informe directo

Informe directo de la guerra popular de Nepal

Parte 1: Encuentro con el ejército popular

Li Onesto

Obrero Revolucionario #1014, 18 de julio, 1999

Viajaba en avión por los montes Himalaya, inmensos, increíbles. Las altas cumbres perforaban el tapete de nubes y me daban la sensación de hallarme de repente en otro planeta. Cumbres y más cumbres hasta donde alcanzaba la vista, algunas blancas con nieves perpetuas, otras de color gris acero. Se extendían en filas interminables, imponiendo su majestad en los cielos.

Las contemplé por unas dos horas, totalmente fascinada. Mi destino era Nepal, "la cima del mundo", un país [vecino de la India] conocido por el monte Everest, los regimientos gorkha y los sherpa (un pueblo de esa región montañosa). Los turistas disfrutan sus incomparables paisajes y lo consideran el lugar ideal para trepar montañas. Por mi parte, también tenía planeado escalar las cimas, pero no en plan de turismo sino todo lo contrario: iba con la intención de conocer la guerra popular maoísta, andar con los guerrilleros y ser testigo presencial de la revolución que está estremeciendo las faldas del Himalaya.

El Partido Comunista de Nepal (Maoísta) [PCN (Maoísta)] lleva tres años dirigiendo una guerra popular prolongada en el campo con la meta de cercar las ciudades desde el campo, tomar el poder nacional y establecer una república de nueva democracia. He leído que la organización maoísta tiene presencia en todo el país. El gobierno ha lanzado grandes ofensivas genocidas y perpetrado horrendas violaciones de los derechos del pueblo; ha matado a más de 600 guerrilleros y campesinos desde el inicio de la guerra popular en 1996. Sin embargo, el mundo sabe muy poco de este conflicto.

La lucha en Nepal es de gran importancia e interés para los revolucionarios del mundo, y para todos los que apoyan la lucha de los oprimidos, pero la información es muy pobre. Hemos leído las pocas notas con gran entusiasmo, muy conscientes de que hacía falta un periodismo popular que nos informara, un periodismo dispuesto a conocer a fondo a ese pueblo y su lucha revolucionaria, y a contarlo al mundo.

Cuando llegué a Katmandú, la capital de Nepal, la situación estaba muy tensa. Las elecciones parlamentarias programadas para mayo de 1999 se perfilaban como punto nodal en la lucha entre el gobierno y la guerra popular. El gobierno quería proyectar una imagen de poderío, estabilidad y democracia, y esperaba que el nuevo parlamento respaldara más firmemente la contrainsurgencia. El PCN (Maoísta) convocó a un boicot nacional de las elecciones y lanzó una escalada de ataques guerrilleros en el campo contra la policía y los políticos, además de acciones armadas en la capital. La guerra popular salía en los titulares del Kathmandu Post casi a diario; se informaba de guerrilleros caídos, pero también de bajas de la policía en emboscadas. Tenía muchas ganas de ir al campo, al corazón de la guerra popular.

Partimos hacia el oriente

Finalmente, me avisan que todo está arreglado para mi primer viaje al campo y que vamos a la región oriental, a una zona donde la guerra popular tiene mucha fuerza. Con unas pocas horas da anticipación me piden alistar un morral, pues vamos a partir en moto.

Esa tarde me reúno con Shiva, mi guía y traductor, y dos compañeros que nos van a acompañar. ¡Salir de la ciudad en moto fue la primera de muchas experiencias peligrosas que tuve en Nepal! Ya conocía el tremendo tráfico y los choferes que manejan a lo loco, pero ahora en vez de ir a pie, voy en moto, zigzagueando entre peatones, camiones, coches, vacas y cabras.

Al salir del valle de Katmandú, dejamos los edificios de tres y cuatro pisos, y vemos otros más chicos de ladrillo. Ascendemos por una carretera de muchas curvas; por primera vez estoy en el campo de la región oriental. Al atardecer, veo unas terrazas verdes en una pendiente casi vertical: las parcelas de los campesinos en la montaña.

El clima es muy agradable; tengo una chamarra ligera y aun con el aire que me da en la moto no tengo frío. Queda poca luz del día, pero los campesinos todavía están labrando la tierra y caminando por la carretera. Pasamos varias fiestas con gente vestida de colores brillantes; oímos estrofas de música alegre. El compañero que maneja la moto me dice que este es un mes de bodas.

Luego paramos y esperamos al lado de la carretera. El sol se ha puesto tras las montañas, pero todavía alcanzo a ver a unos niños jugando en los senderos de los cerros. Esperamos con ansiedad un buen rato, pero no llegan los compañeros; habrá que ver si al día siguiente podemos conectarnos con ellos. Vamos a una posada, donde cenamos el plato típico dal baht (arroz y lentejas) y nos acostamos. Estoy muy cansada, pero no puedo dormir pensando en el viaje del día siguiente, donde conoceré a los compañeros del Ejército Popular.

Son las 9:30 de la noche, pero un señor sigue trabajando en el taller de enfrente, elaborando cántaros de metal. Oigo el ruido del taller y de la gente que pasa por la calle, además del tráfico de una vía principal que queda cerca, los claxones de los autobuses y camiones.

De mañanita oigo la bella voz de un hombre que camina por la calle cantando y, luego, comienzan los martillazos del taller. Son apenas las 6 de la mañana. Salgo al balcón y veo que estamos en la orilla de un río muy ancho, rodeado por las enormes montañas. Disfruto del panorama, me tomo un té con leche, bebida tradicional nepalesa, y pienso en las aventuras y peligros que me aguardan. Los compañeros me han explicado que debido a las elecciones será muy peligroso viajar en las zonas donde se libra la guerra popular. Me dijeron que iríamos con mucho cuidado, pero que siempre podríamos toparnos con la policía. Además, el enemigo podría rodear y atacar un pueblo si sospecha que hay maoístas ahí.

Llegamos a la zona guerrillera

Es necesario entrar a la zona guerrillera de noche, así que arreglamos la reunión con los compañeros para la hora del atardecer, cerca del río a unos kilómetros de la posada. Caminamos cuesta arriba por un par de horas. Al descansar en el camino, los niños de una aldea cercana nos rodean y observan con gran curiosidad.

Llegamos a una aldea donde hay mucho apoyo para la guerra popular; el partido planea desarrollar una base de apoyo revolucionaria ahí. Me dicen con orgullo que la policía teme entrar ahí. Hay centinelas y, si se advierte la presencia de la policía, los compañeros que trabajan en la clandestinidad y la gente perseguida por la policía salen de la aldea. Los camaradas estaban informados de nuestra visita y tomaron precauciones para protegernos.

Está oscuro cuando llegamos a la casa donde vamos a pasar la noche. Dos líderes del partido nos saludan calurosamente. El dueño de la casa es maestro y el otro es un joven de unos veinte años. Nos tomamos un té con leche y me platican de su vida y del trabajo revolucionario en la aldea. Traen una lámpara de keroseno y saco mi libreta para tomar apuntes. Me fijo que en la pared hay cables eléctricos y donde poner focos. A lo mejor cuando construyeron la casa tenían la esperanza de que llegaría la electricidad, pero esta aldea, igual que el 90% del país, no cuenta con ella.

El camarada joven me cuenta que la actividad económica principal es el cultivo de maíz y mijo, pero como los campesinos tienen parcelas muy pequeñas, las cosechas les alcanzan apenas para tres o cuatro meses. El resto del año les toca buscar otra forma de subsistir. Algunos tienen pequeñas huertas de tomates que venden en el mercado de la ciudad; muchos señores abandonan la familia durante largos meses para buscar trabajo en otras regiones.

Este camarada es hijo de un albañil; sus dos hermanos viven en Katmandú y sus hermanas militan en la revolución. Al terminar la prepa, fue a Katmandú a estudiar derecho; participó en el movimiento estudiantil revolucionario e ingresó al partido en 1994. Me dice: "El partido me pidió que trabajara en el campo; además la represión me hizo abandonar la ciudad y trabajar en la clandestinidad".

El dueño de la casa tiene 20 años trabajando de maestro. Daba clases en la ciudad, pero hace 10 años regresó a la aldea. Cuenta con orgullo que su esposa también participa en la revolución. Tiene seis hermanos; uno trabaja en la India como petrolero y otro es chofer de camión. Sus padres viven ahí en la casa con él y su familia.

Son dos de los camaradas que dirigen el trabajo del partido en esta zona de unos 2000 habitantes. El partido trabaja aquí desde hace 10 años; antes del inicio de la guerra popular en 1996, había unidades del partido y organizaciones revolucionarias de masas en esta zona. En Nepal existen varios partidos revisionistas; dicen ser revolucionarios pero son totalmente reformistas y hasta abiertamente reaccionarios. Uno de ellos, el Partido Comunista Nepalés Unido (Marxista-Leninista), llamado UML por sus siglas en inglés, que tuvo el poder durante nueve meses en 1994-95, hacía mucho trabajo político aquí. Pero me dicen que ahora los antiguos miembros y partidarios del UML apoyan la guerra popular, son neutrales o han abandonado la zona.

El maestro me platica de su experiencia con el UML: "Milité en el UML en 1980. En aquel entonces era estudiante y entré al movimiento estudiantil, bajo la dirección política del UML. Soñaba que el UML iba a ayudar a los pobres y oprimidos, pero no fue así; siguió el camino capitalista. Después del inicio de la guerra popular en 1996, conocí al PCN (Maoísta); platicamos, trabajamos juntos y llegué a conocer el auténtico comunismo. El UML decía que era marxista-leninista-maoísta, pero cuando se estableció el sistema electoral de múltiples partidos, no cumplió con lo que decía; de hecho, eliminó la palabra maoísta de su nombre".

Luego el camarada joven habló del inicio de la lucha armada:

"Todo cambió tras el inicio de la guerra popular. Antes las organizaciones eran abiertas y hacían principalmente labor de propaganda, pero el inicio llenó el pueblo de esperanza. Unidades del Ejército Popular y del partido desenmascararon y atacaron a los elementos malos, y amenazaron a los soplones. Hubo lucha y presión contra ellos. Persuadían a los soplones para que dejaran de obrar contra el pueblo, pero si no aceptaban a las buenas, los trataban a las malas. Así se logró cambiar la mentalidad de cierta gente.

"Ahora se ha vuelto necesario hacer trabajo clandestino y prestar atención constante a la seguridad. Tras el inicio hicieron redadas y masacres contra el pueblo de esta zona, y muchos compañeros se vieron obligados a entrar en la clandestinidad. Ahora tenemos que emplear métodos más sistemáticos de organización, es decir, que cada quien se desempeñe de la mejor forma, de acuerdo con sus talentos y capacidades. Seguimos construyendo organizaciones de masas: de campesinos, mujeres, jóvenes. El partido ahora es clandestino y las organizaciones de masas son semiclandestinas".

Hasta 1990, existió un sistema de un solo partido monárquico, que se llamaba Panchayat. En 1990, un movimiento de masas antipanchayat obligó al gobierno a instituir un sistema parlamentario de múltiples partidos.

El camarada joven explicó: "En 1990 se instituyó el sistema de múltiples partidos y el pueblo pensaba que iba a tener una vida mejor, con mayores oportunidades. Pero no sucedió así; de hecho la brecha entre los ricos y pobres creció. El país entró en una crisis, y eso encima del hecho de que Nepal es el penúltimo país más pobre del mundo. Por eso, la revolución me atrajo, pues vi que la lucha de clases era imprescindible para lograr la igualdad. Por otra parte, vi que los politiqueros eran corruptos, que no representaban al pueblo. Estaba muy desanimado, como muchos jóvenes, porque esos canallas no amaban la patria; son lacayos del imperialismo y del expansionismo de India. Como patriota, no tenía otra alternativa que militar. Ahora capto que la fuente principal de corrupción, represión y de los problemas de la sociedad es el reaccionario poder estatal y sistema. Hay que tumbarlos para realizar nuestros sueños".

Al terminar la plática, el maestro me pide llevar este saludo a Estados Unidos: "Quisiera expresar nuestra solidaridad con los oprimidos y los revolucionarios de Estados Unidos, y exhortarlos a unirse para liberarse de las cadenas del imperialismo. Nuestro movimiento es internacional y confiamos en triunfar como parte de la revolución mundial. Queremos forjar solidaridad con los oprimidos y los comunistas revolucionarios de Estados Unidos".

Siluetas de rifles

Me cuentan que una escuadra cultural del Ejército Popular hará un programa político-cultural para las masas y quieren arreglarme una cita para platicar con ellos. Por razones de seguridad, llegarán de noche unos momentos antes de iniciar el programa, que durará dos o tres horas. Partirán un poco después y caminarán un par de horas antes de acostarse. Así que habrá que reunirnos muy noche. Como llevo varios meses planeando este viaje con grandes expectativas, no es mayor problema esperar unas cuantas horas más mi primera entrevista con combatientes del Ejército Popular.

La mamá del maestro ha preparado la cena; nos servimos sentados en el suelo. Es muy rica y la señora, muy amable, ofrece más a todos. Los compañeros se ríen porque desconozco sus costumbres. Se come sin cubiertos y después se vierte agua de un recipiente para lavarse las manos. Cuando me pasan el recipiente, meto los dedos en el agua y todos sueltan la risa. Bueno, para la próxima, ya sé.

Después de cenar, salimos para el programa. Caminamos por un sendero cuesta arriba en fila. Me prestan una linterna, pero los demás trepan entre las piedras sin necesidad de luz. Caminan ágilmente, sin mayor problema; para mí es algo totalmente nuevo y tengo que iluminar cada paso al subir. Me apuro; no veo nada a mi alrededor; estoy consciente de que mi respiración se acelera, pues estamos escalando las alturas.

Al rato llegamos a una meseta, donde se está reuniendo gente para el programa. Dos linternas alumbran; al parecer hay unas 100 personas sentadas en el suelo y más campesinos vienen subiendo por el cerro. Shiva y yo nos sentamos a poca distancia de los demás y luego luego nos traen un pequeño tapete.

Esperamos un buen rato, pero la espera es muy agradable; la noche es fresca y hay un ambiente de gran entusiasmo. Al parecer la escuadra no está completo, aunque la verdad no puedo distinguir bien. Hago un esfuerzo para ver en la oscuridad cuando de repente una silueta aparece muy cerca de mí, mi primer vistazo de una combatiente del Ejército Popular: una joven de uniforme y kepis, con un rifle en la espalda. Luego veo más siluetas con uniformes y rifles. Un compañero está detrás de nosotros de centinela. Los demás alistan todo para el programa. Los campesinos siguen llegando por el sendero que sube de la aldea. Uno de los guerrilleros ilumina el sendero para facilitar su llegada.

El programa se inicia a las 9:30 y todavía siguen llegando; no calculo muy bien pero han de ser unas 200 personas.

El camarada joven da apertura al programa; pide un minuto de silencio por los mártires, y la multitud se pone de pie e inclina la cabeza para honrar a los camaradas que han caído en la guerra popular. Luego habla una compañera cuyo esposo fue asesinado por la policía. Es secretaria regional del partido; explica las metas de la guerra popular y exhorta a las mujeres a sumarse a la revolución.

El mando del pelotón habla de la importancia de la lucha armada, que hay que empuñar las armas para derrotar al enemigo. Pero agrega que las masas son lo más importante para ganar la victoria. Además de discursos, presentan canciones y poemas, y tocan tambores tradicionales. Estoy muy contenta de conocer la nueva cultura revolucionaria de la guerra popular. La letra de la primera canción dice que "la sangre de los mártires fortalecerá al pueblo".

Se recalca la importancia de la masas, que deben sumarse a la guerra popular y apoyarla. Un camarada dice: "El ejército defenderá al pueblo y el pueblo debe defender al ejército". Hay noticias del frente de batalla: han matado a policías y enemigos del pueblo, pero también ha habido bajas del Ejército Popular. Un compañero dice: "Nos están matando en grupos, pero comenzamos a matarlos en grupos igual". Shiva me comenta que se refiere a un incidente que ocurrió en estos días en la región occidental: el Ejército Popular mató a varios policías. Se mencionan otras derrotas de la policía.

Otro camarada habla del nuevo poder popular, que las masas deben tomar las riendas y mediar disputas, resolver problemas de la comunidad, hacer justicia. El partido exhorta al boicot de las elecciones y dice que hay que estar alerta ante la escalada de ataques del gobierno. Un compañero dice: "Los reaccionarios pueden derramar la sangre del pueblo de esta aldea, hay que estar preparados".

Entrevistas a la luz de una vela

Cuando nos vamos a las 11 p.m., el programa todavía no se acaba. La caminata de regreso es un poco más fácil; no me cuesta trabajo respirar pero presto mucha atención para no tropezar en las piedras. De nuevo tengo que iluminar cada paso y me apuro para no quedarme atrás, pues los compañeros bajan ágilmente por el sendero, casi corriendo en la oscuridad. Al llegar a la casa, me tiendo en la cama y me duermo en seguida.

Un poco antes de la una, oigo una voz: "Compañeros, levántense. Ya llegaron".

Me levanto inmediatamente y los combatientes entran a la habitación. Dos pequeñas velas iluminan el cuarto; una está en una mesa para que pueda tomar apuntes. Los camaradas dejan sus rifles apoyados en la pared. De por sí el cuarto es chico y, con una docena de guerrilleros, gente de la aldea y los dos líderes del partido, está repleto.

Unas guerrilleras se sientan a mi lado en la cama. Ahora me fijo que son muy jóvenes, bellas, fuertes. Han de tener de 15 a 20 años, muy orgullosas de su uniforme verde oliva con grandes bolsillos. El kepis tiene una enorme estrella roja. Frente a mí está el mando, un joven guapo de unos 25 años. Se ve muy cansado, pero me regala una brillante sonrisa.

Pasamos dos horas juntos; me platican de su vida y de su pasión revolucionaria. Sus padres son campesinos pobres. Las compañeras hablan primero; me cuentan de la terrible represión en las aldeas y de su militancia en el Ejército Popular. Al principio les da pena hablar, pero cada quien dice algunas palabras y me impactan su fuerza y decisión, además de su calma, su plena confianza. Desde luego, tienen las características típicas de toda chava: una se arrima a la otra, se hablan en voz baja, se arreglan el pelo a la compañera. Pero por otro lado proyectan una firme disciplina y colectividad, fruto de convivir y luchar juntas. Admiro su dedicación a la causa revolucionaria.

La miseria del campesinado, la opresión de la mujer por la sociedad feudal y la fuerte represión las impulsaron a las filas revolucionarias. La primera joven dice:

"Cuando tenía 16, 17 años, pensaba, ¿por qué estamos tan oprimidos económica y socialmente? ¿Cómo podremos resolver tantos problemas de nuestras familias y de la sociedad? En aquel entonces, en 1995, el PCN (Maoísta) convocó a un boicot de las elecciones y un equipo cultural visitó nuestra aldea. Me enseñaron la forma de resolver los problemas y liberarnos de la represión. Participé en el equipo cultural y luego entré al partido. Mis padres me prohibieron participar en el equipo cultural, pero los desobedecí. En 1997, por culpa de unos elementos malos tuve que pasar a la clandestinidad y ahora trabajo en esta escuadra cultural del Ejército Popular".

Asimismo, otros miembros de la escuadra entraron al Ejército Popular a través del trabajo cultural del partido. En el caso de algunas guerrilleras, la familia se oponía; en otros casos los familiares las animaban a sumarse a la revolución. Casi todas relataron atropellos de la policía contra sus familiares, así como arrestos.

Una joven de 15 años, cuyo padre está en la clandestinidad, me dijo: "En enero de 1996, estaba en la clase de lectura cuando la policía llegó a la aldea y arrestó a los que estaban presentando un programa cultural. Arrestaron a los maestros; mi padre y mi tío ya eran militantes del partido, y estaban en la clandestinidad. 500 policías allanaron la aldea y arrestaron a todo el mundo, incluso a niños y ancianos. Nos arrestaron a mí y a mi madre. Por toda esa represión, decidí participar en el equipo cultural del partido, y por la explotación y opresión de las masas, sobre todo las mujeres. Buscaba la forma de liberar a las masas de esa situación y al encontrar que esta era la labor del PCN (Maoísta), entré a militar al partido".

El gobierno busca amedrentar al pueblo con arrestos, tortura y asesinato, pero en general la represión no ha logrado ese objetivo, pues el pueblo está más resuelto a luchar. Un compañero mayor llevaba 12 años colaborando con el partido cuando inició la guerra popular. Lo arrestaron y estuvo preso 26 meses; al salir ingresó a las filas del Ejército Popular. Otra guerrillera de 15 años contó que su padre, sus tíos y su hermano están presos. Dijo: "No había otra alternativa que la guerra popular. Por eso, empuñé el fusil".

La última compañera que habló fue una chava de 16 años que estaba sentada a mi lado. Primero dijo que en su aldea había mucho apoyo a la guerra popular; su padre ha estado en la clandestinidad desde 1995. Luego relató que la represión destruyó la aldea: "La policía llegó a la casa, sembrando terror. Violó a las mujeres y arrestó a muchos. En 1997, desataron una gran represión y ahora, de las 26 viviendas que había, ya no hay nadie. Tuvieron que pasar a la clandestinidad".

Varios de los guerrilleros participaron primero en las organizaciones estudiantiles revolucionarias y tuvieron que entrar en la clandestinidad por los arrestos y ataques del gobierno.

Un joven dijo: "Me metí a la política revolucionaria de estudiante y después fui el secretario del distrito del sindicato revolucionario estudiantil. Empecé a trabajar con el equipo cultural del Ejército Popular porque la guerra popular es la única forma de acabar con la explotación. En 1998, los reaccionarios me acusaron de traición. Al mismo tiempo, el partido me invitó a ingresar a sus filas y ahora estoy en el Ejército Popular. Estoy comprometido con la línea política del partido porque, como dijo Lenin, el sistema parlamentario de varios partidos lo que hace es mostrarle una cabeza de cabra al pueblo para venderle carne de perro. La guerra popular es la forma de emancipar a las masas explotadas de las cadenas de la esclavitud. Por eso, ingresé al Ejército Popular; tenemos plena confianza en la victoria".

Otro joven agregó: "Participé en el Sindicato Estudiantil y ahí conocí el programa del partido a través de una presentación cultural. Empecé a colaborar con el partido en el trabajo abierto, legal. Pero entonces el gobierno entabló acusaciones en mi contra, me arrestó y estuve preso 15 días. Me acusaron de muchas cosas. Ahora estoy en la clandestinidad; ingresé a la escuadra y llevo seis meses en este pelotón".

La escuadra cultural viaja por la región oriental dando presentaciones culturales. Además, tiene tareas militares. Uno de los compañeros explicó: "Los miembros de la escuadra cultural participamos en acciones armadas contra los reaccionarios. Desenmascaramos y atacamos a los enemigos del pueblo, como policías y soplones. Cuando el partido nos da esa tarea, analizamos la situación y resolvemos los problemas para cumplir bien. Cuando el enemigo no está presente, podemos trabajar abiertamente. A veces trabajamos en el campo con los campesinos y también ayudamos a resolver disputas en las aldeas o a hacer justicia cuando se sufre un agravio, etc.".

Después de las intervenciones de los guerrilleros, la secretaria del partido cuenta cómo ingresó a las filas de la guerra popular:

"Participé en el movimiento estudiantil y me casé en 1994. Mi esposo se sumó a la guerra popular y cayó en mayo de 1997. Me dejó sola con nuestro hijo de tres años. Después de casarme, trabajé como presidenta de la asociación de mujeres del distrito. En mayo del año pasado me arrestaron. Cuando mataron a mi esposo, juré seguir su camino y tomar su fusil. Ahora las autoridades me buscan y tengo que permanecer en la clandestinidad".

En el programa cultural exhortó a las mujeres a sumarse a la guerra popular. Le pregunté por qué le parece tan importante el papel de la mujer:

"En esta sociedad se dice que la mujer debe subordinarse a los deseos del padre, del esposo, de los hijos. Así se ve a la mujer. El capitalismo la explota y no le otorga igualdad en cuanto a la propiedad y otros aspectos de la sociedad. Ese problema no radica en los hombres ni en ciertos grupos sino en el gobierno reaccionario que trabaja de la mano con los expansionistas e imperialistas. Mientras exista, no podemos triunfar ni resolver nuestros problemas ni acabar con la explotación y opresión. Solo lo podemos tumbar por la fuerza de las armas y por eso hay que librar la guerra popular. Para poder crear nuevas formas de poder popular donde habrá igualdad de la mujer".

Se acerca la hora de la partida; otro secretario del partido cierra la reunión: "De parte del partido y del pueblo que libra la guerra popular, le agradezco de todo corazón por hacer tan largo viaje para conocer nuestra lucha. Expresamos nuestra solidaridad con las metas del Partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos y ojalá que el mensaje de nuestra lucha llegue a todos los pueblos del planeta".

Son las 3 de la mañana y les espera un viaje de dos horas escalando montañas en la oscuridad. Antes de partir, me dan un regalo. Los guerrilleros se ponen de pie y recogen sus rifles. Se da la orden de cuadrarse. Rifles al lado, ojos fijos; el mando da unos pasos adelante, salto de la cama y doy dos pasos hacia él. Estira los brazos y me da un Khukhuri, una especie de machete de los soldados gorkha. Ahora es una arma de los guerrilleros contra los enemigos del pueblo. Dice: "Te regalamos esta arma, nuestro símbolo de guerra". Eso me conmueve muchísimo, lo agarro y digo unas palabras sobre la solidaridad de las masas oprimidas y revolucionarios estadounidenses con las masas nepalesas que están librando la guerra popular. Como no podemos viajar con el arma, un compañero la toma y promete que la hará llegar a Katmandú, donde la podré recoger.

La escuadra se despide de Shiva y de mí con el "lal salaam": se levanta el puño derecho, luego se estiran los dos puños al frente y me dan las dos manos. Siento su confianza, fuerza y dedicación en las manos. Al despedirme de cada uno, pienso en el peligro que enfrentan todos los días, arriesgando su vida en la guerra popular. No tienen miedo sino plena confianza en la justicia de su causa y en su triunfo.

Se salen en un dos por tres; ni oigo sus pasos cuando dejan la aldea. De repente el cuarto está vacío, más oscuro, con una pequeña vela al lado de las camas. Parpadeo, veo el vacío donde minutos antes estaban los chavos de uniforme verde oliva y pienso: "Sí, de veras, acabo de pasar varias horas hablando con el Ejército Popular".

Ya son pasadas las tres de la madrugada y tendremos que partir temprano. Apagamos la vela y nos acostamos.

*****

Marzo 21: Domingo

El Kathmandu Post de ayer tenía este titular de primera plana: "Mueren 7 maoístas en tiroteo". Según la breve nota de prensa, el incidente ocurrió en Banepa. Lo leo teniendo presente que no hay que fiarse de los informes periodísticos sobre la guerra popular. Decía: "Los maoístas murieron quemados cuando la bomba que le tiraron a la policía estalló en medio de ellos. La tiraron cuando la policía les ordenó rendirse. Según fuentes policiales, el tiroteo duró dos horas...".

Desde que llegué a Nepal, por lo menos dos veces a la semana hay informes sobre maoístas muertos por la policía y policías u otros reaccionarios muertos por los maoístas. Me interesa saber dónde ocurren los incidentes, así que en la mañana busco a Banepa en un mapa y veo que está cerca del camino que tomamos de Katmandú al oriente. Por el momento no pienso mucho más en el incidente, aunque cada vez que leo de la muerte de valientes camaradas la noticia se me graba todo el día, y cuando vuelvo a ver los titulares en los quioscos me duele el corazón.

A la noche vino un amigo que estuvo con nosotros en el viaje al oriente. Regresó y habló con la gente de allá acerca del incidente en Banepa. Me informa que los muertos eran miembros de la escuadra cultural que conocimos.

La noticia me deja aturdida e inmediatamente cierro los ojos y trato de recordarlos. Pienso en esa noche cuando nos acomodamos en la cama rodilla a rodilla con las piernas cruzadas. La luz de las velas proyectaba sus enormes sombras contra la pared. Pienso en la cara de las guerrilleras: las jóvenes de 15 y 16 años que abandonaron su aldea tras presenciar la captura, el brutal maltrato y la violación de sus familiares y amigos, siguiendo los pasos de padres y tíos a la clandestinidad. Hace unos pocos días compartieron conmigo sus experiencias; ahora siete de ellos (cuatro hombres y tres mujeres) están muertos. El tema de los mártires me afecta de una manera más profunda, política y emocionalmente, y recuerdo lo que me dijo una campesina: "La muerte de nuestros camaradas no parará la guerra popular... la sangre de los mártires riega la revolución".

Marzo 25: Jueves

Hoy recibo más noticias del incidente de Banepa. El Kathmandu Post decía que los siete guerrilleros murieron cuando le tiraron una bomba a la policía, pero resulta que eso es mentira. Unos amigos me dicen que la policía rodeó la casa donde estaban y cuando no se rindieron le prendió fuego. Cuando los camaradas salieron corriendo, los mataron a sangre fría. Me explican que los delató un candidato electoral del UML y que eso es un ejemplo típico del papel que desempeña el UML hoy, ayudando al gobierno a cazar y matar revolucionarios.

Hoy me trajeron fotos de los mártires de Banepa. Una es la joven guerrillera de 15 años sentada a mi lado en la cama esa noche. Recuerdo sus ojos brillantes que resplandecían aun a la luz de las velas. Las primeras notas de una canción revolucionaria nepalesa las oí de boca de esos jóvenes. Fueron los primeros que me enseñaron a hacer "lal salaam" y me dieron la primera oportunidad de platicar con miembros del Ejército Popular. Esos camaradas vivieron poco tiempo pero aportaron mucho al pueblo. Yo sé que las masas los recordarán y los apreciarán, y yo nunca los olvidaré.

Continuará.

Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero Revolucionario en:
http://rwor.org
Cartas: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Teléfono: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497
(Por ahora el OR/RW Online no se comunica por correo electrónico.)