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El borrador del nuevo programa del PCR,EU 

Borrador del Programa, Parte 2


La dictadura del proletariado, 
la democracia y los derechos del pueblo

Habiendo conquistado el poder, tras un arduo proceso de lucha, gran heroísmo y los tremendos sacrificios de millones de personas, el proletariado suprimirá todo intento de la burguesía derrocada y fuerzas contrarrevolucionarias de restaurar la vieja sociedad y sus horrores para las masas. Si no lo hiciera, sería culpable de una traición monumental a las masas de este país y del mundo entero, y a la misión histórica revolucionaria del proletariado. Es absolutamente necesario que el proletariado ejerza su dictadura sobre la burguesía para que se lleven a cabo cambios radicales en la sociedad conforme a los intereses más elevados de las masas y de toda la humanidad.

El carácter de clase de la democracia y la dictadura

Mientras existan las clases, la democracia tiene que ser democracia de clase, y mientras la burguesía y el proletariado existan, la sociedad solo puede organizarse con el modo de producción capitalista o socialista. No hay término medio.

La burguesía siempre y en todas partes luchará incesantemente para defender y extender su “derecho” de explotar a las masas, y para restaurarlo si se le ha quitado. Por eso, ejerce una dictadura despiadada sobre las masas.

El proletariado también lucha por defender y extender sus propias relaciones de producción —las relaciones de producción socialistas— y las instituciones políticas y sociales que corresponden a ellas. Por eso, tiene que ejercer una dictadura sobre la burguesía, y hacerlo tan cabal e implacablemente como la burguesía. Sin embargo, la dictadura del proletariado es radicalmente diferente de todos los estados anteriores.

Primero, es una dictadura de las masas, es decir, se apoya en ellas para suprimir a la burguesía derrocada y a todo nuevo explotador, y prevenir la restauración del viejo orden. Segundo, la dictadura del proletariado representa y hace posible una democracia y derechos sin precedentes para las masas. Final y fundamentalmente, la meta de la dictadura del proletariado no es solo fortalecer la posición del proletariado, dirigido por su partido de vanguardia, como la clase dominante de la sociedad; es transformar las relaciones de producción, las relaciones sociales y las instituciones políticas, así como el modo de pensar, para avanzar, junto con el proletariado y las masas del mundo, hacia la meta final de eliminar las clases y todas las divisiones opresivas de la sociedad. Así se eliminará la necesidad de la dictadura del proletariado, del estado y de cualquier grupo institucionalizado y especializado para gobernar y administrar la sociedad aparte del pueblo en general.

Como se explica en el apéndice “El partido en el socialismo y la transición al comunismo”, eso se llevará a cabo a través de un complejo proceso mundial caracterizado y propulsado por la lucha de clases en la sociedad socialista, en estrecha relación con la lucha internacional. Será crucial revolucionar las principales instituciones de la sociedad socialista, sobre todo el partido, como parte de revolucionar la sociedad. La democracia en la sociedad socialista se sitúa en ese contexto. Cuenta con la participación de la vasta mayoría del pueblo y su alcance es mucho mayor que en el capitalismo; además, fortalece el ejercicio de la dictadura del proletariado sobre la burguesía y el avance al comunismo.

El carácter y papel de la democracia en la sociedad capitalista

La democracia en la sociedad capitalista, especialmente la tan sonada democracia estadounidense, es un fraude. Es democracia solo para la burguesía, que toma todas las decisiones importantes, y ejerce una dictadura cruel sobre el proletariado y las masas.

Es cierto que la burguesía ha podido ocultar en cierta medida el mazo de su dictadura, particularmente a la clase media en Estados Unidos. Gracias a su dominación del mundo, ha podido tirarles migajas a importantes sectores de la clase trabajadora y la pequeña burguesía, y eso le ha dado cierta estabilidad.

Pero esa dominación se impone a punta de armas y de terror. La “democracia” en este país no se basa en la Constitución y sus garantías, sino en la posición dominante de Estados Unidos en el sistema mundial, su papel de mayor explotador de las masas del mundo y el terror fascista que impone en los países oprimidos. Preguntemos a una campesina de El Salvador o Guatemala, testigo de la masacre de todo su pueblo por el ejército Made in USA; preguntemos a los padres de un niño muerto en Irak porque las “sanciones” yanquis bloquean las medicinas y el equipo médico; o preguntemos a un revolucionario de Perú (o Turquía o docenas de países) perseguido, torturado, asesinado o encarcelado por años por la policía entrenada y financiada por la CIA: ellos saben muy bien en qué se basa la “democracia” estadounidense.

Incluso en el mismo Estados Unidos, a pesar del trillado discurso de “democracia” y “derechos humanos”, se responde a cualquier desafío serio al poder con violencia y saña.

Consideremos la represión despiadada de las nacionalidades oprimidas en Estados Unidos, especialmente la supresión sangrienta de las grandes rebeliones de negros y otros oprimidos por la policía, la Guardia Nacional y el ejército en la época de los 60, el asesinato de docenas de militantes del Partido Pantera Negra y otros revolucionarios, y el encarcelamiento de cientos, y quizás miles, de revolucionarios y luchadores radicales. Es común que la policía ataque ferozmente protestas políticas con gas lacrimógeno, balas de goma y armas “no mortíferas”, y que golpee y arreste a lo loco. No olvidemos las numerosas ocasiones en que la policía, e incluso el ejército, respalda el “derecho” de los patrones a reanudar labores y despedir a los trabajadores en huelga. Ahí se pone de relieve la realidad de la falsa democracia y la verdadera dictadura sobre las masas. Y si bien la burguesía ataca con especial saña los movimientos radicales del proletariado, también reprime sin vacilar los movimientos de las capas medias con espionaje, intimidación, censura, desinformación, cárcel, palizas y hasta el asesinato, si se salen de los límites del “disentimiento” aceptable.

La historia de Estados Unidos, desde su fundación con el genocidio de los pueblos indígenas y el secuestro y esclavitud de los africanos, hasta hoy, es una larga cadena de atrocidades que demuestran contundentemente lo que planteó Mao Tsetung: “El poder nace del fusil”.

Además, al examinar el “funcionamiento normal” de la sociedad capitalista, vemos que la burguesía y sus representantes dominan completamente la vida política. Monopolizan los medios de comunicación y controlan la información sobre la política y los acontecimientos mundiales. Debido a la división del trabajo de la sociedad capitalista, los millones de trabajadores, pobres y oprimidos prácticamente no tienen voz en la vida política y, como ya señalamos, si alzan la voz, confrontan directamente al estado, que les echa encima las fuerzas represivas de su dictadura.

En las últimas décadas, la burguesía ha intensificado el ambiente represivo, sobre todo en las comunidades negras, latinas y de otras nacionalidades oprimidas. Ha zampado a muchísimos jóvenes a la cárcel; la policía se desmanda en los ghettos y barrios pobres; el Servicio de Inmigración y Naturalización (la Migra) acosa a los inmigrantes proletarios. Todo eso tiene el fin de aplastar a los que la burguesía considera “dinamita social” y prevenir movimientos revolucionarios. Tras la máscara democrática está la realidad de la dictadura.

“Pero tenemos elecciones”, dicen los comentaristas burgueses. “Los comunistas no pueden negar que en Estados Unidos el pueblo tiene el derecho al voto”. Claro, pero esas elecciones no son nada más que un rito en que permiten a las masas escoger cuál de los representantes de la burguesía ha de oprimirlas y aplastarlas. El proceso electoral “legitima” esa opresión.

Lejos de amenazar o estorbar el poder de los imperialistas, el rito de las elecciones burguesas los fortalece. Pone a las masas en una posición pasiva y aislada, y las enseña a limitar sus aspiraciones y actividades políticas a lo que convenga a los opresores. En esa situación, o la gente repudia “la política” por completo o baja las miras y abandona sus anhelos de algo mejor. No importa cuál de los candidatos triunfe en la farsa electoral, la burguesía y el sistema capitalista siempre salen ganando.

Democracia para las masas

En vista de todo eso, queda claro que las declaraciones de los capitalistas de que los comunistas y la sociedad socialista buscan “destruir la democracia” son hipócritas y ponen la verdad patas arriba. En realidad los comunistas buscan, y la sociedad socialista representa, la destrucción de la democracia burguesa, es decir, la dictadura burguesa sobre el proletariado y las masas en general. Además, la sociedad socialista brindará una auténtica democracia sin igual para las masas a través de la dictadura del proletariado sobre la burguesía. Los derechos de las masas (que en el capitalismo se suprimen y, en lo fundamental, no son más que el derecho de ser explotadas y oprimidas) adquieren una nueva dimensión cualitativamente superior una vez que el proletariado haya derrocado a la burguesía y establecido su propio estado.

En primer lugar, el derecho más elemental de las masas en la nueva sociedad, que jamás tendrán en el capitalismo, será el derecho de ser dueños de la sociedad en toda esfera, y de transformarla en su propio beneficio. Por primera vez, las masas tendrán el derecho fundamental de unirse y acabar colectivamente con el hambre, poner fin a la discriminación, reorganizar la producción para satisfacer las necesidades humanas y no la sed de ganancias, y hacer muchos cambios profundos y urgentes. Eso no ocurrirá como fruto de alguna ley o resolución, sino porque las masas tendrán el poder del estado, respaldado por las armas, y porque la economía no se basará en la ganancia privada.

Por primera vez, las masas tendrán el derecho de participar directamente en la lucha sobre las cuestiones políticas clave de la sociedad y en la administración del estado. Por primera vez, tendrán el derecho de ejercer la dictadura, de someter y suprimir a las fuerzas que quieren volver a imponer la explotación, que quieren volver a imponer la supremacía blanca y masculina, que quieren restaurar la situación en que un puñado tiene el poder económico y político, y saquea a otros pueblos y naciones.

Los derechos y el papel de las masas como dueños de la sociedad deben concretarse en medidas y acciones, sobre todo en la lucha y vida política de la sociedad. Es imprescindible que el nuevo estado proletario movilice a los millones de la clase trabajadora y otros sectores anteriormente oprimidos para ejercer el poder político.

El papel primordial de las instituciones y los órganos del nuevo poder debe ser movilizar a las masas a hacerse cargo de todo: de la planificación económica a la su­presión de contrarrevolucionarios. Habrá que crear los medios y el ambiente político en que las masas debatan todo: el propósito y la estructura de las instituciones educativas, cómo apoyar las revoluciones en otros países, etc. Para ello hay que combinar la movilización de las masas y movimientos de masas con el desarrollo de formas de organización para que las masas, con la dirección del partido, se encarguen más y más de administrar el estado y la sociedad.

Como menciona el apéndice “Conso­li­dar el nuevo poder proletario, construir insti­tuciones radicalmente nuevas”, in­me­diatamente después de la conquista del poder habrá un alto nivel de entusiasmo; las masas participarán directamente en la vida política y social, en las decisiones y la práctica en toda esfera de una manera que ni siquiera podemos imaginar hoy. Pero por muy grandes que sean esos cambios, serán solo los primeros pasos hacia la meta final: la administración de toda esfera de la sociedad por las masas sin necesidad de un estado.

En el curso de la vida social, con sus flujos y reflujos, no ha sido posible sostener el mismo entusiasmo que en los tiempos revolucionarios. Es más, el socialismo hereda el legado de la sociedad capitalista: los métodos y la “fuerza de la costumbre” de la sociedad burguesa han moldeado al proletariado, y se le ha negado la capacitación necesaria para dominar la política y la administración de la sociedad.

Por todas esas razones, las masas no llegarán a dominar la sociedad de un golpe ni en línea recta; sin embargo, el estado se empeñará en avanzar lo máximo posible hacia esa meta en cada etapa y recodo de la lucha de clases a lo largo del período socialista. Cuanto más logre cortar de tajo las desigualdades que quedan del capitalismo —por ejemplo, superar la diferencia entre el trabajo intelectual y el trabajo manual con mucha lucha y medidas concretas—, tanto más podrán las masas gobernar amplia y directamente.

Debate, disentimiento y diversidad en la sociedad socialista

Nuestro partido ha estudiado seriamente y aprendido muchísimo de la experiencia del proletariado en el poder en la Unión Soviética y China antes de la restauración del capitalismo en esos países. Esa experiencia alcanzó su cumbre más alta con la Gran Revolución Cultural Proletaria en China, sobre todo en cuanto al debate y lucha de las masas sobre el rumbo de la sociedad. El proletariado debe aprender de esa experiencia para lograr nuevos avances.

Un ambiente de amplio debate y lucha política en toda la sociedad es un elemento esencial del nuevo poder proletario. Con ese fin, el estado pondrá a la disposición de las masas los medios de comunicación que la burguesía monopolizaba: televisión, radio, prensa, carteleras y otros medios para la expresión de ideas políticas. Abrirá espacios a grupos y representantes de las masas para que planteen sus ideas y debatan las importantes cuestiones políticas y sociales del día y los acontecimientos mundiales. Se organizarán debates en fábricas, comunidades, granjas, escuelas, el ejército, etc.

El partido hará un gran esfuerzo para fomentar debate, disentimiento y diversidad en la sociedad socialista. Participará de lleno en el debate y lucha y procurará dar dirección a las masas, pero también tomará medidas concretas para crear un ambiente en que las masas expresen sus ideas libremente.

Específicamente, no se suprimirán ideas contrarias a las del partido; se recogerá de ellas todo lo que ayude al partido y a las masas a entender mejor una situación. Solo se suprimirá a los contrarrevolucionarios que buscan usurpar el poder del proletariado y restaurar el capitalismo. En esos casos, también, el partido se apoyará en las masas para que desenmascaren, ataquen y supriman a esas fuerzas, y para que por medio de esa lucha las masas distingan las ideas retrógradas e incorrectas y las tentativas de contrarrevolución.

Repetimos, el estado proletario no teme el disentimiento; al contrario, lo valora. Aunque sea de un punto de vista fundamentalmente opuesto, es importante porque puede iluminar importantes problemas y deficiencias del estado socialista.

El disentimiento desempeña el papel especialmente importante de prender debate y lucha sobre los problemas que habrá que resolver en la transición del socialismo al comunismo, a la sociedad sin clases. Si no se abre un espacio para el disentimiento, si el pueblo no se siente con la libertad de plantear sus discrepancias, si no se crea un clima en que las masas tengan la posibilidad y vean la importancia de entrar al debate sobre cuestiones candentes, entonces el disentimiento será clandestino, no florecerán el debate y lucha necesarios para hacer avanzar la sociedad hacia el comunismo, y el clima de la sociedad será estéril y aburrido.

La cuestión no es si el proletariado debe ejercer la dictadura, sino cómo hacerlo. El proletariado, bajo la dirección del partido, tiene que controlar la economía, la política, los medios de comunicación, la cultura, etc. Pero, eso no quiere decir (ni debe ser el caso) que se prohíba toda oposición. Por el contrario, el socialismo solo podrá avanzar al comunismo en un clima de polémica y debate libre y vigoroso, el cual contribuirá a identificar, analizar y resolver las contradicciones en un plano superior.

La selección y supervisión del liderazgo

El principio básico para la selección de los líderes y, en general, para gobernar la sociedad socialista es el centralismo democrático. Este principio combina la amplia iniciativa de las masas y el ejercicio de los derechos que ya hemos señalado, fundamentalmente el derecho de las masas de dirigir y transformar la sociedad, con la dirección del partido.

Los líderes y organismos políticos no se elegirán en una contienda entre arribistas que ambicionan posiciones de poder sobre las masas en el marco de las relaciones económicas y políticas características del capitalismo. Es decir, no se celebrarán elecciones burguesas. La lucha para conquistar el poder producirá miles de comprobados líderes revolucionarios. Posteriormente, se realizará un proceso constante de seleccionar líderes, desechando a los que no rompen con lo viejo e incorporando nuevas fuerzas.

A través de consultas entre el partido y las masas, se nombrarán y se formarán líderes desde el nivel de base hasta la alta dirección del gobierno central. De las filas de las masas y su lucha revolucionaria surgirán y se templarán constantemente nuevos líderes.

Los requisitos de liderazgo serán: comprobada dedicación a la causa de la revolución proletaria, proponerse entender y aplicar la ciencia revolucionaria del marxismo-leninismo-maoísmo de forma viva, y tener la capacidad de inspirar y guiar a las masas por ese camino. El partido se apoyará en las masas y las organizaciones de masas de todas las instituciones del país para la selección y la supervisión política del liderazgo: para luchar con los líderes y ayudarlos a seguir por el camino revolucionario, y reemplazar o tumbar a los que persisten en el camino capitalista.

En este contexto, las elecciones serán un medio de seleccionar y desarrollar a los líderes, y de hacer que respondan ante el pueblo. Pero el objetivo y la orientación básica será llegar a un consenso del pueblo con respecto a asuntos de dirección. Y eso contribuirá al proceso general en que las masas, con la dirección del partido, irán dominando y transformando toda esfera de la sociedad y asumiendo las funciones que en las etapas iniciales de la sociedad socialista necesariamente se concentran en manos de los cuadros del partido; así finalmente se superará la necesidad de que haya un partido como un organismo institucionalizado de dirección.

Supervisión de los líderes y plena participación en la vida política

En cuanto a la supervisión de los líderes, las masas tendrán el derecho de criticar a los líderes de cualquier nivel, y el partido y el estado las desencadenarán a hacerlo. Tendrán el derecho de reunirse, organizar manifestaciones, colgar carteles, hacer huelgas, repartir folletos, etc., salvo en el ya mencionado caso de que sea para fomentar y organizar la contrarrevolución y derrocar al estado proletario.

Para ayudar a las masas a fortalecer constantemente su unidad revolucionaria y distinguir entre las discrepancias (incluso muy fuertes) en sus propias filas, por un lado, y las ideas y acciones de contrarrevolucionarios, por el otro, el partido dará dirección y publicará normas. Estas básicamente esbozarán que las ideas y acciones deben:

  • fortalecer, no socavar, la dictadura del proletariado y la capacidad de las masas de dirigir la sociedad;

  • estimular, no detener, la transformación socialista de la economía;

  • fomentar unidad sobre bases revolucionarias, no divisiones y desigualdades, entre las nacionalidades y entre hombres y mujeres;

  • impulsar la transformación revolucionaria y el avance de la sociedad hacia el comunismo, no la restauración del capitalismo;

  • defender el internacionalismo proletario, no el chovinismo y el nacionalismo;

  • fortalecer, especialmente por medio de la crítica, el papel dirigente del partido, no debilitarlo;

  • fomentar la ideología del proletariado y revolucionar el modo de pensar, no pregonar la venenosa ideología burguesa, y la fuerza de la tradición y la costumbre.

Las ideas y acciones de mucha gente que no es contrarrevolucionaria ni quiere regresar a la vieja sociedad no se conformarán a esos criterios; sin embargo, con debate y una vigorosa lucha será posible ganársela al camino correcto y aprender lo máximo de sus ideas, críticas, sugerencias, etc. Ese proceso de debate también desenmascarará a la minoría que tiene objetivos contrarrevolucionarios, dondequiera que esté, y muy especialmente en el partido, y permitirá lidiar firmemente con ellos.

De acuerdo con la orientación mencionada respecto al disentimiento, los criterios que señalamos no son para determinar cuáles ideas se expresan y cuáles no (y uno no tiene que estar de acuerdo con ellos para opinar). Al contrario, ayudarán a las masas a captar la línea correcta que permita seguir avanzando, y unirse a ella; a distinguir la línea incorrecta y luchar contra ella; y, en ese proceso, a destapar las ideas, acciones y fuerzas contrarrevolucionarias, y atacarlas.

Como método general, es importante permitir (o hacer) que las ideas reaccionarias se expresen abiertamente y destaparlas. Solo así es posible criticarlas y aplastarlas completamente. Solo así, y no en un invernadero, podrán las masas captar y aplicar la ideología y política revolucionarias.

La burguesía y sus agentes no disfrutarán de los derechos y la orientación descritos; al contrario, cuando sea necesario, las masas y la fuerza armada de la dictadura del proletariado los suprimirán políticamente a ellos y a todos los contrarrevolucionarios comprobados. En una palabra, se los someterá a una dictadura y no podrán organizar protestas, reuniones, etc., lo cual no implica que no se les permita hablar en los medios de comunicación ni publicar artículos. Sin embargo, eso se dará en el marco de aprovechar ese material para fortalecer el análisis crítico de las masas y obligar a los líderes a examinar la situación, y a sí mismos, a fondo.

Las armas en la nueva sociedad

El mismo principio —es decir, defender firmemente el poder y aumentar el dominio de las masas en toda esfera de la sociedad— se aplicará a la cuestión de las armas. Es una verdad fundamental que la revolución proletaria solo derrocará al capitalismo por medio de la lucha armada de las amplias masas; asimismo, el poder del estado proletario descansa en la fuerza armada de millones y millones de la clase trabajadora y sus aliados.

Por eso, con el nuevo poder del proletariado las masas tendrán armas y recibirán entrenamiento para usarlas. Desde luego, eso no quiere decir que todo mundo caminará por las calles con pistola en mano como en las películas de vaqueros. Se organizarán milicias en las fábricas, comunidades, escuelas y en toda la sociedad. Solo la burguesía, sus agentes y otras fuerzas que quieren socavar y derrocar la nueva sociedad no gozarán del derecho de tener armas, pues a ellos se les someterá a la dictadura armada del proletariado.

Las milicias populares, en coordinación con las fuerzas armadas revolucionarias regulares, protegerán al estado proletario de sus enemigos, dentro y fuera del país, tanto los que sean abiertamente hostiles a la revolución como los que se disfracen de marxistas, como el caso de altos dirigentes del partido que en realidad son contrarrevolucionarios.

Aquí se plantea una cuestión crucial: las armas deben estar en manos de las masas para que hagan, defiendan y continúen la revolución. Pero lo fundamental no es el hecho de tener armas, organizarse en milicias, etc. (aunque todo eso sea importante), sino la conciencia política de las masas que poseen las armas e integran las fuerzas armadas y milicias.

Hay que enseñarlas y capacitarlas de acuerdo al método y el punto de vista del marxismo, en la teoría y la práctica, a través del estudio y luchas políticas concretas, para que distingan entre el auténtico marxismo y el falso marxismo. Solo así sabrán para qué y contra qué luchar, qué apoyar y qué suprimir, qué deben dar la vida por defender y qué aplastar. Solo así tendrán las armas en la mano políticamente, y podrán mantenerse en el poder y revolucionar la sociedad de acuerdo con el punto de vista y los intereses del proletariado.

Los derechos y el sistema judicial

El estado proletario establecerá un nuevo sistema judicial que permita a las masas proteger sus intereses y su poder, y que también proteja a los acusados. El sistema judicial capitalista no busca la verdad ni la justicia; existe para reprimir a las masas, resolver conflictos entre fuerzas burguesas y proteger las relaciones de propiedad burguesas.

El sistema judicial del proletariado se apoyará en las masas para buscar la verdad de una situación, determinar si se ha cometido un delito y quién es culpable, y resolver conflictos. Eso se combinará con principios establecidos para encontrar la verdad y proteger a los individuos de errores y abusos. Continuamente, los representantes de las masas, y líderes y expertos de esa esfera, harán un balance de las experiencias, y perfeccionarán esos principios y orientaciones.

Religión

Una importante cuestión para el estado proletario será la religión y las actividades religiosas. El estado socialista respetará el derecho de culto y de celebrar servicios religiosos, y proporcionará espacios y materiales para hacerlo. La gente religiosa no tendrá privilegios especiales ni podrá emplear la religión para promover movimientos políticos reaccionarios o para acumular capital y explotar a las masas. Se regularán sus finanzas para que no acumulen capital ni violen los principios y leyes del estado socialista.

Se suprimirá a fuerzas que aprovechan la religión para hacer actividades contrarrevolucionarias o explotar a las masas, al igual que a los contrarrevolucionarios de toda índole. Pero mientras las organizaciones religiosas no organicen contra la revolución, podrán celebrar servicios y otras actividades.

Por otra parte, los comunistas somos ateos y no creemos en fuerzas o seres sobrenaturales de ninguna clase. Nuestra posición es que las masas, al adoptar y aplicar los principios del marxismo, se emanciparán a sí mismas y lograrán que la humanidad avance paso a paso a conocer y transformar la naturaleza. También reconocemos que el papel de la religión es consolar a los oprimidos e inculcarles la idea de que son impotentes ante la naturaleza y ante los opresores, y no incitarlos a alzarse y abolir el sistema que los oprime, por medio de lucha revolucionaria.

El partido, como fuerza dirigente de la clase obrera y del estado proletario, no puede ni debe obligar a la gente a abandonar sus creencias. En cambio, debe librar lucha ideológica y confiar en que las mismas masas irán dejando atrás esas creencias religiosas a medida que entiendan (con el avance de la revolución) que pueden controlar la sociedad, y conocer y cambiar el mundo; así verán que las creencias religiosas no son científicas y, es más, que son una carga heredada de la sociedad capitalista y de tradiciones atrasadas.

Así que el estado proletario defenderá el derecho de la gente a tener creencias religiosas; simultáneamente, propagará el ateísmo y el punto de vista científico del marxismo en oposición a todas las creencias religiosas.

En las escuelas y por otros medios, se analizará la Biblia, la Torah, el Corán y los demás escritos y doctrinas religiosos a la luz de la ciencia del marxismo. Así, y mediante la lucha ideológica y la persuasión, y con el avance de la revolución socialista hacia el comunismo, las masas romperán la traba de la religión, y las demás cadenas mentales y materiales, y alcanzarán la emancipación total.


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