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Revolución #029, 8 de enero de 2006

El socialismo es mucho mejor que el capitalismo, y el comunismo será un mundo mucho mejor

Quinta parte: El experimento soviético: Se establece la primera economía socialista

Nota de la readacción: Revolución está publicando por entregas la conferencia de Raymond Lotta "El socialismo es mucho mejor que el capitalismo, y el comunismo será un mundo mucho mejor".

Primera parte: Introducción
Segunda parte: Comunismo y socialismo
Tercera parte: La revolución bolchevique estremece al mundo
Cuarta parte: El experimento soviético: El poder proletario abre paso a la revolución social

La semana pasada publicamos la cuarta entrega. Lotta está dando una serie de conferencias por todo el país como parte del proyecto Pongamos las cosas en claro. El website http://www.thisiscommunism.org tiene las fechas de las conferencias y materiales relacionados.

Tras la muerte de Lenin en 1924, José Stalin asumió la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética. Su dirección fue imprescindible para la revolución social que vengo describiendo (ver Revolución No. 28). A mediados de los años 20 se planteó el interrogante: ¿se puede construir el socialismo en la Unión Soviética, una sociedad económica y culturalmente atrasada, un estado proletario solitario sin ninguna seguridad de que se den revoluciones en otros países?

Stalin planteó firmemente que la Unión Soviética podía y debía tomar el camino socialista, pues de otro modo no podría sobrevivir ni apoyar a la revolución en otras partes. Con esa orientación, dirigió luchas fuertes y complejas para socializar la industria y colectivizar la agricultura.

¿Cuál era la situación económica de la Unión Soviética en ese momento? La agricultura no daba abasto para alimentar a la población. La industria, limitada, no producía las fábricas y máquinas que se necesitaban para modernizar la economía. Los intelectuales eran un puñado de la sociedad y muy pocos tenían estudios superiores técnicos o humanistas. Además, se cernía un ataque imperialista. Tales eran las contradicciones económicas y sociales concretas que afrontaron los seres humanos de esos tiempos que querían rehacer la sociedad y el mundo.

¿Cómo era el resto del mundo entonces? El feudalismo prevalecía en la mayor parte del campo, y el capitalismo invadía el globo de una forma caótica y cruel.

Pero ahora en la Unión Soviética, en un pedazo de territorio liberado, un nuevo movimiento proletario llegó al poder y se propuso planificar la economía para servir al pueblo. Era algo completamente insólito: hasta entonces, ¡ni existía la frase "plan quinquenal" socialista!

Planificar la economía

La revolución socialista crea un nuevo tipo de economía. Los medios de producción ya no son la propiedad privada de una minoría; los controla colectivamente la sociedad a través del estado proletario. Los recursos económicos no se destinan a maximizar las ganancias sino a satisfacer las necesidades e intereses fundamentales de las masas y a servir a la revolución mundial. La producción social no se lleva a cabo sin plan ni propósito social; la guían metas sociales adoptadas conscientemente y una coordinación global.

La Unión Soviética lanzó el primer plan quinquenal en 1928. Se concentró en el hierro y el acero. Empezando de cero, construyeron enormes complejos industriales. Dieron alta prioridad a las fábricas de tractores porque los necesitaban en el campo, y en tiempos de guerra podrían producir tanques. Aumentaron rápidamente la producción de máquinas herramientas con el afán de eliminar la dependencia de artículos de importación.

La consigna del plan quinquenal: "Estamos construyendo un nuevomundo", ardía en el corazón de millones de obreros y campesinos: en fábricas y aldeas se reunían y hablaban del plan, y de lo que significaba para ellos y los pueblos del mundo que se construyera tal economía. Deliberaban sobre lo que querían hacer, lo que podían producir y lo que necesitaban para hacerlo.

Las localidades entregaban planes a los organismos centrales, que los modificaban de acuerdo al plan nacional y los regresaban a las localidades. En las fábricas se celebraban reuniones para reorganizar el proceso de producción. Muchos voluntarios se ofrecieron para trabajar largos turnos construyendo ferrocarriles en zonas remotas. Los obreros entonaban canciones revolucionarias camino al trabajo en las acerías. Ese tipo de movilización consciente en aras de metas económicas y sociales planificadas era algo completamente nuevo en la historia de la humanidad.

Volvamos a preguntar: ¿qué pasaba en el resto del mundo? A principios de los años 30, la economía capitalista mundial estaba en crisis con una tasa de desempleo de 20% a 50%. Pero la Unión Soviética prácticamente eliminó el desempleo. De hecho, había escasez de mano de obra... ¡tenían tanto que hacer para construir la nueva sociedad! La industria crecía a un ritmo de 20% al año y el porcentaje soviético de la producción industrial global subió de menos de 2% en 1921 a 10% en 1939.

Colectivizar la agricultura

En 1929, el Partido Comunista lanzó una gran campaña para colectivizar la agricultura. Según la propaganda anticomunista, fue otro caso de "totalitarismo estalinista": Stalin quería consolidar el poder total y con ese fin aplastó a los campesinos y los mató de hambre.

¡Puras tergiversaciones! La colectivización fue una respuesta a las contradicciones económicas y sociales del campo, y a las necesidades apremiantes de la revolución. La verdad (aunque la tapen) es que la colectivización prendió un gran levantamiento popular de campesinos, que antes vivían sumidos en la miseria, esclavos de relaciones sociales retrógradas.

Examinemos de qué modo la colectivización respondió a tales contradicciones y exigencias.

Era muy problemático asegurar el abastecimiento de alimentos a las ciudades, sobre todo con el rápido desarrollo de la industrialización y el aumento repentino de la población urbana; y en el campo, estaba surgiendo un gran problema económico y social. Después de la revolución, las tierras se repartieron a los campesinos, pero los campesinos ricos, llamados kulaks, estaban cobrando fuerza en la economía rural de la pequeña agricultura privada. Tenían tierras más extensas, eran dueños de molinos de trigo, eran usureros y controlaban el mercado de granos. Todo eso atizó la polarización social y de clase en el campo.

Existía el peligro de que la agricultura volviera a la situación de antes de la I Guerra Mundial. Los kulaks no eran simplemente propietarios inocentes; tenían grupos de matones y organizaban otras fuerzas sociales del campo contra el gobierno.

La dirección revolucionaria respondió con el plan de colectivización de tierras e implementos agrícolas. De 1930 a 1933, transformaron 14 millones de pequeñas parcelas ineficientes en 200,000 granjas colectivas. El estado suministró tractores y máquinas a las granjas que, a su vez, producían granos para el estado. Esa fue la relación de intercambio económico básica que se estableció.

La colectivización suscitó diversas respuestas sociales. La apoyaron grandes masas de campesinos pobres, pero otros sectores del campesinado no estaban de acuerdo, y se ejerció coerción sobre muchos de ellos. Fue un movimiento social colosal en que los obreros de las ciudades se ofrecieron de voluntarios para luchar contra los kulaks y administrar las nuevas granjas.

Los jornaleros y campesinos pobres de muchas zonas tomaron tierras. Antes los intimidaban los kulaks, pero ahora el estado los respaldaba en la lucha contra los guardias de los kulaks. Las mujeres, antes controladas por el patriarcado y por tradiciones opresivas, ahora manejaban tractores. Mandaron bibliotecas ambulantes a los equipos del campo. En unas regiones, las granjas establecieron grupos de teatro. Se desafiaron la religión, la superstición y la ignorancia. La gente alzó la cabeza y entró plenamente a debatir los asuntos de la sociedad: los planes y acontecimientos nacionales.

Los kulaks opusieron una resistencia feroz. La versión de los enemigos del socialismo es muy tendenciosa. Según ellos, los kulaks eran "víctimas", pero es mentira. Los kulaks mataron a comunistas, atacaron las granjas colectivas, sabotearon la agricultura y organizaron grupos de violadores. Finalmente, fueron derrotados; arrestaron a muchos, deportaron a muchos y mataron a muchos.

Pero no fue un "baño de sangre estalinista", sino una batalla por el futuro del campo: ¿se iba a bloquear la industrialización y transformación social, y restaurar el capitalismo en el campo? Fue una lucha de clases a brazo partido en que el poder del estado pendía de un hilo.

La colectivización es un elemento importante de la construcción de una economía socialista, pero Mao criticó duramente a Stalin porque la emprendió antes de que los propios campesinos tuvieran la experiencia de trabajar colectivamente las tierras y compartir los implementos agrícolas; no se sentó una firme base política e ideológica de actividad consciente de los campesinos para alcanzar la propiedad colectiva social. Mao también señaló que el estado se llevaba del campo un alto porcentaje de los granos, lo cual perjudicó las relaciones entre las zonas rurales y urbanas. Tenía otras críticas, y la China maoísta emprendió la colectivización de una manera muy distinta (como veremos más adelante).

La campaña de colectivización de la Unión Soviética fue parte de un esfuerzo audaz e innovador, con visión de largo alcance, cuya meta era salir del viejo sistema de la pequeña producción agrícola privada. Dio esperanzas a los pobres del campo, y sin ella, la Unión Soviética no hubiera podido derrotar a los nazis.

La próxima semana: La II Guerra Mundial y sus secuelas

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