De la guerra de Obama contra los denunciantes a los ataques fascistas de Trump

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Dejemos en claro que la intensificación de los ataques contra los denunciantes en el gobierno y en las fuerzas armadas no comenzó con el régimen de Trump y Pence. Comenzó bajo los demócratas y Barack Obama, quienes procesaron a más denunciantes bajo la Ley de Espionaje (ocho) que cualquier otro presidente anterior. La persecución, condena y encarcelamiento de Chelsea Manning se dieron bajo Obama, quien declaró que Manning fuera “culpable” incluso antes de su juicio. Y el DOJ de Obama contempló seriamente imputar a Assange (pero al final de cuentas no lo hizo).

En una situación en la que los gobernantes de Estados Unidos y su imperio enfrentan serios y crecientes desafíos en varios lugares del mundo, el desenmascaramiento de sus crímenes de guerra (así como los tratos sucios contra sus aliados) por parte de Chelsea Manning, WikiLeaks y otros les ha causado grandes problemas. Y estas denuncias revelan una debilidad estratégica: trabajan en su maquinaria de guerra y represión unas personas que se niegan a permanecer en silencio y que actúan de acuerdo a su conciencia. Así que los gobernantes han estado respondiendo de manera draconiana para amenazar a otros e impedir que se conviertan en denunciantes.

El régimen de Trump y Pence ha continuado esto; ya ha presentado cargos contra tres denunciantes en el gobierno. Pero lo que también opera aquí es una inexorable monstruosidad general que avance arrollador hacia la consolidación del gobierno fascista, en que los asaltos a los medios de comunicación y periodistas, y las calificaciones a los que critican a Trump de “enemigos del pueblo” son una parte clave de esto. Como Bob Avakian ha señalado, los medios de comunicación controlados por el capitalismo y el imperialismo son los “instrumentos de propaganda de la clase dominante de este sistema”.

Los medios de comunicación tradicionales son parte de la “superestructura” de la sociedad en la que diferentes intereses de la clase dominante se ventilan y están en contienda, aunque los términos fundamentales de la discusión se establecen cada vez más y se mantienen dentro de los límites que sirven al sistema, su funcionamiento y sus reglas. La naturaleza básica de esta sociedad y la historia de Estados Unidos, y las denuncias que revelan o concuerdan con eso, no están a debate en los medios de comunicación tradicionales. Por eso, los medios de comunicación dominantes desempeñan un papel central en mantener a la población sistemáticamente mal informada y con una educación errrónea1.

Al mismo tiempo, también hay divisiones agudas entre los que se encuentran en la cima de este sistema. Las diferencias no tienen que ver con su necesidad de lidiar con los fuertes desafíos que enfrenta su imperio a fin de proteger e impulsar sus intereses, sino sobre la manera de hacerlo. Por ejemplo, Obama no procedió a presentar la imputación contra Assange, lo que no se debió principalmente a las consideraciones de algunas personas en su administración sobre la Primera Enmienda y la protección de los periodistas (tal como lo describen a menudo aquellos como el New York Times), sino a las consideraciones estratégicas en torno a las normas aglutinantes de la democracia burguesa liberal, y las maniobras que podrían conducir a grietas peligrosas en las ilusiones que tiene la población en una “prensa libre” bajo este sistema.

Pero los fascistas en el poder necesitan medios de comunicaciones sumisos, y en general una población dócil, como parte de aplastar a cualquier oposición (inclusive de parte de sus oponentes en la clase dominante) y atacar a la noción misma de la verdad objetiva. Los ataques a los medios de comunicación han sido uno de los distintivos de este régimen desde el principio, y la imputación contra Julian Assange intensifica esto a niveles aún más extremos y peligrosos.


1. “Los instrumentos de propaganda de la clase dominante… y la farsa del juicio contra los 5 del Parque Central”, de un discurso de Bob Avakian. [volver]

 

 

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