Caso #32: La guerra del golfo Pérsico de 1991 — “Operación Tormenta del Desierto”
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Bob Avakian escribe que una de las tres cosas que tiene “que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor: Las personas tienen que reconocer toda la historia propia de Estados Unidos y su papel en el mundo hasta hoy, y las correspondientes consecuencias terribles”. (Ver “3 cosas que tienen que ocurrir para que haya un cambio duradero y concreto hacia lo mejor“).
En ese sentido, y en ese espíritu, “Crimen yanqui” es una serie regular de www.revcom.us. Cada entrega se centrará en uno de los cien peores crímenes de los gobernantes de Estados Unidos, de entre un sinnúmero de sanguinarios crímenes que han cometido por todo el mundo, de la fundación de Estados Unidos a la actualidad.
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EL CRIMEN:
Del 16 de enero al 27 de febrero de 1991, Estados Unidos encabezó una masiva guerra de agresión, sobre la base de mentiras, contra Irak, una guerra que al enero de 1992 ya había dejado unos 100.000 soldados iraquíes muertos y 300.000 lesionados, y 70.000 civiles muertos.
El 2 de agosto, el ejército de Irak invadió y ocupó al vecino país de Kuwait, un aliado de Estados Unidos. El entonces presidente George H.W. Bush denunció la acción de Irak como “agresión sin provocar” y declaró que “no será tolerada”. Durante los siguientes cinco meses, Estados Unidos formó una coalición militar y desplegó más de 500.000 tropas estadounidenses y 200.000 tropas aliadas en el golfo Pérsico. Estados Unidos y sus aliados consiguieron que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptara resoluciones que exigían una retirada iraquí e imponían sanciones punitivas.
A lo largo de estos meses, Bush afirmó que “Estados Unidos no busca el conflicto”. Sin embargo, Bush y su equipo rechazaron las ofertas del líder iraquí Sadam Husein de salir de Kuwait y al menos otras 11 propuestas internacionales para evitar un ataque estadounidense. Bush secretamente le dijo a su gabinete: “Es necesario que tengamos una guerra”.1
Primera fase: “Trueno Instantáneo”. La guerra liderada por Estados Unidos comenzó la noche del 16 de enero de 1991, cinco meses después de que las fuerzas iraquíes invadieron a Kuwait, con un embate de bombardeos sin precedentes llamado “Trueno Instantáneo”. Durante los siguientes 43 días y noches, bombas y misiles estadounidenses y británicos aporrearon a Irak desde los cielos. Los cazas de combate de la coalición volaron 109.876 misiones de combate y lanzaron unas 250.000 bombas, 6.000 por día. Las 88.500 toneladas de bombas equivalieron a la fuerza explosiva de seis bombas atómicas, lanzadas sobre un país del tamaño de California2.
Las aeronaves de la coalición pusieron a la mira al liderazgo y gobierno de Irak y sus instalaciones y fuerzas militares. Pero también pusieron en la mira a la infraestructura civil económica y social de Irak, un crimen de guerra. Las bombas y misiles estadounidenses y británicos destruyeron el 80 por ciento de las refinerías de petróleo y gas de Irak, muchos de sus centros de telecomunicaciones, más de 100 puentes3 y 11 de las 20 centrales eléctricas de Irak. Para el final de la guerra, ya se había reducido en un 96 por ciento la capacidad de generar electricidad de Irak.
Sin electricidad, no es posible bombear el agua, ni tratar las aguas negras, no podían funcionar los hospitales, y el sistema de agua potable de Irak pronto estuvo “en colapso o cerca del mismo”, según la Organización Mundial de la Salud4. Comenzó a dispararse la cantidad de muertes iraquíes que resultaron de la devastadora combinación del agua contaminada y la atención médica paralizada — especialmente de la gente mayor y los muy jóvenes.
Se calculó que al enero de 1992 ya habían muerto unos 70.000 civiles iraquíes debido principalmente a la destrucción de plantas de agua y electricidad. Esta masacre oculta continuaba durante más de una década, cobrando la vida de al menos 500.000 niños iraquíes, a medida que Estados Unidos y sus aliados imponían sanciones agobiantes que impidieron que Irak reparara estos daños5.
Segunda fase: la guerra terrestre. El 24 de febrero, a las 4:00 a.m. hora local, Estados Unidos lanzó su guerra terrestre desde Arabia Saudita, entrando a Kuwait y luego al sur de Irak.
Al día siguiente, el 25 de febrero, Irak anunció que iba a retirarse de Kuwait y dejó en claro que aceptara todos los términos de Estados Unidos o la ONU a cambio de un alto el fuego. Ese día, las fuerzas estadounidenses utilizaron tanques con palas mecánicas para meter toneladas de arena en las trincheras al estilo de la Primera Guerra Mundial desde las cuales las tropas iraquíes combatían, a fin de enterrarlos, algunos de ellos mientras estaban con vida, mientras que abrían fuego de ametralladoras a las trincheras. “Lo que se vio fue un montón de trincheras enterradas de las cuales sobresalían los brazos de la gente y cosas de la tierra. Por lo que sé, pudimos haber matado a miles de ellos”, dijo el coronel al mando.
La mañana del 26 de febrero, Bush rechazó la oferta de Irak y otras súplicas para poner fin a los combates. Ese día las fuerzas iraquíes se retiraban hacia el norte desde la Ciudad de Kuwait hacia Basra. El jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, Colin Powell, ordenó que las fuerzas de Estados Unidos “les cortaran el paso y luego los mataran”.
Las aeronaves de Estados Unidos atacaron ambos extremos del convoy, bloqueando cualquier escape, y durante las siguientes 48 horas las aeronaves y fuerzas terrestres de la coalición atacaron todo lo que se moviera. Masacraron a miles de personas, y la “carretera de la muerte” de seis carriles quedó llena de vehículos incendiados y cadáveres carbonizados. Muchos de los muertos no eran combatientes, solo intentaban escapar. Un soldado estadounidense dijo que era como “un infierno medieval”. La Casa Blanca declaró que los muertos eran “torturadores, saqueadores y violadores”.
El London Observer lo llamó “uno de los más terribles hostigamientos de un ejército en retirada desde los cielos en la historia de la guerra”. Bush declaró un alto el fuego la medianoche del 27 de febrero únicamente después de que se completara la masacre.
El Pentágono calculó más tarde que 100.000 soldados iraquíes murieron y 300.000 resultaron heridos durante la guerra. Mientras tanto, 147 soldados estadounidenses murieron en combate, 235 más murieron por otras causas y 467 resultaron heridos6.
LOS CRIMINALES
Presidente George H.W. Bush. Bush juntó una coalición internacional de guerra basada en una campaña de mentiras deliberadas e insistió, ante las protestas globales y las iniciativas de paz, en que Estados Unidos librara la guerra, y la desarrollara con la máxima destrucción.
El consejo de guerra de Bush, la llamada “Pandilla de los 8”: El asesor de Seguridad Nacional Brent Scowcroft y su adjunto Robert Gates, el secretario de Defensa Dick Cheney, el jefe del Estado Mayor Conjunto Colin Powell, el vicepresidente Dan Quayle, el secretario de Estado James Baker y el jefe de gabinete de la Casa Blanca, John Sununu.
Los militares de Estados Unidos, en particular el general Norman Schwartzkoff y el general Colin Powell cometieron crímenes de guerra y libraron lo que se ha descrito como una de las matanzas más unilaterales de la historia.
Las Naciones Unidas. El Consejo de Seguridad de la ONU (controlado por las mayores potencias del mundo) aprobó 12 resoluciones contra Irak. El gobierno de Bush vio estas resoluciones como su vehículo primario para forjar una coalición de guerra y darle a la “Tormenta del Desierto” un “manto de aceptabilidad”, como lo expresó Scowcroft.
La coalición de 28 países liderada por Estados Unidos que participó de una u otra forma en la guerra encabezada y controlada por Estados Unidos contra Irak. Estos incluían, de diversas formas y a diversos grados: Gran Bretaña, Francia, Alemania, Japón, Rusia, China, Arabia Saudita, Kuwait, Turquía, Jordania y Egipto.
Los medios de comunicación de Estados Unidos. Los medios de comunicación estadounidenses en su inmensa mayoría aplaudieron la matanza en el Golfo. Transmitieron horas tras horas de imágenes seleccionadas por el Pentágono para dar una apariencia de una guerra quirúrgica limpia y se negaron a presentar imágenes de las víctimas iraquíes, que estaban muy disponibles en los medios de comunicación árabes.
El secretario de Defensa Dick Cheney había instituido una censura informativa que prohibía que los periodistas fueran al frente, y el ejército examinó todos los despachos de la prensa. “Más de 150 reporteros que participaron en el sistema de acceso mediático al combate del Pentágono no pudieron presentar un solo testimonio presencial del choque entre 300.000 tropas aliadas y aproximadamente 300.000 tropas iraquíes”, informó Patrick Sloyan de Newsday. “No había ni una sola fotografía ni una tira de película que mostraba un cadáver, ni estadounidense ni iraquí, hecha por miembros de este sistema de acceso”7.
LA COARTADA
Estados Unidos confeccionó “inteligencia satelital” que mostraba que los tropos iraquíes se estaban concentrando en la frontera con Arabia Saudita, cuando no había ni uno ahí, para justificar el despliegue de cientos de miles de tropas al Golfo. Para azuzar el fervor por la guerra, hizo que una joven kuwaití testificara que había visto a tropas iraquíes en Kuwait sacar a bebés de las incubadoras y dejarlos para “morir en el suelo frío”, y luego difundió esta historia por los medios de comunicación. La historia fue inventada; la joven era hija del embajador de Kuwait en Estados Unidos. Estados Unidos también afirmó que se le había obligado a ir a la guerra después de que Irak había “rechazado totalmente” sus “meses de actividad diplomática constante y virtualmente incesante”.
Bush dijo que la coalición apuntó su guerra aérea contra el “inmenso arsenal militar de Sadam”, y no a los civiles, y que Estados Unidos simplemente quería sacar a las tropas iraquíes de Kuwait y restaurar el “gobierno legítimo de Kuwait” y obligar que Irak acatara las resoluciones de la ONU.
El 16 de enero, al iniciarse la guerra aérea, Bush declaró:
Este es un momento histórico. En este último año hemos logrado grandes avances para poner fin a la larga era de conflicto y guerra fría. Tenemos ante nosotros la oportunidad de forjar para nosotros mismos y para las generaciones futuras un nuevo orden mundial: un mundo donde el estado de derecho, y no la ley de la jungla, gobierne la conducta de las naciones.
EL VERDADERO MOTIVO
El control del Medio Oriente, con sus inmensas reservas de petróleo y su ubicación en el cruce entre Asia, África y Europa, había sido un pilar clave del imperio imperialista global de Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Había ejercido ese control por medio de hostigamiento, amenazas, golpes de estado por parte de la CIA, agresiones militares y una red de “aliados” regionales: regímenes asesinos respaldados por Estados Unidos, entre ellos Israel, Egipto, Arabia Saudita y otros estados del Golfo como Kuwait. El gobierno de Bush consideró como intolerable la invasión de Kuwait por Sadam Husein porque representaba una amenaza potencial para estos aliados, esta alineación y para la dominación de Estados Unidos de toda la región.
Pero Bush y los gobernantes de Estados Unidos no se limitaban a lidiar con Kuwait y el Medio Oriente, sino que tuvieron sus ojos puestos en todo el mundo. La ocupación iraquí de Kuwait ocurría mientras una enorme crisis englobaba a la Unión Soviética y su imperio se venía a pedazos. Los soviéticos habían sido el rival mundial principal de Estados Unidos durante décadas, y su conflicto de “guerra fría” había llevado al mundo al borde del precipicio de la aniquilación nuclear más de una vez.
Bush y su asesor en jefe Brent Scowcroft se dieron cuenta de que, al implosionarse su rival principal (la Unión Soviética se derrumbó poco después de la guerra del Golfo), se encontraban en un punto de viraje histórico que podían aprovechar para crear “un nuevo orden mundial”, pero no de la emancipación humana sino de la dominación global imperialista estadounidense sin paralelo.
Este reconocimiento configuró la manera en que se libró la guerra del Golfo8. Bush y Scowcroft escribieron: “En los primeros días de la crisis, comenzamos a darnos cuenta que nuestras acciones iban a sentar un precedente para el venidero mundo post guerra fría”. Scowcroft describió la guerra del Golfo como “el puente entre la guerra fría y las épocas post guerra fría”.
Esto les dio a los gobernantes de Estados Unidos la libertad y la necesidad de llevar a cabo esta intervención militar más directa, masiva y devastadora en la región.
Los gobernantes de Estados Unidos habían avalado, armado y desatado al régimen de Husein para azotar a Irán durante la guerra entre Irán e Irak de 1980-19889 y hasta cierto punto habían fortalecido su capacidad militar, e incluso le permitieron desarrollar armas químicas y biológicas. Y inmediatamente después de esa guerra, Estados Unidos continuó trabajando con el régimen iraquí. Pero Estados Unidos había chocado fuertemente con el régimen de Husein en la década de 1970 y todavía no confiaba en él. Husein tenía vínculos de larga data con la Unión Soviética, no estaba totalmente bajo la bota de Estados Unido, y tenía ambiciones para Irak en la región (entre ellas una oposición declarada a Israel y un apoyo al pueblo palestino) las que chocaban fuertemente con los intereses de Estados Unidos.
Por todas esas razones, la repentina ocupación de Kuwait por Husein representó una amenaza, especialmente porque Irak ahora tenía un gran ejército, armas químicas y biológicas (gracias al Occidente) y perseguía la capacidad de fabricar armas nucleares. Permitir que Husein negociara su retirada de Kuwait, como él había intentado de inmediato, y dejar su ejército intacto, su peso político aumentado y sus vecinos más débiles del Golfo intimidados, podía cambiar la correlación de poder regional y representar peligros para clientes estadounidenses clave como Arabia Saudita y los estados del Golfo, y para aliados como Israel y Egipto10.
Por lo tanto, la eliminación del peligro que representaba Irak y la consolidación del control de Estados Unidos sobre la región y el mundo requerían la guerra, para aplastar a Irak como un contendiente regional y enviar un mensaje claro del poderío y el dominio estadounidense, en toda la región y en todo el mundo.
Scowcroft dijo que su objetivo “principal” era “la destrucción de la mayor parte como fuera posible de la máquina militar iraquí”11. Y los estrategas de la Fuerza Aérea admitieron que bombardear la infraestructura civil de Irak era parte de una estrategia deliberada para darle a los Estados Unidos “apalancamiento” sobre Irak en la posguerra destruyendo “instalaciones valiosas que Bagdad no podía reparar sin ayuda extranjera”.
Los gobernantes de Estados Unidos no podían crear su “nuevo orden mundial” con sus militares trabados por el legado de su derrota en Vietnam. Así que el liderazgo de Bush trabajaba para reconstruir la confianza de las fuerzas armadas de Estados Unidos y el apoyo del público a la acción militar en el extranjero. “Esto no será otro Vietnam”, declaró Bush. Esto dictó una estrategia de fuerza abrumadora, mínimas bajas de estadounidenses y victoria rápida. “Se requería una victoria espectacular”, dijo Powell.
Esto, y los objetivos generales de Estados Unidos, requerían una estrategia militar que hizo de la guerra del Golfo una de las matanzas más unilaterales de la historia y aseguró la matanza de decenas de miles de civiles, muchos de ellos durante la guerra y muchísimos más después12. De manera escalofriante, Estados Unidos también tenía unas 600 armas nucleares en la región y estaba preparado para usarlas si Irak empleara armas químicas o biológicas.
El 8 de agosto, días después de que Irak invadió a Kuwait, Bush declaró que Estados Unidos no “quería trazar el destino de otras naciones”. En realidad, Estados Unidos quería “trazar el destino”, con la violencia, no solo de naciones, sino de todo el mundo.
1. Shadow: Five Presidents and the Legacy of Watergate [La sombra: Cinco presidentes y el legado de Watergate] (Simon & Schuster, 1999), p. 185, corroborado por George H.W. Bush y Brent Scowcroft, A World Transformed [Un mundo transformado] (Alfred A. Knopf, 1998), p. 463. [regresa]
2. La guerra aérea encabezada por Estados Unidos aterrorizó a los niños: “Tengo un hijo de 5 años de edad. Durante el ataque aéreo él se sacudía, temblaba, diciendo ‘Bush viene, Bush viene’, dijo un iraquí. El teniente general de la Fuerza Aérea, Charles A. Horner, al mando general de la guerra aérea, calificó de “beneficio indirecto” a ese terror psicológico. [regresa]
3. Los cazas de combate de la coalición atacaron carreteras, autopistas, ferrocarriles, cientos de locomotoras y vagones ferroviarios llenos de mercancías, emisoras transmisoras de radio y televisión plantas de cemento y fábricas que producían aluminio, textiles, cables eléctricos e insumos médicos. [regresa]
4. Los ataques estadounidenses a las fábricas que producían productos químicos para la purificación del agua, como el cloro, agravaron esta destrucción. [regresa]
5. Las fuerzas encabezadas por Estados Unidos dispararon 320 toneladas de municiones de uranio empobrecido, lo que generó decenas de miles de kilógramos de polvo y escombros radioactivos y tóxicos. Atacaron las refinerías de petróleo y los depósitos de armas químicas iraquíes, que junto con las acciones de Irak, causaron derrames masivos de petróleo y liberaron a la atmósfera un brebaje tóxico de sustancias químicas, pesticidas, lluvia ácida, hollín y humo de la quema de pozos petrolíferos. [regresa]
6. “Why U.S. casualties were low” [Por qué hubo pocas bajas de estadounidenses], Dennis Cauchon, 20 de abril de 2003, USA Today, citando cifras del Pentágono. [regresa]
7. Algunos periodistas sí se opusieron a la censura informativa del Pentágono. Según Sloyan, “Más de 70 periodistas fueron arrestados, detenidos, amenazados a punta de pistola y literalmente expulsados del frente cuando intentaron desafiar las reglas del Pentágono”. Al final, todas las versiones periodísticas sobre la carretera de la muerte provenían de corresponsales que trabajaban fuera del sistema de acceso del Pentágono. [regresa]
8. Scowcroft escribió más tarde: “El derrumbe final del poder soviético y la disolución de su imperio pusieron fin a la mayor transformación del sistema internacional desde la Primera Guerra Mundial”. World Transformed [regresa].
9. La guerra entre Irán e Irak de 1980-1988 fue una de las guerras desde Vietnam en la que casi un millón de personas resultaron muertas o heridas. El Irak de Sadam Husein la emprendió, con el visto bueno de Estados Unidos, para debilitar y posiblemente derrocar la nueva República Islámica de Irán que había llegado al poder en 1979. Estados Unidos armó tanto a Irak como a Irán en distintos momentos, lo que prolongó la guerra para poder debilitar a ambos países, y así contribuir directamente a la enormidad de la matanza. [regresa]
10. La “liberación” de Kuwait por Estados Unidos implicó la restauración de un monarca despótico y decadente para gobernar un país donde solo se permitía que votara un mero 3.5 por ciento de la población (los ciudadanos varones alfabetizados mayores de 21 años), donde casi dos tercios de la población preguerra de 1.9 millones de personas eran no ciudadanos quienes hacían el 80 por ciento del trabajo, y donde relegaron a las mujeres a un estado inferior de segunda clase. [regresa]
11. El día después de la invasión de Irak, Bush ordenó que la CIA redactara planes para derrocar al régimen de Husein por medio de un “esfuerzo en todos los frentes para estrangular la economía iraquí, apoyar a los grupos de resistencia anti-Sadam dentro o fuera de Irak y buscar líderes alternativos en el ejército o cualquier parte de la sociedad iraquí”. [regresa]
12. Greenpeace llama la guerra del Golfo encabezada por Estados Unidos “la campaña de matanza más eficiente jamás ejecutada por cualquier fuerza militar”. [regresa]
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