Vistazos de un movimiento emergente

Obrero Revolucionario #1171, 20 de Octubre, 2002, posted at http://rwor.org

Un contingente de Watts tiene un estandarte que dice: "¡Los vecinos de Watts decimos no en nuestro nombre!". El Cuerpo de Tamboristas se está preparando. Un señor llega con una trompeta. Puede ser el ritmo de los instrumentos o simplemente la emoción del momento, pero atraen a una gran multitud. Unos llegan con sus propios tambores, otros recogen botellas, latas, piedras o palos de un lote, y empiezan a tocar y a bailar. Los chavos del Cuerpo de Tamboristas tocan muy en serio. El señor de la trompeta está tocando como loco, con una sonrisa de oreja a oreja.

Un gran contingente de músicos tocan en el césped. Tienen pelucas color de rosa, máscaras, sombreros de copa y maquillaje. Es un conjunto al estilo de Nueva Orleans, y se colocan al lado del Cuerpo de Tamboristas de Watts. Los dos empiezan a tocar juntos sin perder un solo compás.

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Una joven militante se alejó un poco del movimiento cuando acabó viviendo en la calle, pero decidió que tenía que participar hoy: "Hace tiempo que no hago nada, pero hoy tengo que hacer algo. Quiero decirles a los pueblos del mundo que hay gente aquí que entiende lo que está pasando y que no apoya al gobierno. A veces nos sentimos impotentes, pero estamos con ellos y no vamos a tolerar lo que hace el gobierno".

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Un señor negro lleva una cinta negra y café, como símbolo de la unidad de los negros y latinos en la lucha contra la brutalidad policial. ¿Qué piensa del día? "Muy emocionante. Es lo que se necesita hoy: que la gente se una para decirle al sistema que no estamos de acuerdo con lo que hace. A mí y a mis compañeros no nos gusta la guerra que ya han lanzado porque ya tenemos una guerra aquí mismo. Tenemos que mostrarles a los que viven en otros países que entendemos lo que están experimentando... Aquí en Watts lo entendemos en carne propia. Durante los levantamientos de 1992 el ejército vino a reprimirnos... así que lo entendemos. Es el mismo ejército que regresará a hacernos lo mismo a nosotros. Por eso estamos aquí hoy, para decir `No en nuestro nombre'".

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Daniel García, cuyo hermano Mark murió a manos de la policía de San Francisco en 1996, está con el contingente de la Coalición 22 de Octubre. Le molesta que denominen héroes a la policía tras el 11 de septiembre. "Si no hacen nada para parar la brutalidad policial y la criminalización de una generación, pues son tan culpables como los asesinos. A mi hermano no solo lo golpearon y le rociaron gas pimienta. Lo asesinaron; a él y a muchos más. Queremos que metan a los agentes a la cárcel, a la silla eléctrica, que tengan que pagar por sus crímenes. Lo de hoy es lo mismo, para parar el asesinato".

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Salen a la calle tras un grupo de jóvenes con la cara cubierta por paliacates y un estandarte de No en Nuestro Nombre firmado por 60 grupos... la marcha es de un kilómetro y medio de largo. Los periódicos de Seattle informan que "fue la mayor protesta desde las protestas contra la Organización Mundial del Comercio" y la mayor marcha antibélica desde la guerra del golfo Pérsico.

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San Francisco: Yuri Kochiyama, que tiene muchos años como activista y revolucionaria, dirige un contingente de 100 asiático-americanos. Llevan grandes afiches de la Orden ejecutiva 9066 de la II Guerra Mundial (que metió a los japoneses en campos de concentración), con las palabras: "¡Nunca más!"

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En el parque Volunteer de Seattle, unos niños alzan un enorme globo terráqueo y cantan: "El mundo entero está en nuestras manos... ¡no lo destruyamos!"

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Owen, un estudiante de primer año de la Universidad de California en Berkeley, es de Kentucky, donde dice que "hay minas de carbón por todas partes". Trabajó en las minas y dice: "Crecí aprendiendo lo que es la conciencia de clase, y trabajé como esclavo en las minas. Así que cuando vine tuve la oportunidad de actuar conforme a mis principios. Leí la nueva política exterior de Bush: dejar atrás la contención y pasar a la dominación global. Es una mierda".

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Ann vino a la protesta de Chicago "para declarar mi oposición". Tiene 49 años y dice que es "una madre y artista pobre"; lleva con orgullo un viejo símbolo de la paz como collar. Su esposo, Larry, de 56 años, es programador pero no tiene trabajo. Es la primera vez que participan en una protesta desde hace 30 años. Llevaron sus dos hijos, de 12 y 8 años. Ann dice: "Mi padre vino de Alemania como refugiado y muchos de mis familiares murieron. Mucha gente se mantuvo callada allá largo tiempo... Pero no voy a hacer lo mismo ahora".


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