Revolución #166, 31 de mayo de 2009


CAVILACIONES Y FORCEJEOS

Sobre la importancia del materialismo marxista, el comunismo como una ciencia, el trabajo revolucionario con sentido y una vida con sentido
Parte 4

Nota de la redacción: A continuación presentamos la cuarta parte del texto de una charla que dio Bob Avakian anteriormente este año, que empezó a salir en el número 163 de Revolución. Las partes 1, 2 y 3 salieron en números 163-165. La cuarta entrega contiene la sección “Cada clase pretende rehacer el mundo a su imagen — pero solamente una clase no puede hacerlo apoyándose en la espontaneidad” e incluye las subsecciones “Algunos puntos acerca del papel de los intelectuales y el proceso revolucionario” y “Diferentes intereses de diferentes fuerzas de clase en la lucha contra la opresión del pueblo negro en Estados Unidos”. En preparación para su publicación se le hicieron revisiones y se le agregaron notas. El texto íntegro saldrá en línea próximamente. Otras partes de la charla están en línea en http://revcom.us/a/162/ruminations-TOC-es.html.

Cada clase pretende rehacer el mundo a su imagen — pero solamente una clase no puede hacerlo apoyándose en la espontaneidad

Esto me trae al siguiente punto —sin caer en el reduccionismo y la reificación— de que es un fenómeno muy importante en toda la vida social y particularmente en la lucha social que cada clase intentará rehacer el mundo a su imagen. Especialmente en todas las revoluciones, pero en cada una de las transformaciones sociales o movimientos sociales importantes, diferentes fuerzas de clase buscan tomar las riendas e imponer sus soluciones, de acuerdo a su manera de ver los problemas. Más específicamente es importante entender cómo la burguesía y otras fuerzas de clase reaccionarias pretenden hacer esto, especialmente en el contexto de cualquier trastorno social o lucha social importante y muy especialmente en el contexto del acercamiento de una revolución. Examinemos brevemente algunos ejemplos de esto.

• Irán durante la revolución de 1978-79, donde hubo una agitación social masiva en la cual diferentes fuerzas de clase estaban contendiendo y en la cual, desafortunadamente, los representantes de las masas explotadas y oprimidas y en particular el proletariado —es decir, los comunistas— estaban débiles, en comparación a otras fuerzas de clase, especialmente por la sanguinaria represión que se había llevado a cabo por varias décadas contra el movimiento comunista bajo el reinado del Sha respaldado por el imperialismo yanqui. En el torbellino y el hervidero de esa revolución, las fuerzas de clase que representaban los intereses de la burguesía —y en algunos aspectos las relaciones feudales— no solo maniobraron sino que contaron con un poderoso respaldo para tomarse las riendas de la revolución y convertirla en el horror en el que se ha vuelto desde ese entonces con la formación de la República Islámica de Irán y su existencia por casi tres décadas.

Se necesita aprender aún más sobre esto pero se sabe lo suficiente para que quede claro que los imperialistas yanquis, que inicialmente respaldaron al Sha, aun de cara a esta enorme conmoción de las masas, maniobraron entonces a través de sus contactos en el ejército iraní existente y en otras partes de las estructuras gobernantes en esa sociedad, para impedir que la revolución se madurara más completamente. Tomaron medidas para acortar un proceso en que las masas hubieran sido capaces de poner a prueba más completamente en la práctica así como debatir al nivel de teoría y línea los programas y con las fuerzas diferentes que representaban soluciones diferentes. En cambio, los imperialistas yanquis y los elementos por medio de los cuales podían trabajar, maniobraron de modo que las fuerzas agrupadas alrededor de Jomeini consiguieran en realidad el respaldo necesario para tener posibilidades de tomar el poder y consolidarlo. Los imperialistas calcularon que podían manejar tal situación mejor que una situación revolucionaria en continuo desarrollo — una situación en la cual los comunistas, suponiendo que hubieran sido capaces de encontrar su rumbo y comprender y aplicar más profundamente una línea auténticamente comunista y revolucionaria, hubieran sido capaces de ganarse a una cantidad cada vez mayor de las masas durante esta turbulencia social, en la que las masas pusieran a prueba diferentes programas y hubieran visto cuáles de ellos llevaban en realidad en la dirección que correspondía a sus intereses fundamentales, y cuáles se detenían a la mitad del camino pretendiendo refrenar la situación y mantenerla confinada dentro de un marco de opresión.

Una vez más, esto es algo que se necesita explorar más completamente — aunque ha sido explorado de manera importante, particularmente por nuestros camaradas comunistas iraníes. Simplemente pretendo esbozar una figura básica aquí para ilustrar este punto extremadamente importante de que diferentes fuerzas de clase entran en la refriega y especialmente en el contexto de turbulencias sociales mayores y más particularmente con inminentes revoluciones, pretenden tomar las riendas e imponer sus soluciones — y cuáles son las consecuencias cuando diferentes fuerzas de clase son capaces de hacer esto. (Más análisis con detalles adicionales al respecto se halla en el artículo “30 años después de la revolución iraní”, en la versión en inglés del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar, 23 de febrero de 2009.)

• La situación de Sudáfrica en la década del 1980 y principios de la del 1990. En ese período hubo un enorme auge de lucha revolucionaria en ese país, en particular en los cinturones de miseria de las ciudades y también en los bantustanes y en las masas de negros en toda Sudáfrica. Y en cierto momento, sobre todo con grandes cambios en el mundo, incluidos los cambios profundos en la Unión Soviética y su antiguo bloque —en primer lugar, el ascenso de Gorbachov a la cabeza del partido y del estado soviéticos y a continuación la desaparición y la disolución de la Unión Soviética y la fractura y separación de su antiguo imperio como tal— los imperialistas estadounidenses en alianza con la clase dominante de supremacía blanca de Sudáfrica reconocieron que no sólo tenían la necesidad sino también la libertad de cambiar la forma de gobierno en Sudáfrica: para abolir el sistema del apartheid e incluso para permitir que la población mayoritariamente africana votara en las elecciones y eligiera sudafricanos negros como los dirigentes del país comenzando con Mandela.

Pero, una vez más el resultado de esto fue que se abortó el proceso revolucionario. Hay ocasiones y situaciones en que los abortos son buenos y momentos y circunstancias en que son malos. Este fue un momento en que fue muy malo — el aborto de un proceso revolucionario. A pesar de lo que nos predican constantemente en estos días —incluso los “liberales” y los “progresistas” de la clase dominante y los que siguen sus pasos— el aborto de un feto no es en absoluto siempre un mal (o “en el mejor de los casos” un “mal necesario”). Pero sí es muy malo abortar un proceso revolucionario — y eso es lo que sucedió en Sudáfrica. Y una parte del cambio general allí elaborado bajo la influencia dominante de la clase dominante de los EE.UU., fue que Sudáfrica se mantuviera en el marco de la dominación imperialista e incluso de los dictados y las estructuras del FMI (Fondo Monetario Internacional), etc. Esto quedó claro y explícito.

Varias personas han analizado esta situación al menos parcialmente, pero lo esencial es lo siguiente: la forma general en que los imperialistas y sus aliados en las estructuras gobernantes de Sudáfrica pusieron en la palestra a Mandela no solamente no mejoró en lo fundamental la situación de las masas de africanos oprimidos y explotados en ese país sino en muchos aspectos este nuevo arreglo ha dado lugar a un empeoramiento de sus condiciones, sobre todo en términos económicos como en términos sociales y morales, por así decirlo, de modo que ahora y por el momento se han sustituido en gran medida y cada vez en mayor grado un auge de la lucha revolucionaria de masas y el sentido de propósito y el sentido de una lucha por un futuro mejor y todos los elementos inspiradores que van de la mano con eso, por la delincuencia, en particular entre los mismos jóvenes que un par de décadas atrás habrían sido la columna vertebral de una lucha revolucionaria. Y eso ha dado lugar a la desmoralización, a la confusión, a las ilusiones que no solamente se han alimentado y se ha echado raíces en las masas en Sudáfrica sino cuya influencia se ha extendido a los oprimidos en otras partes del mundo.

Y de nuevo eso fue una política muy consciente —una serie de medidas que adoptaron de manera muy consciente los imperialistas y ciertas capas de la élite blanca en Sudáfrica pero también algunos sectores burgueses de la población negra oprimida en Sudáfrica cuyas aspiraciones no fueron más allá de un arreglo de este tipo, porque sus intereses como grupo social (clase) en gran parte solo concordaban de hecho con la mera abolición de ciertas formas de segregación formal (el apartheid) y la opresión que iba de la mano con eso, pero que dejaban intactas las relaciones fundamentales de opresión y explotación — lo que en realidad ha dado lugar a consecuencias aún peores en muchos aspectos durante los casi dos decenios desde que se abolió el apartheid.

Esta es una profunda lección que se debe comprender profundamente y se debe remachar si las masas populares no sólo en Sudáfrica sino en todo el mundo de veras van a poder luchar conscientemente por su emancipación y la emancipación de toda la humanidad.

• Otro ejemplo es el contraste entre la India y China en relación con el fin del viejo colonialismo y el surgimiento de una nueva sociedad en ambos países (o de una no tan nueva). Aquí estamos hablando de dos trayectorias fundamentalmente opuestas: una nace de la lucha revolucionaria y, sí, de la guerra revolucionaria, con la dirección general de Mao y el Partido Comunista de China la que resultó en el derrocamiento del sistema imperante, una ruptura con la dominación imperialista, para embarcarse en un camino de transformar radicalmente la sociedad hacia el objetivo último de eliminar todas las relaciones de explotación y opresión y las instituciones e ideas que refuerzan y van junto con ellas, y la otra es el camino de la India representado por Gandhi y algunos otros de buscar la conciliación con el imperialismo — pretender ponerle fin al colonialismo formal pero mantener la situación dentro de un marco de opresión en términos de las relaciones internacionales en que la India está enredada y oprimida y en términos de las relaciones económicas y sociales en la India misma, entre ellas, de manera importante, la terrible opresión de la mujer así como el sistema de castas, los atropellos cometidos constantemente contra los llamados “intocables”, etc. En ambos países, se trata de fuerzas de clase específicas —fuerzas de clase muy diferentes y fundamentalmente opuestas— que obran para alcanzar ciertas soluciones de acuerdo con sus intereses y sus perspectivas y en consecuencia la manera en que ven los problemas.

• O podríamos tomar la lucha dentro del propio Partido Comunista de China, especialmente una vez que llegó a ser la fuerza dirigente en el estado socialista después de la toma del poder y el derrocamiento de la dominación imperialista y del gobierno reaccionario en China en 1949. Sobre todo cuando esta lucha dentro del Partido Comunista de China llegó a un punto álgido a través de la Gran Revolución Cultural Proletaria (GRCP) de mediados de los años 1960 hasta la muerte de Mao en 1976, quedó claro que había dos puntos de vista y programas fuertemente opuestos que representaban no sólo a los individuos sino a las fuerzas sociales —es decir, diferentes fuerzas de clase— que existían al interior del propio Partido Comunista de China y que tenían cargos de autoridad y dirección al interior del mismo. Por eso Mao hizo el análisis pionero que se sintetiza en la siguiente declaración suya popularizada durante la GRCP: Se está haciendo la revolución, sin embargo no se comprende dónde está la burguesía. Está justamente dentro del Partido Comunista. Los seguidores del camino capitalista (en el Partido) siguen todavía su camino.

Algunos puntos acerca del papel de los intelectuales y el proceso revolucionario

No se trataba simplemente de que los burócratas en el partido y en el estado chinos se habían enriquecido o estaban ávidos de poder por haber gozado de posiciones de autoridad — no se trataba esencialmente de la burocracia. Se trataba de diferentes personas que eran intelectuales pero (para retomar lo que captó bien Marx) intelectuales cuyos modos contrastantes de pensar y las políticas y programas que plantearon —o sea, sus líneas— representaban dos clases fundamentalmente opuestas (acuérdense de las observaciones muy importantes de Marx sobre la relación entre las clases y los representantes políticos y literarios de esas clases). O para formularlo de otra manera, el interrogante, que provocó una lucha antagónica, era: ¿a la imagen de cuál clase social se debe rehacer la sociedad (y en última instancia el mundo)? ¿A la imagen del proletariado — no en un sentido reduccionista o reificado sino en el sentido de sus intereses de clase social que en última instancia requieren que se resuelvan las contradicciones del capitalismo, en particular la contradicción fundamental entre la producción socializada y la apropiación privada, y de ahí que se eliminen todas las diferencias de clase, y las relaciones de producción, las relaciones sociales, las ideas y las instituciones que las acompañan (en resumen, la realización de las “4 Todas”)? ¿O se debe rehacer la sociedad (y a la larga el mundo) de acuerdo con el punto de vista de ese sector social que había tomado una forma concentrada dentro del Partido Comunista de China, el que solo pretendía convertir a China en un país poderoso y que había decidido que la mejor manera de conseguirlo era estableciendo lo que son objetivamente relaciones económicas capitalistas y tomar medidas que alentarían y reforzarían todas las relaciones que acompañan las relaciones económicas capitalistas y que colocaría a China claramente en el marco general de la dominación y explotación imperialista a escala mundial?

No se trata de “luchas por el poder” entre individuos o camarillas. Se trata de diferentes clases —o de personas o grupos que objetivamente representan diferentes clases— que perciben más o menos correctamente sus intereses como una fuerza social, como una clase y que luego pretenden influenciar y utilizar la lucha y las aspiraciones de las masas de cambiar la sociedad, para moldear la sociedad de acuerdo con esos intereses de clase. Concordaba con los intereses de ese sector constituido, concretamente, de intelectuales, pero intelectuales que habían adoptado el punto de vista de la burguesía —repito, los representantes políticos y literarios de la burguesía, como los describió Marx— concordaba con los intereses de esa clase, con sus aspiraciones como una clase, establecer esas relaciones capitalistas, volver a integrar a China en el marco general de la dominación, explotación y opresión imperialistas en el mundo. Ese camino se oponía directamente a los líderes del partido que estaban en el camino socialista como una transición al objetivo final del comunismo por todo el mundo — también un grupo de intelectuales en un sentido amplio, pero intelectuales que habían adoptado el punto de vista del proletariado como una clase y que estaban luchando por sus intereses revolucionarios. Esta batalla —entre el camino socialista y las fuerzas dirigentes que lo representaban por un lado, y por otro el camino capitalista y los que lo representaban— proseguía muy intensamente, aunque con ciertos flujos y reflujos parciales, durante el decenio de la GRCP y desafortunadamente, poco después de la muerte de Mao en 1976, se desembocó en el triunfo de las fuerzas de clase que representaban el programa del capitalismo y del imperialismo y en la derrota de los que representaban el programa del comunismo y de la abolición final de las relaciones de explotación y opresión.

Al describir la forma concentrada que asumía esa batalla como la lucha entre los intelectuales (líderes del partido) que representaban, respectivamente, el camino socialista y el capitalista, no quiero pasar por alto ni menospreciar en lo más mínimo la importancia del papel de las masas en toda esa batalla — como si en esta situación hubieran sido simplemente espectadores o peones de los grupos dirigentes en contienda. Muy al contrario, uno de los distintivos de la GRCP era el nivel —verdaderamente sin precedentes en la historia— de la participación de las masas populares, literalmente cientos de millones de estas, en esta masiva agitación social, y el nivel inauditamente alto de conciencia de por lo menos decenas de millones de estas acerca de los términos de esa batalla y de lo que estaba en juego. Pero lo importante es, como resumió Lenin (en La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo):

De todos es sabido que las masas se dividen en clases… que las clases están generalmente… dirigidas por partidos políticos; que los partidos políticos están dirigidos, por regla general, por grupos más o menos estables de las personas más autorizadas, influyentes, expertas, elegidas para los cargos más responsables y que se llaman jefes. Todo esto es el abecé, todo esto es sencillo y claro (citado en V. I. Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo [Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1975], p. 30; otra versión de esta cita se halla en la polémica contra K. Venu, “Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor”, Un Mundo Que Ganar #1992/17, p. 56).

Aun si se tratara solamente de marxistas autoproclamados, pueda que Lenin tuviera un optimismo exagerado al afirmar que “de todos es sabido”; sin embargo queda el hecho de que efectivamente “todo esto es el abecé, todo esto es sencillo y claro”. Pero lo que sí resulta más complicado —que seguirá siendo un fenómeno importante mientras las masas estén divididas en clases y hasta abolir las relaciones sociales desiguales y opresivas que acompañan las divisiones de clase, en particular la división entre el trabajo intelectual y el trabajo manual— es que los líderes por lo general son personas que como una de sus cualidades esenciales, tienen una capacidad más desarrollada para trabajar con las ideas (quienes por lo general son intelectuales). Este hecho objetivo y la brecha entre dichos intelectuales y las masas populares, en particular los que no son intelectuales, seguirán vigentes y tendrán implicaciones y ramificaciones concretas, sin importar si el origen y las circunstancias de dichos intelectuales (líderes) son en términos generales los de la pequeña burguesía o los del proletariado y otras masas básicas.

Una de las características distintivas de los intelectuales es que —debido a sus circunstancias particulares y la naturaleza de su papel de trabajar con las ideas— como individuos (y aun en cierto sentido como un fenómeno social más amplio) cuentan con relativamente más libertad y más capacidad de “vinculársele” a una u otra clase y hasta “despegarse” de una clase y “vinculársele” a otra. En otras palabras, pueden adoptar la concepción del mundo de una u otra clase y llegar a representar sus respectivos intereses. Ahora bien, en general —y a eso se refería Marx al describir el intelectual democrático y su relación con el tendero— los intelectuales espontánea y muy fuertemente tienden a acercarse al punto de vista y a los intereses de la pequeña burguesía porque por regla general eso es lo que más corresponde a la posición social y a las circunstancias de la intelectualidad. Pero como sabemos, ciertos intelectuales (o hasta grupos de intelectuales) pueden llegar a ser altos funcionarios, incluso líderes políticos, de la burguesía. Por otro lado, algunos intelectuales —entre ellos los intelectuales que surgen en las filas revolucionarias desde las masas básicas y que llegan a tener la capacidad de trabajar a un alto nivel con las ideas y de formular la línea y la política— pueden adoptar y efectivamente adoptan el punto de vista del proletariado y se convierten en luchadores en pro de los intereses del proletariado. Por lo general es más común este fenómeno social en tiempos de agitación social, en particular cuando las corrientes revolucionarias tengan más fuerza entre las masas populares y en su influencia sobre la sociedad en general.

Pero de fondo existe el reto muy concreto, ante aquellos intelectuales atraídos a la causa revolucionaria del proletariado, de aplicar de manera consecuente el punto de vista y el método del materialismo dialéctico y no solo de embarcarse en el camino de la revolución sino de perseverar en este a lo largo de todas las dificultades y de entregar concretamente sus capacidades intelectuales así como su corazón a la causa de esta revolución y sus objetivos emancipadores. Más allá de eso y muy especialmente, el reto ante los que llegan a ocupar puestos de dirección en la vanguardia de la revolución proletaria no solo es de dar dirección a esa revolución sino más específicamente de hacerlo de una manera que capacite a participar con cada vez mayor conciencia en esa lucha revolucionaria a una cantidad siempre mayor de las masas populares, en particular aquellas de los sectores más explotados y oprimidos de la sociedad. Para formularlo de otro modo —para abordar otra dimensión importante y otra contradicción profunda que caracteriza la revolución comunista proletaria y los aspectos en que tiene que ser fundamentalmente diferente de todas las revoluciones previas en la sociedad humana (como se señaló hace más de una década en “Cuestiones estratégicas”1): todas las revoluciones son dirigidas por una pequeña parte de la sociedad —y de manera concentrada por un grupo dirigente bastante pequeño, en comparación con las masas populares a que dirige en última instancia— un grupo dirigente que de hecho se constituirá principalmente de personas que son intelectuales, por lo general, sin importar de dónde hayan provenido dichos intelectuales en términos de su “origen social”. En un aspecto muy importante, eso cuadra con la revolución proletaria y no simplemente con las revoluciones dirigidas por personas que encarnan el punto de vista de las clases explotadoras y representan sus intereses. El reto profundo y verdaderamente histórico-mundial ante la revolución comunista proletaria y ante los que la dirigen es lograr que se dé un salto radical y una ruptura radical con la situación —típica de todas las revoluciones previas que luchaban en última instancia por los intereses de clases explotadoras y que fueron dirigidas por personas que representaban esas clases— en la cual las masas son la principal fuerza combatiente de la revolución (o para hablar más francamente, que son los que más se sacrifican y se mueren en dicha lucha) pero en que las fuerzas que cosechan los frutos de esa lucha y esos sacrificios son en realidad explotadores y opresores de las masas, y de nuevo la sociedad “se rehace a la imagen” de una clase explotadora, aunque se den ciertos cambios por lo que se refiere al modo particular en que eso ocurra.

Lograr dar ese salto y ruptura radical supone y requiere que se supere la contradicción mental/manual como un aspecto decisivo de consumar las “4 Todas”. Pero todo eso requerirá toda una época histórica y solo se podrá alcanzar a escala mundial; y durante toda esa transición, dondequiera que se conquiste el poder, se establezca la dictadura del proletariado y se continúe la revolución bajo esa dictadura, existirán las contradicciones complejas y a veces muy agudas que implica el hecho de que superar la división mental/manual y consumar las “4 Todas” no solo debe de ser un objetivo de largo plazo sino que hay que “trabajarlo” concretamente a lo largo de cada etapa del proceso, aunque la contradicción mental/manual seguirá siendo un fenómeno muy pronunciado cuando menos durante un muy largo período de esa transición. Manejar todo eso correctamente en el proceso vivo de avanzar la revolución con toda su complejidad es uno de los grandes retos ante nuestra revolución y su objetivo final del comunismo por todo el mundo.

Diferentes intereses de diferentes fuerzas de clase en la lucha contra la opresión del pueblo negro en Estados Unidos

Podemos examinar otro ejemplo del punto básico aquí, respecto al fenómeno de que las diferentes clases pretenden “rehacer el mundo a su imagen”: el papel de la burguesía negra (e incluso sectores de la pequeña burguesía negra, pero en particular la burguesía negra) en Estados Unidos, en relación a la larga lucha del pueblo negro, particularmente en el período inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad. Existen aquellos individuos y grupos de entre el pueblo negro que han pretendido calificar esa lucha como nada más salvo una lucha reformista por los “derechos civiles”, tal como lo expresan, y así limitarla y moldearla. En importantes aspectos, existe un paralelo a lo que ocurrió en Sudáfrica con Mandela. Estas fuerzas han pretendido dirigir (desviar) la lucha a una que se limita a eliminar ciertas barreras formales y jurídicas de la discriminación y la segregación — aunque en realidad dichas barreras están lejos de haberse eliminado y en ciertos sentidos se han reforzado más que nunca en la educación, la vivienda, el empleo, los servicios médicos y muchas otras esferas. Claro, abolir las leyes y códigos formales que encarnan la discriminación y la segregación beneficia a las amplias masas del pueblo negro (y a las amplias masas de todas las nacionalidades). Pero impedir que la lucha se salga de los confines del reformismo en el sistema imperante beneficia a un sector de la burguesía del pueblo negro — y no a las masas populares. Estas fuerzas burguesas ven que estas reformas les posibilitaría —por su posición social y por su posición de mayor privilegio en comparación con las masas del pueblo negro— una oportunidad más favorable para mejorar su situación dentro del marco existente, de “mejorar la vida” (ascender o superarse) dentro de ese marco, incluso en ciertos casos conseguir puestos de peso dentro del sistema. Ahora bien, en realidad y sin importar que reconozcan o no ese hecho (puede que unos sí lo reconozcan y otros no, pero la realidad es que) eso condena —y seguirá condenando mientras prevalezca— a las masas del pueblo negro y en efecto al pueblo negro como un pueblo, como una nación oprimida dentro de Estados Unidos, a seguir sufriendo una terrible opresión.

No se trata de algo tan sencillo como decir que esa opresión no les importa a estas fuerzas de la burguesía negra. Lo fundamental y esencial es que —para retomar la formulación de Marx— así ven el problema y la solución. Su perspectiva es que eliminar estas barreras formales y permitir avanzar a las personas en su posición, incluso quizás llegar a la cumbre como ha ocurrido ahora con Obama —llegar a ser el máximo funcionario del estado imperialista con todos sus horrores— es la mejor manera para posibilitar que el pueblo negro —o por lo menos los negros “a su imagen”— avancen y “hagan el sueño realidad”. Ven en sus propias aspiraciones e intereses la expresión más elevada del bien común. En cierto sentido, eso se aplica a todas las clases y sus representantes: creen que los intereses de clase que defienden representan los intereses generales y el bien común de todos. Lo fundamental es que el que eso sea cierto o no — y la diferencia fundamental es que eso es cierto en el caso del proletariado, como una clase, de una manera que no es cierto, y nunca lo ha sido, en el caso de cualquiera otra clase: las condiciones para la emancipación del proletariado de su situación de explotación y opresión son en realidad las condiciones necesarias y esenciales para la emancipación general de la humanidad, la abolición de todas las relaciones de explotación y opresión por todo el mundo. Pero —y eso encierra cierta ironía— precisamente al eliminar ciertas barreras formales de discriminación y segregación, lo que pasa es que los intereses de la burguesía negra, como una clase, quedan objetivamente en conflicto agudo (sin importar cómo esta lo perciba) con los intereses de las masas del pueblo negro, especialmente las masas que viven apiñadas, encerradas y brutalizadas en las zonas oprimidas urbanas así como en conflicto agudo con los intereses de las masas oprimidas y explotadas en Estados Unidos y por todo el mundo.

Que quede claro: eso no quiere decir que no sea posible ganarse a la burguesía negra —o por lo menos a muchas personas de esa clase— al campo de la revolución en el transcurso de los acontecimientos y mediante mucha lucha; como cuestión de orientación estratégica, es necesario como posible ganarse a todos los que se pueda de esa clase al campo de la revolución. Y ciertamente eso se aplica a la pequeña burguesía negra. Pero lo que es decisivo y esencial captar —para la vanguardia y para las masas que formarán la columna vertebral de la lucha revolucionaria— es que las fuerzas que representan la burguesía negra o incluso la pequeña burguesía negra —el punto de vista y los intereses que corresponden a las posiciones sociales de dichas fuerzas de clase— no pueden estar en la posición de dirigir dicha lucha, pues si sí, la lucha no alcanzará adonde tiene que llegar para así lograr la emancipación general de las masas oprimidas y explotadas de todas las nacionalidades y la emancipación final de toda la humanidad por todo el mundo. Solamente una vanguardia que represente y luche por los intereses del proletariado, como una clase, podría dirigir la lucha para lograr tal emancipación general.

Todos los ejemplos que he mencionado aquí —que solo he podido esbozar en pocas palabras y a grandes rasgos— demuestran la verdad fundamental de que las diferentes fuerzas de clase contienden según entiendan el problema y la solución. Y por su parte, las relaciones decisivas en la sociedad —de fondo las relaciones de producción pero también las relaciones sociales y políticas— y las distintas posiciones y papeles de los diferentes grupos sociales o clases en esas relaciones generales esencialmente moldean sus distintas maneras de entender el problema y la solución.

Pero otro factor que complica la situación, y otro problema, es que bajo la dominación de los explotadores y opresores —y específicamente hoy bajo el dominio de los imperialistas y las fuerzas burguesas— la pesada carga de la costumbre, la tradición y la espontaneidad a que eso da origen, tiende a ejercer una poderosa influencia que corresponde a los intereses y las aspiraciones de las clases explotadoras. Por eso se requiere una ruptura consciente de parte de los explotados y oprimidos —y de los intelectuales y otros que pretenden representarlos— en primer lugar para poder reconocer los intereses fundamentales de las masas explotadas y oprimidas y de ahí actuar de acuerdo con ese reconocimiento, en contraste y en conflicto con los de la burguesía, e incluso de los sectores con mayores privilegios que no son burgueses en el sentido estricto en cuanto a la manera en que se ven impulsados a ver los problemas y las soluciones.

Continuará.

1 “Cuestiones estratégicas” es una charla de Bob Avakian de mediados de la década pasada. El Obrero Revolucionario (ahora Revolución) publicó partes de la charla en los números 881 y 884-893 (noviembre de 1996-febrero de 1997) y 1176-1178 (24 noviembre-8 diciembre 2002). Están en http://revcom.us/chair_s.htm. [regresa]

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