De nuestra corresponsal en Atenco

Parte2: La lucha por la tierra

Luciente y el Grupo de Escritores del Proyecto Atenco

Obrero Revolucionario #1176, 24 de noviembre, 2002, posted at http://rwor.org

Nuestra corresponsal Luciente fue a México este verano a investigar la lucha de los campesinos de Atenco, donde el gobierno trató de apropiarse de los campos para construir un aeropuerto. A continuación publicamos la segunda de las cuatro partes de su informe. La primera parte salió en el OR No. 1174 y está en la Internet en rwor.org.

Viaje al campo

Para ir al campo más de 20 personas nos trepamos a una camioneta que los del pueblo le quitaron a las autoridades. Nos teníamos que agarrar para no salir volando cuando pasábamos por los hoyos de la carretera. Nos rodeaba una nube de mosquitos con ganas de picar.

Una señora me preguntó: "¿No eres de por aquí, no? ¿Eres de la ciudad? No, eres del norte".

Se alejaba los mosquitos con el sombrero y me preguntó: "¿Es verdad que allá solo comen chatarras?".

¿Chatarras? Me escarbé la memoria. ¿Me dijo alguna vez mi mamá que no comiera tantas chatarras? Tuve que confesar que no tenía ni idea de lo que decía.

"Pues comida chatarra, ¿no? ¿Solo comen cosas de lata?" Le aseguré que no comemos solo cosas de lata, que no comemos siempre en McDonald. Me miró los ojos a ver si decía la verdad y no quedó convencida. Le tuve que confesar que a veces es más fácil y barato comer chatarra.

Movió la cabeza y señalando los campos dijo: "Aquí no, aquí es diferente. Mira toda esta tierra. Fox dice que es una tierra pelada y que no sirve. ¿Te parece que no está cultivada? Mira, ¿qué ves sembrado ahí? Sembramos maíz. Sembramos frijol, calabaza, alfalfa, lechuga. Eso es lo que comemos".

Recorrí todo con la vista: maíz, lechuga y calabaza. Son comunes, ¿y por qué me parecen tan distintos? Los he visto en supermercados ordenaditos en estantes bien iluminados.

Me parecen tan distintos porque por primera vez en la vida veo que todo eso viene de la tierra y hablo con gente que se pasa la vida en los campos de sol a sol.

En el campo

El sol pega duro y de los campos salen grupos de hombres y mujeres equilibrando grandes bultos en la espalda, en bicicleta o en caballos. Tienen sombrero y mangas largas para ampararse del sol y estaban tan doblados entre el maíz que casi no se veían. Alrededor se ve un mar verde de maíz, calabaza, alfalfa, trigo, avena y nopales.

Un niño de unos tres o cuatro años está con dos caballos debajo de un árbol. Le pregunto dónde están sus padres y señala la milpa. Busco con la mirada hasta que al fin veo dos sombreros de paja entre las hojas de maíz.

José y su hijo Sergio trabajan los campos durante la cosecha. José tiene 48 años y la tierra es su vida. Camina entre estos surcos desde chamaco. Cuando se casó y tuvo hijos, les enseñó a trabajar la tierra. Ahora tiene un nieto que juega en el campo: el niño que vi debajo del árbol.

José lleva 25 años construyendo la casa de la familia. Cuando oyó que el gobierno iba a construir un aeropuerto en Atenco, le dio mucha furia y angustia. La posibilidad de perder en pocos minutos los campos y la casa que lleva tantos años construyendo le dio dolor. "Si se hace el aeropuerto nos echan al abandono y a la basura. Seríamos un desecho".

Por entre las piernas de José asoma una carita: su nieto. "¿Este niño dónde se iría? ¿Yo dónde iría a mi edad? Tengo 48 años. ¿Usted cree que me van a dar trabajo como barrendero allá en la aviación? ¿O me van a dar trabajo como vendechicles? No me van a dar nada".

Miró el maíz. "Me tendría que ir lejos para volver a hacer esto. ¿Qué voy a hacer? Habemos mas de 5,000 personas de mi edad o más viejitos que nos iríamos al abandono".

La agricultura le da para vivir, pero a duras penas. El sustento de José y de los otros campesinos depende de varias cosas. Si llueve o cae una plaga, se arruina la cosecha. La vida de los campesinos depende de una buena cosecha año tras año.

En los últimos años se ha vuelto más difícil subsistir con la agricultura y para redondear los gastos José y Sergio trabajan como taxistas en ciudad de México.

La cara de José se entristece cuando recuerda a su mejor amigo, que no podía ganar lo suficiente para el gasto de la familia. Le tocó tomar la difícil decisión de cruzar al norte, y vendió los animales y le dejó la tierra al hijo. Tenía la esperanza de arreglar la situación en el norte.

José le rogó que no se fuera. "Yo se lo dije: `amigo, no te vayas porque nada más te vas a ir a morir'. Pues no, él me dijo `no carnal' y se fue. Al año me lo trajeron y ya estaba muerto en su caja. Y según no lo podían traer y tuvieron muchos problemas para traerlo. No supimos de qué murió. Pobre hombre, iba con la esperanza de traer dólares. Y ¿qué pasó? Nada más se fue a morir ahí. Aquí nuestro campo es lo mejor. Aunque poquito ganamos, pero seguro".

"Aquí estamos entre la espada y la pared", dijo José alzando el machete de cortar maíz. La voz se le llenó de ira. "El gobierno nunca se atreve a ver lo que hacemos. Quiero ver al presidente que se venga a hacer una tarea conmigo de sol a sol a ver si aguanta. No puede porque no lo sabe hacer. Lo quiero ver a pico y pala que se haga una tarea conmigo de unos 200 metros de largo y un metro de ancho. Lo quiero ver. Yo ya tengo esta edad y lo acabo en medio día mientras él nunca acabó nada. Él no sabe trabajar. Él tiene sus empleados y su gente que le trabaja. Nosotros no".

Muchos campesinos nos dijeron que el trabajo del campo es duro y pesado. Viven al día, a duras penas, pero tener una parcela y trabajarla les permite mirar a los demás como iguales. Les enorgullece trabajar las tierras por las que lucharon sus abuelos en la revolución de 1910.

Las tierras de Atenco son ejidos, es decir, tierras comunales que se heredan de generación en generación como medio de subsistencia. Los campesinos hablan de la tierra con afecto y respeto porque es una fuente de trabajo y de alimentación.

Los campos se ven verdes y fértiles, pero no siempre lo fueron. Los campesinos han trabajado por generaciones y han inventado métodos para limpiar los minerales que empobrecen el suelo. Dos campesinos de un ejido nos explicaron que drenar los minerales alcalinos, como la sal, mejora la tierra para sembrarla.

No se desperdicia ni un cachito de tierra. Ricardo y Sonia alquilan una parcela de un ejido en donde no crece nada. Ahí sacan tierra para hacer tabiques con agua, barro y basura quemada. Ponen la mezcla en moldes rectangulares y los cuecen en un horno.

Ricardo y Sonia viven en una casita de ladrillo con techo de latón y puerta de tela. Hacen tabiques desde niños: llevan más de 10 años viajando por el país y alquilando parcelas para hacer tabiques.

No tienen máquinas para excavar tierra, así que lo hacen con pala hasta que el hoyo es muy hondo para sacar el barro. A diario, si no llueve, hacen de 500 a 600 tabiques.

Aunque ellos no tienen tierra, Sonia y Ricardo podían perder su fuente de sustento si el gobierno construía el aeropuerto. Sonia apoya la lucha de los campesinos de Atenco. Dice: "La tierra es del que la trabaja. El gobierno no las ha venido a sembrar. Ahora que la quieren para hacer su aeropuerto vienen a ver a la gente. Cuando los [campesinos] necesitan [ayuda] porque no tienen para su maíz o su siembra, ¿por qué no los vienen a ver? No es justo".

Sonia y Ricardo apenas sacan para comer. Ricardo dice que por todo el país hay gente como ellos: "Donde quiera hay estos hornos de tabique. De Tijuana para acá hay hornos y es pura gente pobre. En Guanajuato, Zacatecas, y en Puebla; donde quiera hay estos hornos".

Sonia dice que ahí seguirán mientras "haya para tortillas", como dice el dicho. Pero a veces no hay ni para eso.

¿Quiénes se ganaron la lotería?

El gobierno anunció que el aeropuerto de Atenco sería el "aeropuerto de la globalización", que iba a abrir las puertas de México a la inversión extranjera y que iba a llevar el "progreso" a Atenco. Los de Atenco se "ganaron la lotería", proclamaba la propaganda.

Cuando los de Atenco no se tragaron las mentiras del gobierno y rechazaron los miserables 7 pesos que les ofrecieron, el gobierno dijo que eran unos ignorantes opuestos al "progreso".

Pero los de Atenco dijeron que el "progreso" que les iban a imponer era un engaño, una falsa promesa de prosperidad. La realidad es muy distinta, por supuesto.

Durante la lucha contra el aeropuerto fueron comisiones de campesinos y de universitarios de la UNAM a Oaxaca, Guerrero y otros estados. Las comisiones hablaron con campesinos expulsados de la tierra a raíz del Tratado de Libre Comercio que Estados Unidos impuso en 1994. Esos campesinos han sufrido en carne propia el "progreso" y la "modernización". Han visto que las muchachas del campo se tienen que ir a deslomar en las maquiladoras que contaminan el aire y el agua en frontera, y no quieren que sus hijas acaben entre las 400 mujeres asesinadas en Ciudad Juárez en los últimos 10 años saliendo de las maquiladoras.

Los campesinos de Atenco se opusieron al aeropuerto no solo porque les iba a quitar la tierra, sino porque abriría más las puertas de México al saqueo de los recursos naturales y del pueblo. Ven que a México lo están vendiendo al mejor postor con el TLC y el Plan Puebla- Panamá, un enorme proyecto que planea destruir la tierra y la cultura de los pueblos indígenas del sur de México y de Centroamérica. En Atenco dicen que un lado importante de su victoria es que otros verán que el gobierno no es todopoderoso y se animarán a pelear también.

"Nosotros no somos una bola de ignorantes. No nos oponemos al progreso", dice Juan. Nacido en el sur del país, Juan ahora vive en Atenco. Trabajaba en el parque de los Ahuehetes, pero ahora vende merengues en las tiendas.

"Aquí no hay ni ambulancia. No hay hospital", explicó Juan. "¿Acaso la construcción del aeropuerto iba a beneficiar el pueblo con estas cosas? No. El beneficio era para los grandes inversionistas. Este aeropuerto era para los capitalistas, no para nosotros. ¿Nosotros cuándo vamos a poner pie en uno de esos aviones?"

Trinidad del Valle es una dedicada organizadora del movimiento contra el aeropuerto. Le preguntamos cómo reaccionó cuando el gobierno dijo que la gente de Atenco se "sacó la lotería". Dijo: "Se sacó la lotería el que puede ir a poner un hotel, una tienda, pero en nuestro caso, en mi caso, no tengo nada. No tengo nada, pero sí el deseo de que todo cambie y que nuestra gente viva mejor".

Elisa dice con orgullo que está dispuesta a derramar sangre para defender la tierra que heredó de los abuelos. Señala la mancha grisácea que se ve en la distancia. "Mira cuánto destrozo hay. El agua, la contaminación, tenemos que valorar la naturaleza. Los grandes empresarios ¿qué están haciendo de nuestra madre tierra? La están haciendo gris con su contaminación y pavimento".

Dice que el campo les da de comer en un mundo lleno de incertidumbre económica. "Aquí en el campo no te mueres de hambre. Tenemos romero, frijol, maíz, nopales: de ahí comemos".

Un grupo de chamacos de 9 a 12 años oyen nuestra conversación. Todos están serios y asienten con la cabeza cuando Elisa habla. Antes, los campesinos los señalaron cuando decían que el gobierno está robando el futuro de los niños y quitándoles su patrimonio (la tierra).

Miguelito tiene 12 años, pero tiene una expresión de muchos más años cuando se ajusta el sombrero y mira el campo. "La inversión era para los más ricos. ¿Y nosotros? Tal vez íbamos a terminar en la ciudad como chicleros, o dulceros, o vendedores ambulantes, o limpiando ventanas. Si Fox no puede controlar el hambre de los niños en la calle, ¿cómo quiere hacer un aeropuerto? Él nos iba a dejar así como esos niños. ¿Cree que eso es justo?"

Una taza de café

Es de mañana y el rocío cubre las florecitas amarillas del patio. El aire está frío y entramos rápido a desayunar a la cocina de doña Rosa, que huele a canela y dulce. Nos está haciendo café.

Desde que llegamos no he visto que doña Rosa se siente un minuto. Siempre anda ocupada cocinando, lavando o yendo al mercado. Sonríe removiendo la olla de café mientras hablamos de toda la gente que hemos conocido.

Yo le conté de una conversación con un campesino de Atenco. Algo que le daba fuerzas para seguir en la lucha fue que viajando con una comisión de solidaridad vio el futuro que Fox le tiene preparado a México. Nunca olvida el día que pasaron por un pueblo de Chiapas y vio a los niños desnudos pidiendo limosna a los turistas: un pueblo de una historia tan rica vendiendo chucherías en la carretera. Se preguntó cómo era posible porque Chiapas tiene muchos recursos naturales, pero el pueblo no tiene tierra. Dijo que no quería que eso le pasara a nadie en ninguna parte del mundo, y que no lo iba a permitir en Atenco.

Doña Rosa finalmente se sienta y nos platica de un pueblo de la península de Yucatán. Una vez corrió la voz de que sembrar café era como sembrar oro y los campesinos no sembraron cosas de comer sino café. Cuando llegó la cosecha y llevaron los granos al mercado, nadie los compró. El precio estaba por los suelos y nadie quería el café ni regalado. Lo metieron en bodegas y se pudrió. Como no sembraron cosas de comer, tenían que pagar por la comida y esa temporada pasaron hambre.

Muchas personas nos dijeron que la comunidad de Atenco ha cambiado mucho este año. Los ricos dicen que no son nadie, pero ellos hicieron retroceder al gobierno con una lucha indomable.

Oímos entre risas muchas veces decir "No hay mal que una buena lucha no cure". Gentes que no se hablaban en años por tonterías lucharon hombro a hombro contra un enemigo común. Mujeres antes tímidas amenazaban con el machete a la policía de motín. Atenco y su gente se transformó por medio de la lucha.

Tercera parte: Mujeres con machetes


Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero Revolucionario en:
rwor.org
Cartas: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Teléfono: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497
(Por ahora el OR/RW Online no se comunica por correo electrónico.)