EL PATRIARCADO Y EL PATRIOTISMO —
LA AGRESIVA SUPREMACÍA MASCULINA Y SUPREMACÍA PRO ESTADOUNIDENSE —
EL PELIGRO Y EL RETO INMEDIATO

Bob Avakian

| revcom.us

 

Como ya he subrayado antes:

Cuando se tiene el fundamentalismo religioso, se va a tener no sólo la afirmación forzosa del patriarcado y la misoginia (odio a la mujer) sino también un patriotismo agresivo — y nótese que estas dos palabras tienen la misma raíz, al referirse a la lealtad al padre y a la patria (y a la subordinación a la autoridad del padre y de la patria). Y, como hemos visto, se va a tener la supremacía blanca y el racismo1.

Examinemos más profundamente esta conexión entre la supremacía masculina patriarcal y el patriotismo —así como la supremacía blanca— y en particular la manera en que esto se expresa de formas extremas y virulentas en el caso de los fascistas fundamentalistas cristianos en Estados Unidos.

El fanatismo fascista cristiano a favor de Trump

Kristin Kobes Du Mez creció en un pueblo de Iowa que estaba lleno de fundamentalistas religiosos (a los que se refiere como “evangélicos”, y más específicamente “evangélicos blancos”) que votaron en su inmensa mayoría por Donald Trump en 2016. En su libro Jesus and John Wayne: How White Evangelicals Corrupted a Faith and Fractured a Nation, hace estas importantes observaciones:

el apoyo evangélico a Trump no fue una aberración, ni fue meramente una decisión pragmática. Fue, más bien, la culminación de acoger, por parte de los evangélicos, la masculinidad militante, una ideología que consagra la autoridad patriarcal y aprueba la despiadada demostración de poder, en el país y en el extranjero....

Más que cualquier otro grupo demográfico religioso en Estados Unidos, los protestantes evangélicos blancos apoyan la guerra preventiva, aprueban el uso de la tortura y favorecen la pena de muerte.... Los evangélicos blancos son significativamente más autoritarios que otros grupos religiosos…2

En el análisis de Du Mez, lo que sale no sólo es el vínculo (lo que he enfatizado es la “conexión directa”) entre la agresiva supremacía blanca, supremacía masculina y opresión de género, el patriotismo rabioso, el odio xenófobo a los inmigrantes y un apoyo general a la represión violenta en el país así como a la guerra agresiva en el extranjero, sino también específicamente el papel del patriarcado “muscular” —una “masculinidad militante”— como el centro y el “eje” en todo esto.

Du Mez también enfatiza que todo esto está arraigado en creencias que no se rigen tanto por factores teológicos sino por factores sociales y culturales: una interpretación fundamentalista de la religión cristiana que en realidad se basa en definidas relaciones opresivas y represivas, y en los correspondientes puntos de vista y objetivos ideológicos y políticos, y les sirve. Ya he señalado antes que un rasgo definitorio del propio cristianismo, así como de las otras dos principales religiones “monoteístas” (de un solo dios), el judaísmo y el islam, es el hecho de que son religiones patriarcales y promueven relaciones sociales patriarcales y supremacistas masculinas3. Pero los fundamentalistas cristianos prestan una atención particular y centrada, e insisten, en los elementos de la tradición y las escrituras cristianas (especialmente en el Antiguo Testamento de la Biblia, pero también en el Nuevo Testamento) que promueven de la manera más descarada y agresiva la sumisión y subordinación de las esposas a sus esposos, y en general la dominación sobre las mujeres por parte de los hombres. Y, una vez más, tal como se expresa en Estados Unidos en particular, esto implica una insistencia en la dominación de (en las palabras de Du Mez) “la masculinidad blanca militante”.

Una relación de “alianza” especial con Dios

En el libro ¡Fuera con todos los dioses!, señalé este importante análisis de Kevin Phillips:

Phillips repasa el hecho de que, tras la Guerra Civil, si bien el Sur salió derrotado y el sistema de esclavitud fue abolido, después de la revocación de la Reconstrucción [en los años 1870] el Sur “se resucitó” respecto al poder político e influencia en el país en conjunto. En esta conexión, señala Phillips, surgió una mitología religiosa, la cual echó raíces en amplios sectores de la población blanca del Sur, de que el Sur (blanco) tenía una alianza especial con Dios y era el objeto de un plan especial de Dios de volver a colocarlo en su debido lugar, de rectificar un terrible mal que se había cometido por medio de la Guerra Civil4.

Pero, para estos supremacistas blancos sureños “impenitentes” y “recalcitrantes”, y aquellos que se adhieren a la misma perspectiva venenosa, esta noción de una “alianza especial con Dios” no se limita al Sur sino que ellos la aplican a Estados Unidos como un todo — y esto se considera una extensión, y la más alta expresión, de “la superioridad de la civilización occidental”, así como un mandato especial para extender su dominación no sólo sobre el continente de América del Norte sino sobre el mundo en su conjunto y sobre todos los pueblos del mundo, en particular aquellos que provienen de los países que Donald Trump ha llamado “pozos de mierda”, en África y otras partes del tercer mundo.

Escuchen las palabras de Trump (de su discurso en el Monte Rushmore el 3 de julio) sobre la superioridad de la “civilización occidental” europea blanca, y el papel de la Revolución Americana (“1776”) como la extensión y máxima expresión de ésta:

1776 representó la culminación de miles de años de civilización occidental y el triunfo no solo del espíritu, sino de la sabiduría, la filosofía y la razón.

Y en un tuit enviado por la Casa Blanca el 7 de julio, se proclama este mensaje:

Los estadounidenses son las personas que persiguieron nuestro Destino Manifiesto por los mares, hacia territorios salvajes inexplorados, sobre las montañas más altas, y luego hacia los cielos e incluso hacia las estrellas.

Para apoyar esta versión racista y europeo-supremacista de la realidad, lo único que hace falta es ignorar la historia de las antiguas, y más recientes, civilizaciones en (entre otros lugares) China, la India, las Américas (“previas a Colón”), Egipto y partes del África subsahariana, así como los imperios islámicos, y todas sus grandes hazañas en la agricultura, la arquitectura, el lenguaje y la literatura, la astronomía, las matemáticas y muchos otros campos. Aunque de hecho se beneficia de la experiencia histórica y de las hazañas de las personas de todas las partes del mundo, a lo largo de miles de años, y de la despiadada explotación de personas en todas partes del mundo hoy, esta grotesca supremacía pro estadounidense (y blanca-europea) se aprovecha de la posición de perro número uno que ha alcanzado por medio del genocidio y la esclavitud, el robo, el saqueo y la guerra, para proclamar su “superioridad” y su derecho de gobernar supuestamente “ordenado por Dios”, sobre los demás pueblos, en Estados Unidos y en todas partes de la tierra.

El fascismo cristiano y el anticomunismo rabioso

Como explica Du Mez, frente a los poderosos movimientos de los años 1960 contra la guerra de Vietnam y la opresión racial, sexual y de género, los “evangélicos” — y en particular los “evangélicos blancos”:

se aferraron fieramente a la creencia de que Estados Unidos era una nación cristiana, que sus fuerzas armadas eran una fuerza para el bien y que la fuerza de la nación dependía de un hogar patriarcal debidamente ordenado. El resurgimiento político evangélico de la década de 1970 se cuajó en torno a una potente mezcla de políticas de “valores pro familia”, pero los valores pro familia siempre estuvieron entrelazados con ideas en relación al sexo, el poder, la raza y la nación. El feminismo representaba una amenaza a la femineidad tradicional, y también a la seguridad nacional al quitarles a los hombres su deber de proveer y proteger y al abrir la puerta a la participación de las mujeres en el combate militar. De manera similar, Vietnam no sólo era una cuestión de seguridad nacional, sino también una crisis de masculinidad5.

El hecho de que, a pesar de que contaba con todo su poderío militar y a pesar de la horrenda muerte y destrucción que llovió sobre Vietnam y su pueblo, Estados Unidos fracasó en sus esfuerzos por subyugar a Vietnam —y, derrotado, fue obligado a retirarse de Vietnam— pues, todo eso provocó un frenesí entre los fascistas fundamentalistas cristianos. Y, en vista de que las personas que dirigían la lucha de liberación vietnamita fueron identificadas como comunistas, esto se fusionó con el odio fanático de los fascistas cristianos al “comunismo sin Dios” y lo reforzó. Aquí vemos otra “combinación tóxica” del anticomunismo tonto y un elemento de “militarismo masculino muscular” frustrado.

Por supuesto, el uso de la religión para promover el patriotismo obligatorio no se ha limitado a los representantes de derecha y abiertamente fascistas del imperialismo capitalista estadounidense. Fue durante el decenio de 1950, bajo el presidente “convencional” (el republicano “moderado”) Eisenhower, cuando se añadieron las palabras “bajo Dios” al Juramento de Lealtad a la bandera estadounidense, como parte directa de la cruzada contra la amenaza que representaba el “comunismo sin Dios” a la dominación estadounidense en el mundo, con todos los horrores que ya se habían cometido en la consecución y el mantenimiento de este dominio. Esto incluyó el uso real de dos bombas atómicas por Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial —ordenado por el presidente demócrata Truman— algo que incineró inmediatamente a cientos de miles de civiles japoneses en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki (y que sometió a muchas personas más a un sufrimiento insoportable), dando paso a la “era nuclear” la que durante generaciones ya ha continuado como una amenaza existencial omnipresente que pende sobre los seres humanos en todas partes.

Pero hoy, los fascistas que gobiernan ahora en Estados Unidos —siendo los fascistas cristianos la fuerza motriz— están preparados para llevar todos estos horrores a extremos aún mayores y más monstruosos. Escuchen los beligerantes y belicosos himnos de alabanza de Trump al poder de Estados Unidos para destruir, en las siguientes palabras de su declaración del 4 de julio (el día después de su celebración, en el Monte Rushmore, del “destino manifiesto” de Estados Unidos y del genocidio que esto ya ha implicado):

Ningún enemigo en la Tierra tiene ningún chance —hemos invertido 2.5 millón de millones de dólares— todos hechos en Estados Unidos. Nunca hemos tenido nada cerca del poderío y el equipo que tenemos en este momento. Lo hicimos en los últimos tres años…. Dondequiera que estas aeronaves han volado, han llovido truenos estadounidenses, han ofrecido justicia estadounidense y han defendido ferozmente cada centímetro cuadrado de soberanía estadounidense…. En sus armazones de acero, alas anchas y motores rugientes, vemos la historia del desafío desafiante de Estados Unidos, su excelso espíritu y su imperecedera decisión.

En esto, necesitamos reconocer no sólo los alardes machos más obvios y odiosos de Trump sino, a un nivel más profundo, el estrecho vínculo e interconexión entre la dominación masculina destrabada del tipo más brutal y el impulso a la guerra para defender la “nación elegida por Dios” (que en realidad es el imperio del imperialismo capitalista de Estados Unidos). A este respecto, es muy pertinente lo siguiente del libro Jesus y John Wayne (teniendo presente, una vez más, que el autor utiliza el término “evangélicos” o “evangélicos blancos” para referirse a lo que debe identificarse científicamente como fascistas fundamentalistas cristianos):

Para los evangélicos, la política nacional y extranjera son dos caras de la misma moneda. El nacionalismo cristiano —la creencia de que Estados Unidos es la nación elegida por Dios y que hay que defenderlo como tal— sirve de poderoso predictor de la intolerancia hacia los inmigrantes, las minorías raciales y los no cristianos. Está vinculado a la oposición a los derechos de la gente gay y al control de armas, al apoyo para castigos más severos para los delincuentes, a las justificaciones para el uso de fuerza excesiva contra los estadounidenses negros en situaciones del orden público, y a la ideología tradicionalista de género. Los evangélicos blancos han confeccionado este mosaico de asuntos, y un compromiso nostálgico con la masculinidad blanca militante, agresiva y ruda sirve de hilo que los une en un todo coherente. El dominio de un padre en el hogar está inextricablemente ligado al liderazgo heroico en el escenario nacional, y el destino de la nación depende de ambas cosas6.

El hecho es que el destino de la humanidad muy bien podría depender de un repudio riguroso y una derrota decisiva de esta combinación tóxica de patriarcado agresivo y el patriotismo de un Estados Unidos cristiano blanco. Esto se concentra en términos muy inmediatos en la necesidad de que masas de personas actúen ahora respecto a la urgente necesidad de sacar del poder al régimen fascista de Trump y Pence, siendo la más poderosa expresión de esto una movilización masiva, no violenta pero sostenida de las personas en las calles unidas en torno a la demanda unificadora de que este régimen tiene que estar ¡FUERA YA!

Y, en los términos más fundamentales, todo esto depende en última instancia de derrocar y arrancar de raíz el sistema, del capitalismo-imperialismo, que es el suelo del cual este grotesco fascismo ha crecido.

 


1. Los fascistas de hoy y la Confederación: Una línea directa, una conexión directa entre toda la opresión. Este artículo de Bob Avakian está disponible en revcom.us.  [volver]

2. Kristin Kobes Du Mez, Jesus and John Wayne: How White Evangelicals Corrupted a Faith and Fractured a Nation [Jésus y John Wayne: De la manera en que los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación], Liveright Publishing. Los pasajes citados son de la “Introducción”.  [volver]

3. Vea La moral sin la religión, una emancipación que es real. Este artículo de Bob Avakian está disponible en revcom.us.  [volver]

4. Bob Avakian, ¡Fuera con todos los dioses! Desencadenando la mente y cambiando radicalmente el mundo, JB Books, 2009, pp. 145-146 [pedidos del libro: RCP Publications, revcom.us]. Las citadas declaraciones de Kevin Phillips son traducidas de Kevin Phillips, American Theocracy: The Peril and Politics of Radical Religion, Oil, and Borrowed Money in the 21st Century [Teocracia estadounidense: El peligro y la política de la religión radical, el petróleo y el dinero prestado en el siglo 21], Viking Press, 2006.

Existe una clara ironía en el hecho de que Phillips fue uno de los principales responsables de formular la “estrategia sureña” del Partido Republicano, que se basaba en hacer venias al racismo de los sureños blancos que se caracterizan por el mismo tipo de opiniones y sentimientos que Phillips describe, críticamente, aquí. Parece que posteriormente Phillips llegó a lamentar al menos en buena parte el fin al que esta “estrategia sureña” ha llevado, y este libro suyo contiene una importante denuncia y análisis de esto.  [volver]

5. Jesus and John Wayne, la “Introducción”.  [volver]

6. Jesus and John Wayne, la “Introducción”.  [volver]

Bob Avakian (BA) es el pensador y líder político más importante en el mundo de hoy.

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