Revolución #233, 22 de mayo de 2011
Segunda parte:
CONSTRUYENDO EL MOVIMIENTO PARA LA REVOLUCIÓN
Nota de la redacción: La siguiente es la segunda entrega de la segunda parte de un reciente discurso de Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos. Para la publicación de este discurso, se le ha revisado, y se le ha agregado anotaciones. La primera entrega, así como la primera parte del discurso titulada "Revolución y el estado", se pueden conseguir en línea en revcom.us.
Una revuelta radical contra una cultura que revuelve el estómago
Se tiene que alentar una rebelión auténticamente radical y liberadora —a diferencia de un reaccionario "re-etiquetamiento" y celebración del parasitismo— entre la juventud en las condiciones actuales, una rebelión en la que se plantea poderosamente la necesidad de una nueva sociedad y un nuevo mundo, la cual tomará medidas para eliminar la contradicción y antagonismo entre lo urbano y lo suburbano en el contexto de la transformación de la sociedad y el mundo en general y la abolición de las profundas desigualdades y divisiones — oponiéndose, superando y yendo más allá del parasitismo que es una parte tan integral e indispensable del funcionamiento y la dinámica del imperialismo y que ha alcanzado alturas sin precedentes en "el imperio tardío de Estados Unidos". En resumen, necesitamos, en las circunstancias de hoy, una contra-cultura que contribuya y sea cada vez más parte de construir un movimiento para la revolución — en oposición a una cultura contrarrevolucionaria. Necesitamos una cultura de oposición radical a la esencia de todo lo que está mal en esta sociedad y sistema y las muchas manifestaciones de eso; necesitamos una búsqueda activa de un mundo radicalmente mejor, en la que la revolución y el comunismo crecen constantemente como poderoso polo de atracción.
Así que estamos hablando de un etos completamente diferente, radicalmente distinto — y en potencial todo un estilo de vida completamente diferente y mucho mejor, en el cual (para retomar las palabras del Manifiesto de nuestro partido, El comunismo: El comienzo de una nueva etapa), las personas realmente pueden ser ciudadanos del mundo, miembros de una comunidad mundial, libres de los conflictos antagónicos destructivos que han caracterizado las relaciones humanas, en diferentes sociedades y partes del mundo y entre éstas, durante miles de años.
No se puede permitir que la situación continúe en que las alternativas con un mayor impacto social en esta sociedad sean el individualismo auto-indulgente, por un lado, o por otro, el fundamentalismo religioso y la subordinación y el sacrificio del yo a la devastadora cruzada colectiva del saqueo y conquista imperialista, por ejemplo en las fuerzas armadas de Estados Unidos; y en que, de una u otra forma, una cultura y moralidad al servicio de los intereses de los explotadores y opresores más monstruosos —y un sistema que en efecto, sin la más mínima exageración, aplasta vidas y destroza espíritus en masa, por todo el mundo, mientras que tiene el descaro de presentarse como el mejor de todos los sistemas posibles y un magnífico ejemplo para el mundo— tiene prácticamente una hegemonía sin rival.
Lo importante es que existe una verdadera necesidad y base para estar desarrollando una filosofía radicalmente diferente, una cultura y una moral radicalmente diferentes y para estar luchando por éstas — y sí, estar viviéndolas, incluso ahora. Además de las esferas de la cultura y la moral, existe una necesidad, como se ha recalcado antes, para una férrea batalla en el campo ideológico/epistemológico, particularmente contra el relativismo y sus efectos perniciosos. Para repetir, vemos ahora una situación que es demasiado parecida a lo que describe el poema de William Butler Yeats: "Los peores rebosan de intensidad apasionada" —y de una certeza absolutista, podríamos agregar— mientras "los mejores carecen de toda convicción". Es necesario enfrentarse radicalmente a esto y cambiarlo radicalmente.
Hay un punto donde se encuentran la epistemología y la moral — y no es aceptable decir, "Prefiero no saber de eso", "Prefiero no creerlo" o "Prefiero no hacer nada al respecto" simplemente porque incomoda. Eso es moralmente reprensible e inaceptable, y hay que oponérsele. Hay que oponérsele, duro y sin titubeos, pero además en lo fundamental, hay que oponérsele sobre un fundamento materialista, que retoma todo lo planteado en la primera parte de este discurso.
Eso me hace recordar un comentario que hice durante el diálogo con Bill Martin, que se publicó en el libro "Conversaciones", Marxism and the Call of the Future. Le dije: Te preocupa el materialismo que no se base en la ética; a mí me preocupa la ética que no se base en el materialismo. Él estaba de acuerdo de que esa frase sintetizaba y delineaba el asunto de manera constructiva1. No es que no necesitemos la ética, no es que no necesitemos vivir una moral radicalmente nueva y luchar por ella de acuerdo con el objetivo de avanzar hasta un mundo comunista y construir un movimiento revolucionario con ese objetivo; lo que pasa es que esa moral tiene que fundamentarse en la ciencia pues de no ser así no podrá sostenerse, no contará con cimientos suficientemente sólidos como para mantenerse firme y orientarse en medio de tantas corrientes contradictorias, entre ellas la corriente aún poderosa del relativismo. Hemos visto ese efecto una y otra vez. Cae de nuevo en lo mismo: "¿quiénes son ustedes para decidir qué es lo correcto y lo incorrecto?" y "¿quiénes son ustedes para criticar?". Si no estamos basados con suficiente firmeza en el materialismo, no podríamos responder. No podríamos realmente abordar, criticar y diseccionar y mostrar a las personas qué tiene de malo no sólo el relativismo sino también esos otros puntos de vista y valores abiertamente reaccionarios.
Con eso vuelvo a la cuestión del fundamentalismo religioso — y la religión en general. Cabe repetir, hay que distinguir entre las personas cuyas creencias religiosas las inspiran o las llevan a tomar posiciones progresistas y oponerse a la opresión, y por otro lado, aquellas con creencias religiosas las cuales las llevan a hacer lo opuesto; sin embargo, aún teniendo presente y conservando esa distinción, sigue siendo muy necesario e importante librar una lucha vigorosa ideológicamente —respecto a la filosofía y la moral y en la esfera cultural— contra la religión de todo tipo, contra la concepción del mundo religiosa y lo que promueve y cómo paraliza a la gente. Necesitamos propagar osadamente el ateismo, y una concepción del mundo y una moral liberadoras, sobre la base del punto de vista y el método del comunismo.
Por eso, para repetir, existe la gran necesidad de una "revolución cultural": lo que he trazado como una rebelión de masas —con la juventud como una fuerza motriz— que se atreva a desafiar y repudiar las relaciones, valores y moral opresivos, denigrantes y sofocantes de este sistema y a aquellos que refuerzan y defienden todo eso; y que en oposición a todo aquello, de muchas maneras diferentes y al máximo posible, encarne vivamente los nuevos valores, relaciones, moral y cultura liberadores, así como una fuerza creciente de resistencia contra los ultrajes y las injusticias constantes de este sistema. Aquellos que entienden consciente y científicamente la necesidad de una revolución para acabar con este sistema y forjar un nuevo sistema radicalmente diferente y mejor, con el objetivo final de un mundo completamente nuevo, un mundo comunista, deben fomentar esa "revolución cultural" y darle más vida y aliento, con toda la creatividad y la imaginación, el cuestionamiento, la efervescencia y la agitación que esto encerraría y debe encerrar, como parte de construir un movimiento para la revolución que necesitamos —de luchar contra el poder, y transformar el pueblo, para la revolución— que no se conforma con menos que deshacerse de este sistema y concretamente forjar ese mundo nuevo.
Esta "revolución cultural", si bien tendría su propia dinámica y características, también se interrelacionará fuertemente con el trabajo y lucha políticos e ideológicos para enseñar a las personas cómo los múltiples ultrajes y las injusticias, y la supresión y la sofocación, en muchas esferas diferentes, que ellas tanto aborrecen —cómo todo eso surge del sistema capitalista imperialista que lo apuntala y que sí es posible un sistema y un mundo radicalmente diferentes y mejores— y que de hecho el potencial de ese mundo se está topando con los confines y las limitaciones del horroroso sistema y mundo actuales.
También, como una parte importante de eso, y de esforzarse para que sirva a la construcción de un movimiento revolucionario, existe una gran necesidad de fomentar y promover una cultura y una comunidad de resistencia, con muchas formas y expresiones diferentes — dentro de las cuales el "polo" de la revolución y el comunismo es una influencia vibrante y creciente, y una fuerza atractiva.
La importancia de todo eso no es menor ni secundaria sino estratégica; tiene implicaciones estratégicas para la repolarización — para la revolución.
Continuará
1. Bob Avakian y Bill Martin, Marxism and the Call of the Future: Conversations on Ethics, History, and Politics, Chicago: Open Court, 2005 (en inglés). El diálogo al que se refiere aquí se encuentra al comienzo del capítulo 3, "Ethics and the Question of Truth", pp. 32 y siguientes. [regresa]