Revolución #246, 25 de septiembre de 2011
Segunda parte:
CONSTRUYENDO EL MOVIMIENTO PARA LA REVOLUCIÓN
Nota de la redacción: La siguiente es la decimocuarta entrega de la segunda parte de un reciente discurso de Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos. Para la publicación de este discurso, éste ha sido revisado, y se le ha agregado anotaciones. La primera parte del discurso titulada "Revolución y el estado" se puede conseguir en línea en revcom.us.
El partido y organizando fuerzas para la revolución
De ahí que es importante darle una expresión organizada a todo eso. Quisiera recalcar que no hay que hacerlo de una manera que espera o exige que las masas, especialmente las masas básicas, “encajen” en formas estereotípicas que expresan en realidad un movimiento que es en esencia reformista. Al contrario, hay que hacerlo de una manera que, mediante el desarrollo de muchas formas diferentes y a muchos niveles diferentes, estas masas podrán participar y contribuir cada vez más activamente a la construcción del movimiento — para la revolución. En otras palabras, sí necesitamos, y lo necesitamos muchísimo, que haya centros de la revolución (que incluyen en particular Libros Revolución en varias ciudades) donde la gente puede buscar, conocer y participar en este movimiento para la revolución en varias formas y a varios niveles. Al mismo tiempo, como orientación y enfoque básicos, lo que se requiere y lo que debemos estar haciendo sistemática y creativamente, no es solamente esperar que las masas “se nos acerquen” y lleguen a participar de formas que son más conocidas o quizás más cómodas para los que ya están participando (y que en muchos casos han estado participando mucho tiempo), sino llevarles la revolución a las masas —repito, especialmente a las masas básicas, pero también a las personas de otras capas del pueblo — y crear los mecanismos y las formas para su participación, a niveles muy básicos, así como de maneras más desarrolladas y avanzadas, los mecanismos por los cuales las personas aprendan y avancen y que un número cada vez mayor de ellas lleguen a comprometerse más profunda y consecuentemente con esta lucha, a través de este proceso general, al mismo tiempo que nosotros estamos aprendiendo de ellas y sintetizando científicamente lo que estamos aprendiendo.
En relación a todo eso, es necesario recalcar una vez más el papel del partido: la importancia de su creciente influencia política e ideológica y además su rol de organizar fuerzas para la revolución, sobre todo el propio partido —al reclutar de manera constante— a las personas que “arden para sus adentros” por cambiar el mundo radicalmente que, por medio del trabajo que nosotros hacemos con ellas, lleguen a tener un conocimiento comunista científico de lo que eso quiere decir, de lo que se necesita y de lo que es posible, y que estén decididas a formar parte de la fuerza dirigente que está esforzándose para plasmarlo en realidad. Cabe repetir, es necesario estar fortaleciendo continuamente “el ‘polo’ y la fuerza de vanguardia organizada del comunismo revolucionario”, como recalca “Algunos principios para forjar un movimiento para la revolución”. En serio, no debemos subestimar la importancia de eso ni de atraer al partido nuevas fuerzas frescas que arden con unas ganas de hacer la revolución, de tener un mundo radicalmente diferente — y que han dado el salto a reconocer la realidad y la importancia de tener un conocimiento científico de lo que eso significa y de cómo aplicar esa ciencia a fin de hacerlo realidad.
Como se ha enfatizado antes, de hecho el partido es la más importante expresión de la organización de las masas para la revolución, en camino al objetivo final del comunismo. Tienen importancia muchas otras formas de organización entre las masas, pero el partido mismo es la organización más concentrada e importante de las masas — y de la dirección de las masas. No es una organización cualquiera de las masas — es una forma superior y concentrada de organización de las masas, como vanguardia de la revolución.
Hacerle frente a la represión y avanzar ante ella
Antes de concluir, quiero decir unas palabras respecto a hacerle frente a la represión y avanzar ante ella. La represión y la intensificación de esa represión serán un rasgo inevitable de la agudización de las contradicciones que ya está en marcha, en la sociedad estadounidense y en todo el mundo — y eso sería aún más notable en el contexto de la intensificación de contradicciones que efectivamente llevaría a una crisis revolucionaria.
Esa represión se dirigirá en contra de todo movimiento y toda fuerza de oposición y resistencia política seria a los constantes actos criminales de la clase dominante, tanto dentro como fuera de este país. También se dirigirá en contra de aquellos sectores del pueblo reconocidos por lo menos por los más conscientes representantes y agentes de la clase dominante como una fuerza potencial de oposición seria a su dominio y su sistema, incluso antes de que ese potencial se plasme en la forma, entre las masas, de oposición y resistencia política consciente importante (y en esa conexión, cabe recordar la observación hecha anteriormente sobre una contrainsurgencia dirigida contra las masas básicas aún antes de que surja de veras una insurgencia entre ellas).
Esta represión intensificada tendrá una forma muy concentrada contra nuestro partido a medida que llevemos a cabo el trabajo de forjar concretamente un movimiento para la revolución y se patentice su potencial de enraizarse, de manera importante y poderosa, en las masas básicas en particular, así como de hacer avances entre otras capas del pueblo. Esa represión intensificada y esos ataques se originarán en los organismos oficiales del estado imperialista y en las fuerzas contrarrevolucionarias que están alineadas conscientemente con sectores de la clase dominante (y, aunque nos duele reconocerlo, es necesario prever también que los ataques que benefician, por lo menos en lo objetivo, a la clase dominante y su represión intensificada, seguirán proviniendo de algunas fuerzas que quizás se creen o se presentan como “progresistas” o hasta “revolucionarias” o “comunistas”, pero que en la realidad actúan de manera contrarrevolucionaria). No hacerle frente a eso y no bregar en serio con eso, desde un punto de vista estratégico y en el contexto estratégico de nuestra línea y objetivos comunistas revolucionarios, querría decir que no tomamos en serio lo que debemos tomar en serio, y que aparte de no estarnos a la altura de los retos que existen, tal vez hasta no hagamos un avance cualitativo cuando la situación lo posibilitara, pero al contrario, especialmente cuando la situación se agudizara cualitativamente y entre más se agudizara, nosotros saldríamos aplastados y las masas saldrían otra vez sin dirección en el sentido más esencial —saldrían derrotadas y desmoralizadas en una situación aguda de profundas consecuencias en la que hay tanto en juego— y la revolución sufriría un revés realmente devastador cuyos efectos se sentirían por mucho tiempo, no sólo en este país sino concretamente en todo el mundo. Por todas esas razones, debemos empeñarnos, de una manera muy concentrada, seria, decidida y científica, en bregar con esta contradicción y desarrollar los medios, tanto los conceptos teóricos estratégicos como la práctica, no sólo para poder sobrevivir y reponernos repetidamente y, de ser necesario, reagruparnos ante la represión —lo que incluye cuando se intensifique, hasta en una dimensión cualitativa— pero hasta avanzar ante esa represión y a través de ella, en la construcción del movimiento para la revolución y su desarrollo encaminado hacia sus objetivos estratégicos.
Una verdad profunda es que la base fundamental para confrontar y combatir la represión, y forjar el camino hacia adelante frente a esa represión y su intensificación, se encuentra en reconocer de lleno, y actuar de acuerdo con el conocimiento, de que toda la maquinaria y todos esos mecanismos de la política electoral y la parafernalia de la democracia que existan en cualquier momento dado, no cambian el hecho de que rige la democracia burguesa, una democracia que se practica bajo las condiciones de la clase burguesa (capitalista) dominante y en beneficio de sus intereses; que la naturaleza interna y el contenido esencial de esa democracia burguesa es la dictadura burguesa, un monopolio del poder político, manifestado en el monopolio de la fuerza armada y violencia “legítima” de parte de esa clase capitalista dominante; y que, como la experiencia en este país y en el mundo ha demostrado tan descarnadamente, una y otra vez, se ejercerá esta dictadura por los medios más implacables y sí, sanguinarios, cuando quiera que determinen que sea necesario los representantes políticos y funcionarios de esa clase dominante para poder mantener su dictadora y de reforzarla, y especialmente frente a cualquier desafío importante a esa dictadura y el sistema el cual la refuerza — o incluso contra lo que perciban como un obstáculo o problema potencialmente importante para su dominio.
Así que tenemos que bregar con las implicaciones estratégicas de toda esa dimensión de la situación. De prestar o no prestar atención concertada a ese problema y de hacer o no hacer avances concretos para confrontarlo y desarrollar los medios para combatirlo, ahora y en condiciones de mayor intensificación de la situación en un futuro quizás no tan lejano — todo eso estará muy ligado e influirá mucho sobre si podremos avanzar efectivamente para forjar un movimiento para la revolución o al contrario, si, por “espontaneidad revisionista”, abandonaremos en realidad ese objetivo —o por los actos de la clase dominante que nos obligaran a abandonar, o por una derrota al esforzarse para no abandonar— el objetivo de construir un movimiento para la revolución.
Una manifestación importante del revisionismo y la socialdemocracia (el socialismo, o el comunismo, de nombre, pero de hecho la democracia burguesa y las ilusiones democráticas burguesas al mando) es su expresión aguda en la esfera organizativa y su postura ante la represión: qué estándares asumen y aplican los revolucionarios en los hechos; y cómo obran concretamente; si toman en serio el hecho de que una sociedad como ésta no es, al final de cuentas, esa dizque democracia sin clases sino que existe en realidad una clase dominante la cual en realidad ejerce su dictadura — con todas las consecuencias de ese hecho. No se trata de que en otras partes del mundo los imperialistas yanquis sean unos malvados. No se trata de que los gobernantes de este país sean unos malvados simplemente cuando tratan al tercer mundo (como creen erróneamente algunas personas bienintencionadas de ideas democráticas burguesas). No, son malvados por naturaleza. Así responden a todo reto real — e incluso, frecuentemente, a todo reto potencial. Responderán hasta con aún más saña a todo reto serio en potencia dentro de su “propia patria” y sede de poder, mucho antes de que ese reto se plantee de lleno. Esta es una línea divisoria fundamental: realmente entender eso y actuar en consecuencia, o al contrario, hundirse tanto en las ilusiones democráticas burguesas que uno ya no puede reconocerlo — o no quiere reconocerlo.
Así que esta es otra esfera en que hace falta lucha ideológica aguda. Pero eso tiene que darse en el contexto de actuar de acuerdo con la necesidad de prestar mayor atención —con el enfoque y método correctos y científicos al mando— a ese problema y a hacer más avances en hacerle frente a la represión, tanto la naturaleza represiva en general de la clase dominante como la dinámica de represión intensificada que hay que anticipar a medida que se agudicen las contradicciones.
Por ahora, para concluir, un punto sobre la cuestión de la represión: si se ha obrado correctamente, no sólo con relación a esa dimensión crucial de encarar la represión y avanzar a través de ella y ante ella, sino que en general ha asumido y puesto en práctica la línea correcta de la manera más poderosa que sea posible y con el máximo efecto posible en todo momento; si, sobre la base de esa línea, se han hecho avances y saltos cruciales en forjar un movimiento para la revolución; pues, es posible que un intento fallido —o mejor dicho, un intento derrotado— de reprimir a las masas y a las fuerzas revolucionarias hasta podría desembocarse en una crisis revolucionaria o al menos podría ser un factor muy importante de contribuir al surgimiento de tal crisis revolucionaria. Eso podría suceder si las cosas habrían llegado a cierto nivel de intensificación de las contradicciones, en un sentido más amplio y al analizar la marcha de los acontecimientos objetivos en general, y si al mismo tiempo se habría obrado sobre una base correcta, incluyendo en este frente de combatir la represión y aprender a avanzar ante esa represión y a través de ella. En todo caso, llevar a cabo el trabajo revolucionario polifacético —y, como una parte crucial de ello, combatir la represión y aprender a avanzar ante ella y a través de ella— contribuirá al desarrollo final de una situación revolucionaria y a la capacidad de la vanguardia, y de las masas que acuden en números cada vez mayores a su estandarte, a ponerse en la mejor posición posible para aprovechar tal situación y aventarse sin tregua a triunfar en esas circunstancias. Por otro lado, sin ponernos a la altura de ese reto, no se presentará ninguna posibilidad y ninguna oportunidad de hacer una revolución, aunque las condiciones objetivas llegaran a favorecerla. Son así de cruciales y son así de básicos los términos y lo que está en juego.
Continuará