Agua, minería y capitalismo

Una vez, hace tiempo, cuando yo tenía 20 años y recién empezaba a trabajar en las minas, estábamos sentados en el pozo donde comíamos y un compañero decidió confrontar a Steve K., un capataz odioso y despótico.

Le dijo: "Steve, me cae que nos harías arriesgar la vida por una vagoneta más de carbón". K. nos miró con sus ojos fríos y contestó con calma: "Por una vagoneta no, pero por dos sí".

Los túneles excavados bajo tierra, por debajo de ríos y quebradas, se llenan de agua. Es natural. La minería moderna (y la industria moderna en general) era imposible antes de 1763, cuando se construyó el primer motor a vapor para bombear agua de las profundas galerías de las minas de carbón de Gran Bretaña.

Pero el hecho de que haya peligrosas minas abandonadas no es natural. Si la minería se realizara total y sistemáticamente, con planificación, al final no quedarían túneles abandonados. Cuando se extrae completamente el carbón de un yacimiento capa por capa, el terreno se consolida (se "cierra") y no quedan huecos.

Mientras se explota una mina, se instalan bombas para sacar el agua. Cuando la mina se cierra prematuramente (es decir, cuando queda carbón) y quitan las bombas de agua, los túneles se inundan por debajo del nivel freático (el nivel del agua subterránea). Por encima de ese nivel, se llenan del explosivo gas metano o del venenoso monóxido de carbono.

Por todas partes hay minas abandonadas porque los capitalistas abren y cierran minas grandes y pequeñas según lo dicten las ganancias.

Después de la II Guerra Mundial, cuando los imperialistas yanquis acapararon el control del golfo Pérsico, el petróleo era barato. Por eso eliminaron los trenes de carbón y pusieron camiones a diesel para el transporte de mercancías y de pasajeros. Cerraron cientos de minas de carbón y dos tercios de los mineros quedaron desempleados. Al tercio que no perdió el trabajo lo presionaban constantemente a acelerar la producción, tomar riesgos y sacar más carbón a menos costo para que los dueños pudieran competir con el petróleo.

En esa época, precisamente, cerraron la mina Saxman y dejaron que se llenara de agua.

En los años 80, otro giro del capitalismo cerró cientos de túneles más. Esta vez abrieron grandes minas a cielo abierto y debilitaron sistemáticamente los sindicatos de mineros.

Los capitalistas debilitaron tanto los sindicatos que pudieron abrir minas subterráneas no sindicalizadas incluso en zonas que fueron baluartes de la lucha de la clase obrera. Una corporación podía cerrar su mina sindicalizada y alquilarle el mismo yacimiento a una compañía pequeña que no contrataba mineros sindicalizados, no permitía inspecciones de los comités de seguridad sindicales, y presionaba a los mineros a trabajar horas extras y a tomar riesgos. Para hacer esa transformación cerraron las minas viejas y abrieron nuevos túneles en los mismos yacimientos.

Como consecuencia de ese ataque de los capitalistas, el sindicato minero hoy tiene la mitad de miembros que hace una generación: 100,000 mineros, de los cuales solo 26,000 tienen trabajo. El resto están desempleados, jubilados o incapacitados. Solo un tercio de los mineros que trabajan en la actualidad están sindicalizados (el porcentaje más bajo en un siglo).

El sudoeste de Pensilvania, donde queda la mina Quecreek, era un baluarte sindical. Hace 20 años era inconcebible que hubiera minas no sindicalizadas en la región. Ahora, de los 9,000 mineros de la zona, solo 2,000 están sindicalizados. Operaciones no sindicalizadas como Quecreek están beneficiando el mismo yacimiento que explotaban minas sindicalizadas abandonadas como Saxman.

La compañía Black Wolf

La mina de Black Wolf en Quecreek no permite ni que se acerque el sindicato. La mina es una típica fullería de corporaciones: Black Wolf trabaja para la compañía PBS Coals Inc., que a su vez produce carbón para quién-sabe- cuál enorme corporación de energéticos.

El gobierno estatal dice que la causa de la inundación seguramente fue un "mapa incorrecto"; es decir, le echa la culpa a los errores de unos capataces hace 50 años.

Eso es una forma de tapar los crímenes de los capitalistas: los mapas viejos son incorrectos por la avaricia de los dueños, quienes tradicionalmente abren en los límites de las minas túneles que no marcan en los mapas.

Pero no importa lo que indiquen los mapas viejos,el hecho es que la gerencia actual sabía que había una gran cantidad de agua adelante de la "Sección 1 Izquierda".

Surge la pregunta: ¿No hay forma de prevenir esas inundaciones?

Claro que sí. La prensa dice que se necesita nuevo equipo de sonar subterráneo, bla, bla, bla; pero hay una solución bien conocida y sencilla.

Cuando yo trabajé en minas subterráneas, muchas veces beneficiamos cerca de minas viejas. Para evitar una inundación, la cuadrilla se debe mantener a cientos de metros del límite. Cuando se acerca a una zona inundada, hay que parar la producción cada hora y taladrar horizontalmente con una broca delgada de 7 a 10 metros para ver si no hay un túnel oculto adelante. Cuando la broca encuentra agua, se ponen tubos para bombearla.

Es una labor sencilla y de rutina. Pero para la producción 10 ó 15 minutos y reduce el chorro de ganancias más o menos 25% al día.

Ahora se sabe que la compañía Black Wolf tenía un permiso especial para acercarse a 30 metros de la mina Saxman. Y parece que los mineros de Quecreek tenían prohibido taladrar agujeros de inspección. Les ordenaron seguir avanzando hacia 50 millones de galones de agua.

Fue una decisión fría, calculada, de la gerencia que por poco mata a dos cuadrillas.

Ahora van a hacer las investigaciones de rigor en la mina y los dueños tratarán de volver al trabajo lo antes posible. Puede que salga a flote información, pero es seguro que taparán muchas cosas (como es de rigor en estos casos).

Lo que ninguna investigación dirá es que el capitalismo deja una red de túneles a medio explotar y de minas abandonadas, y después manda nuevas generaciones a exponer la vida cuando vuelven las ganancias. Es irracional, es un desperdicio y es peligroso.

¿No abandonaremos a un solo hombre?

La prensa presentó el rescate de los mineros como una nueva versión de la película "Black Hawk Down", como si los dueños y los mineros "fueran hermanos", y como si todo el país ahora viviera conforme a los lemas de guerra que emanan de Hollywood, por ejemplo: "No abandonaremos a un solo hombre".

Toda esa carreta, tengo que decir, me retorció el estómago.

Las minas de carbón de Estados Unidos están llenas de hombres "abandonados", aunque la prensa lo oculte.

En Virginia Occidental, donde yo trabajé, simplemente cerraron los ricos yacimientos de carbón de alta calidad en los años 80 cuando la industria del acero se contrajo. Los mineros de la región se empezaban a hacer esperanzas de que su vida sería menos dura que la de sus padres, pero de repente se quedaron sin trabajo.

Por ejemplo, a mediados de los 80 el condado MacDowell tenía 90% de desempleo. Las entradas de enormes minas que empleaban a centenares de mineros se cerraron. Les creció hierba y parecían prados. Los campamentos de mineros parecían pueblos fantasma.

Las corporaciones de energéticos y de acero fueron despiadadas. Abandonaron a los trabajadores. Les tocó irse o ganarse la vida como pudieran.

Después, cuando les dio la gana, las mismas compañías abrieron, cerraron y volvieron a abrir pequeñas operaciones subterráneas con cuadrillas aisladas. O se pusieron a explotar minas a cielo abierto descuajando con excavadoras las montañas y llenando los valles de desperdicios.

Lo mismo se repite en todas las tierras de carbón, en Alabama, Illinois y Pensilvania.

Los mineros organizaron grandes luchas para defender los sindicatos, pero las compañías les echaron encima a la policía y ejércitos privados, y los derrotaron: en A.T. Massey en 1985 y en Pittston en 1989-90.

Una consecuencia de esto es el aumento de muertos y heridos en las minas. El total de mineros ha bajado, pero la cantidad de muertes bajo tierra ha aumentado tres años consecutivos, de 29 en 1988 a 42 el año pasado. La tasa de muerte de los mineros es siete veces más alta que la de otros trabajadores. Por otra parte, la producción de carbón por hora-hombre se duplicó de 1986 a 1997 (de 3 a 6 toneladas por hora por persona).

No contento con eso, David Laurisky, el presidente de la Administración Federal de Seguridad y Salud de las Minas, urge que "cambie la mentalidad" de los inspectores federales de minas y que sean más favorables a las compañías.

En resumen, mientras que la prensa aplaude las "cápsulas de rescate" de alta tecnología, la desindicalización y la degradación de las condiciones de trabajo de la minería han creado grandes peligros.

Asimismo, los capitalistas han abandonado a miles de mineros jubilados y enfermos con un simple truco financiero: cerrar las minas sindicalizadas y cambiar los dueños en papel. Después de un rápido papeleo, los "nuevos" dueños dicen que es "injusto" que ellos tengan que pagar por las obligaciones de los "previos" dueños. La Suprema Corte coincidió con ellos en febrero de este año: decidió que las compañías de carbón no tienen que pagar las pensiones de mineros de operaciones que cambiaron de manos en fusiones corporativas.

Con la mayor despreocupación, mandaron al traste a cientos de miles de viudas y de mineros jubilados y enfermos. El promedio de edad actual de los mineros de carbón sindicalizados es 50 años: toda una generación está próxima a jubilarse. Pero los capitalistas se embolsillaron las pensiones con la más cruel indiferencia.

Así que no, no "somos hermanos".

*****

Cuando los mineros de Quecreek estaban atrapados bajo tierra, dormí mal y me desperté varias veces pensando que los rodeaban aguas heladas, que no tenían aire.

Esa misma semana murieron más de 110 mineros en la mina de carbón Chengzihe del norte de China por una explosión de metano. En Ucrania estalló un incendio en una mina subterránea: 34 mineros lograron salir pero muchos perdieron la vida.

Así que cuando sacaron a los mineros de Quecreek me dio un gran alivio. Han muerto demasiados mineros y fue maravilloso ver que este grupo se salvó.

Pero me fue imposible ver los abrazos y felicitaciones de los peces gordos del gobierno estatal y de la compañía.

Los peligros y sufrimientos de esta peligrosa industria los causa un sistema despiadado, y solo terminarán cuando ese sistema sea tumbado y lo reemplace otro.

El capital puso en peligro esas vidas en Pensilvania. Mañana, 10 millones de mineros del planeta descenderán de nuevo a las minas, y los capitalistas harán sus fríos cálculos de "riesgo aceptable" y "pérdida aceptable".


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