De nuestra corresponsal en Atenco, México

Parte 4: Los jóvenes rebeldes de Atenco

Sabra y el Grupo de Escritores del Proyecto Atenco

Obrero Revolucionario #1183, 19 de enero, 2003, posted at http://rwor.org

En el verano un grupo de escritores del OR/RW viajó a Atenco, México, para informar sobre la lucha de los campesinos que defendían sus tierras. Esta es la cuarta y última parte de la serie. Las partes anteriores salieron en los números 1174, 1176 y 1178 y las pueden encontrar en línea en rwor.org.

Atenco es un pueblito, un mundo aparte y lejano de la bulliciosa y asfixiante metrópolis que es la ciudad de México, que queda a unos 30 kilómetros de distancia. A su alrededor hay calles serpenteantes y en el centro se ven carretas de caballos junto a taxis. Los patios de las casas colindan con sembrados de elotes, alfalfa y verdolagas.

El año pasado, la sublevación de los campesinos de Atenco del 11 al 14 de julio estremeció el país. (Vea el recuadro.) Durante esos días, en los alrededores de Atenco surgieron campamentos. Nosotros llegamos en agosto cuando los campesinos ya habían ganado la lucha y obligado al gobierno del presidente Fox a que buscara otros terrenos para construir un aeropuerto. Cuando llegamos solo quedaba el campamento de La Magdalena.

El primer día fuimos al campamento de La Magdalena, al cual regresamos varias veces para platicar con los estudiantes que lo cuidaban. Pasábamos horas platicando en torno a fogatas, calentándonos las manos y tomando café. Los estudiantes desempeñaron un importante papel en el campamento; jugaban fútbol con los niños y platicaban con los adultos. Dormían en colchones prestados y hacían vigilia, con un ojo puesto en la chota que de vez en cuando se asomaba.

Del 11 al 14 de julio se dio una lucha monumental en Atenco. El 11, policías de motín atacaron y agredieron a una marcha de campesinos y tomaron presos a varios líderes, uno de los cuales murió días después a causa de la paliza que le dieron.

El gobierno se equivocó profundamente si pensó que el ataque iba a intimidar a los campesinos. Como nos dijo un chavo: "El peor error que cometió el gobierno fue pegarnos y que nosotros viéramos sangre. Cuando ves sangre tú mismo te vuelves de otra manera". Su amigo agregó: "Te enardeces... cuando le pegan a tu gente".

Cuando los vecinos se enteraron de lo que les había pasado a sus compañeros, enviaron una delegación para que los liberaran. Pero el gobierno no les hizo caso. Por eso los delegados regresaron al pueblo con funcionarios del gobierno de "huéspedes" hasta que liberaran a sus compañeros. Luego bloquearon las carreteras con camiones de Coca-Cola que volcaron e incendiaron. Por todas partes montaron barricadas.

El gobierno mandó policías de motín a rodear Atenco y parecía que iba a atacar en cualquier momento.

Un chavo nos dijo: "Estaban llegando informes que iba a entrar la Fuerza Pública. Entonces fue cuando todo el pueblo se incendió más, en lugar de que se calmara, se hizo más grande esto". Los campesinos se prepararon para la lucha: "Cuando nos hablaron por teléfono el gobierno no decía nada, entonces fue cuando nos tomamos la iniciativa. No teníamos miedo. Nosotros estábamos dispuestos a morirnos".

Un aspecto de esta lucha que inspira mucho es la diversidad de las personas que se unieron. Había amas de casa, agricultores, niños, adolescentes, universitarios y artistas.

En la capital, los estudiantes de la UNAM se tomaron la avenida Insurgentes, una de las principales, y el 12 de julio mandaron a Atenco un contingente de 200 compañeros. A 12 kilómetros de Atenco la policía paró los camiones en los que viajaban, pero ellos se bajaron y caminaron el resto del trecho.

La juventud fue un factor importante durante esos días: se encargó de los "huéspedes" y de las barricadas, del aseo del campamento y del cuidado de los niños. Así se fue consolidando la unidad de los jóvenes y de la gente de Atenco.

*****

Cuando llegamos nos dirigieron a hablar con los chavos que estaban en el auditorio; eran muy respetados por su audacia y compromiso en la lucha. Unos eran de Atenco o de pueblos cercanos y otros de la capital, pero ahora Atenco era el hogar de todos. Durante el día el auditorio era el cuartel del movimiento y de noche los jóvenes dormían en la plataforma.

Cuando llegamos al auditorio todavía se platicaba sobre las luchas que libraron. En la fachada de un edificio, detrás de la plataforma de madera, estaba un bello mural a todo color, con imágenes de la revolución de 1910, Zapata e Ignacio del Valle, uno de los líderes de la lucha contra el aeropuerto. Por todos lados veíamos pintas que decían: "Ni hoteles ni aviones, la tierra da frijoles" y "La revolución no se hará sin las mujeres".

Óscar, un chavo de 12 años del DF, nos dijo que al ver imágenes de Atenco en la tele, decidió ir. Hablando del lugar donde vivía, dijo: "Quiero que mi vida sea diferente. Vine a Atenco cuando oí de la lucha que se estaba dando aquí. No es por criticar a mis amigos, pero solo chemean y a veces roban. No tienen futuro. Yo no quiero eso".

Óscar le dijo a su mamá: "Ahorita regreso".

Una tarde, cuando nos llevaban a conocer el campo, le dijimos a Óscar y sus amigos que eran como los chavos palestinos y Óscar dijo: "Sí. Los he visto en la tele. Es chido. Le tiran piedras al ejército israelí. Yo sé cómo se sienten. Aquí en Atenco le querían quitar la tierra al pueblo, y allá les quieren quitar su patria. Si yo estuviera allá, yo haría lo mismo. A mí me gustaría ir a Palestina".

En eso Oscar dijo: "Pero no hablo su idioma", y después de una sonrisa agregó: "Pero en la lucha esas cosas no importan. Cuando se trata de esas cosas la gente se entiende".

Los chavos tenían mil preguntas sobre las luchas en otras partes del mundo y de cómo es la vida en Estados Unidos. Querían saber de la lucha contra la globalización, así como de la Rebelión de Los Ángeles de 1992. Habían visto un programa en la tele sobre el décimo aniversario de la Rebelión y los alegró ver la resistencia de los negros y su espíritu combativo.

Algunos habían visto por la tele un informe sobre Donovan Jackson, el chavo de 16 años que los policías de Inglewood golpearon cuando estaba esposado. Platicamos buen rato sobre la brutalidad policial en ambos lados de la frontera. David, que tiene 19 años y parece del Este de Los Ángeles, con sus pantalones anchos, pelo rasurado y gorra de béisbol al revés, dijo: "Le empiezan a pegar con cachazos y muy feo y es lo mismo que a mí me da mucho coraje. Somos seres vivos que pensamos lo mismo, nada más... Y a mí también no me gustaría que me reprimieran porque fuera negro, digo porque todos somos iguales".

David nos dijo que la chota jos fode a él y sus amigos todo el tiempo: "Si no traías para tu multa, te decían: `Pues tu mochila lo paga todo'. Te quitaban vilmente las cosas, tu gorra, tus pantalones si les gustaban también te los quitaban".

La noche del 11 de julio unos chavos se desquitaron con unos policías: "Los pusimos en la pared a tres policías. Les dije: `Quítate tu cinturón, tus pantalones y tu gorra, porque ahora vas a sentir cómo reprimes al pueblo'... Le dije: `Quítate todo. Hoy a mí no me importa'. Los desvestimos y los desarmamos. Esto me dio mucha alegría. Esa fue mi primera lucha, y se siente bonito cuando desarmas a un policía".

Les pedimos que nos contaran de los camiones estacionados en la plaza, unos con parabrisas quebrados y otros de la policía con las luces de urgencia arrancadas. Nos dijeron que después del anuncio del presidente Fox de que el gobierno expulsaría a los campesinos de Atenco, ya no permitieron la presencia de las autoridades en el pueblo.

Los que no hicieron caso, y fueron en vehículo, muchas veces regresaron a pie. David dijo que en esos días se forjó unidad y que los chavos no peleaban entre sí. David dijo que sin la policía, "la policía somos nosotros, de la misma ciudad, ya somos nosotros el pueblo. Y nosotros sabemos qué hacer".

De los 15 camiones expropiados, unos se quedaron en Atenco y otros se los llevaron a otros municipios. Eran para el uso de la comunidad, ya sea para ir a reuniones o celebraciones. Durante nuestra visita, los camiones nos sirvieron de taxis y los chavos eran nuestros chóferes.

Para ellos, el peligro en Atenco no solo era perder la tierra sino la manera de vivir. Roberto, que tiene 17 años y trabaja en un ejido con su mamá, nos dijo: "Del campo comemos todo. Nosotros nacimos de la tierra también. Somos de la tierra". Otro chavo dijo: "Aquí se luchó por el patrimonio cultural, por el patrimonio material que son las tierras, pero más que material es la vida".

*****

Un sinnúmero de organizaciones pro justicia social y grupos campesinos de todas partes de México enviaron mantas, que están colgadas en la plaza y que manifiestan solidaridad con la gente de Atenco. Muchos nos dijeron que un aspecto decisivo de la lucha fue el apoyo de otras partes.

En La Magdalena había muchas banderas y mantas. Vimos una bandera mexicana, una anarquista y una del Movimiento Revolucionario Internacionalista, con el globo terrestre rompiendo las cadenas. En esos días de la lucha, los chavos de diferentes organizaciones, con distintos puntos de vista, lucharon hombro a hombro contra un enemigo común. Esos diferentes puntos de vista se expresaron en las pláticas en torno a las fogatas.

Unos preguntaban por qué, si los campesinos de Atenco trabajaban tan duro y producían tanto, tenían que buscar otro trabajo en la capital o ir a Estados Unidos.

También platicaban de si los problemas de México se deben a gobiernos corruptos o si el problema era mayor. Muchos de los chavos desconfían del gobierno, que consideran corrupto e incapaz de satisfacer las necesidades del pueblo.

Adriana, una estudiante de la UNAM, habló sobre el impacto internacional de la lucha de los campesinos de Atenco: "Al surgir un poco y darse a conocer un levantamiento como aquí en Atenco, hizo reconocer al nivel mundial la problemática que están acarreando los campesinos de todo el mundo. Porque todos enfocamos a ver a los trabajadores, los obreros, pero los campesinos nunca volteamos a ver. El reconocer no solamente al nivel nacional el movimiento campesino sino al nivel internacional es importante".

Todas las conversaciones con los chavos fueron sobre temas profundos; han estado luchando contra la globalización y buscando respuestas sobre cómo cambiar el mundo. A medida que la pobreza en México se profundiza, alzan la vista y piensan en un cambio radical. Están buscando respuestas y las corrientes políticas los influencian, como el zapatismo, el sindicalismo, el guevarismo y el anarquismo. Pero no solo miran la situación en Atenco, sino la situación en el mundo entero y cómo luchar contra el Plan Puebla-Colombia, un monstruo que amenaza convertir a México en una maquiladora de concreto, y las tierras y los indígenas en materia prima para la exportación.

Unos toman el maoísmo como guía para abordar los problemas. Recordamos haber visto chavos con camisetas de Mao en las protestas contra la globalización en Cancún. Como maoístas, estábamos curiosos por conocer a esos chavos con quienes compartimos la visión del comunismo.

En las pláticas con los chavos, siempre estaban presentes los maoístas del Movimiento Popular Revolucionario. Unos participaron en las protestas estudiantiles de la UNAM en el 99 y formaron contingentes que recorrieron el país organizando protestas contra la globalización. Participaron en la lucha contra el aeropuerto como parte de la lucha contra el dominio de México por el imperialismo yanqui y el camino al "progreso" que le marca el capitalismo del mercado libre. Los entusiasman las guerras populares de Nepal, Perú y Filipinas.

Llevaban las ideas revolucionarias a las masas de Atenco de una manera constante y comprometida. Se vio clarito que se habían ganado el respeto de las masas de Atenco.

Pasamos muchas horas con los jóvenes maoístas, tomando café, fumando Delicados y luchando contra el cansancio. Nos preguntaban cómo es ser revolucionarios en las entrañas de la bestia; nosotros preguntábamos sobre las posibilidades de hacer la revolución en México.

Les dijimos que unos campesinos nos dijeron que lo que hacía falta era una "revolución más chingona que la de 1910". Estaban de acuerdo en que México tiene un largo trajín de rebeliones y revoluciones, pero que hacía falta una revolución a fondo para liberarse de todas las formas de opresión. Dicen que es necesario contar con un partido de vanguardia capaz de dirigir la revolución de nueva democracia que apunte contra las tres montañas: el imperialismo, el capitalismo burocrático y el semifeudalismo.

*****

Durante nuestra visita nos entrevistamos con campesinos, amas de casa, estudiantes, chavos, revolucionarios y otras personas que compartieron sus ideas sobre la lucha de Atenco. Querían que se contara al resto del país que: ¡sí se puede contra el gobierno! Otros agregaron que también era importante compartir su victoria con la gente de otros países.

Unos campesinos de Atenco no solo luchan por la tierra y empiezan a soñar con una lucha por un mundo completamente diferente. Unos días antes de nuestra partida, una joven nos dijo que había leído el reportaje de Li Onesto sobre la guerra popular en Nepal y dijo que se sentía muy ligada a esa lucha, y ahora piensa que todos los seres humanos pueden librarse de todas las formas de opresión. Después de compartir sus ideas, nos enseñó a afilar machetes.

*****

Otra noche nos entrevistamos con el cantante y compositor Cayo Vicente, quien viajó a Atenco para participar en la lucha y escribir canciones en medio de la refriega. Hablamos de la enorme influencia que esta lucha ha tenido en México y el Norte. Desplegamos una manta roja, de un par de metros, con firmas y mensajes de gente de Estados Unidos en apoyo de la lucha de Atenco.

Ya era tarde, pero los chavos se congregaron alrededor de Cayo Vicente e Ignacio del Valle para leer los mensajes escritos en la manta. Luego Cayo cantó hermosas canciones de protesta.

Cayo dijo: "Todos los compañeros que estuvimos en esos días jugamos un papel, absolutamente todos... Todos, desde el compañero que no puede caminar, desde el niño que va a dejar un recado, desde el punk con todo y su vestimenta prestando aquí... todos aportaron. Fueron momentos que a mí me dejó una grande huella. Es algo que te marca por toda la vida".

*****

Hay personas que uno nunca olvida, que dejan una huella imborrable. Han pasado varios meses desde que estuvimos en Atenco, y sin embargo recordamos clarísimo las conversaciones que tuvimos tomando café y comiendo tamales. Recordamos los mandados que hacíamos para comprar tortillas en la tienda de la esquina y las sonrisas de las personas que nos platicaron sobre la lucha por la tierra.

Esa gente nos abrió la puerta de su casa y de su vida con tal de que escribiéramos la verdad sobre lo que pasó en San Salvador Atenco.


Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero Revolucionario en:
rwor.org
Cartas: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Teléfono: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497